Tendemos a pensar que el hacer creativo depende sólo de la persona. Sin embargo, aunque efectivamente quien desarrolla y presenta al mundo un producto creativo es el artista o creador, el impacto del contexto en la persona es un elemento crucial en la producción creativa y su difusión. Reputados investigadores de la creatividad como Csikszentmihalyi o Amabile referidos en otros artículos de Mirador Salud han destacado el papel del contexto social (factores culturales, económicos, históricos que forman parte de la realidad de la persona) en el desarrollo de la creatividad y producción creativa, influenciando sus condiciones del trabajo o situaciones de aprendizaje.
Motivada por circunstancias sociales y personales deseo particularizar en este artículo el tema de género dentro de los factores culturales que impactan la producción creativa. Aclaro que en este caso estoy refiriéndome no sólo a las condiciones de producción de obras artísticas, sino también a las posibilidades de expansión y desarrollo personal de las mujeres. Los invito a dejar de lado el estereotipo comúnmente aceptado de que el trabajo creativo es sólo lo que hacen los artistas. Les recuerdo lo que he planteado en anteriores artículos: la creatividad es una actitud vivencial, es lo que nos permite desarrollarnos y evolucionar hacia el logro de nuestro potencial como personas.
El contexto motivador
Desde hace un año hemos estado inundados de noticias sobre el movimiento #metoo (yo también), a través del cual se invita a las mujeres a publicar denuncias de acoso sexual que hayan sufrido. No voy a profundizar sobre esta iniciativa en particular; lo que me interesa destacar aquí son las circunstancias de desigualdad en las condiciones de trabajo evidenciadas por las agraviadas. En sus narrativas se han develado mecanismos evidentes y/o encubiertos del poder que tuvieron que enfrentar, impactando su salud mental, relaciones personales y dificultando o impidiendo su avance profesional.
A finales de septiembre asistí a la conferencia Powerful V, auspiciada por el Comité de Mujeres en la Arquitectura del capítulo Los Angeles del Instituto Americano de Arquitectos (AIA). Fué un grato balance enriquecedor conocer los retos y oportunidades para mujeres y minorías en California desde la arquitectura y áreas afines. Con una perspectiva interdisciplinaria, las ponencias y discusiones incluyeron entre otros los problemas de desigualdad de género en las oportunidades de trabajo, remuneración y liderazgo, ratificando así los entretelones de las denuncias del movimiento #metoo. Se divulgaron datos comparativos mostrando las diversas formas como el desarrollo profesional de las mujeres es retardado o entorpecido en relación a sus pares masculinos. Por ejemplo, fue impactante conocer vía ejecutivas de la industria cinemática que en la contratación de cineastas la experiencia exigida a las mujeres es mayor que la que se exige a sus pares hombres.
Una de las presentaciones en Powerful V, relacionada directamente con el trabajo que realizo, se centró en los sesgos inconscientes acumulados por nosotras las mujeres que contribuyen a esta situación. Sin negar las condicionantes externas a la desigualdad existente es importante reconocer que podemos abrir ventanas de oportunidades para el empoderamiento de nuestro propio destino. Es decir, reconocer y lidiar con el elefante en la habitación que nos negamos a ver y que podría impedir abrir las ventanas. Uso esta metáfora para llamar la atención sobre nuestra tendencia a disminuir o descartar las condicionantes socio-culturales de desigualdad de género que van añadiendo limitaciones psicológicas a nuestras condiciones personales. La referencia del elefante la tomamos de la instalación de Mariángeles Soto-Díaz como parte de la colectiva «El mañana no existe» con la curaduría de Lorena González Inneco, en la Galería Beatriz Gil de Caracas y actualmente en exhibición.
¿Qué podemos hacer con el elefante que no vemos en la habitación?
En resumen, observamos que en las desigualdades relacionadas con la producción creativa y en otros ámbitos, confluyen dos grandes fuerzas que nos pueden paralizar o activar para mobilizarnos hacia un cambio de condiciones. Estas fuerzas son por una parte los patrones socio-culturales que en mayor o menor grado – dependiendo del contexto familiar, nacional o particulares experiencias personales – influencian nuestra actitud hacia las desigualdades que impactan una vivencia creativa como mujeres. Se trata de los obstáculos hacia nuestra participación, visibilidad y reconocimiento en un campo en el cual participan hombres y mujeres.
Tengo muy cerca la experiencia de una hija artista y profesora de arte buscando su lugar en el mundo de las exposiciones y oportunidades de difusión de su obra para que su trabajo pueda generar reconocimientos e ingresos proporcionales a su trabajo. En este campo las Guerrilla Girls han señalado un camino creativo: el activismo político cultural. Esta original propuesta se inició en 1985 como un grupo anónimo de artistas, feministas y activistas que usan el humor con visuales impactantes para revelar sesgos de género y étnicos, mostrando evidencias de la corrupción en los manejos políticos, arte, cine y cultural pop. Para proteger su identidad, usan máscaras de gorilas para denunciar por ejemplo la desigualdad en la inclusión de mujeres y minorías en la producción artística que se exhibe en galerías y museos.
Esta fuerza socio-cultural generando la desigualdad que envuelve y permea nuestro hacer tiene su contrapartida en la internalización que hemos acumulado a través de décadas. Vivimos en una sociedad moldeada en la medida de los hombres y reforzada por las estructuras de poder mayoritariamente en manos masculinas. Aún con las evidencias señaladas por múltiples serias investigaciones, todavía encontramos mujeres y hombres que consideran que no hay desigualdades y que si se trabaja «como los hombres» llegaríamos al mismo lugar. Es decir que estamos en condiciones de desigualdad porque no nos hemos esforzado lo suficiente. El techo de vidrio que tenemos encima de nuestras organizaciones e instituciones no es percibido como tal.
En mis experiencias docentes y de investigación pude comprobar aspectos de la internalización de estos patrones en las estudiantes. Observé importantes diferencias no sólo en la forma que los estudiantes son tratados dependiendo de su género (un aspecto de la ecuación que amerita capítulo aparte) sino en cómo las mujeres han internalizado estos patrones de larga data como la dependencia y la minusvalía. En una de mis investigaciones cualitativas observé sesiones de críticas sobre proyectos de estudiantes por parte de su profesor de diseño. Luego hice entrevistas a profundidad a estos estudiantes de ambos sexos para explorar el efecto de las intervenciones del profesor en su proceso creativo. Para mi sorpresa, habiendo presenciado las atinadas y balanceadas observaciones del profesor sobre los proyectos de estos alumnos, los estudiantes hombres tomaban las críticas del profesor como retos para mejorar sus proyectos. En cambio las mujeres, ante similares críticas – pertinentes a los problemas que presentaban sus proyectos – se sentían emocionalmente afectadas.
Profundizando con ellas las razones por las cuales se sentían tratadas injustamente, pudimos precisar que en realidad buscaban una validación personal de lo que presentaban, sin poder separar su persona del proyecto. En consecuencia, las críticas las desanimaban y al bloquearse al recibirlas no las utilizaban para mejorar sus propuestas. Como resultado, los estudiantes hombres trabajaban con más ahínco y obtenían mejores resultados. Debo aclarar que, aunque esa fue la tendencia dominante observada en ese grupo, hubo excepciones de mujeres que pudieron aceptar los retos y presentar estupendos proyectos y de hombres que se retiraron de la materia por no poder tener la resiliencia necesaria para seguir con el trabajo requerido.
Nota para reflexionar y abrir una ventana de empoderamiento
Ante estas perspectivas hacia afuera y hacia adentro sobre la desigualdad en la producción creativa les dejo las siguientes preguntas:
- Si están en una posición de poder ¿están atentos a posibles situaciones de discriminación injustificadas?
- ¿Sienten ustedes que no están siendo todo lo creativos que pudieran ser?
- ¿Si perciben impedimentos externos, han pensado cómo pueden activarse para cambiarlos?
- Conociendo estas condicionantes socio-culturales ¿de qué forma puedo construir un futuro más significativo para mí y para mi entorno?
Los invito como siempre a compartir las experiencias que puedan surgirles en relación a estos temas y esta nota para la reflexión. Siempre a la orden a través de mi página web.
Jeannette Díaz
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches en el nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a sus clientes en el logro de transiciones exitosas en el ámbito personal o profesional. Página web de Jeannette Díaz