De acuerdo con un estudio publicado en la revista Neurology, en su edición en línea del 2 de mayo de 2012, comer alimentos que contengan ácidos grasos omega-3 como el salmón, las sardinas y las nueces se asocia a la reducción de los niveles de beta-amiloide en la sangre, una proteína relacionada con la enfermedad de Alzheimer.
El estudio fue realizado por un grupo de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Columbia en Nueva York.
El objetivo de la investigación fue evaluar la asociación entre la ingesta de determinados nutrientes y los niveles en sangre de la proteína beta-amiloide (AB40 y AB42).
Las placas de amiloide están constituidas por la proteína beta-amiloide y son una de las características principales de la enfermedad de Alzheimer. Se depositan entre las células nerviosas o neuronas. A medida que se forman y acumulan en determinadas zonas del cerebro, las neuronas sanas comienzan a funcionar con menos eficacia.
El daño progresivo de las conexiones entre las células nerviosas y su posterior destrucción y muerte causan pérdida de memoria, deterioro de la función cognitiva, cambios de personalidad y la dificultad que presentan estos pacientes de llevar a cabo las actividades cotidianas.
Alzheimer, beta-amiloide y omega-3
En el estudio participaron 1.219 personas mayores de 65 años, sin manifestaciones clínicas de demencia. Como parte de la investigación, los sujetos suministraron datos, a través de cuestionarios, durante un año, aproximadamente, sobre sus hábitos alimentarios y al finalizar ese período de tiempo, los investigadores analizaron los niveles de la proteína beta-amiloide en la sangre de cada uno de los participantes.
Los autores tomaron en cuenta, específicamente, 10 nutrientes de la dieta: ácidos grasos saturados, ácidos grasos poliinsaturados omega 3 y omega 6, ácidos grasos monoinsaturados como el aceite de oliva, vitaminas E, C, beta carotenos, vitamina B12, folato y vitamina D.
El estudio reportó que el consumo elevado de ácidos grasos omega-3 se asocia a niveles bajos de proteína beta-amiloide en sangre (AB42), un perfil relacionado con la reducción del deterioro cognitivo y del riesgo de desarrollar Alzheimer.
Los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 se consideran esenciales porque el cuerpo no puede producirlos. Por lo tanto, deben ingerirse a través de alimentos como los pescados grasos (el salmón, la sardina), las nueces, las semillas de linaza y el aceite de canola.
Los otros nutrientes de la dieta de los participantes no se asociaron a cambios en los niveles de beta-amiloide en sangre.
Con la finalidad de evitar confusiones, los investigadores consideraron, para el análisis del estudio, otros factores como la edad, la educación, el sexo, la raza, la cantidad de calorías consumidas, el alcohol y el gen APOE 4, uno de los factores de riesgo de la enfermedad de Alzheimer.
Los autores señalaron en un comunicado de prensa que “ingerir 1 gramo de ácidos grasos omega 3 al día (equivalente a la mitad de un filete o lomo de salmón a la semana), una cantidad mayor al promedio de lo que consumieron los participantes del estudio, se asocia a una reducción de 20% a 30% de los niveles de beta-amiloide en sangre».
Dieta mediterránea y Alzheimer
De acuerdo con otro estudio publicado en la revista J Alzheimers Dis., en el año 2010, y conducido por el mismo grupo de investigadores, los participantes que consumieron una dieta lo más parecida al modelo mediterráneo, que incluye muchas frutas, vegetales, nueces, pescados grasos y pocas carnes rojas y procesadas, al igual que poca mantequilla y productos lácteos no descremados, presentaron una disminución del riesgo de desarrollar enfermedad de Alzheimer durante un período de seguimiento de cuatro años.
Recomendaciones
Los autores del estudio reconocieron que los niveles de las proteínas de beta-amiloide en sangre reflejan, hasta cierto grado, la concentración de amiloide en el cerebro, por lo tanto, sugieren determinar, a través de futuras investigaciones, si la ingesta de los ácidos grasos omega-3 u otros nutrientes se asocian a cambios en los niveles de beta-amiloide en el líquido cefalorraquídeo y en el cerebro.
Los hallazgos de este estudio, así como los de investigaciones previas, sugieren que la enfermedad de Alzheimer no es, simplemente, consecuencia de la expresión de un gen determinado, sino de su interacción con factores ambientales como la dieta y el ejercicio. Esto plantea la posibilidad de que las personas predispuestas genéticamente puedan influir en la reducción del riesgo de desarrollar este padecimiento a través de la alimentación y la actividad física.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian