Un estudio, recientemente publicado en la revista Lancet Public Health y realizado en Francia, demuestra que los trastornos por consumo excesivo de alcohol (“heavy drinking”) son el principal factor de demencia, específicamente en la aparición temprana de la misma, lo que me motivó a escribir sobre el alcohol y su dilema, daños y beneficios para la salud, a pesar de lo delicado y complejo del tema.
En esta investigación fueron evaluadas 1.109.343 historias clínicas de personas con alguna forma de demencia, que fueran mayores de 19 años y egresadas de hospitales franceses entre 2008 y 2013. Esta cifra correspondió al 3,5% de más de 31 millones de egresos hospitalarios durante ese período, de los cuales el 65% fueron mujeres y el 35% hombres.
La demencia para este estudio fue definida como cualquier diagnóstico de demencia que apareciera en la historia clínica, entre la cuales están daño cerebral relacionado al alcohol, demencia vascular asociada con factores de riesgo como el cigarro, hipertensión, hiperlipidemia y diabetes, y otros tipos que incluyen la enfermedad de Alzheimer. Igualmente, se incluyeron las enfermedades degenerativas del sistema nervioso, la leucoencefalopatía vascular progresiva y la senilidad. Así mismo, fueron excluidos aquellos pacientes con tipos raros de demencia como la enfermedad de Parkinson y Huntington, entre otros.
Los trastornos por consumo de alcohol identificados en la historia clínica en el egreso fueron ubicados en dos categorías: desórdenes mentales y trastornos de conducta, previos o actuales, debido al alto y crónico consumo de alcohol, incluidas las enfermedades crónicas atribuidas al alcoholismo como daños hepáticos, el síndrome Wernicke-Korsakoff (deficiencia de vitamina B1 – tiamina), epilepsia, cirrosis hepática y otras condiciones. Es decir que el consumo alto y crónico de alcohol (“heavy drinking”), para los efectos de este artículo, se podría calificar como alcoholismo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al alcohólico (“heavy drinker”) como aquella persona que consume diariamente más de 60 grs. (6 o más bebidas estándar) de alcohol puro para el hombre y más de 40 grs. (4 o más bebidas estándar) para la mujer.
La mayoría (86%) de las demencias fue diagnosticada en el grupo de los alcohólicos, el 3% fueron atribuidos a daño cerebral debido al alcohol y el 5% fue atribuido a otros tipos de trastornos mentales como Alzheimer. La demencia precoz, definida por su inicio en menores de 65 años, fue diagnosticada en el 5% del total, de los cuales el 65% fueron hombres; es decir que los hombres padecen más de demencia precoz. La misma fue relacionada a daño cerebral en el 39% de los casos y a otros tipos de trastornos en el 18%.
En resumen, el estudio encontró una marcada asociación entre los trastornos por alto consumo de alcohol (alcoholismo) y todos los tipos de demencia, particularmente con la demencia precoz, ya que el 57% de los que presentaron demencia precoz tenían problemas de alcoholismo.
Este hallazgo sugiere que el problema de la demencia asociada al consumo de alcohol es mayor de lo que se pensaba, comentan los autores, en un país donde el 16.7% y el 5,4% de los franceses, hombres y mujeres respectivamente, padecen trastornos de alcoholismo. Concluyen que estos desórdenes deben ser reconocidos como un riesgo alto para todos los tipos de demencia con un efecto probablemente mayor al que causan el cigarrillo, la depresión y la hipertensión.
En este contexto, es necesario llamar la atención sobre la categoría recientemente descrita como demencia alcohólica – “alcolohol-related dementia”- (ARD, por sus siglas en inglés), que podría corresponder a lo definido como trastornos por alto y crónico consumo de alcohol, “heavy drinking” o alcoholismo, causantes de demencia. El ARD, una condición que implica que beber en exceso, es muy poco reconocida como una entidad clínica distinta y poco tomada en cuenta en la literatura científica y los medios de comunicación, quizás debido a dudas en la sintomatología, etiopatogenia y fisiopatología típica del ARD por no estar claro si la causa de demencia se debe a la neurotoxicidad del alcohol, o a la deficiencia de tiamina (vitamina B1) que en sí misma es un factor de demencia o a factores multifactoriales que podrían incluir tipo de alcohol y patrón de consumo. En una reciente revisión se concluye que existe una relación entre el ARD y un deterioro cognitivo que con la abstinencia y rehabilitación puede detenerse o incluso revertirse hasta cierto punto. Agregan los autores que se debe profundizar la investigación en las pruebas de diagnóstico y la definición de deterioro cognitivo, así como en el reconocimiento del ARD como un problema escondido y epidémico que necesita el abordaje de acciones urgentes. Igualmente, es importante diferenciarla de otros tipos de demencia.
Por otra parte, el consumo de alcohol ha sido considerado beneficioso para la salud a lo largo de la historia. Pero, algunos estudios han mostrado resultados distintos en este sentido. Mientras que algunos estudios muestran un posible beneficio del consumo bajo o moderado de alcohol, otros trabajos han encontrado riesgo de la demencia en el alcohólico (“heavy drinker”).
Por ejemplo, se conoce que el bajo o moderado consumo de alcohol (un trago diario para la mujer y dos para el hombre) es beneficioso para la salud. Igualmente, se ha observado que la ingesta moderada de alcohol, sin especificar el tipo y patrón de consumo, podría disminuir el riesgo de Alzheimer, aunque no hay evidencias de que los abstemios deban consumirlo para prevenir la demencia. Otros estudios han encontrado un riesgo reducido de demencia en personas que beben poco o en bebedores moderados comparados con los abstemios; igual relación se encontró entre bebedores de vinos y la enfermedad de Alzheimer.
Los estudios sobre cerveza y vino no muestran evidencias de daño en las afecciones crónicas y si muestran beneficios contra la enfermedad cardiovascular, incluso se compara el efecto protector de la dieta mediterránea y la del vino. Por otra parte, el alcohol promueve procesos antiinflamatorios y antioxidantes, así como protección cardiovascular.
Hasta ahora, la mayoría de los estudios sobre la relación alcohol-demencia han sido dirigidos a evaluar los beneficios potenciales del consumo moderado del alcohol en la reducción del riesgo de demencia y, aunque, se conoce la relación dañina entre el consumo alto de alcohol y la función cognitiva y daño cerebral, existen pocas investigaciones en este sentido.
Más aun, como señalan los autores del artículo, el alcohol no fue incluido como factor de riesgo de demencia por la Comisión de Lancet que trató la prevención, intervención y cuidado de la demencia que fue publicado en 2017 y reseñado en MiradorSalud en el artículo titulado: “Expectativa de vida, demencia y prevención”. Probablemente, esta omisión se deba al concepto de demencia utilizado donde no fue incluido el ARD, entidad poco estudiada como ya fue mencionado.
En general, el alto y crónico consumo de alcohol tiene efectos negativos en la capacidad cognitiva como el deterioro de la memoria y de la función ejecutiva amén de daño en la región frontal. Efectos que pueden ser reversibles por medio de la abstinencia mediante mecanismos de neuroplasticidad. Razón por la cual, los resultados de este trabajo, de acuerdo a los Profesores Ballard C y Lang I, son tremendamente importantes en la relación alcohol-demencia, donde el alcoholismo es un riesgo modificable, cuya eliminación puede servir como prevención.
En conclusión, la relación del alcoholismo y demencia es compleja y del tipo J que disminuye al inicio y aumenta con el tiempo, por lo que se necesitan más estudios ya que los efectos del alcohol en la función cognitiva son múltiples donde factores directos e indirectos, la predisposición genética y factores ambientales. Por lo demás, se requiere estudiar el papel que juega el nivel y tipo de alcohol consumido en el riesgo de la demencia precoz, así como la realización de intervenciones para conocer datos sobre alcoholismo y/o demencia alcohólica o ARD y, la implementación de tratamientos para reducir este gran problema de salud pública.
Al final, se podría decir que el consumo bajo o moderado de alcohol unido al ejercicio frecuente, una mente activa, una dieta saludable rica en frutas y vegetales, la práctica de mindfulness, el no fumar y mantener una presión arterial normal, entre otros factores, podrían conducir a un cerebro saludable a medida que envejecemos.
Irene Pérez Schael
Nota: Artículos publicados en MiradorSalud sobre el alcohol.