Acabo de experimentar la pérdida de una de mis dos amigas con las cuales compartía en el sitio donde vivo. La experiencia de ver consumirse a esta persona vital y energética hasta su decadencia me ha hecho repensar varios aspectos o condiciones que requiere la amistad para florecer. En esta tercera etapa de mi vida, viviendo en un país ajeno -aún con papeles de ciudadana americana- no es fácil entablar y menos aún mantener amistades cualitativamente importantes. En los diez años localizada en la costa oeste había logrado cultivar, fuera de Venezuela, dos amigas consecuentes que vivieran cerca de mi. No quiero detenerme en analizar los porqués de esta situación, me propongo, en cambio, argumentar sobre la importancia de estas relaciones en nuestro bienestar emocional, social y físico.
Aparte del valor de la amistad que todos apreciamos, se ha hecho patente para mi la importancia de poder compartir físicamente y no mediando la presencia a través del espacio cibernético. Estas amistades fuera de mi país, sin negar su propio valor, me han servido para compensar las ausencias sufridas al emigrar. Sin previo aviso, también esta muerte desató una ola de tristeza acumulada. Extraño compartir con amistades especiales actividades y espacios que potenciaban nuestras aficiones comunes y estrechaban nuestros lazos. Tenía estos sentimientos ocultos bajo muchas capas de racionalidad y de argumentos, buscando compensar su lejanía.
Es cierto que tengo amigos apreciados en Venezuela y en otros países con los cuales mantengo contacto a distancia, pero es insustituible poder sentir la energía de los abrazos y el calor de las miradas en conversaciones, compartiendo un café. Quizás hasta ahora, no había aquilatado a plenitud estas experiencias, engolosinada por los videos o frecuencia de los correos electrónicos. ¿Será que al emigrar tenemos que conformarnos sólo con los recuerdos de las vivencias compartidas?
Estas reflexiones personales quiero complementarlas con evidencias demostradas por serios estudios acerca del valor de la amistad y el papel que juegan en nuestro bienestar estas especiales relaciones. Encontré coincidencias en investigaciones anglosajonas señalando que el número de amigos que las personas tienden a tener varía según su personalidad, el trabajo que realicen, el lugar donde vivan y sus habilidades relacionales. Sin embargo, se ha podido establecer que, en promedio, las personas tienen de 3 a 5 amigos muy cercanos, de 10 a 15 personas en el círculo de amigos que frecuentan y alrededor de 100 a 150 personas relacionadas con las cuales interactúan. Me atrevo a suponer que, en Latinoamérica y países mediterráneos con una mayor frecuencia de familias extendidas, este número sea algo mayor.
Adicionalmente, es importante señalar la calidad de estas amistades a las cuales nos referimos. En estos tiempos de Facebook, Instagram y Twitter se ha popularizado la idea equivocada de que necesitamos “toneladas” de amigos o de “likes” para sentirnos validados socialmente. Por el contrario, investigaciones han demostrado que se trata más bien de la calidad de amigos y no su número lo que nos trae la mayor satisfacción vivencial y social. Los amigos de Internet no pasan de ser relacionados cuando mucho, sin poderlos calificar como amigos, que llenen nuestras necesidades de verdaderas amistades.
Cultivar amistades de calidad es tan importante cómo tener buenos genes, seguir una dieta saludable y ejercitarse. Robert Waldinger, uno de los directores del Harvard Study of Adult Development [Estudio longitudinal de Harvard sobre desarrollo adulto], nos explica en su charla TED evidencias contundentes de la importancia de las relaciones para alcanzar una vida longeva y feliz. Debo aclarar que este estudio considerado como la investigación longitudinal más importante conocida, fue iniciado en 1939 y sigue activo por más de ocho décadas. Una compilación reciente de sus resultados fue publicada en el libro “The Good Life” por Waldinger y Marc Schulz.
Las invalorables perspectivas del Estudio longitudinal de Harvard surgen del seguimiento de cientos de historias de participantes año tras año en su vida entera adulta. Investigadores recogieron información a través de exámenes físicos, historias médicas, entrevistas y cuestionarios. El propósito planteado fue descubrir las variables psicosociales y los procesos biológicos tempranos en la vida que pudieran predecir la salud y bienestar más tarde en la vida.
Los resultados fueron sorpresivamente simples. El único factor que pudieron correlacionar con la felicidad fue la calidad de sus relaciones humanas. Amigos cercanos, conexiones familiares y matrimonios superaron otras variables como clase social, genética, coeficiente intelectual, fama o fortuna. Las personas con la mayor satisfacción en sus relaciones a los 50 años eran los más saludables y felices a los 80. Descubrieron además que la condición de sentirse solos estaba tan relacionada con la muerte prematura como el fumar o el alcoholismo.
Estas conclusiones han sido corroboradas a lo largo de los años en el estudio y por otras investigaciones. Todas afirman que las relaciones en sus diferentes formas – amistad, parejas románticas, familias, compañeros de trabajo, miembros de grupos de lectura y otros – contribuyen notoriamente a una vida más saludable y feliz. Adicionalmente, la fortaleza de nuestras relaciones con otros puede predecir tanto la salud de nuestros cuerpos como la de nuestros cerebros a medida que envejecemos.
La ciencia nos explica el caso contrario. Neurocientíficos han encontrado que cuando sentimos rechazo social de alguna forma, sintiéndonos heridos emocionalmente se activan las mismas partes del cerebro que se activan con el dolor físico. La desconexión social causa literalmente dolor en el cuerpo. La ausencia de relaciones hace que nuestro cerebro entre en pánico, generándose una avalancha de estrés, ansiedad, depresión y sentimientos de aislamiento. Las amistades contrarrestan esto creando una sensación de seguridad y pertenencia conectándonos con nuestras raíces primarias. Así que cultivar un grupo pequeño de amigos cercanos hoy nos puede aportar satisfacción y felicidad a medida que envejecemos. Han evidenciado también que nunca es tarde para fortalecer las relaciones que se tengan, ni tampoco para crear unas nuevas.
Concluyo esta entrega invitándolos a realizar una pequeña práctica, especialmente si se sienten angustiados o bajos de ánimo. Seleccionen dos o tres de sus amigos cercanos. Envíenles un pequeño texto, mensaje de voz grabado o correo electrónico dejándoles saber lo agradecidos que están de tenerlos en su vida. Mejor aún, invítenlos a hacer una actividad con ustedes la semana siguiente.
Siempre agradecida por su lectura y a la orden por mi página web para comentarios y sugerencias.
Jeannette Díaz
Fotografía: Ibrahim Rifath de Unsplash
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches en el nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a profesionales creativos, arquitectos y emprendedores a cerrar la brecha entre sus expectativas y logros alcanzados. Página web de Jeannette Díaz.