En Venezuela seguimos en un limbo amenazante y preocupante que nos impide llevar una vida que tenga visos de normalidad. Entre otros efectos nos encontramos atajando nuestra rabia para no derramarla sobre otros, generar consecuencias a lamentar o causarnos daño a nosotros mismos al nublarse nuestra capacidad de pensar con claridad.
¿Qué podemos hacer para lidiar con las amenazas, reales e imaginadas que sentimos día a día? Buscando opciones que nos ayuden a mantener nuestro equilibrio vital en estas circunstancias encontré interesantes enseñanzas de los siglos XI y XII, provenientes de la tradición Kadampa del budismo tibetano. Los métodos descritos en este artículo fueron obtenidos del estupendo libro “Los lugares que te asustan: convertir el miedo en fortaleza en tiempos difíciles” de Pema Chodron (pp.89-92; traducción libre).
Reconocemos y apreciamos en nuestro contexto global señales claras de una era de integración, donde distintos campos del saber buscan conectarse con otros para solucionar los urgentes problemas, que no han podido resolver separadamente. Las conexiones interculturales e interdisciplinarias entre psicólogos occidentales, neurocientíficos, físicos y activistas ambientales nos demuestran este enriquecimiento mutuo.
En particular la práctica psicológica se ha beneficiado de las herramientas meditativas y de la perspectiva pro-social que el budismo ofrece. La más importante contribución de la psicoterapia ha sido proporcionar un espacio de sanación para procesar los aspectos oscuros y destructivos de nuestra psique. Aunque el budismo aborda también nuestra relación con estos aspectos destructivos, siempre ha estado orientado hacia la integración. Por ello ha encontrado eco en la psicología positiva y la neurociencia del cuerpo sutil, entre otros. Vemos como la atención consciente o mindfulness, por ejemplo, ha pasado a formar parte de las prácticas de nuestra modernidad que nos ayudan a balancear el estresante modo de vida que muchos sufrimos en la actual vida citadina.
No se dejen influenciar por las condiciones externas
Slogan de Atisha para el entrenamiento mental (Epígrafe capítulo 20)
En el capítulo 20 de su libro, “Cuando las cosas se ponen difíciles”, Pema Chodron divulga cuatro métodos para ayudarnos a mantener la calma ante situaciones difíciles y no actuar guiados por nuestro piloto automático. Ella advierte que, aunque no es fácil abstenernos de reaccionar automáticamente y seguir fortaleciendo hábitos perjudiciales, como responder agresivamente o culpar a otros, los siguientes métodos sin duda nos ayudarán en la tarea.
- No colocar ningún blanco para la flecha.
- Conectarnos con el corazón.
- Ver las dificultades como maestros.
- Considerar todo lo que ocurre como un sueño.
- No colocar ningún blanco para la flecha
Al no colocar un blanco, no atraeremos flechas que le lleguen y solo somos nosotros quienes podemos eliminar el blanco. Cada vez que reaccionamos ante ataques externos nos convertimos en blancos andantes, provocando más agresiones. Cuando actuamos motivados por la rabia o la reprimimos, nuestra agresividad aumenta. Esta ira interna se va acumulando y a medida que pasa el tiempo nos volvemos más irritables ante las agresiones externas.
¿Qué podemos hacer entonces cuando nos sentimos agredidos y deseamos responder con ira? Primeramente, es crucial recordar que tenemos el poder para reaccionar de forma distinta. Cuando mantenemos la calma en medio de la ansiedad y del calor de la ira, somos amansados y fortalecidos. Ejercitando nuestra atención consciente, debilitamos nuestras emociones negativas y sus consecuencias perjudiciales para nuestro bienestar futuro. Si lo desean, pueden guiarse por la práctica incluida en el artículo publicado en febrero en MiradorSalud.
- Conectarnos con el corazón
Este segundo método nos invita a conectarnos con el corazón. Quiere decir que cuando nos sintamos invadidos por la rabia, tenemos la alternativa de contactarnos con la bondad y la compasión que poseemos.
Como ejemplo, Chodron compara las situaciones que pudiéramos experimentar ante un loco que nos esté agrediendo y de alguien sano que lo haga. Según ella, con el loco entendemos que no sabe lo que está haciendo y fácilmente contactamos nuestro corazón y sentimos tristeza y compasión. Aunque podamos sentir algo de miedo, no sentimos odio ni rabia porque sabemos que esta persona no tiene control de sus actos.
Ella argumenta que el “loco” realmente está menos loco que una persona supuestamente normal cuando nos agrede. La persona normal tiene el potencial para comprender que al actuar agresivamente está sembrando las semillas de su propia confusión e insatisfacción. Además, esta conducta agresiva fortalece hábitos agresores a largo plazo y crea su propia destrucción.
En el caso del loco, vemos que es inútil una respuesta agresora o provocadora de nuestra parte y en el de la persona normal estaríamos activando el blanco, atrayendo más violencia. Cuando una persona actúa agresivamente, obviamente no necesita que la provoquen más y, a la vez, tampoco necesitamos exponernos a las consecuencias dañinas por no dominar nuestra rabia. En conclusión, es mejor contactarnos con la intensidad de nuestra emoción y transformar su energía convocando nuestra humildad y compasión.
- Ver las dificultades como maestros
Darnos nuestro puesto – centrados y en calma – es el mensaje del sabio interno que todos llevamos dentro. Sin embargo, la propia vida en ocasiones pareciera que nos expone a situaciones sin maestros a la mano. Cuando nos encontremos ante este tipo de situación, absorbidos por nuestras neurosis o complejos y reaccionando justamente contrario a lo deseado, tenemos la opción de respirar y tomarnos un tiempo y asumir estas dificultades como oportunidades para crecer, para evolucionar.
¿Cómo podemos comprobar que nuestros límites de paciencia o de compasión han aumentado, sin retos como éstos? Cuando alguien nos provoque o nos insulte, debemos detenernos a pensar cómo podemos darnos el puesto que deseamos y, cada vez que ocurra esto, será un aliciente para no caer de nuevo en conductas de las cuales no nos sentiríamos orgullosos. Adicionalmente, puede ayudar seguir la recomendación de relajarnos, pero sin rigidizarnos y tener paciencia para aceptar la situación donde estamos.
- Considerar todo lo que ocurre como un sueño
Confieso que cuando inicialmente leí este título, mi reacción fue de displicencia, considerando esta recomendación como una forma de evadir la realidad de lo que nos estaría pasando. Releyendo las explicaciones con calma, me sorprendió gratamente que este planteamiento milenario nos aconsejaba – planteado en forma distinta – un abordaje similar recomendado por varias tendencias de la psicología actual. Se trata de desvincularnos y des-identificarnos de los hechos (de lo que sucede, de nuestras emociones y de lo que creemos que está causando nuestro malestar) para objetivizar la tormenta y poder apreciar lo que nos sucede desde otra perspectiva.
Según este cuarto método, puede ayudarnos el visualizar que la persona con ira, la ira en sí misma y el objeto de esa ira son parte de un sueño. Podemos asumir nuestra vida como una película en la cual desempeñamos temporalmente el papel principal. Más que creer que este episodio tiene una gran importancia, podemos aquilatar la escasa trascendencia que en realidad tiene. Si nos detenemos un poco y nos preguntamos, ¿quién es este yo monolítico que se ha ofendido tanto? y ¿quién es esa otra persona que me ha provocado de esta manera?, lograremos distanciarnos suficientemente para no caer en provocaciones.
La idea es contemplar estas circunstancias externas, estas emociones y este inflado sentido del yo, como algo pasajero y sin transcendencia; como una memoria, una película o un sueño, aunque sea un fin deseado pero difícil de lograr. Sabremos al despertarnos, que nuestros enemigos en el sueño son ilusorios, posiblemente creados por nosotros mismo. Darnos cuenta de esto desbarata el entramado de pánico y miedo que generan nuestras reacciones desproporcionadas. Recordemos que no hay base alguna para el odio o la vergüenza y así nuestros supuestos quedarían en entredicho.
Como vemos estos cuatro métodos milenarios procedentes de los maestros Kadampa del Tibet, que sirvieron para motivar a sus discípulos en el cultivo de su espíritu siguen teniendo vigencia hoy día y, especialmente, para los habitantes de la Venezuela actual. Les enfatizo la recomendación final de Chodron: no demoren su aplicación, el momento de empezar es ahora mismo. ¡Que les aproveche!
No duden en contactarme por mi página web para compartir sus inquietudes o hacer comentarios sobre el artículo.
Jeannette Díaz
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches en el nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a sus clientes en el logro de transiciones exitosas en el ámbito personal o profesional. Página web de Jeannette Díaz