Estuve varios días investigando y dándole vuelta a temas para este artículo. La línea temática escogida para este año, relacionada con el trabajo en equipo o relacionarnos con otros, no me entusiasmaba lo más mínimo. Los diversos temas explorados no pasaban de un posible título y luego mente en blanco, cero interés o curiosidad por indagar. Finalmente, me di por vencida y reconocí molesta mi estado de parálisis mental. Así no puedo empezar a escribir – me dije – y menos pensando que sea algo de interés para mis lectores.
Cuando mis clientes de coaching declaran sentirse en estado de parálisis o procrastinación ante algo que deben hacer, es muy fácil decirles que se detengan y hagan una pequeña introspección para reflexionar sobre lo que estén sintiendo y descubrir la disonancia dentro de ellos.
Permítanme hacer un pequeño paréntesis para clarificar la diferencia entre reflexiones y rumiaciones porque es fácil confundirlas. Cuando reflexionamos buscamos comprender las emociones o sentimientos más profundos que sustentan lo que inicialmente nos viene a la mente. Por el contrario, cuando rumiamos sobre algo pensamos circularmente sobre los hechos una y otra vez. No avanzamos en la indagación que deseamos, no esclarecemos nada. Una reflexión nos descubre una nueva arista de lo que nos preocupa, una rumiación nos deja en el mismo lugar de partida.
Sucede que sí tengo que tomar mi propia medicina, como ahora, observo lo difícil que es destinar esa pequeña pausa para reflexionar sobre lo que me sucede. Esta vez deseo compartir el proceso que acabo de vivir. Espero hacer eco de sus dificultades cuando alguien o sus propias voces internas les dicen “creo que debes reflexionar”.
Me sorprenden las múltiples excusas que me doy para no hacer lo que he comprobado que funciona para liberarme de la parálisis. Realmente no lo entiendo. Se por mis años de experiencia realizando y dirigiendo distintas modalidades de trabajo interno personal, que dedicarle una hora, o quizás menos, a profundizar sobre lo que estoy sintiendo realmente es suficiente para desbloquear mi parálisis y recobrar mi energía para entrar en acción. ¿Por qué entonces no lo hago al sentir las primeras señales de apatía, indiferencia o parálisis?
El engaño de la ruta más fácil
Tal como sucede cuando intentamos cambiar de conducta, la ruta que tendemos a seguir es seguir haciendo lo mismo. En este caso era seguir la instrucción de mi centro ejecutivo: “debes conseguir un tema a desarrollar para el artículo”, ignorando la alarma de la parálisis indicándome que tengo una desconexión. El mensaje sabio de mi cuerpo indicaba que unas emociones desconocidas me guiaban a contracorriente de las indicaciones de mi centro ejecutivo, obviamente sin estar al tanto. Como muchas veces sucede preferimos no indagar sobre lo que nos pasa y aceleramos inútilmente, con el resultado de consecuencias indeseadas en puntos vulnerables nuestro cuerpo.
En este punto, sigo el engaño racionalizando que el problema de la parálisis es porque no he conseguido un tema adecuado y que si prosigo frenéticamente – sin atender a los mensajes – voy a conseguirlo. En otras ocasiones me ha sucedido que ignorando lo que siento, logro “lo propuesto” pero con un alto costo para mi cuerpo y alcanzando un resultado sin alma, que me deja insatisfecha. He comprobado que cuando hago algo ignorando ese pugilato de fuerzas entre mi mente racional y mi cuerpo emocional, se me activa una antigua lesión de ciática, lo cual no sucede cuando estoy fluyendo con las dificultades inherentes al trabajo que esté haciendo. Ahora bien, si ese es el resultado de forzarnos a hacer algo, desconectados de los mensajes de nuestro cuerpo y sabiendo que hay una medicina que seguro nos va a ayudar ¿que nos detiene tomarla?
Producto de mi reflexión y de comentarios de clientes de coaching quienes han compartido sus descubrimientos ante situaciones como esta, les adelanto algunos porqués.
- Asumimos que el trabajo interno no es tan importante como los productos externos que realizamos. Por tanto, aún, sintiéndonos nadar contra la corriente, nos focalizarnos en la meta de nuestro centro ejecutivo, sin considerar que somos una sola entidad y que necesitamos buscar la coherencia requerida para funcionar con todo nuestro potencial.
- En general, tendemos a restarle importancia a las prácticas de trabajo interno para fluir mejor en el día a día o cuando recibimos impactos mayores externos. Creemos que dedicar tiempo a reflexionar sobre lo que hacemos es opcional.
- Una razón importante que nos cuesta reconocer y por la cual evadimos el reflexionar sobre lo que nos pasa es que tememos descubrir verdades, que no siempre coinciden con la imagen que tenemos de nosotros mismos y con la que deseamos mostrar a otros.
- Para contrarrestar esos “peros” que nos impiden resolver el conflicto, requerimos de una buena dosis de valentía, de humildad y disciplina para crear nuevos hábitos que nos ayuden a aceptar lo que vamos a encontrar en nuestras reflexiones o la realidad interna. Por ejemplo, con frecuencia nos sentimos inferiores a otras personas que lo hacen mejor que nosotros, o que tememos que nuestro trabajo no sea aceptado como quisiéramos. Razones como éstas puede que no tengan que ver directamente con la ejecución de la tarea, sino que son contextuales de la situación y de nuestras historias personales. Las descubrimos cuando nos atrevemos a vernos en el espejo directamente.
- Es importante tener presente que nuestros esfuerzos para mantener el engaño de la ruta fácil disminuyen nuestra energía creadora al paralizarnos e impedirnos asumir un camino distinto.
- Para complementar lo dicho anteriormente, les recomiendo la lectura del artículo ¿Cómo funciona la mente? de MiradorSalud, donde se explican procesos más profundos del pensar, muy aplicables en este contexto. Evadir el engaño es a veces complicado porque el detenerse a “pensar, a reflexionar o a enfocar la atención” es un proceso cognitivo que consume energía y necesita de disciplina, como dije, para crear hábitos de conducta. En cambio, continuar con el engaño no requiere energía porque es un proceso automático al que nuestro cerebro está condicionado a seguir. Recuerden, somos seres emocionales.
¿Cuál es la medicina?
- Primero que todo recordar que somos una totalidad interactiva y que una parálisis de cualquier tipo indica una desconexión en nuestro cuerpo. Atender sus alarmas es el primer paso para lograr la conexión deseada.
- Detenerse y respirar atentamente. En esta narrativa, el detenerme me permitió reconocer que la parálisis era un síntoma de la desconexión entre mi centro ejecutivo y mis emociones que pedían orientar mi conducta hacia otra dirección que la que le estaba imponiendo. En otras palabras, el tomarse un tiempo respirando e identificar ese sentir nos permite generar nuevas y positivas emociones para luego conectarnos con nuestro cerebro cognitivo y poder pensar, reflexionar y tomar la decisión adecuada.
- Explorar. La reflexión permite desentrañar los conflictos, en este caso entre el mandato evidente de hacer un artículo siguiendo una pauta preseñalada y los valores que mantengo, entre ellos el de ser coherente entre mi pensar, sentir y actuar.
- Celebrar. Reconocer con alegría el trabajo interno realizado, estimula el fortalecimiento de un ritual sanador al que podamos apelar en nuevas ocasiones.
Volviendo al inicio
¿Para qué nos ha servido toda esta reflexión de un tema personal en el cumplimiento del objetivo externo planteado inicialmente? ¿Qué tiene que ver esta narrativa con el trabajo en grupo o relaciones con los otros? Con mucho placer encontré un vínculo profundo entre la prioridad no atendida, producto de mis valores y de lo que deseaba lograr externamente. Cuando estamos desconectados de nuestros valores y asumimos tareas sin una conexión consciente y fluida con nuestras emociones positivas, no tenemos la energía ni la inteligencia emocional que requerimos para tener la compasión, generosidad y creatividad necesarias para lograr un mejor trabajo, con un proceso más placentero.
Haber realizado esta narrativa espero les reafirme la necesidad de ponerse la máscara de oxígeno primero antes de intentar ayudar a otros a ponérsela. Si deseamos relacionarnos mejor con otros y lograr acuerdos para avanzar en lo que nos proponemos conjuntamente, cada uno debe estar atento a lo que sucede, dialogando primeramente consigo mismo y luego con los otros para poder remar todos en el mismo sentido.
Les recomiendo la charla señalada arriba, de la Dra. Nazareth Castellanos “Un cuerpo feliz” sobre la conexión cuerpo-mente como excelente complemento a lo que se ha expuesto en el artículo. Disfrútenla.
Jeannette Díaz
Fotografía: Vitamina Poleznova. En Unsplash
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches en el nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a profesionales creativos, arquitectos y emprendedores a cerrar la brecha entre sus expectativas y logros alcanzados. Página web de Jeannette Díaz