Desde hace tiempo dudo si escribir sobre el tema de la muerte, en una crónica dedicada a la salud. El tema de la muerte sigue siendo tabú, y cuando uno habla de ella la gente dice que eres pavosa o que estás deprimida.
Sin embargo, mi experiencia en el campo de la psiconeuroinmunología, me ha permitido comprender que, aunque parezca paradójico, las personas que padecen una enfermedad de alto riesgo sienten una verdadera liberación cuando se crea un ambiente adecuado para hablar de la muerte.
El propósito de explorar este tema, en condiciones de enfermedad, es aumentar la energía represada tratando de vencer el miedo a la muerte, en vez de ser usada para curarse o para vivir mejor la vida. Para ello es necesario adquirir creencias más sanas acerca de la muerte, ya que las creencias menos sanas, crean dolor emocional.
Me atrevo a afirmar que la muerte es un maestro compasivo y sabio que nos permite crecer, además de ser la única certeza que tenemos, y que todos enfermos o sanos debiéramos enfrentarla de tiempo en tiempo.
Para hablar de este tema es obligatorio hacer referencia a los trabajos pioneros de Elisabeth Kubler-Ross, psiquiatra Suiza trabajando en Estados Unidos que desarrolló durante más de 40 años las teorías más modernas, científicas y convincentes sobre el acto de morir y las experiencias de cuasi-muerte.
La muerte es una experiencia universal y general, independiente del origen de la persona, creencias religiosas, nivel socioeconómico y edad. Se trata de un evento puramente humano, como el proceso normal del nacimiento. La experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento. De hecho, es un nacimiento a otra vida.
Influenciamos nuestra muerte de la misma manera que influimos en nuestra vida y salud. Si queremos morir de una cierta manera debemos aprender a vivir de una cierta forma: lo más libre de dolor que se pueda, conscientemente, rodeados de personas amorosas, en calma y en paz.
La Da Kubler distingue varias etapas en el proceso de morir. Una fase extra-corporal, que se vive como algo maravilloso, y que hace a la persona feliz. Al dejar el cuerpo físico, no se siente pánico, ni miedo, ni tristeza. Las personas se perciben como una entidad física integral, se dan cuenta que están intactas. Se tiene conciencia del lugar de la muerte, el sitio del accidente, la sala de operación o del cuarto. De las experiencias de cuasi-muerte se ha deducido que las personas no mueren solas y que las personas que han muerto antes, y que ellas aman, las están siempre esperando.
Antes de dejar el cuerpo para tomar la forma que uno tendrá en la eternidad, se pasa por una fase de transición totalmente impregnada de factores culturales terrestres. Puede ser un puente, un túnel o una luz. Se conoce cada pensamiento que se ha tenido, cada palabra que se ha pronunciado, cada acto que se ha cumplido. Se toma conciencia de las consecuencias que han resultado de nuestros actos, pensamientos y palabras.
Luego de esta revisión no se hace responsable a Dios del destino. Sino que se da cuenta que en ocasiones uno ha sido su peor enemigo, y ahora puede uno reprocharse por haber dejado pasar tantas ocasiones para crecer. Solo se crece si se acepta el sufrimiento tratando de comprenderlo, no como una enfermedad o castigo, sino como un regalo hecho con un fin preciso.
Mi mamá se marchó hace un año, y la experiencia de su muerte fue el último e inmenso regalo que me dejó. Se fue en paz, sin enfermedad a pesar de sus 90 años, consciente de su partida, la cual me anunció tres días antes, sin drama, comprendiendo que su misión había terminado. Se despidió de las personas que quería y estuvo rodeada de todos los que la amamos. Se fue mientras dormía como lo deseaba. Y experimenté lo que dice la Dra Kubler-Ross que simbólicamente hablando, mi mamá se había mudado a una casa más bella. La experiencia de su muerte ha contribuido a disminuir mi propio miedo a la muerte y he encontrado una energía renovada para vivir mejor la vida.
Cuando hemos realizado todo el trabajo para el cual fuimos enviados a la tierra, se nos es permitido dejar nuestro cuerpo, el cual aprisiona nuestra alma como un capullo encierra a la futura mariposa. Y cuando el tiempo es el apropiado lo dejamos ir, y estaremos libre de dolor, de miedo y de preocupaciones. Libres como una bella mariposa regresando al hogar de Dios…
Marianela Castés
cronicasdemcaste@gmail.com
2 Comentarios
jorge maldonado
Antes de comentar quiero enviar un un saludo afectuoso a la Dra. Marianela, quien tuve el placer de conocer en el instituto de biomedicina.
Creo que muchas personas se nos hace difícil hablar de la muerte, porque son muy pocas las que hablan de ella, la experiencia de conocerla cerca por la muerte de algún familiar muy cercano, es muy dolorosa, sin embargo como usted lo expresa, tenemos seres queridos que nos enseñan y demuestran que existe un dios que esta allí, que nos acompaña siempre y en ese momento nos tiende una mano para hacer el camino mas suave, menos doloroso e irnos en paz.
Saludos
Maureen Munoz
Siempre he pensado sobre la muerte algo similar, que en muchos casos es una liberacion de esta materia en que esta nuestro espiritu y que aveces nos hace sufrir tanto.
Mi padre siempre le temio a la muerte, tuvo una gravedad de 9 meses y al final nos pedia que le ayudaramos a morir, cuando fallecio a los pocos dias, una sobrinita que pasaba mucho con nosotros de 4 anos, me dice una manana -Tia anoche vino Tito y me dijo que les dijera a ustedes que no sufrieran porque el estaba bien y fijate que ya puede caminar porque salio caminando.