A los psicoanalistas...
En esta segunda parte mostramos cómo podemos ser dueños de la manifestación o expresión de nuestros genes y, en consecuencia, de nuestra conducta siendo conscientes de la misma y, más aún, sin actuar en automático o inconscientemente cuando respondemos ante las experiencias del mundo que nos rodea. Abordaremos los temas de neurociencia, neuroepigenética y neuropsicoanálisis, con el fin de poder argumentar la pregunta del título de este trabajo. Igualmente, recomendamos leer la Parte I, publicada el 12 del presente mes, además de ver los videos, sencillos y didácticos, sobre “Epigenética: muchos más que genes” (1/2 y 2/2), con la idea de facilitar la comprensión de este artículo.
Neurociencia cognitiva.
Con el desarrollo de poderosas técnicas de imagenología (neuroimagen), electrofisiología y de análisis genético, unido a la psicología cognitiva nace la neurociencia cognitiva, la cual alcanza su zenit con la emergencia de la epigenética. Esta área de investigación, entre otros aspectos, estudia la relación mente-cerebro y sus efectos en la conducta, lo que permite entender como el cerebro influye en el comportamiento individual y explicar la conducta mediante su actividad y transformaciones.
Una acotación: mi aproximación a la neurociencia comienza con el neurocientífico Richard Davidson, neuropsicólogo estadounidense, quién ha estudiado con el Dalái Lama y sus monjes los efectos de la meditación en el cerebro. Su lema es “La base de un cerebro sano es la bondad y se puede entrenar”; mi segundo encuentro fue con el muy connotado neurocientífico argentino Facundo Manes, un apasionado de la divulgación y quien se ha dedicado a educar a la sociedad para que el público en general conozca cómo funciona el cerebro, cómo y por qué actuamos de ciertas maneras y cómo se puede cambiar. Su último libro: “El cerebro del futuro” habla de la evolución de la humanidad, la cual estará delimitada por la fusión de lo biológico con lo digital, hecho que significará un cambio importante en la evolución de la raza humana.
En el libro “La vida emocional de tu cerebro: cómo sus patrones únicos afectan la forma en que piensas, sientes y vives – y cómo puedes cambiarlos” (2012) (The emotional life of your brain: How its unique patterns affect the way you think, feel, and live – and how you can change them), el profesor Davidson publica los resultados de sus estudios sobre meditación que mostraron que aun en meditadores novatos se producían cambios en la materia gris asociada al aprendizaje, memoria y autoconsciencia. Señala que el entrenamiento mental afina el cerebro y aflora capacidades como la resiliencia, intuición social, autoconciencia, sensibilidad al contexto y atención que ayudan a responder positivamente ante las experiencias de la vida.
Pero, Davidson no se queda allí, sino que vincula la epigenética con la meditación en un artículo (2013) donde investigó los mecanismos biológicos que subyacen a estos efectos. Él evaluó los cambios ocurridos después de 8 horas de práctica de atención plena (mindfulness) en meditadores experimentados y los comparó con controles que no meditaron pero que además no hubieran sido entrenados en la práctica de meditar. Encontró, que los meditadores mostraron una variedad de diferencias genéticas y moleculares que implicaron alteraciones en los procesos de regulación genética y una reducción de los niveles de genes asociados a procesos inflamatorios, situación que se relacionó con una recuperación más rápida ante el aumento del cortisol – hormona del estrés – en situaciones estresantes. Fue interesante notar que los cambios ocurrieron en los genes que son blanco de los fármacos anti-inflamatorios y analgésicos ya que estos resultados ayudarán a comprender y mejorar el mecanismo biológico detrás de los efectos terapéuticos. Por lo demás, estos efectos no se observaron en los no meditadores. Al respecto, Davidson comentó: “Nuestros genes son bastante dinámicos en su expresión y estos resultados sugieren que la tranquilidad en nuestra mente puede tener una influencia potencial en su expresión”.
Por otra parte, en su artículo “Epigenetic clock analysis in long-term meditators” – 2017 – (Análisis del reloj epigenético en meditadores de largo tiempo) señala que la meditación protege contra el envejecimiento biológico evaluado en el reloj epigenético, un biomarcador del envejecimiento biológico, llamado Aceleración de la Edad Epigenética Intrínseca (AEEI) y que consiste en medir el nivel de metilación en muchos lugares del genoma; el AEEI se acelera con el estrés acumulado durante la vida y con las enfermedades crónicas relacionadas con la edad. Es decir que el estrés acorta la edad biológica. En el estudio, se observó que los niveles de AEEI eran menores en los meditadores y estaba asociado a los años de práctica de meditación y por ende a la protección de la salud y a la vida.
La investigación en neurociencia se orienta hacia los estudios del cerebro y la conducta humana que ahora tienen una explicación científica dada por la epigenética. De aquí, se desprende la validez del concepto de “pensar, sentir y actuar”, confirmado por la epigenética. En MiradorSalud hemos tratado el tema de mindfulness y la meditación.
Neuroepigenética
Hoy día, contrario a lo que se creía, se reconoce que el sistema nervioso central (SNC) posee una enorme plasticidad y flexibilidad que se traducen en cambios morfológicos y funcionales como consecuencia de la intervención de mecanismos epigenéticos y sinápticos (comunicación entre neuronas) en respuesta a una señal proveniente del ambiente.
La neuroepigenética nace entonces de las coincidencias entre la neurociencia, el SNC y la epigenética, es el vínculo entre el genoma, cerebro y ambiente. Ella se encarga de estudiar los procesos del SNC regulados por mecanismos epigenéticos – descritos en la Parte I – que han sido observados, por ejemplo, en el aprendizaje, la memoria, el envejecimiento cognitivo, la adicción, la depresión y el rendimiento cognitivo, algunas neuropatologías como el alzheimer, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, así como el estrés, un factor transcendental en los tiempos actuales. Aunado a estos resultados muy significativos, existen experiencias en la utilización de la metilación del ADN como un biomarcador epigenético durante la respuesta al tratamiento tradicional de algunas patologías como, por ejemplo, en el cáncer y algunas enfermedades mentales. Empero, todavía existen dificultades en la utilización y aplicación de los mecanismos epigenéticos en el tratamiento de las enfermedades.
Ambiente y neuroepigenética.
Como se ha señalado, el ambiente puede provocar cambios en la activación de los genes que originan cambios biológicos (conductuales) por medio de la síntesis de proteínas en las neuronas y donde la mente participa como integradora de los procesos desarrollados por los cambios del entorno.
¿Cuáles son las señales ambientales que ocasionan estos procesos?
El estilo de vida (nutrición, ejercicio físico, interacción social) y la mente por intermedio de las creencias, valores, ideas, preconceptos, pensamientos y traumas, por lo que la mente es la fuente de estas señales asociadas a la salud y enfermedad.
Para transitar con bien durante estos tiempos tan difíciles que se esparcen por el mundo y en Venezuela – en particular – se necesita un cerebro sano que pueda contrarrestar todos los avatares, sucesos y noticias que ocurren minuto a minuto. Lo maravilloso e inaudito de este momento es que disponemos de información científica que avala este tipo de información y procesos asociados a la salud del cerebro y que depende de nosotros aplicarlos.
Las creencias, valores y pensamientos producen cambios en nuestro cerebro al activar neuronas y redes neuronales que originan transformaciones en la conducta siguiendo esta secuencia: “pienso, siento y actúo”, en este orden, como ya se mencionó. Así funciona el cerebro.
Cuando los pensamientos ocurren de manera repetitiva se activan las mismas redes neuronales, las cuales debido a la reiteración del pensamiento aumentan en número y entonces desplazan a las antiguas redes neuronales que terminan desapareciendo. Es decir, las neurorredes activadas sustituyen a las viejas, circunstancia que refuerza una conducta impulsiva e iterativa. Un ejemplo es el cumplimiento de la profecía autocumplida: pienso que no soy inteligente, siento que no lo soy y actúo como una persona poco inteligente. De igual forma, ocurre lo mismo si pienso lo contrario, es decir cuando pienso que soy inteligente, sentiré y actuaré como un ser inteligente por lo que el pensamiento positivo provocará un cerebro sano. Así es como cambiamos los seres humanos. En naciones donde todo es monocolor y no hay variedad, la gente termina actuando sin pensar.
Si nuestra vida y nuestra mente son estáticas en el tiempo, se reforzará un tipo de conducta automática e inconsciente que conlleva a padecer de rigidez mental, algo inapropiado para los tiempos actuales que demandan flexibilidad. Si, en cambio, nos exponemos con frecuencia a nuevas experiencias y aprendemos cosas nuevas, estaremos retando a nuestra mente, mediante una nueva señal, y así cambiaremos nuestra conducta al iniciarse un nuevo proceso. Si queremos neuronas activas y ser flexibles debemos vivir continuamente nuevas experiencias y estar constantemente aprendiendo. Esto contribuirá a tener un cerebro más sano.
El estilo de vida también influye en nuestro cerebro. El ejercicio físico, una nutrición saludable y una socialización llena de afectos influyen para bien del SNC y en consecuencia previenen enfermedades metales y neurológicas. Existen muchos estudios al respecto.
En este video, Facundo Manes habla de seis consejos (vínculos humanos, el ejercicio físico, aprender cosas nuevas, una dieta saludable, manejar el estrés y dormir bien) muy importantes para cuidar la salud del cerebro y, cómo menciona el autor: “son gratis, no hay que pagar por practicarlos”.
Sigmund Freud, Neuropsicoanálisis y epigenética.
Algunos afirman que el psicoanálisis estaba desapareciendo con el advenimiento de los psicofármacos, pero a partir del desarrollo de la neurociencia, el psicoanálisis renace y aparece el neuropsicoanálisis, una rama de la neuropsicología, que afirma que los procesos mentales tienen un trasfondo biológico. Es decir, ya no se puede hablar de una separación entre mente y cerebro.
Ya en 1960, Louis Kaywin, dijo en su artículo “An epigenetic approach to the psychoanalytic theory of instinsts and affects” que la teoría de los instintos en el psicoanálisis tenía una base biológica que había sido establecida por Freud cuando dijo «un instinto…como un concepto “borderline” entre lo físico y mental». En el texto, llamado por algunos como un ensayo de inspiración epigenética, se abordan los instintos (pulsión: vida y muerte) y los afectos, examinados con un prisma biológico desde lo físico o fisiológico de la mente. Creo que fue la primera persona en mencionar el tema. Aunque han transcurridos muchos años desde ese entonces, solo es en las últimas dos décadas cuando los expertos y el público le están dando importancia al tema.
Por otra parte, Freud en su teoría de las Series Complementarias, que describió para explicar la neurosis, señala que existe una relación entre la parte innata de la persona o genética y las experiencias infantiles y alteraciones en la conducta del adulto que se manifiestan en presencia de un detonador del ambiente.
Para Freud, el trauma que genera la neurosis tiene dos componentes: un factor endógeno o fijación del trauma y otro exógeno. El componente endógeno tiene dos orígenes en su conformación que son la herencia y las experiencias infantiles y el exógeno es el desencadenante de la situación. Esto se asemeja al proceso epigenético. Para Freud intuitivamente existió una interacción entre la genética y el ambiente que se puede presentir como la manifestación de un proceso epigenético que se manifiesta en la conducta. Sin embargo, él no lo demostró biológicamente, pero lo intuyó y trabajó.
El estudio del vínculo entre neurociencia y psicoanálisis comienza con Mark Solms, psicoanalista y neuropsicólogo surafricano, a fines de la década de los 90. En un artículo reciente (2018), él expone los fundamentos neurobiológicos del psicoanálisis y de su tratamiento. Analiza las necesidades emocionales innatas, el aprender de la experiencia y los procesos inconscientes. Él señala que el propósito central del artículo: “es proporcionar en términos simples una comprensión neurobiológica de la teoría y terapia psicoanalítica…”
Otro médico e investigador que aborda estos temas es Eric Kandel, un psiquiatra y neurocientífico de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, quién ganó el premio Nobel en fisiología y medicina en el año 2000, por sus trabajos en la memoria, su almacenamiento y el aprendizaje. El médico psiquiatra y psicoanalista argentino, Pedro Morales Paiva, muestra las siguientes afirmaciones de Kandel: “el psicoanálisis todavía representa la visión más coherente e intelectualmente satisfactoria de la mente” y añade: “me atrevería a decir … que, si sólo las palabras producen cambios en el cerebro de los interlocutores, la intervención psicoterapéutica producirá cambios en la mente de los pacientes”.
Según Morales Paiva, Kandel encuentra que el inconsciente es el punto de unión entre el psicoanálisis y la neurobiología que más tarde lo llama la memoria implícita o aquella memoria no recordada que acoge experiencias de la vida que aparecen posteriormente como respuestas en la conducta. Para Freud, estos son los recuerdos reprimidos en el inconsciente que deben ser traídos al consciente para poder cambiarlos o aliviarlos.
Los cambios epigenéticos asociados a la recuperación de recuerdos reprimidos tienen relación con la cromatina que cambia mediante la acetilación de las histonas, lo que podría ser un objetivo para tratamientos en caso de la pérdida de la memoria, como pasa en los eventos post-traumáticos o en casos de demencia.
Se podría concluir que la epigenética contribuye con el psicoanálisis al ser el puente entre el inconsciente y el consciente, entre otros factores.
Conclusiones
“Se podría decir que todas las influencias ambientales de cualquier importancia pueden cambiar epigenéticamente el cerebro” de Cortés y col. 2019.
Esta es la conclusión más frecuente que se desprende en el “boom” de la epigenética. Sin embargo, aquí resumo el aprendizaje que se deriva de este texto.
Los mecanismos epigenéticos pueden ser agentes de cambio o consolidación de la conducta, el origen de la flexibilidad o rigidez mental y son el fundamento del aprendizaje y la resiliencia. El ser flexible, estar abierto a nuevos conocimientos y transformaciones de nuestra mente y conducta dependerá de si nos exponemos a vivir nuevas experiencias y aprendizajes. Si, hacemos lo contrario y viviendo experimentado siempre lo mismo, si no cambiamos el estilo de vida, nos estancaremos, actuaremos en automático y no evolucionaremos. Y mucho menos seremos felices.
La epigenética también puede ser utilizada como una herramienta negativa y que hace daño cuando se siembra en la sociedad un solo pensamiento como en la ideología marxista y en la de género, o se promueven valores falsos a repetición y en diferentes medios, por ejemplo, las redes sociales que pueden ser muy útiles, pero también hacer daño, o cuando no existe la libertad individual ni el respeto al otro.
Es imprescindible recordar que la epigenética es el origen de los beneficios de la meditación, psiconeuroinmunología, psicología positiva y del psicoanálisis entre otras herramientas para mantener una buena salud. Pero esto implica una disciplina mental.
En fin, la epigenética representa un salto cuántico en el conocimiento, con un gran impacto en la conducta y en el paisaje de las posibilidades de nuestra civilización. Recordando lo que señaló Manes – “el cerebro del futuro será digital” – aunque todavía no lo alcanzamos a vislumbrar; pero está en nuestras manos mantenerlo sano, flexible y estar consciente de nuestro entorno para dejar pasar lo que no conviene y aprovechar las oportunidades que nos brinda.
Irene Pérez Schael
Nota: Otros artículos de epigenética en MiradorSalud.
Un Comentario
Marcela cortes meoño
Gracias por mandar más información