Para apropiarnos del sistema inmune, primero debemos conocerlo, y éste es el objetivo que persigue esta serie de crónicas: familiarizar al lector con su sistema inmune, para luego apropiarse de él, en defensa de la salud. En la crónica anterior presentamos los actores de la respuesta inmune, en ésta, vamos al escenario en el que se mueven dichos actores para representar la obra.
Para que el sistema de defensa de un país sea eficiente debe protegerlo en toda su extensión y fronteras; de manera análoga, el sistema inmune debe garantizar la integridad del organismo, en cualquier punto por donde pueda ingresar un agente patógeno, constituyendo así una verdadera barrera inmunológica.
Los ganglios linfáticos, principales órganos del sistema inmune, forman una red que se ubica estratégicamente en todo el organismo, interconectándose a través de las vías linfáticas y comunicándose con la sangre. Por ejemplo, una inflamación de los ganglios, como ocurre en una amigdalitis, constituye la evidencia de que en ese sitio está ocurriendo un proceso inmunológico.
El bazo, por su parte, ubicado en la cavidad abdominal, gracias a que está muy irrigado, recibe los microorganismos que ingresan por vía sanguínea. La piel también es un órgano del sistema inmunológico y constituye la primera barrera de defensa que nos separa del medio ambiente.
Además tenemos el tejido linfoide asociado a todos los sistemas del cuerpo como el respiratorio, gastrointestinal, urinario y genital; todo lo cual nos demuestra que realmente estamos protegidos.
Pasemos ahora a representar la respuesta inmune como una obra teatral en tres actos. En el primer acto se da el reconocimiento del antígeno. Cuando por ejemplo una bacteria entra al organismo, ésta es llevada hasta el ganglio linfático adyacente. Allí, como actores principales, intervienen las células dendríticas para digerir la bacteria, es decir, cortarla en trozos, y es el linfocito T, como director de orquesta, quien inicia, coordina y regula dicha respuesta.
El linfocito T, a través de su receptor TCR, reconoce los trozos de bacteria que la célula dendrítica le está presentando, con lo cual se da inicio el segundo acto, que es la activación de los linfocitos T. Estos linfocitos entran en un ciclo de división celular que dará como resultado la producción de millones de células hijas o clones de linfocitos T, todos idénticos al original, y dirigidos contra la bacteria que dio origen al proceso.
El tercer acto es la fase efectora, en la que ocurre la eliminación definitiva del microorganismo, función que ejercen los macrófagos, cuando se trata de bacterias, y las células NK y los linfocitos T CD8 citotóxicos, para eliminar virus y células tumorales.
Todas las fases de la respuesta inmune representan un gasto energético enorme y puede ser muy dañina para el propio organismo, ya que además de destruir al microorganismo, puede provocar daños en el tejido donde se está llevando a cabo el proceso; de allí la importancia de desactivar el sistema tan pronto como haya cumplido su cometido. Esta función reguladora la desempeña el linfocito T CD8 supresor.
Tener el conocimiento de cómo funciona la respuesta inmune y de cuáles son las células implicadas en cada proceso, le permitirá realizar los ejercicios de imaginación guiada con mayor eficiencia, en beneficio de su salud. Cuando se practica diariamente el ejercicio de imaginación guiada, el sistema inmune va a ejecutar la respuesta para lo cual está diseñado, es decir, la protección y defensa del organismo.
Marianela Castés
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