En el artículo pasado «Los diálogos internos como herramienta de integración personal» incluí un ejercicio para interpretar lo que nuestras voces internas nos dicen y lograr negociar acuerdos liberadores a partir de las opiniones contrarias que sostenemos. El ejercicio ilumina aspectos que sólo nosotros percibimos o sentimos. Son vivencias que forman parte de nuestro yo secreto -siempre en transformación – y que de nosotros depende que otros las conozcan.
En esta nueva entrega, nos enfocaremos en la carta de presentación con la cual nos mostramos a los demás: nuestro cuerpo y nuestras acciones. Los aspectos medibles de nuestro cuerpo – físicos, neurológicos, biológicos, bioenergéticos – nos permiten obtener indicadores de cómo estamos. Adicionalmente, nuestras acciones, actividades y logros son una muestra objetiva de una parte importante de nuestra vida. Esas evidencias observables frecuentemente las equiparamos con quienes somos. Sin embargo, nuestra complejidad humana abarca mucho más que esa fachada o comportamiento con los que inicialmente somos identificados.
¿Para qué nos sirve nuestro cuerpo?
Aparte de distinguirnos en una fotografía, nuestro cuerpo nos sirve de conector con nuestro yo interior, con los demás y con el mundo que nos rodea. Posibilita las múltiples relaciones entre las distintas dimensiones de nuestro ser. Es el contenedor de nuestras vidas y de nuestra historia ¿No es a través de nuestro cuerpo que expresamos nuestras emociones, conocimientos y voluntad para el hacer? Además, nos permite acceder a nuestra intuición, esa sabiduría que complementa lo que el razonamiento lógico e intelecto nos brindan para captar nuestro devenir.
Cuando aquilatamos estas cualidades, no podemos menos que asombrarnos de la poca o superficial atención que le brindamos. A pesar de que uno de los valores compartidos en nuestra cultura moderna es tener salud, tristemente reducimos su significado a la ausencia de enfermedad. Si no estamos enfermos, estamos bien. Nuestros hábitos y forma de vivir nos han acostumbrado a ignorar los aspectos más sutiles de lo que significa un estado de bienestar. Dos de estas dinámicas encubridoras de nuestro estado son el separar nuestras emociones, capacidad mental o energética de lo que está sucediendo en nuestro cuerpo, o en atribuir lo que nos sucede principalmente a causas externas.
No prestamos la atención requerida para detectar el desbalance que está ocurriendo en nuestro cuerpo evidenciado en síntomas particulares. Preferimos recurrir a medicamentos para aliviarlos y seguir ignorando a nuestro maravilloso aliado. Igualmente, un cuerpo sano, puede revelarnos cómo podemos estar mejor de lo que estamos, es decir: energizados, confidentes, animados, alegres y deseosos de conectarnos con otros.
¿Qué necesita mi cuerpo para aumentar su capacidad de bienestar?
Aparte de su particular carga genética, hemos ido adaptando nuestros cuerpos a nuestras exigencias, no siempre previendo las consecuencias en el largo plazo. Por ello lo mejor que podemos hacer es observarnos y detectar primeramente lo que pareciera que no está funcionando bien o que pudiera funcionar mejor. Después, al introducir cambios, observar nuestras reacciones. ¿Cómo nos sentimos? ¿Cuánta y qué calidad de energía tenemos? ¿Cuáles cambios percibimos?
Podemos empezar por preguntarnos:
- ¿Cómo me siento en mi cuerpo para hacer lo que hago en mi vida diaria?
- ¿Quisiera cambiar algo en mi vida y creo que mi cuerpo requeriría ajustarse para acompañarme en ese cambio?
Seguramente, al tratar de responder esto evidenciamos que nuestro cuerpo es solo una de las dimensiones de nuestra capacidad de bienestar. La energía que fluye dentro de nosotros además de física es emocional, mental y espiritual. Estas cuatro dimensiones son fundamentales y además se interrelacionan entre sí.
Si sentimos que nuestro cuerpo pudiera mejorar su contribución a nuestro bienestar y/o que en este momento un ajuste corporal es necesario para hacer posible los cambios que deseamos, es recomendable indagar con mayor profundidad. Para ello lo ideal es llevar un diario, al menos por quince días, y prestar atención a lo siguiente para poder precisar estos aspectos:
- ¿Tengo hábitos dietéticos y conductuales que, en general, tienden a desconectarme del presente, de mis emociones, de mí mismo o de otros? Por ejemplo, consumir mucho café, comer en exceso o apurado, comer viendo televisión, video juegos, o el celular.
- ¿Tiendo a realizar actividades o poseo patrones de conducta que exigen un esfuerzo excesivo a mi cuerpo? Por ejemplo, realizar actividades sin parar, dormir insuficientemente, trabajar o realizar actividades bajo alta presión por períodos largos de tiempo.
- ¿Tiendo a realizar actividades o poseo patrones de conducta que contraen, cierran o endurecen el cuerpo, sin incluir otras para compensar estos esfuerzos? Por ejemplo, realizar actividades físicas fuertes como correr, levantar pesas, deportes que exigen esfuerzos excesivos al cuerpo o rápidas respuestas de movimiento, estar mucho tiempo sentados en un escritorio o frente a la computadora.
¿Qué hacemos para compensar o balancear patrones negativos?
Las personas activan su cuerpo según sus patrones dominantes personales haciendo lo que les resulta más fácil o que requiere menor esfuerzo. Una persona activa busca hacer ejercicios aeróbicos, prefiere correr o hacer deportes que requieran esfuerzo físico y gasto calórico importante. Por el contrario, la persona que se moviliza poco evita ejercitarse, no le llaman la atención los deportes y en todo caso, tiende a buscar actividades como el yoga o caminar.
Un punto clave recomendado por expertos en entrenamiento, y que coincide con Loehr y Schwarts en torno al incremento de nuestra energía, es que necesitamos salir o variar los patrones habituales de ejercitación corporal. En el caso de la persona activa, se le recomendaría meditar, hacer yoga o sencillamente bajar las revoluciones con las que se mueve. Las personas más pasivas pudieran destinar inicialmente 20 minutos diarios para hacer ejercicios vigorosos o en intervalos e ir aumentando el tiempo hasta llegar a una hora.
La siguiente guía, producida por Integral Coaching Canada, nos brinda opciones del trabajo corporal apropiado, según los patrones de activación del cuerpo, para lograr esta compensación o balance energético:
Cuerpo muy tranquilo Clase de danza, aeróbicos
Cuerpo muy activo Meditación, caminar despacio
Cuerpo tenso o rígido Estiramientos, ejercicios de relajación
Cuerpo relajado, suelto Posturas de pie en yoga, entrenamiento con pesas, pilates
Muy expresivo Ejercicios de respiración, Tai Chi, Qi Gong
Muy contenido Cantar, danza árabe, danza africana
Energía de larga duración Aeróbicos de alta intensidad
Energía de corta duración Natación, caminar con diferentes velocidades
Papel de la nutrición en nuestro bienestar
Investigaciones recientes nos muestran avances asombrosos en la capacidad del cuerpo para regenerarse de dolencias que hasta hace unos años se consideraban no reversibles. Tal es el caso de la aterosclerosis que puede ser revertida con cambios en los hábitos de vida, principalmente dietéticos. En la Clínica de Reducción de Estrés en Massachusetts, Estados Unidos, fundada por Jon Kabat-Zinn se han documentado múltiples casos de enfermedades crónicas, donde el estrés es un factor crítico. Estas han podido ser eliminadas o sustancialmente mejoradas aplicando los Programas de reducción del estrés basados en mindfulness.
Mirador Salud ofrece dentro de su sección de nutrición múltiples artículos con un enfoque hacia la prevención, instándonos a conocer nuestro cuerpo y sus necesidades para darle el mejor cuidado posible. Es importante aclarar que un enfoque preventivo requiere la motivación para convertirnos en detectives de nuestra salud y estar dispuestos a experimentar nuevas opciones para nutrirnos. También requeriremos tener paciencia, porque los cambios obtenidos a través de modificaciones en nuestra alimentación se logran en un tiempo mayor que las intervenciones con medicamentos.
Para cerrar, les ofrezco dos enlaces del Instituto de Medicina Funcional a través de los cuales pueden acceder a una guía informativa y a una lista de alimentos para una dieta de eliminación. Ante alguna disfunción que estemos padeciendo y pensemos que está relacionada con nuestra alimentación, podemos iniciar una dieta de eliminación con la supervisión de nuestro médico. Esta consiste en seguir un régimen depurativo durante tres semanas, eliminando los alimentos con mayor incidencia en procesos inflamatorios. Luego, incorporarlos uno a uno, descartando aquellos que hacen retornar los síntomas que deseábamos eliminar.
Les deseo la mejor salud posible y de nuevo les reitero mi disposición a responder sus dudas o experiencias aplicando las prácticas sugeridas en estos artículos, a través de mi página web.
Jeannette Díaz
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores, apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches a nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a sus clientes en el logro de transiciones exitosas en el ámbito personal o profesional.