Frutas en el escritorio y caramelos en la cocina ¿Jugamos?
En un artículo todavía “en prensa” del Journal of Environment and Behavior, los psicólogos Gregory Privitera y Heather Creary se plantean la hipótesis si la proximidad y la visibilidad de las frutas y hortalizas (F&H) afectan el que las mismas se consuman en mayor o menor cantidad. Esto puede lucir simple, pero el impacto que tienen los factores ambientales sobre la ingesta y volumen de consumo de alimentos, es de enorme importancia, ya que los mismos pueden conducir a comer en exceso y aumentar el riego potencial de obesidad.
Se conoce que el sabor, el estado de ánimo, el estrés, el contexto social, y la modelación, influyen en el tipo de alimentos y en el volumen que se consume de los mismos. Sin embargo, se ha manejado información que no es siempre consistente con respecto a si la proximidad y visibilidad de los alimentos afecta cuanto comemos, y cuanto “creemos” comer.
Así, ya en un estudio previo, se compararon las conductas alimentarias de una muestra de niños obesos y no obesos, y sus respectivas familias, obesas y no obesas. Se registró la ubicación de los alimentos en el hogar, los cuales resultaron estar más “visibles” en los hogares de las familias obesas. Igualmente, las calorías totales de los alimentos en las despensas, y las calorías consumidas parecieron más altas en la primera observación en los hogares de las familias obesas, aunque estas familias redujeron la cantidad de alimentos visibles y consumo de alimentos en la segunda observación.
Un estudio realizado en la Universidad de Illinois, aplicó un diseño de varios experimentos a un grupo de 16 oficinistas (edad media 43 años), y cada uno fue “expuesto” a 1 recipiente transparente con 30 chocolates tipo “kisses”, que se colocaron sobre el escritorio (próximo y visible), en la gaveta del escritorio (conveniente, pero no visible), y en un sitio visible, pero colocado “inconvenientemente”, en un estante alejado. Durante 3 semanas, cada noche se recogían los recipientes, se contaban los chocolates y se reemplazaban por nuevos recipientes con 30 nuevos chocolates.
El lunes de cada semana se rotaban los recipientes. Al final, cada participante llenó un cuestionario validado que les pedía, entre otras cosas, estimar su consumo de chocolates a lo largo del período del estudio. Los participantes con los chocolates sobre el escritorio consumieron 2,9 veces más con respecto a los que los tenían en la gaveta, y 5,6 veces con respecto a los que tenían que caminar dos metros para alcanzarlos. Aquí la conveniencia ganó a la visibilidad.
La localización también influyó notablemente en la estimación de cuanto creían haber comido. Los participantes sobreestimaron el consumo de los chocolates colocados convenientemente en el escritorio en un 12,7%, pero subestimaron su consumo de chocolates “lejanos” en 63%: pensaban haber comido 1,1 chocolates, cuando en realidad consumieron 3,0 (a lo mejor por estar lejos, tomaban más en un viaje).
En la continuación de este estudio en la Universidad de Cornell, con una duración de 4 semanas y la participación de 40 secretarias adultas, la proximidad fue manipulada de la misma manera, y la visibilidad mediante el uso de recipientes claros u opacos. Las personas consumieron un promedio de 2,2 y 1,8 más chocolates diarios cuando eran visibles y próximos, respectivamente. Estos resultados concluyen que la visibilidad y proximidad de los chocolates aumentan el consumo. Hubo una manifiesta tendencia a subestimar el consumo diario de los chocolates cercanos y a sobreestimar el de los más lejanos.
Hasta ahora no se había estudiado si la proximidad y la visibilidad de las F&H tienen influencia en su consumo. Privitera y Creary se lanzaron a investigarlo. Sólo 25% de los norteamericanos consumen las 5 raciones de F&H recomendadas por la Organización Mundial de la Salud. Por otro lado, muchas F&H no requieren preparación, a menudo no están empacadas, son atractivas a la vista y hasta “ornamentales”, por lo cual se esperaría obtener el mismo patrón observado con los chocolates. Los autores emplearon un escenario “tipo cocina doméstica” para investigar si la proximidad y visibilidad de una fruta modelo (manzanas cortadas) y de una hortaliza modelo (zanahorias cortadas), tienen algún efecto en su consumo.
La proximidad fue manipulada colocando las F&H en un “bowl” sobre la mesa donde los participantes se sentaban, cerca o lejos (a 2 m de la mesa), mientras que la visibilidad fue manipulada colocando las F&H en un “bowl” opaco (no visible) o en uno transparente (visible), igualmente cerca sobre la mesa, o a 2 m de ella.
Los resultados mostraron que colocar las rodajas de manzanas y las zanahorias cortadas próximas a los participantes aumenta la ingesta de estos alimentos saludables. Por otro lado, el hacer estos alimentos más visibles, aumenta la ingesta de manzanas más no de zanahorias, probablemente porque las manzanas tienen sabor dulce y estimulan las zonas de recompensa del cerebro, lo cual hace que las personas quieran comer alimentos con azúcar, y hace que la manzana cortada sea visualmente más atractiva que las zanahorias.
Estos resultados puedan dar idea en cuanto a donde y cómo colocar las F&H en comedores y cafeterías, por ejemplo, cerca de la entrada. Esto aplica igualmente a las zonas de F&H de los supermercados, los cuales, se están haciendo cada vez más atractivos, organizándolas por colores, y empleándolas como “marca” de frescura. Los padres entonces, deberían empezar su recorrido por allí con sus niños. Lo más importante sin embargo, es aplicar estas recomendaciones en nuestras cocinas, o en los sitios de estudio de nuestros hijos. Y en nuestros sitios de trabajo ¿No les parece que las frutas se ven bonitas exhibidas?
María Soledad Tapia
Maria.tapia@5aldia.org.ve
Un Comentario
Jose Luis quintero
Bien Maria Soledad! Tu articulo nos recuerda que todos somos potencialmente adictos al azúcar o a lo que sea y si queremos dejar nuestras adicciones o evitar caer en ellas lo mejor es alejarse del objeto de las mismas.Por algo el padre nuestro dice librame de la tentación.Salud!