Dedicado a mi querido hermano Carlos Alberto
Introducción
En estos días, mi hermano querido me trajo de regalo un libro intitulado “El cerebro XX. Una guía para mejorar la salud cerebral y prevenir el alzheimer en la mujer” (2021). La autoría es de Lisa Mosconi, una connotada neurocientífica, que se ha dedicado a investigar el cerebro de la mujer, el alzheimer – enfermedad que ocurre con mayor frecuencia en el cerebro femenino – y el factor nutricional en el cerebro (sistema nervioso). Tiene un PhD en neurociencia y Medicina Nuclear, más de 90 artículos en PubMed – un buen puntaje para una joven científica -, a más de tener como padres dos físicos nucleares, menuda escuela…
Me hizo gracia el título “El cerebro XX” ya que para mí en ese momento el cerebro era unisex. Resulta, que, a pesar de haber estudiado y publicado sobre la relación cuerpo – cerebro en la neurociencia, no profundicé en las funciones que cumplen en el cerebro las hormonas sexuales, probablemente, debido a que el cerebro no fue considerado durante muchos años como objetivo para que los estrógenos actuaran, excepto cuando cumplen su función reproductiva en el hipotálamo.
Ahora es cuando caigo en cuenta que después del efecto hormonal, según el cromosoma XX o XY, en el desarrollo del sexo en el vientre materno, las hormonas sexuales cumplen una función en el cerebro. Al nacer, el varón continúa produciendo testosterona hasta cerca del final de su vida, pudiendo aún procrear en la vejez como pasó con Robert de Niro y Al Pacino que fueron padres a los 83 años. Por el contrario, las niñas experimentamos varios cambios hormonales muy intensos en el curso de la vida, primero cuando aparecen los estrógenos, en la pubertad, para, luego desaparecer al llegar la menopausia. ¡Menudos cambios!
Por tanto, resulta que estas vicisitudes o alteraciones hormonales se traducen en transformaciones que tienen un cometido en la funcionalidad del cerebro como parte de la estrecha relación que existe entre el cuerpo y el cerebro. Hasta hace poco, no se consideraba que las diferencias sexuales influían en el desarrollo del cerebro, por lo que investigaciones recientes en el tema y las realizadas por la Dra. Mosconi, detalladas en su libro, abren una nueva era para la comprensión de la diversidad de comportamientos y funciones cerebrales relacionadas al sexo.
Imagínense la magnitud de los efectos en la mujer cuando desaparecen los estrógenos – proveedores de energía para el cerebro – durante la menopausia…y supongan el duro trabajo que significa torear y manejar la menopausia.
El cerebro XX
Mosconi en su libro dirigido a la mujer, comenta “La salud del cerebro es la salud de la mujer”, hecho que no había sido considerado, hasta que se vinculó la menopausia con la demencia y entre ellas con el alzheimer, razón por la cual, estadísticamente, existen más mujeres que hombres con dicha enfermedad. Relata en su libro, que pasó mucho tiempo para que se tomara en cuenta la separación de los sexos cuando se investigaba el cerebro, desde el vértice de la neurociencia. Ella es una de los científicos que capitanean este camino de investigación: cerebro-mujer.
El estrógeno y la testosterona influyen en el comportamiento sexual y en la mente. Estas hormonas están involucradas en el metabolismo celular, el crecimiento de los tejidos y en la recuperación de lesiones. En las mujeres, comenta Mosconi “las hormonas mantienen la agudeza, la energía y la juventud de nuestro cerebro, mantienen la fuerza de los huesos, la actividad del intestino y la potencia sexual; también afectan el peso, la función inmunológica y la transformación de los alimentos en energía”; concluye que dependiendo del equilibrio hormonal ocurren “cambios en las funciones corporales y en aspectos como el poder cognitivo, estado de ánimo, alerta mental y hasta la forma en que pensamos, hablamos, sentimos y recordamos”.
Continua ella: “el estrógeno es el regulador maestro del cerebro femenino y tiene un papel clave en la regulación y producción de energía y en la homeostasis…lo que tiene importancia en la actividad neuronal en general, y en las regiones encargadas de la memoria, atención y planeación”.
A la par, el objetivo central del libro «El cerebro XX» es poner a la disposición de las mujeres un programa individualizado/especializado sobre la prevención del deterioro cognitivo, con la idea de que cada mujer pueda maximizar su salud cognitiva sin que importe la edad. Sin embargo, primero describiremos las funciones de las hormonas en el cerebro, la menopausia y su relación con el alzheimer. Ese programa, la prevención y las intervenciones las describiré en la segunda parte de este artículo.
Las hormonales sexuales y el cerebro
La identificación de receptores en la membrana celular para las hormonas sexuales en distintas regiones cerebrales indicaba que las mismas deben cumplir una función en dicho órgano y por allí comenzó una nueva visión y área investigación. Por ejemplo, en las neuronas estos receptores se encuentran en el núcleo y en la membrana mitocondrial y en áreas que poseen terminales presinápticos y postsinápticos; también se encuentran en las células gliales. La acción ocurre por medio de procesos celulares y moleculares, los cuales alteran la estructura y función de las células neuronales e influyen en el comportamiento La regulación hormonal incide en las funciones neuronales.
Los efectos de los estrógenos en la función cerebral que no convergen en la región hipotalámica comprenden: aprendizaje y memoria (hipocampo y corteza prefrontal), excitabilidad y convulsiones (hipocampo), neuroprotección (hipocampo, vía nigroestriatal de la dopamina y corteza cerebral), adicción (vías de dopamina e hipocampo), regulación cardiovascular (núcleo para ventricular y el tronco encefálico), sensibilidad al dolor y migraña (sustancia gris y tronco encefálico) y habilidades motoras finas, coordinación y tiempo de reacción (vía nigroestriatal de la dopamina y cerebelo).
A la par, las hormonas, masculinas y femeninas, inducen mayor producción de neurotransmisores; por ejemplo, el cerebro masculino produce más serotonina, involucrada en el sentirse bien, el sueño y el apetito; en cambio, el cerebro femenino produce más dopamina que participa en la emotividad, afectividad y la conducta motora, así como también está vinculada al placer y al bienestar por lo que está implicada en la adicción. Del placer aflora la adicción a las redes digitales o a comer más de lo que nos gusta, por ejemplo.
A la vez, en el cerebro femenino, la conexión es mayor entre el hipocampo (centro de la memoria) y la amígdala (centro de las emociones) en la corteza prefrontal, hecho que estimula el pensamiento abstracto, la planificación y el razonamiento; a la vez, esta conectividad del sistema límbico provee a las mujeres el amor a la familia, a los hijos, al amamantar, la cual está presente también en los hombres, pero con menor intensidad.
En fin, ya se comprobó la presencia de un dimorfismo sexual en el cerebro humano, lo que es igual a decir que existen diferencias entre el cerebro de hombres y mujeres, aunque la mayoría sean sutiles. A pesar de que existen pocos dimorfismos sexuales completos; sin embargo, estudios recientes sobre el dimorfismo sexual cerebral han demostrado que existen aristas y conexiones importantes en el cerebro que presentan sustanciales diferencias sexuales que permiten reconocer el sexo de ese cerebro, al identificar las aristas y conexiones específicas para cada sexo. Este ha constituido un desafío en la neurociencia porque permite comprobar las diferencias entre los sexos, además de aquellas psicológicas o neurofisiológicas.
Definitivamente, ella concluye que «ahora está claro que hombres y mujeres recorren distintos caminos hacia la demencia”.
Menopausia – Enfermedad de Alzheimer.
La menopausia es un proceso neuroendocrino marcado por la disminución de los estrógenos en el cuerpo de la mujer, hecho que influye en el envejecimiento de muchos órganos, incluyendo el cerebro, ya sea que ésta ocurra de forma natural o por intervención médica, sustracción de útero u ovarios. Entre los síntomas neurológicos de la menopausia se encuentras los cambios de humor, sofocos, trastornos del sueño, pérdida de memoria, ansiedad y depresión causados por la disminución de las hormonas sexuales. Precisamente, el agotamiento del estrógeno afecta el desarrollo neuronal que involucran regiones del cerebro donde ocurren los procesos cognitivos de orden superior, mencionado anteriormente.
Paralelamente, el aumento de la edad se asocia con deficiencias en los patrones de actividad cerebral y en las funciones cognitivas. Entre los correlatos neuroanatómico de este declive se encuentran el aumento de la atrofia cerebral, principalmente en la corteza prefrontal y el hipocampo, y la disminución de la localización y coordinación de los patrones de actividad cerebral. Estos efectos de la edad se manifiestan en las demencias, entre ellas en el Alzheimer, en forma leve al comienzo hasta progresar a un deterioro grave.
Por primera vez, estudios de neuroimagen realizados por Mosconi en 182 mujeres en distintas etapas de la menopausia permitieron observar cambios en la estructura cerebral, conectividad y en el metabolismo energético durante el envejecimiento menopáusico, amén de que fueron independientes de la edad. Se observó disminución de la materia gris y blanca y del metabolismo de la glucosa. También se observó un incremento sostenido de placas de beta-amiloides, característico de la enfermedad de alzheimer.
Posteriormente, evaluaciones con imágenes obtenidas con resonancia magnética y tomografía por emisión de positrones mostraron resultados similares como son: pérdida de materia gris y blanca, disminución de la producción de ATP en las mitocondrias cerebrales y la acumulación de placas beta-amiloide que fue más pronunciado en aquellas mujeres portadoras del genotipo APOE-4 en comparación con hombres de la misma edad.
Los cambios menopáusicos coincidieron entre la edad promedio de la menopausia a mediados de los años cincuenta y la edad promedio del diagnóstico del alzheimer durante los años setenta; hecho que confirma la coincidencia entre la menopausia y la enfermedad de alzheimer. A raíz de estos resultados, la Dra. Mosconi recomienda con insistencia realizar investigaciones más profundas en donde se evalúe la eficacia y seguridad de las terapias hormonales durante la menopausia temprana.
En general, la menopausia remodela el paisaje neuronal del cerebro femenino, sin embargo, de igual forma, se evidenció también el fenómeno de la neuroprotección, el cual es influenciado por las hormonas sexuales como sucede con el estrógeno que protege al Sistema Nervioso Central (SNC) al mejorar la sinapsis neuronal (conexión entre neuronas) e impulsar al sistema inmunológico desde el cerebro. Además, el cerebro tiene la capacidad de compensar dichos cambios hormonales mediante procesos adaptativos (plasticidad y neurogénesis) por lo que, en general, los síntomas tienden a aliviarse entre los 2 a 7 años postmenopáusicos. De igual manera, el rendimiento cognitivo se preservó después de la menopausia por la estabilización o recuperación de los biomarcadores estudiados como en la materia gris y la producción de ATP, entre otros. Estos enfoques son utilizados para el tratamiento del alzheimer y otros daños cerebrales.
Según Marconi, la demostración de estos efectos en el cerebro confiere un marco tanto de vulnerabilidad como de resiliencia porque como se verá más adelante este conocimiento permitió el diseño de programas de prevención. En general, añade: “la menopausia es una transición neurológica dinámica del cerebro femenino durante el envejecimiento endocrino que además sirve a la transición a la vejez”.
Finalizaremos, comentando un poco acerca del Alzheimer, enfermedad que fue descrita por primera vez, en 1906, como un raro trastorno en una mujer de 51 años por Alois Alzheimer; de allí el nombre de la enfermedad. Actualmente, el alzheimer representa entre el 60-70% de los 50 millones de casos de demencia en el mundo. Es una enfermedad multifactorial y compleja, asociada a causas genéticas y ambientales como estilos de vida, ausencia de estrógenos y la presencia de otras enfermedades, pero sin una única causa.
Según Marconi, “el Alzheimer es la manifestación más extrema de un cerebro en agonía, pero al descubrir qué nos lleva a padecerlo podemos entender cómo evitarlo”.
A lo largo de este artículo hemos visto como el cerebro es marcado por las hormonas sexuales y por sus secuelas durante la menopausia, amén de haber discutido su asociación con la demencia, por lo que me gustaría finalizar con un señalamiento de la italiana Lisa Mosconi en su libro que define la relación menopausia-alzheimer, afirmando que “la menopausia no provoca Alzheimer”… sino que “es el detonante principal que anula el superpoder del estrógeno y las hormonas que lo acompañan, y el cerebro tiene que encontrar nuevas formas de funcionar con eficiencia”. En fin, “un cerebro bien conectado es más resiliente y adaptable”.
Finalizaremos con un ejemplo de conductas distintas entre hombres y mujeres al responder ante una crisis de grandes magnitudes y, como ha sido mencionado, en la Parte II se abordarán la prevención e intervenciones enmarcadas en el programa diseñado por Mosconi para prevenir el alzheimer.
El cerebro femenino y las crisis.
Tras los apuros que experimentamos las mujeres durante nuestros ciclos hormonales a lo largo de la vida, cierro este artículo con una publicación muy esperanzadora sobre el cerebro femenino. Resulta que me encontré con una investigación que, dadas nuestras características psico-conductuales femeninas, describe un comportamiento de la mujer exitoso durante las crisis, por lo que, no pude resistir la tentación de finalizar este escrito con esta hazaña lograda por mujeres en la pandemia planetaria causada por la covid-19.
En el camino de las diferencias hormonales y tras las evidencias neurocientíficas que apuntan definitivamente hacia divergencias entre el comportamiento del cerebro femenino y el masculino, que van más allá de los distintos rasgos psicológicos conocidos, el estudio del dimorfismo sexual vinculado a distintos aspectos de la vida ha tenido un gran auge en estos tiempos.
En este orden de ideas, se publica un artículo (2021) sobre el impacto de las diferencias sexuales en el liderazgo observado durante la pandemia y las políticas implementadas para el control de la covid-19. En dicho trabajo, evaluaron la hipótesis de “la existencia de una especialización en un liderazgo sexualmente dimórfico”, en otras palabras, evaluaron si el liderazgo durante la pandemia fue diferente de acuerdo al sexo del líder o político en un contexto evolutivo.
En el estudio, investigadores de Nueva Zelanda y Brasil, hicieron una revisión de las publicaciones sobre políticas/factores que variaron de acuerdo al sexo del político. Para esto, sus análisis se basaron en las siguientes diferencias sexuales del cerebro establecidas para cada sexo.
Hombre (tetosterona/masculinización) versus Mujer (estrógenos/feminización): Sistematización vs. Empatía; Orientación a Cosas vs. Gente; Tomar riesgos vs. aversión a los riesgos; maquiavelismo-narcisismo-psicopatía vs. Trato a las personas por sí mismas-Humanismo-Fe en la humanidad; Competencia vs. Cuidados; Transacciones vs. Transformaciones; Enfoque económico vs. Enfocado a la salud.
La pandemia fue un acontecimiento inigualable en los últimos tiempos y causó mucho daño en la vida social, económica y particularmente en la salud de la población. Para controlar la pandemia de la covid-19, los gobiernos implementaron distintas políticas con el fin de dar tratamiento a los enfermos, identificar el virus e implementar el aislamiento para evitar su propagación.
En la revisión encontraron distintas investigaciones sobre el impacto del sexo del político en el desenvolvimiento de la pandemia. Distintos estudios evaluaron y compararon las gestiones en la pandemia de los Jefes de Estado en función de su sexo, hombre o mujer, en 194 países. Se encontraron tasas más bajas de mortalidad o letalidad por la covid-19 en los países regidos por mujeres (19). Ejemplos de estas mujeres son: Jacinda Ardern de Nueva Zelanda, Katrín Jakobsdóttir de Islandia y Sanna Marin de Finlandia.
Al igual, un estudio realizado en los Estados Unidos en donde se compararon los resultados de la pandemia entre estados gobernados por hombres y los presididos por mujeres, dio como resultado un número menor de fallecidos en los estados gobernados por mujeres con respecto a los gobernados por hombres; además, observaron que ellas en los discursos de sus campañas anti-pandemia, mostraban más empatía y tenían más consciencia de los sentimientos de los demás.
Evaluaron otros parámetros (personalidad, liderazgo, competitividad, asunción de riesgos, respuestas al estrés psicosocial, conducta antisocial, humanismo y comportamientos de salud) y en promedio hallaron que “las mujeres líderes parecen más enfocadas en aliviar el sufrimiento humano causado por el virus debido a su empatía, a su preocupación por la salud y a su orientación al cuidado de las personas; mientras que los líderes masculinos tenían como objetivo minimizar los problemas económicos en razón a su orientación a tomar riesgos, al maquiavelismo, la psicopatía, el narcisismo y su orientación al éxito financiero y a su estatus”. Añaden: “la evidencia preliminar indica que contra un enemigo viral invisible que puede poner de rodillas a las naciones, la prudencia estratégica de los preocupados y empáticos por la salud femenina puede traer resultados más efectivos y humanitarios que la precaución del diablo de los guerreros masculinos que toman riesgos”.
En síntesis, pareciera que la temeridad, empatía y la preocupación hacia las personas que muestran las mujeres como características prominentes de su cerebro femenino son elementos fundamentales para manejar las crisis de la envergadura de la pandemia. Una gobernanza femenina podría ser la salida para mejorar la salud y educación en entornos con precarias condiciones socio-políticas que son utilizadas para el sometimiento de muchas poblaciones en el mundo.
Irene Pérez Schael