La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de sacar una directriz sobre el consumo de edulcorantes no calóricos, en la cual sugiere no utilizar los edulcorantes sin azúcar o no calóricos como medio para lograr el control del peso o reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles.
Esta recomendación se basa en una revisión sistemática en la que se analizaron artículos que incluían adultos, niños y mujeres embarazadas en ensayos controlados aleatorizados y estudios observacionales de 10 años de seguimiento en promedio. De acuerdo a los resultados de esta revisión, el uso de edulcorantes no calóricos a largo plazo se asoció con un mayor riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares (ECV) y mortalidad en estudios prospectivos de cohortes realizados en adultos. En niños no se observó diferencias significativas en el Zscore del Índice de Masa Corporal (IMC) cuando se consumía edulcorantes. En las mujeres embarazadas, el uso de edulcorantes pareciera que potencialmente aumentó el riesgo de parto prematuro, más no hubo evidencia de que aumentara el riesgo de diabetes gestacional. Sin embargo, al revisar los ensayos a corto plazo no se observaron efectos significativos en marcadores como glucosa en ayunas, insulina en ayunas o lípidos en sangre.
Este informe deja claro que si observamos sólo los efectos a corto plazo, pudiera atribuírseles ciertos beneficios como menor aporte energético (< 4 Kcal/g), control de peso y reducción de la hiperglicemia postprandial. Por esta razón, desde hace mucho tiempo algunos profesionales de la salud recomendaban su uso, de lo cuál sacó provecho la industria de alimentos para ofrecer la versión “ligth” o 0% azúcar de sus productos, en la que se reemplaza, parte o la totalidad del azúcar añadido, sin dejar de ofrecerle al consumidor el dulzor que busca. Sin embargo, y a pesar del marketing, un grupo, entre profesionales de salud, personas ligadas o afines a las prácticas saludables, pacientes con condiciones especiales, entre otros, siempre mantuvieron sus reservas sobre estos productos.
De hecho, hay estudios que sugieren posibles cambios en el microbiota intestinal tras el consumo habitual de edulcorantes. Ejemplo de ello es una revisión en la que se encontró que la sacarina, sucralosa y estevia podían estar relacionadas con modificaciones en la microbiota intestinal, mientras que algunos polioles (alcoholes de azúcar) podían estar actuando como prebióticos. Sin embargo, se necesitan más investigaciones al respecto para llegar a conclusiones más robustas.
De igual manera, en estas directrices llaman la atención algunos aspectos, entre los que se destacan el hecho de que la OMS se base en un solo metaanálisis (realizado por ellos), para dar estas recomendaciones, luego, que la certeza de las directrices en su mayoría es de calidad baja o muy baja, pocas con certeza moderada. En este sentido, concordamos con la OMS en su aclaratoria sobre la necesidad de más evidencia científica a largo plazo, revisiones sistemáticas y de más estudios con fuerza metodológica sobre el tema, para dar recomendaciones contundentes.
Hasta ahora, estas directrices invitan a la población en general a ser más cautelosos con el uso de los edulcorantes, no consumirlos de manera indiscriminada y limitar la ingesta de alimentos y productos industrializados a fin de evitar consumir frecuentemente estos edulcorantes. En cuanto a los proveedores de salud y profesionales de salud pública, debemos hacer seguimiento a nuestros pacientes y población sobre el consumo de edulcorantes y brindar educación alimentaria.
Por otro lado, las nuevas directrices no anulan las pautas de la OMS sobre el nivel de tolerancia máximo de los edulcorantes. Es decir, los límites máximos de consumo se mantienen iguales ya que nos advierten sobre la toxicidad de los edulcorantes; mientras que las nuevas directrices están enfocadas en el riesgo metabólico de desarrollar obesidad, diabetes o enfermedades cardiovasculares.
Cabe resaltar que la recomendación de la OMS sólo abarca a los edulcorantes no calóricos tanto sintéticos como naturales como el acesulfame K, aspartame, advantame, ciclamatos, neotame, sacarina, sucralosa, estevia y derivados de estevia. No así para los alcoholes de azúcar o polioles como el xilitol, sorbitol, fruta del monje, etc. Sin embargo, no es que estén recomendando su consumo, sino que todavía faltan estudios a largo plazo para ver posibles efectos en la salud.
¿Y la fructosa, volvemos al consumo de fructosa como edulcorante? Si bien es cierto que esta es el azúcar de la fruta, se ha demostrado que su uso como aditivo endulzante puede generar aumento de los triglicéridos en sangre, mayor riesgo de resistencia a la insulina y desarrollo de hígado graso. Por lo tanto, no se recomienda su consumo como edulcorante. Mas su consumo a través de la ingesta de frutas, en porciones recomendadas, no tiene un efecto adverso en la salud, todo lo contrario, consumir frutas es parte de las dietas saludables. Esto porque en las frutas el contenido de fructosa es bajo, te aportan antioxidantes y otros compuestos beneficiosos para la salud.
Ahora nos preguntamos, ¿entonces, es mejor comer azúcar? La verdad es que comer azúcar blanca no es mejor, pero tampoco es peor. La OMS pretende que esta recomendación sea considerada en el contexto de las recomendaciones para disminuir la ingesta de azúcares simples y otras orientaciones que promueven dietas saludables, incluidas las directrices sobre el consumo de carbohidratos, grasas totales, ácidos grasos saturados y trans y sodio. Esto quiere decir que nuevamente la OMS nos invita a REDUCIR el consumo de azúcares, bien sea azúcar blanca o morena, miel, papelón (panela) y por supuesto los productos y preparaciones de alimentos que las contengan, principalmente los productos ultraprocesados.
Confirmamos una vez más que la clave de una buena alimentación no es eliminar alimentos o sustituir por otros productos, más bien es tener variedad de alimentos para obtener de ellos la mayor cantidad de nutrientes que necesitamos, así como cuidar la cantidad y frecuencia de consumo del alimento. Debemos basar nuestra alimentación en alimentos al natural y mínimamente procesados, ya que siempre serán más seguros, saludables y sostenibles.
Claret Mata y Pablo Hernández
Sobre los autores
La profesora Claret Mata es Licenciada en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USB). Profesora de Evaluación Nutricional en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV y Profesora invitada del postgrado de Nutrición Clínica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Miembro de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición y miembro institucional de la Fundación Celíaca de Venezuela.
El profesor Pablo Hernández es Licenciado en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USB), Especialista en Análisis de Datos en Ciencias Sociales. Profesor de Nutrición Humana en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Profesor del Diplomado de Educación en Diabetes Terapéutica (UCV). Representante de Venezuela ante la International Affiliate of Academy of Nutrition & Dietetics (IAAND). Miembro del Observatorio Venezolano de Salud (OVS), de la Fundación “5 al día” Venezuela, de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición, y de la Fundación Bengoa para la Alimentación y la Nutrición.
2 Comentarios
Romelia
Un estilo de vida saludable, que sea sostenible en el tiempo con el propósito de alcanzar metas reales y específicas para cada individuo.
Saludos.
Pablo Hernandez
¡Hola! Gracias por tu comentario. Estoy completamente de acuerdo contigo en que un estilo de vida saludable debe ser sostenible en el tiempo y adaptado a las necesidades y metas específicas de cada persona. Es importante recordar que cada individuo es único y tiene necesidades diferentes, por lo que no existe una solución única para todos. ¡Saludos!