En el sistema inmune interviene una compleja organización de moléculas que permite proteger al organismo de agentes patógenos (bacterias, virus, hongos, parásitos) o sustancias extrañas (polen, toxinas, componentes alimentarios). El organismo tiene una primera línea de defensa constituidas por la piel y las mucosas, sus secreciones (jugos gástricos, lisozima, entre otros) y la flora protectora. Si un agente patógeno o sustancia extraña evade esta primera línea de defensa, el sistema inmune es el siguiente “al bate”, el cual puede ejercer su función por dos vías de acción, una simples e innata y otra de respuestas complejas y adaptadas. Ahora bien, para mantener la integridad del sistema inmunitario y su adecuada función se requiere fuentes de energía, vitaminas, minerales, oligoelementos y sustancias bioactivas, las cuales son obtenidas mediante una dieta saludable.
Es conocido que varias vitaminas (A, B6, B12, folato, C, D y E) y minerales (zinc, cobre, selenio, hierro) desempeñan un papel clave como inmunomoduladores y en la reducción de la susceptibilidad del huésped a sufrir infecciones. En este sentido, parecería prudente que las personas mantengan una dieta en cantidades y calidad suficiente, así como variada, para garantizar un correcto aporte de estos nutrientes y mantener la función inmunitaria.
El sistema inmune comienza a formarse desde la vida intrauterina, sin embargo al momento del parto este todavía es inmaduro. Se ha estudiado el papel que tiene la microbiota intestinal en el desarrollo y maduración del complejo inmunológico, específicamente del tejido linfoide asociado al intestino (GALT). Los recién nacidos adquieren una carga de microorganismos del tracto vaginal o de la piel de la madre, bien sea si fue parto vaginal o cesárea, posteriormente, el tipo de alimentación influye en el crecimiento bacteriano, pudiendo favorecer el desarrollo de ciertos tipos de microorganismos más favorables. En este sentido, se ha descrito que la lactancia materna exclusiva en los primeros 6 meses de vida resulta beneficiosa para que el bebé consiga la colonización y crecimiento de una flora saludable. Mientras que, ofrecer una alimentación temprana rica en carbohidratos, azúcares simples, grasas y baja en frutas y hortalizas puede dar lugar a una disbiosis intestinal, lo cual no es más que un desequilibrio de la flora bacteriana en la cual las bacterias patógenas superan en número a las bacterias benéficas. De hecho, la disbiosis intestinal se ha relacionado con la génesis de múltiples enfermedades, siendo una característica de muchas enfermedades infecciosas.
En los pacientes que tienen comprometido el tracto digestivo, se requiere una minuciosa evaluación para valorar la posibilidad de aplicar nutrición oral o enteral lo más pronto posible, ya que el reposo intestinal cuando es prolongado puede agravar el cuadro clínico, al producirse translocación bacteriana, activando los mecanismos inmunológicos y de inflamación.
En este sentido, el especialista se puede valer de la suplementación de nutrientes específicos como la glutamina, los probióticos, los prebióticos, ácidos grasos de cadena corta, con el fin de mantener la integridad de la mucosa intestinal y evitar o revertir la disbiosis intestinal.
Los estados de desnutrición son otro aspecto donde el sistema inmune se ve afectado. Esto resulta obvio cuando recordamos que los alimentos y sus componentes en particular ejercen un importante papel en la preservación del sistema inmunitario. Los niños con desnutrición son un ejemplo de este caso. La falta de nutrientes esenciales trae consigo la depresión del sistema inmunitario al no estar disponibles los nutrientes para la síntesis de las defensas de cuerpo ni los cofactores para que ocurran las reacciones de ataque a los entes extraños o no reconocidos. Además, se ha visto que la desnutrición puede producir la atrofia de los órganos linfoides, una disminución del número y de la función de los leucocitos circulantes y alteraciones físicas y funcionales de las barreras epiteliales, por lo cual, los niños con desnutrición son más susceptibles de contraer enfermedades infecciosas, como parasitosis y enfermedades respiratorias.
Las personas con desnutrición grave, en especial los niños, fallecen principalmente por complicaciones con las enfermedades oportunistas, más que por netamente el cuadro de desnutrición.
A nivel hospitalario, la desnutrición es común y es un factor clave que determina el tiempo de estancia hospitalaria, ya que se observa una correlación entre el grado de desnutrición y la presencia de complicaciones infecciosas. A parte de los nutrientes mencionados anteriormente, estos pacientes se pueden beneficiar de la ingesta de ácidos grasos omega 3 y 6, favoreciendo a los omega 3, ya que se ha observado que su relación altera la composición y fluidez de la membrana celular, modifica el flujo de los canales iónicos, los mecanismos de marcaje celular, la respuesta a los eicosanoides, la liberación de citocinas y la respuesta inmunitaria celular.
Actualmente, debido a la pandemia COVID-19 que atravesamos desde hace dos años, las personas prestan más atención a su estado inmunológico. En los casos de COVID-19 severo, se ha identificado que el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) está caracterizado por una inflamación excesiva y dañina del tejido pulmonar, mediada por citoquinas (tormenta de citoquinas). Se ha visto que la tormenta de citoquinas puede ser controlada por nutrientes específicos como ácidos grasos poliinsaturados omega 3, posiblemente a través de su metabolismo a mediadores pro-resolución especializados.
Un grupo de expertas en nutrición, en el 2020 al iniciar la pandemia, se dio a la tarea de revisar y analizar la evidencia científica sobre la influencia de los nutrientes sobre las enfermedades respiratorias, tras esta revisión salieron unas recomendaciones para el personal de salud y personal de primera línea de atención, los cuales están altamente expuestos al virus del SARS-coronavirus (SARS-CoV-2), causante de la COVID-19. En dicha revisión se encontró que la suplementación con vitamina C, vitamina D y cinc, pueden ser beneficiosas para disminuir la severidad de la infección por SARS-CoV-2, ya que varios meta-análisis y revisiones sistemáticas muestran que aparte de modular el proceso inflamatorio propio del estrés oxidativo causado por la infección, estos nutrientes son capaces de mantener las funciones de las células inmunes y la integridad del epitelio pulmonar (vitamina C), inhiben las células T y B, aumentan la expresión de péptidos microbiales que mejoran las defensas de las mucosas e inhiben la producción de sustancias pro-inflamatorias como citokinas (vitamana D); mantiene la función de los macrófagos y de las células NK, aumenta la inmunidad innata y pareciera inhibir la replicación del SARS-CoV (Cinc). Adicionalmente, las recomendaciones sugieren que las personas con alto riesgo de contagio al SARS-CoV2 pudieran beneficiarse de la ingesta de vitamina A, B3, B9, selenio, Omega 3, probióticos y alimentos ricos en polifenoles para el mantenimiento de la integridad y función de sistema inmune, y por consiguiente prevención de complicaciones ante la COVID-19.
De manera que son múltiples las evidencias científicas en pro de una alimentación saludable, suficiente y variada que puede ser capaz de modular la respuesta inmune a favor de la salud del huésped. A continuación, en la tabla 1 se listan los nutrientes específicos, su efecto en el sistema inmune y los alimentos donde se pueden encontrar para tener un consumo adecuado.
Tabla 1. Nutrientes y su efecto en el sistema inmune
Nutriente | Efecto | Alimentos |
Vitamina A | Tiene efecto inmunomodulador. Protección contra infecciones.
Mejoría de la autoinmunidad y los síntomas de inflamación. |
Lácteos, aceite de pescado, huevo, hígado.
Fuentes vegetales como provitamina A (beta carotenos): Frutas y hortalizas de color amarillo y naranja (zanahoria, auyama, mango, lechosa, etc). |
Riboflavina (Vit. B2) | Actividad antioxidante y antiinflamatoria. | Hígado, carnes magras, hortalizas verdes (brócoli, espinacas, etc), cereales fortificados. |
Niacina
(Vit. B3) |
Pareciera disminuir los niveles de inflamación. | Pollo, carnes rojas, pescados, nueces y leguminosas. |
Folato
(Vit. B9) |
Mantiene o mejora la actividad citotóxica de las células Natural Killer.
Es esencial para el funcionamiento de las células T. Metilación del ADN y regulación genética. |
Hortalizas de hoja verde, leguminosas, frutas, y nueces, cereales fortificados. |
Cobalamina (Vit. B12) | Inmunomodulador.
Control de interleucinas de inflamación. |
Hígado, carnes rojas, pollo, huevo, leche, almejas. |
Vitamiana C | Actividad antioxidante. Mantiene la integridad de la barrera epitelial, actividad inmunomoduladora.
Clave en la protección de infecciones respiratorias. |
Frutas (lechosa, guayaba, naranja, mango, fresa, semeruco, arándanos)
Hortalizas (pimentón). |
Vitamina D | Actividad antiinflamatoria por efecto inmunomodulador .
Mejora la inmuno tolerancia. Inhibición de las células T y B. Disminuye la severidad de COVID-19. |
Pescados grasos, leche, alimentos fortificados. |
Tabla 1. Nutrientes y su efecto en el sistema inmune. Continuación…
Nutriente | Efecto | Alimentos |
Vitamina E | Actividad antioxidante.
Mantiene la integridad de la membrana celular. Modulación de los niveles de inflamación.
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Aceites vegetales (girasol, cártamo), frutos secos (nueces, almendras), semillas de girasol, vegetales de hojas verdes (espinaca, brócoli) |
Cobre | Previene el daño celular por radicales libres.
Mejora la inmunidad innata y adaptativa. |
Hígado, ostras, frutos secos (nueces, amendras, etc), semillas (girasol, ajonjolí), chocolate, salvado de trigo y cereales integrales, papa, champiñones, aguacate, garbanzos. |
Hierro | Mejora la respuesta inmune y humoral.
Mantiene la síntesis de ADN linfocitario. Mantiene la actividad citotóxica. |
Hígado, carnes, pollo, chipichipi.
Menos biodisponible: leguminosas, vegetales de hojas verdes (espinaca, acelgas, entre otros), alimentos fortificados. |
Selenio | Aumento de los títulos de anticuerpos.
Mejora de los efectos de la vacuna. Proliferación de células T. Interviene en la actividad de las células NK. Actividad antioxidante. |
Nueces del Brasil, pescados, mariscos, y carnes. |
Zinc | Mantiene el número de linfocitos T y T-colaboradores.
Mantiene la función de los macrófagos y de las células NK. Mantiene la inmunidad innata. Mejora la respuesta frente al SARS-CoV. |
Carnes, huevos y pescados y menos biodisponible de los alimentos de granos integral y de leguminosas |
Omega 3 | Mejora en la respuesta antiinflamatoria
regulación de la respuesta inmune (fagocítica de macrófagos). Inmunomodulador de la quimiotaxis de los neutrófilos e inmunitaria en general. |
Pescado (salmón, sardina, cataco, entre otros), la linaza, y la chía |
Polifenoles | Actividad antioxidante.
Inhibición de la expresión y función de linfocitos T citotóxicos y del factor de |
Té (verde, negro), uvas y bayas en general, cacao, cebolla, alcaparras, frutas y. |
Tabla 1. Nutrientes y su efecto en el sistema inmune. Continuación…
Nutriente | Efecto | Alimentos |
necrosis tumoral alfa (TNF-a).
Pareciera afectar la replicación del ARN y ADN de microorganismos. |
hortalizas en general | |
Prebióticos y Probióticos | Mantienen la flora intestinal, previenen la disbiosis.
Inmunomodulador a nivel de intestinal. |
Prebióticos: inulina, salvado de trigo, productos integrales, avena.
Probióticos: Yogurt, Kéfir, Choucroute, Kombucha
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Hay que resaltar que el uso de suplementos de nutrientes o sustancias bioactivas, está sujeto a la comprobación de deficiencias nutricionales. Se estima que el cumplimiento de una dieta saludable y variada debe cubrir con los requerimientos nutricionales y garantizar un adecuado estado de salud y nutrición.
Resumiendo, la nutrición juega un rol importante en la regulación de la respuesta inmune tanto innata como adaptativa, el engranaje de cada uno de los nutrientes y moléculas bioactivas permitirán mantener la integridad de la función inmunológica. Por el contrario, situaciones como un ayuno prolongado, enfermedades con un grado de estrés metabólico alto o la desnutrición pueden generar una disfunción inmunitaria y aumento en la susceptibilidad a las infecciones. Con la COVID-19, no debemos bajar la guardia, no solo manteniendo las medidas de bioseguridad, sino también garantizando que diariamente incorpore a la dieta varios grupos de alimentos, proteínas (magras), carbohidratos (complejos y con fibra), grasas (mono y poliinsaturadas), frutas/hortalizas (en trozos o enteras), para de esta manera mantener un sistema inmune alerta y preparado para enfrentar cualquier posible infección.
Claret Mata
Sobre el autor: La Profesora Claret Mata es Licenciada en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USB). Profesora de Evaluación Nutricional en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV y Profesora invitada del postgrado de Nutrición Clínica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Miembro de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición y miembro institucional de la Fundación Celíaca de Venezuela.
Pablo Hernández
Sobre el autor: El Profesor Pablo Hernández es Licenciado en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USB), Especialista en Análisis de Datos en Ciencias Sociales. Profesor de Nutrición Humana en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Profesor del Diplomado de Educación en Diabetes Terapéutica (UCV). Editor Asociado de la “Revista Digital de Postgrado” de la Facultad de Medicina de la UCV. Miembro del Observatorio Venezolano de Salud (OVS), de la Fundación “5 al día” Venezuela, de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición, y de la Fundación Bengoa para la Alimentación y la Nutrición.