El tema de las curaciones espontáneas siempre ha sido controversial. En tiempo pasado las curaciones “espontáneas” eran ignoradas por la comunidad científica y médica en general y cuando los casos ocurrían, hasta se llegaba a dudar si el diagnóstico original había sido correcto. Los casos que se estudiaban, generalmente por el Vaticano, se consideraban milagros.
Sin embargo, hoy numerosos estudios avalan que las curaciones ¨espontáneas¨, no son tan “espontáneas”, y que las personas que las alcanzan sufren transformaciones y procesos de cambio profundos, que probablemente están en la base de esas curaciones.
El Dr Joe Dispenza, neurocientífico estadounidense, autor del bestseller: Desarrolle su cerebro: la ciencia de cambiar su mente, entrevistó a cientos de personas diagnosticadas con diversas enfermedades, desde tumores malignos hasta enfermedades cardiacas, respiratorias, diabetes y alteraciones genéticas que se habían curado, sin la ayuda de una cirugía o de fármacos.
El Dr Dispenza reportó que todas esas personas con remisión espontánea de su enfermedad, compartían cuatro cualidades específicas. La primera es que todas aceptaron, creyeron y entendieron que había una inteligencia superior dentro de ellos, da igual si la calificaban de divina, espiritual o subconsciente. Se trata de la misma inteligencia que organiza y regula todas las funciones corporales. La fuerza que hace que nuestro corazón lata ininterrumpidamente unas cien mil veces cada día sin que nosotros pensemos siquiera en ello.
Lo segundo es que todas aceptaron que fueron sus propios pensamientos y reacciones las que crearon su enfermedad. Lo cual es totalmente avalado por la psico-neuroinmunología que demuestra la conexión existente entre la mente y el cuerpo. Cada vez que pensamos fabricamos sustancias químicas y estas sustancias a su vez son señales que nos permiten sentir exactamente como estábamos pensando.
Si tenemos pensamientos de infelicidad, al cabo de unos segundos nos sentimos infelices. El problema es que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en que pensamos, empezamos a pensar de la manera en que nos sentimos, y eso produce aun más química. Se crea un círculo vicioso, lo que llamamos el estado de ser. La persona dice: “Soy una persona infeliz, negativa, o llena de culpa”, en realidad lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y definirse como tal.
Nuestro organismo se hace adicto al nivel de sustancias químicas que circulan por nuestro torrente sanguíneo o inundan nuestro cerebro, y por lo tanto tiende a repetir ese comportamiento. Lo que llamaba Freud “compulsión repetitiva”. De manera que cualquier perturbación en la composición química constante, regular y confortable de nuestro cuerpo dará como resultado un malestar. Sin embrago, si podemos forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estaríamos creando una nueva mente.
Esto nos lleva a la tercera característica y es que cada persona decidió reinventarse a si misma para llegar a ser otro, y los estudios actuales en neurociencias muestran que esto es biológicamente posible.
Estudios en la Universidad de Harvard, demuestran que a través de técnicas de meditación es posible dirigir la auto-plasticidad del cerebro. Por último, las personas tenían en común que durante el periodo en que intentaban meditar o imaginar en que querían convertirse, hubo tiempos largos en que perdieron la noción del tiempo y el espacio.
El conocimiento es lo que precede a la experiencia. Podemos enseñar al cuerpo lo que la mente ha entendido intelectualmente. Si seguimos repitiendo esa experiencia, podemos crear nuevas neuro-redes, y eso permite pasar del pensar al hacer, al ser. Por esta vía las curaciones “espontáneas” aparentemente son posibles. Sugerimos, sin embargo, que el mejor tratamiento en caso de enfermedades de alto riesgo es combinar activamente la medicina convencional, con las herramientas que incorporan el uso de la mente en el proceso de curación.
Marianela Castes
cronicasdemcastes@gmail.com
Un Comentario
Máximo Salazar
Magnífico artículo. Yo práctico varias cosas que incluyen meditación, yoga, dieta especial y ejercicios. Pero la más importante es la aceptación de la conciencia imperecedera de cada ser, y de ese ser superior llámese Dios, que vive dentro de cada ser y del cuál formamos parte.