Cambio climático y salud. Los desastres asociados al cambio climático están aumentando en intensidad en todo el mundo. Eventos extremos como olas de calor, tormentas e inundaciones, huracanes, sequías sostenidas e incendios forestales, ya están teniendo un fuerte impacto negativo en la salud pública produciendo hambruna, inseguridad alimentaria, desnutrición, infecciones gastrointestinales y respiratorias, contaminación del aire y el agua, alteración de los sistemas alimentarios, aumento de las zoonosis y enfermedades transmitidas por los alimentos/agua, y por vectores, aumento de las tasas de mortalidad, problemas de salud mental, y exacerbación de la pobreza y las desigualdades sociales.
Según la Organización Mundial de la Salud, los daños para la salud causados por esta crisis de cambio climático en curso, es la mayor amenaza para la salud a la que se enfrenta la humanidad. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) ha llegado a la conclusión de que, para evitar impactos sanitarios catastróficos y prevenir millones de muertes, el mundo debe limitar el aumento de la temperatura a 1.5 °C. La crisis climática amenaza con deshacer los últimos cincuenta años de progreso en materia de desarrollo, salud mundial y reducción de la pobreza, y con ampliar aún más las desigualdades sanitarias existentes en las poblaciones.
El cambio climático ya está afectando a la salud de muchas maneras. La figura que ilustra este artículo muestra los efectos más importantes del cambio climático (aumento de las temperaturas, clima más extremo, aumento del nivel del mar, y aumento de los niveles de dióxido de carbono), su efecto por la exposición a estos cambios, y los resultados de salud que pueden surgir productos de estas exposiciones.

Climate Effects on Health. https://www.cdc.gov/climateandhealth/effects/default.htm
El título del informe de 2021 de The Lancet Countdown (colaboración internacional que monitorea de forma independiente las consecuencias para la salud de un clima cambiante, nos debe alertar y mover a la acción: Código rojo para un futuro saludable.
Cambio Climático y sistemas alimentarios. El cambio climático natural e inducido por el hombre afecta a casi todos los aspectos de la sociedad, incluidos los sistemas alimentarios. Un Informe Especial del IPCC sobre el cambio climático, la desertificación, la degradación de la tierra, la gestión sostenible de la tierra, la seguridad alimentaria y los flujos de gases de efecto invernadero en los ecosistemas terrestres, en su Capítulo 5: Seguridad Alimentaria, nos conduce directamente a los sistemas alimentarios. Si bien el calentamiento global agravado por los desastres naturales relacionados con el clima afecta la capacidad de producir suficientes alimentos de calidad nutricional para alimentar a nueve mil millones de personas, los sistemas alimentarios representan entre 21 y 37 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) y contribuyen a la degradación ambiental y de la biodiversidad y la deforestación {5.4}. Por lo tanto, la comunidad mundial necesita hacer un cambio radical para garantizar que los sistemas alimentarios sean sostenibles para la salud humana y planetaria.
El cambio climático puede influir en las dietas y la nutrición a través de varias vías. El aumento de las temperaturas, las lluvias erráticas y los fenómenos meteorológicos extremos afectan el potencial de rendimiento de los cultivos, lo que conlleva a una mayor inseguridad alimentaria y financiera. Los países de ingresos bajos y medianos (LMIC, por sus siglas en inglés) de África y el Sudeste Asiático experimentarán las mayores reducciones en la disponibilidad de alimentos, lo que provocará de acuerdo al muy analizado estudio de modelación de Springmann et al, una disminución de las muertes atribuidas al sobrepeso y la obesidad y un aumento de las muertes atribuidas a la insuficiencia ponderal (bajo peso para la edad). La calidad nutricional de ciertos granos y legumbres también disminuirá con una concentración elevada de CO2 en la atmósfera, lo que aumentará el riesgo de deficiencia de zinc y hierro entre los casi dos mil millones de personas que viven en los LMIC, cuya absorción de zinc y hierro depende ~70% de estos cultivos. En los países de ingresos altos (HIC) y los LMIC del Pacífico Occidental, la reducción del consumo de frutas y hortalizas asociada al cambio climático, según el modelo, será el principal factor de riesgo de las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta, por ejemplo, diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos cánceres, y muerte.
Según el IPCC, la producción de frutas y hortalizas, un componente clave de las dietas saludables, es muy vulnerable al cambio climático (Capítulo 5: Seguridad Alimentaria. Resumen Ejecutivo). Se prevén disminuciones en los rendimientos y la idoneidad de los cultivos con temperaturas más altas, y sequía, especialmente en las regiones tropicales y semitropicales. El estrés por calor reduce el cuajado de los frutos y acelera el desarrollo de hortalizas anuales, lo que resulta en pérdidas de rendimiento, deterioro de la calidad del producto y aumento de la pérdida y el desperdicio de alimentos. Las temporadas de crecimiento más largas podrían permitir cultivar una mayor cantidad de plantas y contribuir a mayores rendimientos anuales, sin embargo, algunas frutas y hortalizas necesitan un período de «acumulación de frío» para producir una cosecha viable, y los inviernos más cálidos pueden constituir un riesgo. {5.2.2}, tal como está sucediendo en la actualidad en España por la sequía y altas temperaturas.
Si bien la cantidad y la calidad de los alimentos disminuirán, el precio de los cultivos básicos aumentará, lo que reducirá la asequibilidad de una dieta accesible y nutritiva, en particular para las poblaciones de bajos ingresos. Esta reducción de la asequibilidad de los alimentos se verá agravada por un aumento de las pérdidas económicas (por ejemplo, la pérdida de medios de subsistencia) relacionadas con el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos. En 2020, dos mil millones de personas padecían inseguridad alimentaria y tres mil millones no podían permitirse una dieta saludable. En 2021, la cifra ascendió a 2.308,5 millones de personas en inseguridad alimentaria. En 2019, cada aumento de temperatura de 1 °C se asoció con un aumento global del 1.64 % en la probabilidad de sufrir inseguridad alimentaria grave, lo que a su vez genera malnutrición (tanto desnutrición como sobrepeso/obesidad) y enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación, como se observa en la figura:

Efectos del cambio climático en las enfermedades asociadas a la nutrición. https://www.nature.com/articles/s41572-021-00329-3
Como resultado, la respuesta de emergencia al cambio climático y la mitigación a largo plazo se han vuelto extremadamente urgentes. Las agencias de las Naciones Unidas (ONU) y muchos gobiernos están desarrollando agendas de estrategias para prevenir aún más las diversas catástrofes de salud pública inducidas por el cambio climático que están causando desplazamientos internos masivos y migraciones transfronterizas.
La nutrición materna e infantil debe estar en el centro de las agendas de cambio climático
Las mujeres, los bebés y los niños son muy vulnerables al cambio climático. Sin embargo, las agendas gubernamentales y de la ONU no están prestando suficiente atención al impacto desproporcionado que tiene el cambio climático y la seguridad alimentaria y nutricional y en la salud de mujeres, bebés y niños que viven en entornos de bajos ingresos.
La salud materna, fetal, neonatal e infantil se ve afectada de manera desproporcionada por los brotes cada vez más frecuentes de enfermedades infecciosas relacionadas con el cambio climático. El potencial de propagación de diversos patógenos transmitidos por el agua, el aire, los alimentos y los vectores, aumenta aún más la carga de la desnutrición, especialmente entre las mujeres, bebés y niños. La inseguridad alimentaria y las hambrunas inducidas por el cambio climático impiden que las mujeres, los bebés y los niños satisfagan sus necesidades nutricionales y reciban la atención primaria de salud necesaria, lo que pone en riesgo su salud y desarrollo. Si las mujeres embarazadas no satisfacen sus necesidades nutricionales, su salud y bienestar se ven afectados negativamente junto con un mayor riesgo de dar a luz bebés con bajo peso al nacer y resultados de salud adversos a largo plazo para su descendencia. La inseguridad hídrica resultante de sequías frecuentes y severas y el colapso de la infraestructura sanitaria está fuertemente relacionada con la inseguridad alimentaria que afecta a mujeres y niños de manera desproporcionada. Las desigualdades de género predominantes en los países de ingresos bajos y medianos a menudo se cruzan con otras vulnerabilidades que limitan el poder de decisión de las mujeres y las niñas, lo que dificulta su acceso a los recursos y servicios básicos y su capacidad para gestionar y recuperarse de los impactos de los desastres relacionados con el clima.
La InterAcademic Partnership (IAP) y “Save the children”
La InterAcademic Partnership (IAP), la red global de academias de ciencia, ingeniería y medicina acaba de anunciar una nueva colaboración con la ONG Save the Children para desarrollar un libro de estudios de casos que ilustren soluciones con enfoque de sistemas para el cambio climático y las políticas de salud:
https://www.interacademies.org/news/open-call-climate-change-and-health-policy-case-studies
La iniciativa se basa en el proyecto IAP ‘Cambio climático y salud’, así como en la nueva iniciativa estratégica de Save the Children ‘Clima y salud: acelerar la acción sobre el clima con beneficios para la salud’, documento en el que se enfatiza que el cambio climático ya está afectando negativamente la supervivencia, la capacidad de aprender y la protección de los niños, algo que se espera que continúe a lo largo de sus vidas, y nos remite a este impresionante cuadro:
Las presentaciones de resúmenes de estudios de casos deben realizarse utilizando el formulario en línea, antes del 31 de mayo de 2023.
Algunas reflexiones
Para evitar más impactos del cambio climático y su impacto desproporcionado en el bienestar de las mujeres y los niños, es crucial transformar los sistemas alimentarios actuales que no son sistemas alimentarios saludables y sostenibles de modo que apoyen la lactancia materna y el acceso a alimentos y bebidas saludables y asequibles, antes de la concepción y durante el embarazo, la lactancia y la primera infancia. Dado lo crucial que es la diversidad dietética para una alimentación saludable a lo largo de la vida, la nueva generación de sistemas alimentarios saludables y sostenibles debe construirse teniendo en cuenta prácticas agrícolas sostenibles y equitativas que prioricen la biodiversidad.
Las estrategias para mitigar las consecuencias del cambio climático deben colocar al frente y al centro, la necesidad de proteger la seguridad alimentaria y la nutrición de las mujeres, los bebés y los niños pequeños. Se necesita una perspectiva de equidad ya que el cambio climático está exacerbando las desigualdades existentes al tener un impacto desproporcionado en los países de ingresos más bajos (responsables de menos del 4 % de los gases de efecto invernadero que causan el cambio climático; y entre las mujeres y dentro de los países, en los segmentos de población más pobres.
Esto nos lleva a pensar en Venezuela y cómo nos está afectando el cambio climático, en un país sin datos, sin políticas efectivas en materia de cambio climático, en el que por citar solo un ejemplo, vemos perplejos el impacto ambiental y las consecuencias de salud, económicas y sociales de la extracción de oro en los frágiles ecosistemas de los estados Amazonas, Bolívar y Delta Amacuro, un país que tuvo la mayor prevalencia de subalimentación (22.9%) de Sudamérica en el trienio 2029-2021 y en el que la prolongada crisis humanitaria ha causado daños considerables al crecimiento infantil. Además, un país muy desigual, que está en el continente más desigual del mundo y que para 2022, es el país más desigual de América, con grandes brechas que separan a los distintos estratos sociales, comparables con las de Namibia, Mozambique y Angola. Con respecto a cambio climático, es importante recordar que desde el año 2014, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (ACFIMAN), desarrolla evaluaciones basadas en información de publicaciones revisadas por homólogos y, cuando existe documentación apropiada, en publicaciones oficiales y privadas a través de la Secretaría Académica de Cambio Climático que elabora reportes académicos y documentos técnico apoyándose en la labor de expertos de todas las regiones del país.
Mucho para reflexionar y para movernos a la acción.
María Soledad Tapia