Los menores que han sido víctimas de abuso emocional, con mucha frecuencia, presentan un alto riesgo de convertirse en adultos violentos y agresores. Algunos de estos individuos presentan alteraciones de una región del cerebro llamada corteza orbito frontal, sin embargo, el vínculo directo entre el trauma psicológico y los cambios neurológicos ha sido difícil de comprobar.
Un estudio publicado en revista Translational Psychiatry, en su edición del 15 de enero de 2013, logró demostrar, por primera vez, una correlación entre el trauma psicológico al que fueron sometidas un grupo de ratas pre-adolescentes y los cambios que se observaron en ciertas zonas de sus cerebros durante la adultez, a su vez, asociados a conductas agresivas frecuentes y sostenidas.
Igualmente, los autores señalaron que los cambios neurológicos tanto estructurales como funcionales observados en las ratas son similares a las alteraciones que presentan los cerebros de algunas personas que manifiestan conductas muy violentas.
El estudio fue realizado por un equipo de investigadores del Laboratorio de Genética Conductual de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL), en Suiza.
Consecuencias del abuso
Los investigadores sometieron a 43 ratas macho jóvenes a situaciones que generaban estrés psicológico durante una etapa del desarrollo de los roedores equivalente al período comprendido entre la infancia y el comienzo de la pubertad de los humanos, durante el cual se desarrollan, en condiciones normales, regiones del cerebro relacionadas con las emociones y los procesos cognitivos.
Las ratas estresadas manifestaban conductas muy agresivas cuando alcanzaban la adultez, incluso hacia aquellos roedores que no representaban una amenaza debido su menor tamaño o porque estaban anestesiados. También tenían la tendencia a atacar las partes más vulnerables del cuerpo de sus oponentes. Igualmente, solían presentar una pubertad tardía, menor interés por la comida, poca capacidad para socializar y una mayor tendencia a rendirse cuando se enfrentaban a un desafío.
Además de los cambios de conducta, las ratas estresadas presentaban niveles altos de la hormona testosterona, la cual se ha asociado a la agresividad.
Los investigadores después de evaluar la conducta de los animales estresados examinaron sus cerebros. Las ratas estresadas presentaban muy poca activación de la corteza orbito frontal, que es la región del cerebro que modera los impulsos agresivos. Simultáneamente, presentaban una mayor activación de la amígdala, una zona del cerebro responsable de la expresión de impulsos y emociones como la agresividad, el miedo, la rabia y la ansiedad.
Otros investigadores que han estudiado el cerebro de personas que presentan conductas violentas han reportado hallazgos similares a los observados en las ratas estresadas: poca activación de la corteza orbito frontal, una región del cerebro ubicada detrás de los ojos, al igual que escasa inhibición de los impulsos agresivos provenientes de la amígdala que forma parte del cerebro límbico o emocional.
En ciertas circunstancias de la convivencia social, particularmente, en las que surgen situaciones de desafío y confrontación, la corteza orbito frontal de los individuos sanos se activa con la finalidad de inhibir los impulsos agresivos provenientes del cerebro límbico o emocional, para evitar las manifestaciones de agresividad y mantener interacciones socialmente aceptables.
La amígdala suele alcanzar su madurez funcional en etapas muy tempranas del desarrollo y es allí donde se registra y deposita todo el clima emocional que acompaña a los recuerdos. La corteza orbito frontal, además de moderar los impulsos y las emociones como el miedo y la rabia, a través de múltiples conexiones con el cerebro límbico o emocional, está involucrada con la toma de decisiones.
Sin embargo, el proceso de desarrollo y madurez de la corteza orbito frontal, en contraste con el de la amígdala, es muy lento y se alcanza alrededor de los veinte años y depende, fundamentalmente, de las experiencias. Por ese motivo, a los niños y adolescentes se les hace más difícil resistir los impulsos y pasiones provenientes del cerebro emocional.
El maltrato también modifica la expresión de algunos genes
Los investigadores también estudiaron la correlación entre las alteraciones que se observaron en la corteza orbito frontal de las ratas estresadas y el aumento de la expresión del gen MAOA, responsable de la producción de una enzima conocida como monoamino oxidasa A que está involucrada con el comportamiento agresivo. Esta alteración fue atribuida a un cambio epigenético, señalaron los autores. En otras palabras, la experiencia traumática produjo un aumentó de la expresión de ese gen.
Sin embargo, es muy importante resaltar que a diferencia de las mutaciones que producen alteraciones permanentes en el ADN, los cambios epigenéticos pueden ser transitorios y no producen modificaciones de la secuencia del ADN. Lo que ocurre es que algunos genes que en condiciones normales se expresaban (“encendidos”) se desactivan, mientras que otros que no se expresaban (“apagados”) se activan como es el caso del gen MAOA.
Los investigadores señalaron que, independientemente, de los antecedentes genéticos, la exposición temprana al trauma emocional puede afectar la expresión del gen MAOA en la corteza orbito frontal del cerebro.
Estos hallazgos les proporcionaron a los investigadores la posibilidad de revertir los efectos del trauma precoz. De hecho, observaron que las ratas estresadas que recibieron un inhibidor del gen MAOA, en este caso un antidepresivo, presentaron una reducción del comportamiento agresivo.
Es posible que algunas personas puedan ser genéticamente más sensibles a los cambios provocados por las experiencias dolorosas, y por lo tanto tienen más probabilidades de beneficiarse con tratamientos específicos y apropiados.
Mecanismos evolutivos versus convivencia y civilización
Los investigadores señalan que desde el punto de vista evolutivo los cambios que se producen en el cerebro de las personas que han padecido maltrato podrían ser útiles para sobrevivir en un ambiente hostil y cruel, al mantenerlos alertas y listos para hacerle frente a cualquier posible amenaza proveniente del entorno.
Actualmente, sin embargo, esos mismos cambios que se producen en el cerebro y que fueron, desde el punto de vista evolutivo, útiles para nuestros ancestros nos ocasionan más daño que beneficio, ya que conducen a algunas víctimas de severos abusos a caer en un círculo vicioso. Estas personas, con frecuencia, ven amenazas donde no las hay, y reaccionan exageradamente ante ciertas circunstancias con una carga de agresividad y violencia innecesaria y destructiva, antes de utilizar otros mecanismos más civilizados para la resolución de diferencias y conflictos.
Los resultados de este estudio son novedosos en muchos aspectos, ya que proporcionan información concreta sobre las vías neurobiológicas que vinculan el trauma precoz y la agresividad patológica, lo cual tiene importantes implicaciones tanto científicas, terapéuticas como sociales.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian
3 Comentarios
maria
he sido torturada 14 años he sido violada manoceada,por varios hombres ,abandono desde los 6 meses y alli en esa casa sufri todo tipo de violencia de genero por ser mujer.tengo hoy 56 años y trate de hacer terapia durante 20 años tomo remedio ( paroxetina) pero yo siento que no soy yo ,es como he perdido mi escencia.nunca tube una familia duradera solo la de mis primeros años ,ni cuando fui niña ni en la adultez.pero mi eleccion fue ser cada ves ser mas pura alejandome como un trabajo interior para ser cada ves mejor como persona. gracias por escuchar !!!! y trato de provocar momentos de alegria .
Mirador Salud
Estimada María,
Gracias por compartir.
Saludos,
MiradorSalud
Veronica
Leí lo que escribiste y me sentí cerca de ti, dondote un poco de apoyo. Eres valiente