Los artículos que escribo para mis apreciados lectores de MiradorSalud los pienso y organizo guiada por dos motivos. Aparte de mi interés por explorar temas interesantes o de actualidad dentro del desarrollo personal, busco planificar tópicos que permitan incluir prácticas motivadoras hacia cambios positivos personales.
Para esta ocasión pensaba continuar con la serie de creatividad, basándome en experiencias con clientes de mi trabajo de coaching. Sin embargo, una grata personal circunstancia me animó a desarrollar el artículo de hoy.
En estos momentos me encuentro renovando mi página web, lo que ha implicado actualizar intereses y prioridades para ajustar los servicios y contenido que ofrezco como coach integral. Mi yerno, generosamente, ha puesto a la orden su talento de diseñador gráfico para apoyarme en este proyecto. Dentro del diseño propuso como logo la imagen que ilustra este artículo.
Hemos conversado sobre estrategias y ejercicios que sugiero para mis clientes y él ha leído algunos de mis artículos. Sin embargo, su propuesta gráfica fue una grata sorpresa, al evocar para mí la metáfora visual de una de las habilidades que con frecuencia mis clientes requieren fortalecer. Se trata de la capacidad de ajustar su foco de atención para ampliar su perspectiva o profundizar su visión de una situación o problema que desee resolver.
Ustedes seguramente pensarán que todos poseemos esta capacidad psicológica, al igual que fisiológicamente disponemos de la funcionalidad de nuestro iris. Éste, como diafragma óptico nos permite no sólo graduar la luz que entra por nuestra pupila, sino ajustar automáticamente la visión cercana y la de largo alcance que requerimos en un momento dado.
Es cierto que todos tenemos esas capacidades, no obstante, tendemos a rigidizarnos en su utilización cuando requerimos percibir lo que nos sucede. Creamos hábitos apelando mayormente al uso del telescopio o al del microscopio. Algunas personas prefieren ver primero el bosque antes que los árboles, clarificar el contexto de la situación, y luego apreciar los detalles o ignorarlos. En el extremo contrario, he trabajado con clientes que naturalmente son atraídos por la visión cercana de una situación – los árboles – para luego poder relacionarlos con el panorama y condiciones del bosque.
¿Conocen personas que tienden a considerar las cosas a vuelo de pájaro, motivando acertados comentarios para que «aterricen»? o ¿se han encontrado casos de personas detallistas que parecieran no interesarse en la visión a largo plazo, arriesgándose a perder el rumbo hacia lo que desean?
Deseo destacar que ninguna de estas tendencias es mejor que la otra, ni que las personas deberían de utilizar primero o preferentemente una u otra forma de percepción. Las circunstancias condicionarán en gran medida lo que sería más apropiado. La dinámica para tener una percepción más completa de lo que está en nuestra mira empieza por estar conscientes de que poseemos la capacidad para alternar a voluntad estas opciones disponibles.
Entre las bondades de esta flexibilidad psicológica está poder aplicarla para distanciarnos de nuestras emociones. Podemos ajustar nuestro diafragma acercándonos a lo que nos sucede y luego tomar distancia para poder decidir la acción más congruente con nuestros valores. El pasado año les ofrecí prácticas para fortalecer la capacidad de autodistanciarse de las emociones, cuando éstas nos embargan. Entre ellas se destacó, en particular, la parte de la serie realizada para divulgar las enseñanzas de «El libro de la alegría: felicidad duradera en un mundo cambiante».
Para finalizar les sugeriré una práctica partiendo de los estimulantes planteamientos de la psicóloga Susan David desarrollados en su libro Agilidad Emocional y comentados en forma muy amena en su charla TED. Ella contrasta la agilidad emocional a la que podemos aspirar con la rigidez emocional que entorpece la forma como nos relacionamos. Aboga por la aceptación de la diversidad de nuestras emociones, sin juzgarlas como positivas o negativas. Nos precisa también lo crucial de considerar las emociones como una información que debemos aprovechar, más no como direcciones que debemos acatar. Alternando el profundizar y el distanciamiento de nuestras emociones nos ayuda a clarificar nuestra perspectiva en relación a lo que nos sucede en un momento dado para poder actuar de la manera más congruente con lo que en realidad deseamos.
Práctica para fortalecer nuestra agilidad emocional:
- Al sentir una emoción fuerte, respirar con calma varias veces. Poner atención a lo que se está sintiendo. Tener presente que esta emoción es algo que me sucede, no forma parte de mí.
- Cualquiera que sea esa emoción considerarla digna de aprecio. Es una fuente valiosa de información sobre lo que me pasa.
- Preguntarse con curiosidad ¿qué me trata de decir eso que estoy sintiendo?
- Al tener mayor claridad de lo que me sucede puedo indagar qué pasos debo tomar en coherencia con mis valores. ¿Cuáles acciones apoyarían ir en esa dirección y cuáles me alejarían de ellos?
- Cerrar esta pequeña pausa con un pensamiento de agradecimiento por haber podido ejercitar mí flexibilidad psicológica.
La agilidad emocional podemos fortalecerla, practicando el estar atentos, con curiosidad y compasión. Así podremos asumir con aprecio la diversidad interna que somos y en consecuencia veremos a otros de igual forma y evolucionaremos de acuerdo a los valores que nos guían. Sólo con la práctica hacemos realidad los cambios deseados.
Los invito como siempre a compartir las experiencias que puedan surgirles en relación a estos temas y a las prácticas sugeridas. Siempre a la orden a través de mi página web.
Director de Arte: Leo Arroyo
Jeannette Díaz
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches en el nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a sus clientes en el logro de transiciones exitosas en el ámbito personal o profesional. Página web de Jeannette Díaz
2 Comentarios
Lirio VALERO
Excelente artículo !!!! … Las emociones nos hablan constantemente . Solo debemos aprender a escucharlas , saber que “ al mundo” lo vemos a través de ellas pero no por ello los demás tienen que verlo igualmente.. !!! .. El ser humano es eminentemente emocional. En consecuencia este estudio es una orientación para aprender a conocerlas y saberlas emplear correctamente . !!! Felicitaciones una vez más ..!!!
Jeannette Díaz
Mil gracias por tu comentario animador. Me contenta que lo que expongo te haya sido clarificador. Fortalecer nuestra agilidad emocional es un proyecto de vida, al igual que sucede con la creatividad. Encuentro que un aspecto central de esta capacidad es asumir las emociones como algo que nos pasa en el hilo temporal y no como algo que somos. Tenemos maneras de ir cambiando nuestras expresiones reforzadoras de patrones inconvenientes y cambiarlos por expresiones más conscientes.
Por ejemplo, oímos con frecuencia frases como »yo soy una persona alegre» o «ese señor es un cascarrabias», mejoraríamos esta capacidad refraseándolas por ejemplo como: «siempre encuentro motivos para sentirme alegre» y » ese señor parece que todo el tiempo lo que siente es rabia o lo que puede expresar es rabia». Asi que a estar atentos para desarrollar nuestra capacidad de observadores y hacer crecer nuestros músculos emocionales.