Comer “a la carrera”, literalmente -caminando- no es saludable. Mucha gente ha llegado a decir que ayuda a adelgazar pues se queman calorías, pero no es cierto. Un estudio publicado este mes realizado en la Universidad de Surrey (Reino Unido) revela que esta práctica hace que comamos más al final del día, contribuyendo a ganar peso.
Los investigadores examinaron a 60 mujeres, algunas en régimen para adelgazar y otras no. A todas se les dio una barra de cereal para comer en tres condiciones diferentes. Al primer grupo se le pidió ver una parte de cinco minutos de un episodio de la serie «Friends», mientras la comían. Al segundo grupo se le pidió caminar por el pasillo mientras consumían la barrita de cereales, y al tercer grupo simplemente se le pidió que se sentaran frente a un amigo para tener una conversación y comer la barrita mientras transcurría la misma.
Después del experimento, las participantes completaron un cuestionario de seguimiento y se sometieron a una prueba que pretendía medir su deseo de comer: se les ofreció 4 aperitivos diferentes en “bowls” que contenían: chocolate, palitos de zanahoria, uvas y papas fritas. Cuando salieron de la habitación se midió cuanto comió cada participante.
Los resultados mostraron que quienes estaban a dieta y habían comido la barrita de cereales caminando por el pasillo, comían más aperitivos en esta prueba. Específicamente, comieron cinco veces más chocolate que las demás.
Los investigadores alertan que cualquier forma de distracción puede provocar aumento de peso.
La razón es que cuando no nos concentramos totalmente en nuestras comidas y en el proceso de ingerir nuestros alimentos, caemos en la trampa de comer sin control, al punto de no ser capaces de rastrear ni reconocer la comida que acaba de ser consumida.
Los investigadores concluyen que comer caminando puede hacer que personas que hacen dieta coman en exceso más tarde en el día. Puede ser porque caminar sea una poderosa forma de distracción, o que caminar, incluso a la vuelta de un corredor, pueda ser considerado como una forma de ejercicio que justifica comer en exceso más tarde como una forma de recompensa.
El gran corolario: no debemos comer de prisa. Se debe intentar que comer sea un acto consciente en el que degustemos nuestros alimentos, los sabores, aromas y texturas. Los apuros y el estrés nos hacen comer deprisa -aún cometiendo “el pecado” de comer caminando- y no fijarnos en lo que estamos ingiriendo.
Comer de prisa no da ganancias, excepto a los productores de “comida rápida” (“fast food”). A esto se contrapone el movimiento Slow-food.
Comer de prisa nos hace comer más. Se ha sugerido que comer más lentamente ayuda a maximizar la saciedad y a reducir la ingesta de alimentos entre comidas con la intervención de hormonas reguladoras del apetito. Por otro lado, el comer de prisa se asocia a un mayor riesgo de Diabetes 2
Y por supuesto, no se debe olvidar la importancia de volver a la costumbre de reunir a la familia en la mesa para comer.
María Soledad Tapia
Maria.tapia@5aldia.org.ve