Para Molly. Hoy ha sido una mañana especial para agradecer. Amaneció el día con una espesa bruma poco común y creí que esto impediría disfrutar del anunciado ocultamiento del sol para el 14 de octubre. No fue así. Poco a poco nuestro pequeño grupo se reunió en un parque orientado hacia el este, para observar la luna ocultando parcialmente la luz solar a las 9 de la mañana.
Los eclipses, de sol o de luna han asombrado, asustado y maravillado culturas diversas desde tiempos inmemoriales. Germán Puerta, director científico del Planetario de Bogotá nos brinda interesantes informaciones sobre este fenómeno. La etimología de la palabra eclipse proviene de una antigua expresión griega que significa “abandono”, asumiendo que el sol literalmente estaba abandonando la tierra. En muchas culturas, un eclipse de sol era considerado un evento dramático, de mal augurio, anunciando sucesos funestos que indicaban el final de un ciclo y el comienzo de otro.
Los eclipses son el primer fenómeno celeste que ha maravillado y sido comprendido por el hombre. Los caldeos observaron la regularidad de la sucesión de los eclipses y grabaron esta información en tabletas cuneiformes, estimadas como los escritos humanos más antiguos, y la astronomía el primer tema desarrollado.
En el sur de Asia los eclipses nos han legado una variedad de leyendas y supersticiones relativas a los eclipses como las de los naturales del antiguo reino de Siam que creían firmemente que el dios-demonio Rahu, el Glotón, devoraba al Sol y que sólo el sacrificio de animales podía devolverle la luz. Lo curioso es que este temor a Rahu y a la furia del dios-sol Surya persiste hoy día entre muchas comunidades campesinas del sur de Asia.
La mitología, literatura e historia de los eclipses en China es muy rica. Se suponía que éstos sucedían por el feroz ataque de un dragón, o de perros enloquecidos que desgarraban al Sol y a la Luna. De allí que las palabras «eclipse» y «comer» se representan con el mismo símbolo gráfico: la Luna devorada por un sapo. Según las leyes astrológicas y culturales chinas, el orden celeste se restablecía efectuando algunos ritos como lanzar flechas al aire para matar al monstruo devorador.
En la cultura nórdica se creía que los eclipses sucedían porque los dioses habían encadenado a un hechicero malvado llamado Loki. Enojado por lo ocurrido, para vengarse, creó gigantes en la forma de lobos. Uno de ellos se tragó al sol y provocó un eclipse. Otro persiguió a la luna e intentó comérsela, dando origen a los eclipses lunares.
Los mitos y leyendas en la América precolombina relativos al cosmos y a los eclipses son abundantes. En el México antiguo, los mayas y los aztecas tenían narraciones de combates celestes entre dioses por obtener los mejores sitios en el cosmos. En La Historia General de las Cosas de Nueva España, se describe el espanto que producían los eclipses entre los aztecas: «Cuando el Sol comenzaba a desaparecer los débiles y los cautivos eran sacrificados para ofrecer su sangre, y en todos los templos había cantos y gritos de guerra. Se temía que el Sol muriera y el mundo quedara en tinieblas para siempre. Los demonios de la oscuridad vendrían y se comerían a los hombres”. Los incas también pretendieron intimidar a las criaturas que se comían al Sol.
Este eclipse reciente, así como otros fenómenos recurrentes de la naturaleza, nos hacen recordar el transcurrir cíclico de nuestra vida. Nos estimulan a expandir nuestra perspectiva del presente hacia el futuro que construimos, incluyendo lo que sucede a nuestro alrededor, sin perder nuestro centro de energía vital.
Más allá de la imaginación
Al empezar a escribir este artículo, tenía la mente tomada por la situación política de Venezuela y la lucha tipo David y Goliat que se está librando desde hace años entre las fuerzas opositoras y las que detentan el poder. Además, el 7 de octubre, Israel sufrió la peor agresión de su historia por las fuerzas terroristas de Hamas. Seguramente ya estarán enterados por las noticias de la situación en Israel y la de los habitantes de Palestina, impactados por la respuesta bélica de Israel. Se nos arruga el corazón al pensar en los rehenes secuestrados sin discriminación alguna, usados como escudos humanos de los terroristas, junto a los habitantes de Gaza. No es mi intención convertirme en analista política, ni hacer comparaciones de situaciones injustas entre Venezuela y este nuevo enfrentamiento de un conflicto de larga data en el Oriente Medio, muy complejo de resolver pacíficamente y con posibilidades reales de extender sus consecuencias a otros países.
Aunque, si quisiera dar voz y ánimo a quienes se sienten impotentes y desanimados ante situaciones que sienten que están fuera de su control. En esta entrega, al igual que en otras ocasiones cuando pareciera que no tengo respuestas, recurrí a una de mis fuentes seguras de inspiración: Pema Chödrön, monja budista norteamericana, directora del Monasterio Gampo Abbey en Nueva Escocia, Canadá. Compartiré una práctica inspirada en sus enseñanzas budista-tibetanas, que espero les sirva para encontrar la fortaleza y afirmación necesarias para fluir en circunstancias difíciles de superar. El link los lleva a sus publicaciones y audiolibros.
¿Cómo conectarse con un presente difícil?
Cuando nos sentimos abrumados por las circunstancias, tendemos a querer escaparnos de ese presente, de esa situación. Es importante recordar que de acuerdo a cómo consideremos lo que nos está sucediendo en el presente, realmente estamos creando nuestro futuro. Así que, si no creamos posibilidades distintas, fortalecemos los hábitos preexistentes, asentados en nuestros miedos y prejuicios. Entre las observaciones que me llamaron la atención de esta relectura de Pema Chödrön es que practicar el cambio interno emocional no se hace más fácil a medida que envejecemos. Por el contrario, tendemos a afirmar nuestros hábitos como una manera de contrarrestar las vulnerabilidades físicas y emocionales propias del envejecimiento.
Al sentir el dolor o malestar indeseado -por terrible que sea-; o al percibir que la vida no está yendo como queremos o esperamos, debemos considerarlo como una oportunidad. Para ayudarnos a evolucionar tomando esta situación difícil como punto de inflexión, Chödrön nos invita a realizar la siguiente práctica.
Práctica de la Compasión Permanente:
- Aceptar plenamente lo que motiva nuestro pesar o dificultad.
- Localizar el dolor o malestar en el cuerpo y empezar a tomar aire como señal de aceptación, en vez de resistir la emoción o tratar de eliminarla. Posiblemente sintamos el corazón como una roca y el estómago como un nudo. Todo el cuerpo está contraído, nos sentimos maltrechos.
- Tomar aire de nuevo y experimentar como si el corazón creciera al aspirar este malestar. Imaginen que le estamos dando más espacio. Nos estamos abriendo a sentir plenamente. Nos rendimos ante lo que sentimos y así nos permitimos ser plenamente humanos.
- Respirar seis veces y cada vez que aspiramos tomar conciencia plena de estar practicando una compasión permanente para con nosotros mismos, a la vez que aumentamos nuestra capacidad para ser más compasivos con otros.
Al hacer esta práctica Chödrön nos sugiere tres palabras inspiradoras a tener en cuenta: Franqueza, Amabilidad y Dulzura.
La sinceridad o franqueza con nosotros mismos nos permite ver lo más objetivamente posible la situación donde estamos, incluyendo nuestras percepciones y emociones. Muchas veces nos engañamos y no queremos reconocer cuando sentimos envidia, celos o simplemente rechazo hacia alguien o hacia algo.
Cuando vemos lo que sucede con claridad y nos atrevemos a reconocer lo que sentimos es importante no juzgarnos, ni criticarnos sino oírnos amablemente como lo haríamos con nuestro mejor amigo, al confesarnos algo de lo cual se siente avergonzado.
Algo más a considerar es tratarnos con dulzura. Una niña o niño de tres años seguramente no cometerá una falta intencionalmente. Para imaginarnos ese tipo de trato volvamos atrás a nuestra infancia y pensemos cómo nos trataríamos en caso de quebrar sin querer el jarrón favorito de la casa.
Tengamos presente tratarnos con sinceridad, amabilidad y dulzura al cultivar la compasión permanente hacia nosotros mismos. A medida que cultivemos amorosamente la relación con nosotros mismos, nos estaremos capacitando para hacer lo mismo con las personas que nos rodean y enfrentar las situaciones difíciles con entereza y compasión.
Espero que se animen a hacer esta práctica y sus comentarios serán muy bienvenidos por aquí y por mi página web.
Jeannette Díaz
Fotografía: Taylor Smith de Unsplash
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches en el nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a profesionales creativos, arquitectos y emprendedores a cerrar la brecha entre sus expectativas y logros alcanzados. Página web de Jeannette Díaz.
Links:
Germán Puerta
https://www.astropuerta.com.co/index.php/conferencias
Pema Chödrön
https://www.shambhala.com/pema-chodron/
2 Comentarios
Gisela Marie
Siempre he disfrutado los eclipses, en particular recuerdo uno en 1982, de luna atravesando naranjales en el centro de Florida, fue más intenso porque había oscuridad casi total al estar en el medio de la nada!
Terrible como toda situación de guerra la de Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza; los terroristas de Hamas más sanguinarios que nunca…
Muy importantes las tres palabras inspiradoras: amabilidad, franqueza y dulzura! Un gran abrazo
Jeannette
Gracias Gisele Marie por compartir tu experiencia en relación al tema del artículo y por tu consecuente lectura. Siempre estimula saber del impacto de lo que escribimos.