Un trabajo de investigación publicado a fines de agosto en Science está siendo considerado como la evidencia más sólida que podría describir la relación entre genética y la conducta que no es heterosexual. El estudio vincula variantes del ADN, más no a un gen en particular, es decir la relación es poligénica.
Investigaciones anteriores en este campo han desatado un debate en donde algunos quieren que se demuestre que sí existe una relación genética que explique el comportamiento sexual mientras que otros las cuestionan y no consideran concluyentes los datos hasta ahora publicados. Sin embargo, el destino del científico es conocer y comprender la naturaleza. Es difícil escapar de este destino porque lo que motiva al investigador es encontrar respuestas.
La investigación a gran escala, denominada GWAS por sus siglas en inglés (Estudio de asociación de genoma completo), fue realizada por un equipo de alto rango académico liderado por el genetista Benjamin Neale en el Broad Institute en Cambridge – Massachusetts que tiene a Andrea Ganna como primer autor del trabajo. El fin de la investigación fue la identificación de variantes genéticas asociadas a conductas no heterosexuales y explorar los procesos biológicos que afectan esta relación. Hasta ahora, en los estudios previos las muestras han sido muy pequeñas para identificar variantes significativas.
De un grupo inicial de casi 500.000 individuos con edades entre 40 y 70 años de una cohorte del UK Biobank del Reino Unido, se seleccionó una muestra en base a que hubieran respondido afirmativamente haber tenido relaciones sexuales y haber contestado la pregunta sobre el comportamiento sexual. La muestra estuvo compuesta por 188.825 (46%) hombres y 220.170 (54%) mujeres. El 96,6% de este grupo fue clasificado como heterosexual y el 3,3% como no heterosexual, siendo estos últimos los más jóvenes. A esta muestra se sumaron 4 cohortes de europeos, compuesta por 71.141 individuos con un promedio de edad de 51 años. De ellos, el 81,1% eran mujeres y el 81,4% heterosexuales. El promedio total de las 5 cohortes que no eran heterosexuales estuvo alrededor del 11%, cifra parecida a la reportada en otros estudios.
El equipo analizó el comportamiento sexual de los sujetos e incluyó en un solo grupo, denominado LGBTQ, a las lesbianas, gays-homosexuales, bisexuales, transgénero y raros (queer). La conducta sexual para el grupo del Biobank fue definida mediante la siguiente pregunta: “¿Alguna vez ha tenido relaciones sexuales con alguien de su mismo sexo?; mientras que en el otro grupo se profundizó más en la orientación sexual mediante preguntas que apuntaban a la identidad, fantasías, atracción y experiencias sexuales.
A la par, con las muestras biológicas obtenidas de los sujetos, los investigadores realizaron un estudio molecular genético de ADN muy completo, cuyos resultados fueron consecutivamente analizados en función del comportamiento sexual, para cada individuo.
El estudio GWAS mostró que no existe un gen específico para la conducta no heterosexual o LGBTQ, es decir, que no existe un determinante genético, comúnmente llamado “gen gay”, sino que la conducta se explica por la contribución de muchos pequeños efectos genéticos distribuidos a lo largo del genoma. El “gen gay” fue ligado a la homosexualidad en 1993, por el genetista retirado de los Institutos Nacionales de Salud -NIH, Dean Hamer, quien lo ubicó en el cromosoma X. No obstante, este gen no fue identificado en este estudio.
En el análisis genético se identificaron 5 variantes o polimorfismo de nucleótidos únicos (SNPs, por sus siglas en inglés, en los cuales la variación en el ADN afecta a una sola base – A, T, C o G – de la secuencia del genoma) que están asociados significativamente al comportamiento LGBTQ; no obstante, a partir de esas variantes no se puede predecir el comportamiento sexual cuando se es portador de una o varias de ellas. Estas variantes representaron menos del 1% de la alteración total y estuvieron vinculadas a áreas de regulación del olfato de las hormonas sexuales y a la calvicie. También encontraron que estos marcadores estaban asociados a personas que tienden a consumir más marihuana o tienen mayores riesgos de enfermedades mentales como la depresión.
La conclusión fue que la genética solo podría explicar del 8% al 25% del comportamiento no heterosexual en poblaciones; el resto se explicaría por condiciones ambientales como la exposición a hormonas, condiciones familiares, influencias socioculturales, entre otras razones.
En la discusión, los investigadores plantean que los efectos genéticos que diferencian la heterosexualidad no son los mismos que los encontrados en los que tienen un comportamiento no heterosexual. Este hallazgo sugiere que, a nivel genético, no existe una dimensión única que abarque una preferencia hacia el sexo opuesto o hacia el mismo sexo. Añaden que “en general sus hallazgos sugieren que las medidas más populares se basan en un concepto erróneo de la estructura subyacente de la orientación sexual y es posible que sea necesario replantearla”. Igualmente, se preguntaron cómo sería la interacción entre las influencias genéticas y las socioculturales o entre las fuerzas hormonales y el comportamiento sexual. Mucho queda por responder entonces.
Todas las variantes comunes medidas en conjunto explican solo una parte de la heredabilidad genética y no permiten una predicción significativa de la preferencia sexual de un individuo, concluyen los autores.
Una limitación que presenta este estudio es que el individuo categorizado como LGBTQ al responder sí a la pregunta, aunque que haya solo tenido una relación no heterosexual, podría ser una persona que tuviera una personalidad abierta a otras experiencias y ser un heterosexual mal calificado. Otro inconveniente sería que la pregunta no identifica a aquellas personas que son atraídas por el mismo sexo, pero que no lo han actuado. Otros comentarios al respecto indican que la investigación no indagó lo suficiente para explorar la identidad sexual que no es lo mismo que la conducta sexual, amén de manifestar su preocupación por la utilización del estudio como un elemento estigmatizador de la comunidad LGBTQ.
Con todo, el famoso Dean Hamer elogió el estudio y comentó: “Ahora estoy mucho menos entusiasmado con la posibilidad de obtener buenas pistas biológicas para la orientación sexual”.
Por otro lado, la investigadora en genética humana, Laura Hercher, comenta: “… este estudio suscita más preguntas que respuestas” y agrega “lo más importante del trabajo es que las conclusiones no se pueden simplificar por lo complejo del tema”. A la vez, ella señala: “hay un conjunto dual de implicaciones extrañas” en la vinculación de la genética con el comportamiento no heterosexual. Sin embargo, explica que “una base genética no demuestra que es una opción, aunque también plantea la posibilidad muy aterradora de que podría usarse como una medida eugenésica para evitar la homosexualidad”. El hecho de que en esta investigación la genética no implica un pronóstico, podría ser de utilidad para los movimientos anti-gay.
¿Se podría decir entonces que desapareció el argumento de la comunidad gay de “nací así” – “no es mi decisión” -, utilizado para luchar por los derechos gay, la igualdad en el matrimonio homosexual y otras condiciones que los equiparen al resto de la población? No es tan sencillo responder con un Sí o un No.
A propósito de esta disyuntiva, Alex Barasch un periodista freelance, en un artículo publicado en 2018, en el diario The Washington Post, titulado “La biología no es el destino”, argumenta que al buscar una explicación científica para la identidad transgénero se podría hacer más daño que bien; por cierto, él es un transgénero y así lo señala en el artículo. Explica el dilema, más o menos, de la siguiente manera: por un lado, el determinismo biológico apaciguaría el llamado “contagio social” y, por otro, la existencia de un “gen gay” podría ser un riesgo para la patologización de esta conducta. Se podría decir que es un arma de doble filo.
A los autores les preocupan las controversias políticas que podrían derivarse de este hallazgo. Ellos afirman y enfatizan que el enfoque principal del estudio fue el comportamiento más no así la identidad ni la orientación sexual, a la vez que agregan al final del artículo una comunicación donde explicitan lo siguiente: “el tema explorado en este estudio es complejo e interactúa con la sexualidad, la identidad y la atracción, y potencialmente tiene implicaciones civiles y políticas para los grupos de minorías sexuales”. Se comprometieron a establecer equipos de comunicación científica para el análisis del estudio. Hicieron la aclaratoria de estar “comprometidos con los grupos de defensa LGBTQ, a nivel nacional y dentro de nuestras instituciones locales para aclarar las muchas limitaciones y matices de nuestro estudio y de nuestros fenotipos”.
En fin, es muy compleja la explicación de la conducta humana no heterosexual porque, como ya fue referido, aparte de la parte genética involucra distintos contextos como lo hormonal, la epigenética, las influencias sociales y culturales y la ideología de género. Estas ideas y conceptos son tema para otro artículo.
Irene Pérez Schael
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2 Comentarios
jose quintero
Excelente artículo Irene. Me llaman la atención varios aspectos: la crítica a los hallazgos por las consecuencias políticas que pudiesen tener: estigmatización, eugenesia etc que por cierto no son improbables dado que eran la norma hasta hace algunas décadas. Pero lo que se encuentra en ciencia debería permanecer como un hecho sin valoración hasta que sea desplazado o negado por otros hallazgos… o eso es lo que uno quisiera pero tal vez ocurre raramente y la ciencia tampoco es tan neutra y tan objetiva. Luego está lo que tambien es un hecho: las conductas no heterosexuales corresponden a un 10% de la población a grosso modo y no son exclusivas de los primates que somos.Hay caballos , chimpancés, perros etc que no son heterosexuales. Las «causas» si que pueden determinarse no tienen necesariamente que ser genéticas. Recuerdo haber leido hace muchos años en un libro escrito por Marvin Harris que las conductas sexuales no reproductivas se incrementa cuando hay sobrepoblacion en muchas especies. Qué sería lo que hizo que se persiguiera a los homosexuales en la sociedad occidental moderna? Supongo pero es una conjetura al desgaire, que tiene que ver con el poder de las iglesias juedo cristianas musulmanas y comunistas y por lo tanto con el monoteismo absolutista o el ateismo absolutista…en fin. Abrazos.
Mirador Salud
Gracias José Luis, nuestro asiduo lector
La conducta no heterosexual ha generado una controversia política y generalizada en el mundo que abarca un rango muy amplio de posiciones que se balancea entre los extremos: desde la violación de los derechos humanos al calificarla como un hecho ilegal que debe ser castigado, en algunos casos con la pena de muerte, hasta una opinión pública de aceptación y muy favorable que llega al posicionamiento de esta conducta en los medios de comunicación y las redes sociales. Por ejemplo, en general, en países de occidente esta conducta es normal mientras que en algunos de África y de Asia es punible. Creo que de allí surgen las opiniones, algo extremas, señaladas en el artículo y la preocupación de los científicos por la inadecuada interpretación y utilización de sus resultados, los cuales indican que la causa de esta conducta no se atribuye a un solo gen, sino que es poligénica y sus variantes abarcan menos del 1% del genoma.
Las causas asociadas a las hormonas, socioculturales, psicosociales, epigenéticas u otras son temas muy profundos para otros artículo.
Mi aprecio y saludos
Irene