En el número de enero de 2013 de JAMA Psychiatry se presentan los resultados de un estudio realizado en Canadá que sugiere que la exposición prenatal al tabaquismo materno (EPTM) parece estar relacionada con un mayor riesgo de obesidad en la adolescencia, pues causa alteraciones en las estructuras cerebrales que regulan la preferencia dietaria por alimentos grasos.
Estudios previos ya habían señalado que la EPTM acelera la ganancia de peso durante la pubertad, aumentando tanto la adiposidad corporal total como la intra-abdominal.
Esos resultados fueron obtenidos al estudiar 508 adolescentes con edades comprendida entre 12 y 18 años, de los cuales 237 habían sido expuestos a EPTM, presentando más de 26% y de 33% de grasa subcutánea e intra-abdominal, respectivamente, con respecto a los no expuestos. Estas diferencias surgían en la adolescencia tardía.
En el estudio que nos ocupa, el Dr. Amirreza Haghighi y su equipo, del Hospital for Sick Children de la Universidad de Toronto, Canadá, examinaron 378 pacientes de13 a19 años reclutados de escuelas secundarias de la región. Los investigadores incluyeron solamente adolescentes en las etapas 4 y 5 de la pubertad de acuerdo a la escala de Tanner.
De esta muestra, 189 adolescentes habían sido expuestos a EPTM. La exposición se definió como “el tener una madre que fumó más de 1 cigarrillo diario durante su segundo trimestre de embarazo”. La no-exposición por su parte, fue definida por “tener una madre que no fumó durante un año previo al embarazo”.
Los investigadores evaluaron la ingesta de grasa empleando un instructivo de “recordatorio de 24 horas” de su ingesta de alimentos.
La adiposidad en los jóvenes se evaluó con mediciones antropométricas y con bioimpedancia eléctrica.
Los investigadores emplearon imagenología de resonancia magnética (RMN) para medir el volumen de ciertas estructuras cerebrales involucradas en el sistema de recompensa del cerebro: la amígdala cerebral (conjunto de núcleos de neuronas en la profundidad de los lóbulos temporales), el núcleo accumbens (grupo de neuronas del encéfalo), y la corteza orbitofrontal (región del lóbulo frontal del cerebro relacionada con el procesamiento cognitivo de la toma de decisiones).
Los pacientes expuestos a tabaquismo presentaron una mayor adiposidad total, de aproximadamente 1,7 kg, y una ingesta de grasa 2,7% mayor que los no expuestos.
Lo que es más, los pacientes expuestos también presentaban un volumen menor de la amígdala cerebral, más no así de las otras estructuras investigadas. Adicionalmente, el volumen de la amígdala cerebral tenía una relación inversa con la ingesta de grasa.
Los investigadores concluyen entonces que la EPTM puede aumentar el riesgo de obesidad al estimular la ingesta dietaria de grasas, y este efecto parece estar mediado en parte, por cambios sutiles en las estructuras cerebrales que toman parte en el proceso de recompensa.
Ya en MiradorSalud se había discutido acerca del consumo de alimentos ricos en grasas saturadas y azúcares refinados, que pueden producir cambios en el área del hipocampo -zona que controla la memoria y el aprendizaje- y provocar, a su vez, un consumo excesivo de esos alimentos calóricos, en una especie de círculo vicioso que dificulta la pérdida de peso y produce obesidad, vinculándose igualmente a deterioro cognitivo, Alzheimer y demencias.
La preferencia por los alimentos grasos y dulces -es decir, los muy calóricos- y la autoregulación de su consumo, se determina en parte por el sistema de recompensa del cerebro.
Para explicar por qué se puede llegar a “comer sin parar” este tipo de alimentos – “si te comes uno, te los comes todos” -, se ha propuesto que estos alimentos interfieren con un tipo de inhibición de la memoria dependiente del hipocampo, la cual es crítica para la habilidad de los animales de abstenerse de responder a señales ambientales asociadas a los alimentos, y en última instancia, abstenerse de una ingesta energética excesiva, muy superior a sus necesidades calóricas.
La interacción del hipocampo y la amígdala cerebral es decisiva para muchas formas de aprendizaje y memoria.
En los países industrializados, la EPTM, se considera la afrenta o insulto ambiental más común al feto, teniendo muchas otras consecuencias aparte de las señaladas en este estudio.
María Soledad Tapia
Maria.tapia@5aldia.org.ve