Hace unas semanas, la Organización Mundial de la Salud (OMS), otorgó a Argentina, un país suramericano, y a Algeria, un país sudafricano, la certificación o reconocimiento de la contención de la malaria o paludismo, lo que significa, que han pasado 3 años consecutivos sin la transmisión autóctona del parásito o que están libres de la enfermedad. El reconocimiento fue anunciado en el marco de la 72a Sesión de la Asamblea Mundial de la Salud, celebrada entre el 20 y 28 de mayo de 2019, en Ginebra-Suiza.
Argentina es el segundo país del continente americano, un año después de Paraguay, en recibir oficialmente esta certificación. Argelia, también es el segundo país de su continente, después de Mauricio, en ser reconocido como un país libre de paludismo.
La lucha contra el paludismo en Argentina comenzó en la década de los setenta aplicando al unísono un diagnóstico oportuno, una respuesta efectiva en la comunidad y la fumigación en el interior de los hogares. Igualmente, con el fin de evitar la transmisión fronteriza, Argentina colaboró con la fumigación en Bolivia. Carissa Etienne, Directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), comentó al respecto: “Argentina notificó el último caso indígena en 2010 y demostró compromiso, capacidad en su sistema de salud, laboratorio y vigilancia, así como garantizó el financiamiento necesario para prevenir la reintroducción de la malaria en su país. Estoy convencida que la Argentina servirá como ejemplo e inspiración a otros países de la región de las Américas para alcanzar la eliminación de la enfermedad en los próximos años”.
En ambos países, la lucha contra el paludismo ha sido permanente, enfocándose en la vigilancia epidemiológica para detectar los casos nuevos y de esta manera ser tratados inmediatamente, impidiendo así que se conviertan en fuente de transmisión. Igualmente, esto se logró al asegurar que tanto el diagnóstico como el tratamiento fuera gratuito en ambos países.
Según el Director General de la OMS, esta conquista se debió “al compromiso inquebrantable y la perseverancia de las personas y líderes de ambos países”. Añadió: “Su éxito sirve como modelo para otros países que trabajan para acabar con esta enfermedad de una vez por todas”.
La malaria
La malaria es una enfermedad causada por el parásito del género Plasmodium que comprende 5 tipos y se transmite a través de la picada de la hembra del mosquito Anofeles. Por lo que la eliminación del mosquito es la primera prioridad para su prevención. Se manifiesta con fiebre, dolor de cabeza, escalofríos y anemia por lo que es difícil su diagnóstico por la clínica. Si no es tratada en las primeras 24 horas puede desencadenar en la muerte del enfermo.
Para el 2017, la OMS reportó un estimado de 219 millones de casos en 87 países y la muerte de 435.000 personas. Los niños son los más afectados, en quienes ocurren el 61% de las muertes (266.000). África es la región mayormente azotada por la enfermedad, alcanzando el 92% de los casos y el 93% de las muertes por paludismo. Los países con más casos son: Nigeria con el 25%, la República Democrática del Congo con 11%, Mozambique con 5% y Uganda con 4%.
Entre el 2000 y 2010, los casos de malaria se redujeron de 262 a 239 millones y a 2017 disminuyeron a 219 millones. Lo que quiere decir, que en la primera década del presente milenio los casos decrecieron en 23 millones (9%) y en 20 millones (8%) durante 7 años de la segunda década. Sin embargo, entre 2015 y 2017, ha ocurrido un estancamiento en el progreso observado en los años anteriores; por ejemplo, en 2017 se reportaron 3 millones más casos que en 2016 (214 millones), lo que significa que la casuística aumentó. De aquí la alarma de la OMS para cumplir las metas fijadas para el 2020.
Es importante acotar que la región de las Américas también demostró un avance importante en la lucha contra el paludismo entre 2000 y 2015, cuando la enfermedad declinó en 62% y la mortalidad en 61%, como reseñamos en el artículo: “Venezuela: un peligro para el continente y el mundo” de MiradorSalud. Pero, como lo indica el título del artículo, Venezuela fue un factor importante en el retroceso experimentado en la región, al participar con 34% en el aumento a 875.000 casos de paludismo en 2016. A propósito del día mundial del paludismo, según declaraciones recientes del exministro de Salud, el Dr. José Félix Oletta, la enfermedad se ha urbanizado y actualmente está presente en 18 estados y entidades. El número de casos estimados para 2018 fue de 1.064.544. Si bien él observa que pueden llegar a más de 2 millones para el cierre del año 2019.
El descubrimiento del parásito de la malaria.
Es pura coincidencia que este gran avance de Algeria – el de la interrupción de la transmisión de la malaria – comparta también otro gran logro como es el descubrimiento del parásito que causa la enfermedad, realizada por el médico francés el Dr. Charles Louis Alphonse Laveran, en 1880. La historia de este descubrimiento, por lo que le otorgaron el premio Nobel de Medicina en 1907, es interesante y controversial.
Alphonse Laveran fue un médico francés que suscribió la carrera militar. Fue profesor, en París, de las enfermedades y epidemias en los militares, debido a lo cual participó en una publicación sobre este tema a los 34 años. En 1878, fue destinado a Argelia, colonia francesa, como médico en el hospital militar de Bone, primero, y luego en Constantina, lugares donde estudió la malaria que afectaba en forma incapacitante a los soldados franceses. En esa época no se conocía su causa, pero sí se sabía que la quinina aliviaba los síntomas.
En Annaba, antigua Bona, un puerto argelino cerca de la frontera con Túnez, el médico francés comenzó a estudiar las autopsias de los soldados fallecidos que padecieron estas fiebres y encontró que su sangre era distinta y contenía pigmentos negros. Este hallazgo lo llevó a estudiar en el microscopio muestras de sangre fresca procedente de enfermos, aunque, sin la preparación previa de la muestra, hecho que dificultaba la precisión de sus exámenes. Sin embargo, él pudo observar en lesiones de órganos y en la sangre que los glóbulos rojos contenían gránulos de pigmentos negros, una constante tanto en los fallecidos como en los enfermos, por lo que concluyó que eran específicos para la enfermedad.
Poco tiempo después, en Constantina, un 6 de noviembre de 1880, vio filamentos o flagelos que se movían con gran vivacidad en una muestra de sangre de un paciente con fiebre desde 15 días atrás. La motilidad de estos elementos lo convenció de haber descubierto el agente causal de la malaria: un protozoario. En diciembre de ese año, envió una nota acompañada de ilustraciones a la Academia de Medicina en París, reportando su hallazgo en enfermos con la llamada “Fiebre del Pantano” o del “Mal aire” o “Mal aria” de donde proviene su nombre. Luego viajó a Italia, donde sus investigaciones en las marismas cerca de Roma le confirmaron su opinión de la existencia de los parásitos como causa de la malaria. Las marismas eran áreas pantanosas y húmedas, plagadas de mosquitos y mortíferas por la malaria. En Italia, Laveran pensó que el parásito habitaba en los mosquitos, pero no lo pudo probar. Sin embargo, la relación entre el Anofeles y la enfermedad fue descubierta por el médico inglés Ronald Ross mediante su estudio sobre el ciclo de vida del parásito y lo descubrió en el estómago del mosquito en 1895, confirmando así la hipótesis de Laveran. Por esto Ross recibió el premio Nobel en 1902, 5 años antes que Laveran.
Sin embargo, no fue sino hasta años después que el descubrimiento de Laveran fue reconocido sin disputa. Entre las controversias como la anunciada, en 1896, en una publicación en The Lancet que señalaba: “fue imposible para Laveran, trabajando con un microscopio de 460 de aumento, seguir el ciclo de vida de este organismo; realmente, podríamos afirmar que apenas es posible discernir las características del parásito con ese poder de aumento” y las rivalidades que se habían suscitado entre los microbiólogos que reconocían a las bacterias como únicos agentes infecciosos, o el mismo Ross que investigaba la fiebre de India, postergaron la aceptación de su hallazgo. Pero, el progreso de la microscopía, la aparición de los microscopios Zeiss, que actualmente existen, así como la aparición de las nacientes técnicas de tinción permitieron la confirmación con precisión del descubrimiento del parásito por Laveran.
Desde 1900, Laveran investigó los tripanosomas en las ratas, en caballos, vacas, aves y peces, en 1896 entró a trabajar en el Instituto Pasteur y cuando le otorgaron el Premio Nobel por su descubrimiento de la malaria y tripanosomiasis en 1907 donó la mitad del mismo al Laboratorio de Medicina Tropical en ese Instituto donde investigó durante muchos años.
Vacuna
En bueno concluir con la buena noticia reseñada en The Lancet Infectious Diseases sobre la vacuna RTS,S desarrollada por GlaxoSmithKline contra el Plasmodium falciparum, el parásito más frecuente en África. La noticia señala el lanzamiento del programa piloto para la incorporación de esta vacuna en los programas nacionales de inmunización de Malawi, Ghana y Kenia, durante los próximos 5 años a partir de abril del año en curso, lo que permitirá definir con más precisión la eficacia e impacto de la vacuna y las dificultades que pudieran presentarse en su aplicación.
Cómo dice el artículo, en vista del estancamiento observado a partir del 2015 en el mundo, es necesario incorporar otras medidas para proteger a las poblaciones más afectadas como es el caso del África subsahariana. El éxito de este programa podría representar una gran diferencia en el control de la malaria.
Irene Pérez Schael