Las personas que se sienten felices y satisfechas por tener un propósito noble en la vida muestran una expresión favorable de los genes relacionados con la respuesta inmune, mientras que aquellos individuos que suelen experimentar la felicidad a través de conductas hedónicas de auto-gratificación presentan un perfil de actividad en sus genes desfavorable para la salud.
Así lo señala un estudio publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences, el 29 de julio de 2013.
Este ensayo, el primero en su género, fue realizado por un equipo de investigadores del Centro Cousins de Psiconeuroinmunología de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) y de la Universidad de Carolina del Norte, EE.UU.
La felicidad, el fin supremo del hombre
Las múltiples interrogantes sobre el tema de la felicidad se remontan a la antigua Grecia. Aristóteles en su obra “Ética a Nicómaco” menciona la eudemonía como el fin supremo del hombre. Este término fue posteriormente sustituido por la palabra felicidad (del latín felicitas).
Para el filósofo, vivir bien y obrar bien era sinónimo de eudemonía, una condición interna de satisfacción y alegría.
Aristóteles consideraba que la felicidad venía dada por el pleno desarrollo y ejercicio de las capacidades individuales y por la búsqueda de un propósito noble en la vida que le diera un significado a la existencia y la oportunidad a cada ser humano de formar parte activa de la sociedad.
En contraposición, el hedonismo, una doctrina ética promulgada, igualmente, en la antigua Grecia por el filósofo Arístipo de Cirene y, posteriormente, modificada por Epicuro de Samos, considera que el placer es el único y supremo bien y, por lo tanto, sitúa en el gozo y la auto-gratificación la felicidad humana.
Las diferencias entre ambas fuentes de felicidad las comprobamos en nuestro diario vivir. Por ejemplo, el gozo y disfrute que nos produce una buena comida o un encuentro sexual excitante, y, por otra parte, el sentimiento de bienestar que experimentamos al sentirnos conectados afectivamente a nuestros seres queridos o a una comunidad más amplia a través de un proyecto de servicio.
Ambas fuentes de bienestar (eudemonismo y hedonismo) están profundamente involucradas en la biología y la evolución del ser humano. Investigaciones previas han sugerido que el bienestar hedónico ha sido y es un factor importante del proceso evolutivo del hombre, ya que facilita la adaptación a procesos psicológicos y fisiológicos básicos. Por ejemplo, el placer que produce el acto de copular en los humanos garantiza la procreación y la sobrevivencia de nuestra especie.
Por otra parte, el bienestar que genera tener un propósito noble en la vida (eudemonismo) ha sido y es, igualmente, un motivador para desarrollar capacidades sociales y culturales más complejas y evolucionadas que contribuyen con la convivencia en la sociedad.
Sin embargo, las múltiples guerras y conflictos sociales que han marcado la historia de la humanidad nos han demostrado que la capacidad de experimentar la eudemonía, el fin supremo del hombre, según Aristóteles, aún no ha sido conquistada por la mayor parte de la humanidad.
El genoma humano: más sensible que nuestras mentes conscientes
Los dos tipos de felicidad nos proporcionan una sensación de bienestar y alegría. Sin embargo, ha sido difícil determinar cuál de las dos experiencias está más relacionada con la salud física y la longevidad.
El objetivo del estudio que nos ocupa fue investigar el efecto biológico que producen los estados de hedonismo y eudemonismo en el genoma humano, a través del análisis de los patrones de expresión de un grupo de genes responsables de la respuesta inmune y de inflamación.
La expresión de los genes es un proceso complejo, cuyo resultado final es la producción de proteínas responsables de innumerables funciones vitales.
Durante los últimos 10 años, los autores del presente estudio han estado investigando ¿cómo responde el genoma humano al estrés, al sufrimiento, al miedo y otras emociones negativas?
Los resultados de estos estudios previos han reportado un cambio sistemático en los perfiles de expresión de ciertos genes durante períodos prolongados de estrés, amenaza o incertidumbre.
Esta respuesta de los genes a la adversidad se caracteriza por un aumento de la expresión de genes implicados en los procesos de inflamación y una disminución de la expresión de los genes involucrados en la producción de anticuerpos antivirales.
Sin embargo, en el estudio que nos ocupa los mismos investigadores se preguntaron: ¿cuál sería la respuesta del genoma humano ante las emociones positivas que se generan en los estados de bienestar y felicidad?
Para responder a dicha interrogante, los autores les tomaron muestras de sangre a 80 adultos sanos, para analizar la expresión de los genes de los glóbulos blancos que controlan gran parte de la respuesta inmune. Además, los participantes respondieron unos cuestionarios para determinar el tipo de felicidad que solían experimentar con mayor frecuencia. El equipo analizó el mismo perfil de expresión de los genes utilizado en los estudios previos sobre adversidad, para mapear los efectos biológicos, potencialmente, distintos de ambos tipos de felicidad.
Las personas que reportaron tener un propósito en la vida, más allá de la gratificación inmediata, por cierto, una minoría en relación al número total de participantes, presentaron un perfil favorable reflejado en el aumento de la expresión de genes productores de anticuerpos antivirales y un nivel bajo de marcadores o proteínas proinflamatorias como las citoquinas.
Por el contrario, los participantes que optaban con mayor frecuencia por el bienestar hedónico presentaron un resultado adverso que se reflejó en un incremento de los marcadores proinflamatorios asociados al desarrollo de cáncer, enfermedad cardiovascular, diabetes y procesos neurodegenerativos. Además, presentaron una disminución de la expresión de genes responsables de la producción de anticuerpos antivirales. Estos hallazgos revelan los costos ocultos del bienestar, predominantemente, hedónico.
Los diferentes tipos de felicidad usualmente coexisten. Cada voluntario del estudio presentaba elementos de ambas modalidades de bienestar, simplemente, con un predominio diferente.
Curiosamente, todos los participantes reportaron niveles parecidos de emociones positivas, independientemente, de la fuente del bienestar o felicidad, sin embargo, sus genes respondieron de manera diferente.
Una posibilidad que explicaría este hallazgo, señalan los autores, “es que las personas que experimentan principalmente bienestar hedónico consumen el equivalente emocional de las “calorías vacías”. Sus actividades diarias les proporcionan una gratificación inmediata, felicidad a corto plazo, sin embargo, a largo plazo, el predominio de este tipo de satisfacción produce consecuencias físicas negativas.
Este estudio nos revela que el genoma humano es muy sensible a las diferentes formas de alcanzar la felicidad y que nuestros genes se comportan como si tuvieran un sentido de la ética superior a nuestra mente consciente. Es obvio que los genes no pueden percibir o juzgar nuestra conducta, por lo tanto, el cambio que se observa en su expresión, probablemente, se deba a una estrategia evolutiva para favorecer a aquellos que trabajan por el bien común.
Al parecer, el legado y las enseñanzas de Aristóteles están todavía vigentes: vivir bien, obrar bien, tener un propósito noble que le dé significado a la vida, desarrollar nuestras capacidades, cultivar un sentido de conexión auténtico con los demás seres humanos que nos permita ser parte activa de la sociedad y optar por “el término medio”, su famosa teoría, según la cual la virtud se encuentra en el punto medio de dos extremos.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian