Calmar a sus hijos con comida puede detener las lágrimas en el corto plazo, pero puede conducir a patrones de alimentación poco saludables a largo plazo. Los padres que son «alimentadores emocionales» pueden fomentar en sus hijos, la «alimentación emocional», un hábito relacionado con el aumento de peso e incluso, trastornos alimentarios que van desde la bulimia a los “atracones” incontrolados de comida.
«Alimentación emocional» es lo que hacen los padres cuando les dan alimentos o bebidas a sus hijos para calmarlos, como cuando el niño tiene una rabieta, por ejemplo. Ofrecer comida chatarra, golosinas, postres y alimentos azucarados para consolar a los chicos puede conducir a problemas posteriores.
En los niños se ve a menudo el “comer emocional”, por ansiedad, es decir, comer más en respuesta a un estado de ánimo negativo. Sin embargo, los orígenes de la “comida emocional” siguen siendo poco claros.
Ya que existe una sólida evidencia de que los estilos de alimentación de los padres tienen una gran influencia en los hábitos alimentarios de los hijos y en la manera como los niños se relacionan con los alimentos y bebidas cuando se trata de lidiar con sus propias emociones, en el estudio que discutiremos se examinó una posible vía de desarrollo de esta conducta de alimentación: Debido a que se presume que los padres son los agentes de socialización más poderosos del comportamiento alimentario de los niños pequeños, el estudio examinó la posibilidad de que los padres también influyan en la alimentación emocional de sus hijos.
No es raro que los padres, algunos más que otros, usen alimentos para regular la angustia de sus hijos, es decir, la alimentación emocional. Lo más probable es que los padres continúen haciéndolo porque funciona. Sin embargo, estas prácticas de alimentación pueden enseñar inadvertidamente al niño a aplicar las mismas tácticas cuando están en peligro.
Según la teoría psicosomática, el comer emocional es el resultado del aprendizaje temprano. En pocas palabras, un niño que se alimenta repetidamente cuando está alterado o expresa emociones negativas aprende que comer ayuda a regular tales emociones. Y esto debe evitarse a toda costa.
Un interesante estudio
Es este estudio se examinó la alimentación y los hábitos alimentarios en una muestra de 801 niños noruegos de 4 años de edad, con seguimiento hasta las edades de 6, 8 y 10 años. Aproximadamente dos tercios de los niños en todas las edades estudiadas mostraron signos de comer para sentirse mejor, a juzgar por cuestionarios respondidos por sus padres.
Los resultados revelaron que los niveles más altos de alimentación emocional observada en los padres, predijeron mayores niveles de comer emocional en los niños, y viceversa.
Se encontró que los niveles más altos de afectividad negativa temperamental (a la edad de 4 años), en otras palabras: pataletas, aumentaron el riesgo de comer y alimentarse emocionalmente en el futuro.
Los niños a quienes se les ofrecía comida para consolarlos a las edades de 4 y 6 años desplegaron más conductas de comer emocionalmente a los 8 y 10 años.
Además, los investigadores también encontraron signos de que los niños que se sentían más fácilmente consolados por los alimentos, habían sido alimentados por los padres siguiendo este esquema de recompensas o consolación: La alimentación emocional por los padres y cuidadores aumenta el comer emocionalmente de los niños, y viceversa.
Los investigadores descubrieron otra tendencia: Los niños que se enojaban o se alteraban más fácilmente a los 4 años tenían más probabilidades de comer para sentirse mejor y ser alimentados por los padres con ese propósito.
Según expertos esto tiene mucho sentido ya que los padres se estresan mucho cuando sus hijos tienen una rabieta o lloran sin parar.
Ahora bien, los padres deben entender que el sentirse tristes o enojados son emociones normales, y en lugar de usar la comida como una distracción o consuelo, los niños deben ser enseñados a tolerar y encontrar otras formas de hacer frente a estas emociones.
Esto a veces puede implicar disciplina positiva, y unas cuantas lágrimas o incluso una rabieta completa no vienen mal. No hay que abortarlas. Los padres no deben temer esto, es una parte normal y necesaria del desarrollo.
Los expertos insisten en que los padres deben calmar a los niños molestos, pero sin ofrecerles comida.
Se debe tener muy claro que los niños pequeños desarrollan sus hábitos alimentarios observando como sus padres y cuidadores comen. Si ven a sus cuidadores bebiendo refrescos y comiendo comida chatarra y postres cuando el cuidador está estresado o molesto, entonces eso es lo que harán los niños cuando experimenten emociones similares. El comer emocional debe ser evitado a toda costa.
Sin embargo, esto no quiere decir que no se pueda dar un chocolate o golosina al niño de vez en cuando; el problema es si esta es la manera típica y la única que funciona para manejar las emociones negativas.
Algo interesante: Los autores del estudio advirtieron que su revisión se basaba en cuestionarios respondidos por los padres, no en la observación directa por parte de los científicos. Y señalaron que tuvo lugar en Noruega con una población bien educada y no muy diversa, por lo que los resultados pueden no aplicarse en otros lugares.
Algunas premisas con evidencia científica
El comportamiento alimentario de los niños está influenciado por una multitud de factores que interactúan. Según el modelo socio-ecológico, el comportamiento alimentario está influenciado por el individuo (por ejemplo, biológico), el entorno social (por ejemplo, los padres), la comunidad (por ejemplo, las escuelas) y los factores a nivel macro (por ejemplo, las normas y valores sociales y culturales, los medios de comunicación, etc).
Hasta la fecha, el ambiente familiar y el comportamiento de los padres son los factores que más han recibido la atención. Los padres desempeñan un papel crucial en la formación de los patrones y actitudes en la alimentación de los niños al ser los principales proveedores de alimentos, y esto es así desde la concepción hasta la adolescencia, modelando el comportamiento alimentario mediante prácticas parentales y de alimentación.
Los niños no son receptores pasivos del comportamiento de sus padres. De acuerdo con los modelos transaccionales, los procesos recíprocos entre el niño y su entorno son el principal motor del desarrollo del niño.
Se ha identificado una serie de dimensiones del comportamiento alimentario (incluyendo el “comer emocional”, es decir, la tendencia a comer más en respuesta a emociones negativas. Sin embargo, la respuesta biológicamente natural a la angustia emocional debería ser comer menos, porque la actividad intestinal disminuye en presencia de excitación emocional, normalmente suprimiendo el hambre y la alimentación.
De hecho, entre el 10% y el 63% de los niños y adolescentes reportan algún tipo de exceso emocional, un comportamiento alimentario asociado con el aumento de “picar” entre comidas y comer más, el consumo de alimentos de alta densidad de energía, una mayor ingesta calórica total, y sobrepeso.
En particular, también se han identificado otros comportamientos relacionados con los alimentos, por ejemplo, la capacidad de respuesta a los alimentos (es decir, la tendencia a comer en respuesta a señales alimentarias como la vista y el olor de los alimentos), que se asocia positivamente con la alimentación emocional.
Se ha observado que la alimentación emocional materna predice aumentos en la comida emocional en el transcurso de un año en niños pequeños y en preescolares. El entrar a la escuela y el aumento natural de la autonomía en la infancia media hace que los niños dependan menos de sus padres, incluyendo su relación a los alimentos. Por lo tanto, la edad preescolar es crítica.
Comer en respuesta a las emociones negativas es también una vía en la etiología de la bulimia nerviosa y los atracones.
¿Y lo práctico?
Asegúrese de modelar hábitos alimenticios saludables para su hijo.
No transmita angustia ni ansiedad en su rostro ante las pataletas. Contrólese y en todo caso, ponga un rostro severo sin exagerar.
No ofrezca alimentos para calmarlos.
Se debe evitar utilizar alimentos para celebrar ocasiones o recompensar a su hijo por su buena conducta. En lugar de eso, abrácelo, felicítelo verbalmente y bríndele otro tipo de premios (calcomanías para un niño pequeño o una actividad divertida para un niño mayor).
Ofrézcales agua. Los niños tienen que estar muy bien hidratados y beber aproximadamente un litro y medio de agua al día. Con la boca bien salivada -que se consigue bebiendo agua- se baja el nivel de ansiedad.
Trozos de fruta entre comidas. Cuando un niño sale con mucha hambre del colegio, no debemos darle galletas para entretenerle, ni donuts. Conviene enseñarle a comer, ofreciéndole alimentos sanos.
Invitamos a nuestros lectores a dar recomendaciones basadas en su experiencia
María Soledad Tapia
Un Comentario
Silla de comer
La verdad es que mi hija hace demasiadas mañas a la hora de comer, es como si tuviera una alarma a la hora de comer, todos los días a la misma hora comienza a hacer mañas y pataletas antes aún de servir su comida, gracias por el post, aprovecharé de ver si puedo seguir las recomendaciones a esta altura de la edad de mi hija…