ENCOVI es la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida que surgió en 2014 como iniciativa de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en alianza con la Universidad Central de Venezuela (UCV), la Universidad Simón Bolívar (USB) y la Fundación Bengoa para la Alimentación y la Nutrición. A través de los resultados de la encuesta se ha dado a conocer la realidad de la crítica situación venezolana en diferentes dimensiones. Para fines de este artículo, nos enfocaremos en la dimensión de alimentación, específicamente en la evaluación de la seguridad alimentaria. ENCOVI, por ejemplo, ha mostrado cambios importantes en el patrón de la dieta del venezolano, como el aumento en la adquisición de leguminosas y tubérculos, así como una disminución en la compra de carne.
En esos últimos años la encuesta ha sufrido modificaciones en la metodología de evaluación de la dimensión alimentación, sin embargo, intentaremos ver la tendencia en las últimas ediciones (año 2017, 2018, 2019-20) de la encuesta. Todas las ediciones de ENCOVI pueden verse en este link: https://www.proyectoencovi.com/
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se define la Seguridad Alimentaria «a nivel de individuo, hogar, nación y global, cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”.
Esta definición sugiere que la seguridad alimentaria se obtiene cuando hay una adecuada estabilidad entre sus componentes: disponibilidad, acceso, consumo y aprovechamiento, si falla alguna de estos eslabones, el individuo estaría en inseguridad alimentaria, ya que no son conceptos aislados, sino que están integrados.
En el caso particular de Venezuela, son varios los reportes de asociaciones y ONGs que han mencionado los graves problemas que presenta el sistema alimentario del país. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) por su parte, advierte que más de 9 millones de venezolanos no tienen acceso a los alimentos debido a su alto costo, a la hiperinflación y a los bajos ingresos familiares. La compra reducida de alimentos se traduce en una dieta monótona e insuficiente. Una de cada tres personas en Venezuela tiene dificultades para llevar comida a la mesa y consumir los mínimos nutricionales necesarios, según la encuesta realizada en el país por el Programa Mundial de Alimentos.
La ingesta promedio de energía, proteínas y grasas se ha reducido en los últimos años, al igual que la calidad de los alimentos consumidos. Las proteínas de origen animal se han sustituido en gran parte por proteínas de origen vegetal o vísceras e incluso sangre del ganado bovino. Este tipo de prácticas aumenta el consumo de grasas, principalmente las saturadas, en los grupos más deprimidos económicamente, quienes además, implementan estrategias como reciclado de aceite, extracción de la grasa de los cueros de pollo o cerdo, entre otros.
El aporte de vitaminas y minerales es escaso, ya que la fuente principal de estos nutrientes, frutas y hortalizas, presentan una baja ingesta. Este patrón inadecuado de consumo, se traduce en indicadores negativos de crecimiento y desarrollo en la población infantil. Para abril del 2020 la desnutrición aguda en los menores de 5 años se ubicó en 17,3 %, según el Monitoreo Centinela de la Situación Nutricional en Niñas y Niños Menores de 5 años de Cáritas.
Aunado a esta situación, la falla en los servicios básicos como el suministro de gas, los cortes en la energía eléctrica y escasez de agua potable tan importante en la higiene y manipulación de alimentos, agudizan más la situación de inseguridad alimentaria.
Los informes oficiales disponibles no están actualizados y no reflejan la realidad venezolana. Ante la necesidad de tener información oportuna y válida, ENCOVI ha tratado de mostrar una fotografía sobre la seguridad alimentaria del país; la cual ha servido de base, para algunas organizaciones, en la toma de decisiones e implementación de programas de ayuda alimentaria. En el año 2017, ENCOVI aplicó el modelo corto para medir la seguridad alimentaria en los hogares, desarrollado por los Estados Unidos, la cual consta de 6 preguntas todas dirigidas al adulto para valorar su percepción de seguridad alimentaria en su hogar.
En las ediciones del 2018 y 2019-20, se utilizó la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (ELCSA) que consta de dos partes, la primera con 8 preguntas dirigidas al adulto entrevistado y la segunda, con 7 preguntas, para ser contestado sólo en aquellos hogares que tengan menores de 18 años. A diferencia del instrumento anterior, esta escala clasifica la inseguridad alimentaria en niveles; así puede haber: hogares sin inseguridad; hogares con inseguridad leve, aquellos donde sólo existe la preocupación de que falte o sean insuficientes los alimentos adquiridos; inseguridad moderada, en aquellas familias donde además de la preocupación por la falta de alimentos, la calidad y cantidad de las comidas este afectada; inseguridad grave, aquellos hogares donde todos o al menos una persona se quedó sin comer durante todo el día por falta de alimentos.
A continuación, se intentará ver la tendencia de los indicadores entre las ediciones de ENCOVI 2017, 2018 y 2019 con el fin de conocer el comportamiento de las variables estudiadas.
Entre los aspectos más resaltantes de la edición del 2017 destacan que el 70,8% de los encuetados reportaron que los alimentos en su hogar no eran suficientes para cumplir con sus necesidades de alimentación, ni tampoco contaban con un recurso económico extra para comprar más alimentos. Además, en igual proporción (70,1%) el ingreso familiar era insuficiente para comprar alimentos saludables y tener una dieta equilibrada. Esta situación lleva a muchas familias a buscar estrategias para rendir los alimentos hasta el próximo cobro. La reducción de la cantidad de las comidas es una de las estrategias empleadas, en este sentido 8 de cada 10 hogares reportaron que se comía menos porque no había suficiente comida. Un aspecto alarmante es que en 6 de cada 10 hogares al menos un adulto se acostaba con hambre por no tener alimentos ni dinero para comprarlos. De acuerdo con la FAO, se considera hambre a la sensación física incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Presentar hambre por un largo periodo de tiempo puede poner en riesgo la vida por conducir a deficiencias nutricionales graves.
En las ediciones del año 2018, ENCOVI muestra que el 84% y el 88% de los encuestados, en los años respectivos, se preocupó porque los alimentos no alcanzaran en su hogar. Un dato muy importante es que la calidad de dieta, la obtención de los nutrientes y la buena nutrición empieza por tener una alimentación variada y saludable. Cuando se les preguntó a los encuestados si habían dejado de tener una alimentación saludable y si en su hogar tenían una dieta poco variada, 7 de cada 10 respondieron de forma afirmativa, para el año 2018. Esta proporción aumentó a 8 de cada 10 hogares para el año 2019-20; acentuándose en la coyuntura de COVID-19. Ante la situación de seguridad alimentaria en los hogares se buscan estrategias para “rendir” la comida entre estas estrategias la reducción del número de comidas realizadas al día y la cantidad consumida son muy comunes; en este sentido, en el 2018, 4 de cada 10 hogares (42%) manifestó que había dejado de hacer alguna de las tres comidas principales (desayuno, almuerzo o cena); mientras que para la edición 2019-20 la tendencia aumentó a 5 de cada 10 hogares (2019: 47%; situación COVID-19: 53%). Algunas preguntas que deben enfatizase son las referidas a la sensación de hambre; en la edición 2018 cuando se preguntó si algún adulto en el hogar sintió hambre y no comió por no tener comida ni dinero para comprar, el 43% respondió de forma afirmativa, incrementándose un 6% para el 2019. Durante los primeros meses de la pandemia en el país, este porcentaje se ubicó en 45%. Adicionalmente, en el 2018, el 30% de los hogares encuestados manifestaron que al menos un adulto en el hogar comió una vez al día o dejó de comer durante todo el día, subiendo esta proporción 4% en el 2019 y durante la coyuntura COVID-19 bajó a 29%.
Si bien, los instrumentos utilizados para medir la seguridad alimentaria de la edición 2017 no es el mismo de las ediciones 2018 y 2019-20, en líneas generales, los instrumentos muestran que hay una tendencia en el aumento de los hogares con inseguridad alimentaria, siendo 80% en 2017, 88% en 2018, 94% en 2019 y 97% coyuntura COVID-19. Cabe resaltar que de las ediciones 2018 y 2019-20, las familias con inseguridad alimentaria moderada son las que han tenido mayor peso estadístico en este aumento (2018: 31%, 2019: 36%, 2020 COVID-19: 41%).
Como se ha mencionado, ENCOVI no se distancia de la realidad y muestra un panorama de cómo se agrava la situación alimentaria nutricional del país. Lo que preocupa al personal de salud y tomadores de decisiones de estas cifras, es el impacto negativo que tiene en la población, especialmente en los grupos vulnerables como niños, mujeres embarazadas y ancianos. En los niños menores de 5 años, por ejemplo, las consecuencias de la inseguridad alimentaria moderada-severa de forma crónica podría producir: desnutrición y “hambre oculta” (deficiencia de vitaminas y minerales), retraso en el crecimiento y desarrollo, daños cognitivos y menor calidad de vida. Esta situación se traduce en su edad adulta como menor capacidad competitiva en el mercado laboral, menor productividad, ingresos familiares insuficientes y perpetuación de la pobreza.
Realizar este tipo de encuestas en el país y dar a conocer de manera fiable la crítica situación de los sistemas alimentarios, permite realizar intervenciones oportunas con la esperanza de ver mejoría en las cifras, mejorar el estado nutricional de la población y llegar a cumplir con el Objetivo de Desarrollo Sostenible “Hambre 0”.
Pablo Hernández
Sobre el autor: El Profesor Pablo Hernández es Licenciado en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USB), Especialista en Análisis de Datos en Ciencias Sociales. Profesor de Nutrición Humana en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Profesor del Diplomado de Educación en Diabetes Terapéutica (UCV). Editor Asociado de la “Revista Digital de Postgrado” de la Facultad de Medicina de la UCV. Miembro del Observatorio Venezolano de Salud (OVS), de la Fundación “5 al día” Venezuela, de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición, y de la Fundación Bengoa para la Alimentación y la Nutrición.
Claret Mata
Sobre la autora: La Profesora Claret Mata es Licenciada en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USB). Profesora de Evaluación Nutricional en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV y Profesora invitada del postgrado de Nutrición Clínica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Miembro de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición y miembro institucional de la Fundación Celíaca de Venezuela.
Un Comentario
Coromoto Tomei
Excelente análisis de la triste realidad debido a la alta proporción de hogares con inseguridad alimentaria