He decidido retomar el tema de los programas de protección social que hemos abordado varias veces en MiradorSalud. En uno de esos artículos: Sobre los programas de protección social. ¿Podemos los venezolanos no comparar? comentaba que los mismos, cuando han sido debidamente planeados, implementados y evaluados, constituyen una poderosa herramienta en pro del desarrollo humano, contra la pobreza, y para cumplir el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2: crear un mundo libre de hambre para 2030. El problema global del hambre y la inseguridad alimentaria ha mostrado un aumento alarmante desde 2015, una tendencia exacerbada por una combinación de factores que incluyen la pandemia, los conflictos, el cambio climático y la profundización de las desigualdades en todos los países del mundo.
En MiradorSalud hemos prestado atención al caso USA:
Los programas de alimentos federales como el Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria (SNAP), anteriormente conocido como el programa de cupones para alimentos, y el Programa de Nutrición Suplementaria Especial para Mujeres, Bebés y Niños (WIC, por sus siglas en inglés) son la primera línea de defensa contra la inseguridad alimentaria en los Estados Unidos. Sin embargo, estos beneficios a menudo no son suficientes para cubrir las necesidades básicas de alimentación de las personas que viven en hogares con problemas económicos.
En los Estados Unidos existe un poderoso sistema de beneficencia o asistencia para la alimentación que llena este vacío y distribuye miles de millones de libras de alimentos. Está constituido por una gran red de bancos de alimentos (BdA) o Food Banks, que son organizaciones sin fines de lucro que obtienen, almacenan y distribuyen alimentos, generalmente a agencias más pequeñas como son las despensas de alimentos o Food Pantries las cuales entregan los alimentos directamente a los hogares o instituciones que los requieran.
Nunca más cierta la pertinencia comprobada de los Bancos y despensas de Alimentos, sobre todo cuando ha sorprendido un artículo reciente publicado por la revista Nature en su colección “Recursos profesionales para estudiantes de doctorado” (Career resources for PhD students), que titula y subtitula de esta manera: “Hambre en el campus: por qué los estudiantes de doctorado de EE. UU. se pelean por la comida. Los estudiantes de posgrado dependen de alimentos donados y con descuento en su lucha para llegar a fin de mes”.
El artículo comienza con el relato de una estudiante, universitaria de primera generación familiar, que recuerda cómo las familias, incluida la suya, a menudo trabajaban para agricultores o pescadores locales a cambio de alimentos para complementar los cupones de alimentos (SNAP) y los almuerzos escolares gratuitos de los que dependía la mayoría de la gente en la reserva indígena de la que proviene para sobrevivir. Una vez en la universidad, durante su maestría en salud pública en la Universidad de Michigan en Ann Arbor, descubrió que ese dar y recibir y el sentido de comunidad simplemente no existían en el campus.
Pero este no es un caso aislado, un creciente conjunto de investigaciones entre estudiantes universitarios ha estimado niveles notablemente altos de inseguridad alimentaria en comparación con las estimaciones de inseguridad alimentaria de la población general estadounidense durante la última década. Revisiones recientes de literatura informan tasas de prevalencia promedio de 33 a 51 % en comparación con 9,8 % en adultos en los EE. UU.
Dadas estas altas tasas de inseguridad alimentaria, los formuladores de políticas a nivel estatal y federal están considerando legislación para comprender mejor y, en última instancia, aliviar la inseguridad alimentaria en la población de estudiantes universitarios. Sin embargo, los autores comentan que las investigaciones emergentes sugieren que las herramientas existentes para medir la inseguridad alimentaria pueden no funcionar como se esperaba cuando se utilizan con estudiantes universitarios.
El Módulo de Encuesta de Seguridad Alimentaria en Hogares (HFSSM por Household Food Security Survey Module) del Departamento de Agricultura de los EE. UU. (USDA) es el estándar de oro para medir la inseguridad alimentaria. El HFSSM se administra a través del Suplemento de Seguridad Alimentaria de la Encuesta de Población Actual (CPS-FSS por Current Population Survey Food Security Supplement), que proporciona una estimación nacional de la inseguridad alimentaria entre los hogares estadounidenses. Aquí, nueve de las dieciocho preguntas:
- «Nos preocupaba que se nos acabara la comida antes de tener dinero para comprar más». ¿Fue eso frecuente, a veces, o nunca, para usted en los últimos 12 meses?
- «La comida que compramos simplemente no duró y no teníamos dinero para conseguir más». ¿Fue eso frecuente, a veces, o nunca, para usted en los últimos 12 meses?
- «No podíamos darnos el lujo de comer comidas equilibradas». ¿Fue eso frecuente, a veces, o nunca, para usted en los últimos 12 meses?
- En los últimos 12 meses, ¿alguna vez usted u otros adultos en el hogar redujeron el tamaño de sus comidas o se saltaron comidas porque no había suficiente dinero para comprar comida? (Sí No)
- (En caso afirmativo a la pregunta 4) ¿Con qué frecuencia sucedió esto: casi todos los meses, algunos meses, pero no todos los meses, ¿o solo en 1 ó 2 meses?
- En los últimos 12 meses, ¿alguna vez comiste menos de lo que creías que debías porque no había suficiente dinero para comprar comida? (Sí No)
- En los últimos 12 meses, ¿alguna vez tuvo hambre, pero no comió porque no había suficiente dinero para comprar comida? (Sí No)
- En los últimos 12 meses, ¿perdiste peso porque no había suficiente dinero para comer? (Sí No)
- En los últimos 12 meses, ¿alguna vez usted u otros adultos de su hogar no comieron durante un día entero porque no había suficiente dinero para comprar comida? (Sí No)
- (En caso afirmativo a la pregunta 9) ¿Con qué frecuencia sucedió esto: casi todos los meses, algunos meses, pero no todos los meses, ¿o solo en 1 o 2 meses?
Un estudio publicado en febrero de 2024 encargado por la oficina del decano de la Escuela de Salud Pública de Harvard, reveló que la inseguridad alimentaria en Harvard no es anecdótica, la encuesta encontró que 17% de los 1.287 estudiantes de posgrado que respondieron y 13% de los 458 postdoctorales que respondieron, habían experimentado inseguridad alimentaria, cifras que estaban a la par o superaban las de la población general de EE. UU. (13%). Los encuestados informaron tener que saltarse comidas, reducir las porciones y atiborrarse de alimentos con poco valor nutricional. Algunos también informaron que se sentían ansiosos por no tener suficiente para comer. La inseguridad alimentaria también se correlacionó con el hecho de que los encuestados sintieran que su vivienda estaba en riesgo debido a dificultades con los pagos del alquiler o la hipoteca.
La lucha por encontrar suficiente comida es un problema no sólo en Harvard. La inseguridad alimentaria en el campus está muy extendida en los Estados Unidos y en otros lugares, como ya se ha visto: en promedio, 42 % de los estudiantes universitarios de los EE. UU. no pueden alimentarse por sí mismos con lo que necesitan para mantenerse saludables. Para aliviar la lucha que enfrentan los estudiantes hambrientos, unos 750 campus en todo Estados Unidos han establecido despensas de alimentos (food pantries).
¿Qué ocurre en Venezuela?
Nuestro colaborador de MiradorSalud, el profesor de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV, Pablo Hernández, junto a Alberto Carmadiel, identificaron las asociaciones entre el estatus socioeconómico, la seguridad alimentaria y la diversidad dietética entre estudiantes de Sociología de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en un estudio transversal realizado entre junio y noviembre de 2016, sobre una muestra aleatoria simple de 270 estudiantes. Los investigadores emplearon la Escala de Seguridad Alimentaria de Proyectos Comunitarios de Identificación del Hambre Infantil adaptada y validada para venezolanos.
La escala cuenta con 12 preguntas relacionadas con la preocupación por la falta de alimentos, la calidad y cantidad insuficiente de las comidas y el irse a dormir con hambre, tanto en adultos como en niños del hogar. Para cada ítem, el encuestado selecciona una frecuencia de la experiencia (nunca, rara vez, a veces o siempre). Permite clasificar los hogares con inseguridad baja, inseguridad moderada, o severamente inseguro. La diversidad dietética es muy importante. Se les preguntó sobre el consumo de 54 tipos de alimentos que se clasificaron en nueve grupos de alimentos estandarizados, según FAO: (1) a base de cereales y tubérculos; (2) hortalizas de hojas verde oscuro; (3) frutas y verduras ricas en vitamina A; (4) otras frutas y verduras; (5) carne de órganos; (6) carnes y pescados carnosos; (7); huevos; (8) legumbres, nueces y semillas; y (9) leche y productos lácteos, según las directrices de la FAO.
El estudio concluye que existe una asociación entre la seguridad alimentaria y la diversidad dietética, más no con el estatus socioeconómico en la muestra estudiada de estudiantes de Sociología de la Universidad Central de Venezuela, pero que la mayoría se encuentra en inseguridad alimentaria con una baja diversidad dietética, lo que podría afectar su estado nutricional, rendimiento académico y permanencia en la universidad.
Por otro lado, hay que mencionar los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida de la población universitaria de Venezuela, ENOBU 2023, del Observatorio de Universidades que incluyó una muestra de 3.751 consultas a alumnos y docentes de universidades de las cinco regiones del país, de 42 universidades públicas y 22 privadas, en la que la seguridad alimentaria fue uno de los aspectos investigados.
Según los resultados, 82 % de los profesores y 69 % de los estudiantes señalaron que tuvieron que reducir las porciones diarias de comida, mientras que el 45 % de los docentes y el 39 % de los alumnos se vio en la necesidad de vender o intercambiar bienes para poder adquirir alimentos; 94 % de los docentes y 81 % de los estudiantes afirmaron que su alimentación en 2023 fue igual o peor que en el año anterior; 27 % de los docentes y 18 % de los estudiantes universitarios afirmaron vivir en hogares con un Puntaje de Consumo de Alimentos (PCA) considerado pobre o limitado. El porcentaje de la población que consume todos los días los siguientes alimentos fue: cereales y azúcares (83 % docentes y 90% estudiantes); vegetales y frutas (34 % docentes y 40% estudiantes), y carnes y granos (24 % docentes y 35 % estudiantes).
Finalmente, no podemos dejar de mencionar la Encuesta de Profesores Universitarios IPP-UCV (Universidad Central de Venezuela) promovida por el Instituto de previsión del Profesorado de la UCV para explorar la situación de seguridad alimentaria y acceso a medicamentos en los profesores de la Universidad Central de Venezuela a través del Instituto de Previsión del Profesorado. Esta encuesta se realizó a mediados de 2021, fue respondida por 751 profesores, de los cuales 45,74 % están jubilados, 98,4 % vive en Venezuela, 52,13 % tiene más de 25 años de servicio y 19,28 % vive solo. De los profesores que respondieron la encuesta, 58,6 % al menos una vez a la semana o más, debió consumir alimentos que no le gustan o que usualmente no come y 41,4 % al menos una vez por semana se vio obligado a pedir alimentos o recibirlos como ayuda de parte de familiares y/o amigos para poder alimentarse. Estos y otros resultados dan cuenta de una población muy vulnerable y la injusta situación de precariedad y deterioro a la cual se ven sometidos.
Finalizamos citando a Hernández y Carmadiel para la UCV en el año 2016, con el comedor universitario cerrado para ese entonces, extensivo a todas nuestras universidades:
Es necesario garantizar sistemas, servicios y apoyo adecuados para los estudiantes universitarios de la UCV, lo cual debe ser una prioridad para los sistemas educativos, especialmente en este contexto de crisis. La reactivación del comedor universitario debe considerarse una estrategia prioritaria para mejorar la seguridad alimentaria y la diversidad dietética.
Se requieren más estudios para comprender plenamente la situación alimentaria multifactorial de los estudiantes universitarios venezolanos. Se podrían incluir otros tipos de indicadores de evaluación nutricional, como indicadores antropométricos de dimensión y composición, junto con la concentración sanguínea de hierro, retinol y folato
Y parafraseando a FAO: La seguridad alimentaria requiere un enfoque pluridimensional: desde la protección social para salvaguardar alimentos inocuos y nutritivos hasta la transformación de los sistemas alimentarios para lograr un mundo más inclusivo y sostenible.
Esto es especialmente sensible cuando se trata de nuestros jóvenes, que son piezas clave para construir un futuro mejor y asegurar para el país, una mejor economía, salud, educación, igualdad y desarrollo social. No podemos olvidar que el hambre limita el desarrollo humano.
En el artículo de Nature que mencionamos al principio, una estudiante de prostgrado confiesa que junto a otros compañeros, organizaron la creación de una despensa de alimentos (food pantry) separada, ubicada en la oficina de la Asociación de Estudiantes Graduados, para colegas que se sentían incómodos yendo al del campus. Testimonios como este eran frecuentes: «Si veo a mis alumnos allí, eso podría socavar mi autoridad en el aula y sería vergonzoso». Es decir, además de reducir el rendimiento académico y aumentar el riesgo de depresión, la inseguridad alimentaria se asocia con el estigma social.
Este no era el caso en Venezuela con nuestros comedores universitarios, altamente subsidiados, donde era frecuente el encuentro cordial de profesores y estudiantes. Sin embargo, su dramático deterioro actual, es violatorio del derecho a la educación, indisolublemente conectado con el derecho a una alimentación nutritiva, variada y sana. Se recomienda el documento de Provea de 2019, «Derecho a la alimentación y educación de los estudiantes universitarios venezolanos. Comedores universitarios hoy. Impacto de la crisis».
El caso venezolano necesita estudios profundos y continuos sobre la seguridad alimentaria en nuestras universidades. Nuestras instituciones universitarias están en la obligación de realizarlos y el Estado, de cumplir con su obligación de asignar los recursos suficientes para los comedores universitarios, pues debe ser «el garante de la armónica observancia de ambos derechos, educación y alimentación, en beneficio de la población estudiantil (Provea, 2019)».
María Soledad Tapia
6 Comentarios
Alicia Ponte
Marisol querida, gracias por este extraordinario artículo que pone en evidencia la difícil situación por la que estamos atravesando en Venezuela. Conmueve… Uso una frase que tu misma usaste recientemente…
«Creo en el Comedor Universitario como el único mal negocio que se justifica.»
LAUREANO MÁRQUEZ (Credo U.C.V.)
Gracias siempre.
Mirador Salud
Gracias querida Alicia. Como universitarios esto nos duele mucho, pero lamentablemente nuestra tragedia alimentaria va más allá del ámbito universitario.
Tus comentarios son un estímulo para continuar.
Gracias a ti siempre.
Irene Pérez Schael
Querida Marisol
Excelente y apropiado articulo para los tiempos que corren en nuestro país. Agrego que la crisis económica, la pobreza y la fuerte inflación constituyen la base del deterioro alimenticio en la población en general. Las familias que tienen mejores ingresos solo les alcanza para comprar alimentos que cada día están más costosos y las de clase media y baja no disponen de ingresos suficientes para consumir dietas balanceadas, lo que conduce a altos índices de inseguridad alimentaria. Termino con esta pregunta: ¿Hacia dónde va este país? Es importante reflexionar
Saludos y gracias
Irene
Mirador Salud
Así es querida Irene.
La reflexión es necesaria. La situación es muy grave.
Duele que muchos no lo perciban.
Gran abrazo.
Elba Sangronis
Excelente artículo. Revela lo precario de la inseguridad alimentaria del entorno estudiantil y en especial el de nuestro país. Gracias Marisol
Maria Soledad Tapia
Muchísimas gracias Elba.
Es un tema doloroso y sensible.
Un abrazo.
Marisol