Socialmente hemos asumido la ira como una emoción indeseada y, supuestamente, lo mejor que podemos hacer cuando somos tomados por la rabia es doblegarla o canalizarla. De allí el éxito de los programas de manejo de la agresividad y del “mindfulness” para aprender formas de controlar expresiones de ira, antisociales y dañinas.
Quise ampliar los límites de esta perspectiva, seleccionando dos puntos de vista adicionales para entender mejor la situación venezolana y buscar esclarecer las preguntas que cotidianamente nos hacemos ante el estancamiento de nuestra situación política. ¿Será que estamos anestesiados y no percibimos claramente lo que nos pasa; ¿será qué hemos convertido las dificultades desmedidas que se viven en una nueva normalidad?, ¿por qué no reaccionamos y logramos modificar esta situación? Definitivamente no hay respuestas fáciles ante este problema complejo donde se entremezclan lo personal y lo colectivo, compartiendo variables políticas, socio-culturales, y por supuesto, económicas, producto de nuestra evolución histórica como país.
Opté primeramente por revisar el clásico “Los cuatro gigantes del alma«: el miedo, la ira, el amor y el deber del destacado psiquiatra hispanoamericano Emilio Mira y López. Él nos plantea que el ser humano es movido naturalmente por impulsos de preservación y de expansión de su ser. Estos impulsos se manifiestan primeramente en deseos, luego claramente en ganas y si éstas no son satisfechas, en imperiosas e impulsivas necesidades de huida, de ataque o de posesión, de acuerdo al papel que cumplen nuestras tres emociones primarias: el miedo, la ira y el amor.
Sin embargo, desde hace muchos siglos, los seres humanos constituyen grupos y por ende entra en juego otra inmensa fuerza predominantemente represiva de las anteriores, conocida comúnmente como ley, obligación, costumbre, norma, tradición y que denominamos globalmente como «deber». Aunque no se pueda considerar a esta nueva faz en el mismo plano que las anteriores por no ser congénita, ni cabe clasificarla como emoción, tiene la fuerza de conmocionar al ser humano. Al igual que el miedo, la ira o el amor, el deber como “gigante social” puede parangonarse con los otros tres gigantes “naturales”, derivándose de ellos y conteniendo algo de cada uno en una singular textura.
Como segundo punto de vista complementario, quisiera referirme a una cara poco conocida de la ira, deslastrándole – junto a sus derivados incrementales como la rabia y la cólera – de su calificación mayormente negativa. En su charla TED, Ryan Martin experto investigador de la ira, la describe como una poderosa y saludable fuerza en nuestra vida. Nos recuerda que el miedo y la ira nos proporcionaron una ventaja evolucionaria que nos permitió nuestra inicial sobrevivencia en el planeta. El miedo nos servía de alerta a los peligros y la ira nos motivaba a defendernos ante la injusticia. Nos plantea qué al sentirnos maltratados de cualquier forma, no sólo tenemos el derecho de estar enojados, sino que es correcto estarlo. La ira además funge de motivador, nos energiza para movilizarnos. Ahora bien, para generar una respuesta eficiente es importante poder regular ese torrente energético, en este caso la ira, la cual en forma incontrolada nos puede convertir en feroces bestias humanas. Por su parte, Mira y López expresa que no se puede sentir ira sin antes haber sentido miedo. Cuando surge un obstáculo, cuando algo vulnera nuestro yo y en algún modo lo limita o menosprecia, el vernos limitados, entorpecidos o fracasados en nuestro propósito enciende la chispa de la iracundia.
Volviendo al caso Venezuela pareciera que nos encontramos ante una dinámica colectiva nefasta entre el gigante negro (el miedo) y el gigante rojo (la ira). Aunque se percibe mucha rabia en la población ante las injusticias y abusos algo pareciera detener a las personas o motivarlas a huir de la situación, física o psicológicamente. Es bueno recordar que la situación colectiva surge de una interacción de procesos individuales.
Mira y López describe distintos disfraces del miedo y algunos, a mi juicio, son particularmente pertinentes para describir aspectos que desde lo personal influencian la acción colectiva en estos tiempos. Hay que tomar en cuenta que el ser humano sufre no solamente el miedo ante la situación absoluta, concreta, presente y dañina, sino ante los signos que quedaron asociados a ella. Por ello no nos debe sorprender el nivel de parálisis que hemos sufrido y que es necesario enfrentar.
Destaco dos de los disfraces de personas que tienen miedo: tomar una actitud escrupulosa o una pesimista. Quien se considera escrupuloso aparenta un anhelo de perfección, casi nunca alcanzable en la práctica, no sólo impide el curso natural de los acontecimientos, sino que generalmente realiza una acción negativa o destructiva en su ambiente; su conducta lleva el sello paralizante – típico del miedo – y, además, el sello destructivo típico de la ira. El pesimista por su parte es quien en el fondo quiere algo y no se atreve a luchar por ello (cobardía). Así trata de autoengañarse con la idea de que su consecución es imposible e inefectiva.
Conclusiones temporales
No podemos pretender dar conclusiones definitivas o recetas mágicas que ayuden a desmantelar la bomba de tiempo conflagrada por el Gigante Negro y el Gigante Rojo a nivel personal y colectivo. Pero sí hemos recogido algunas afirmaciones que pueden servirnos para la reflexión y diseño de pasos eficientes para lograr individualmente y luego en colectivo el cambio favorable que la mayoría de venezolanos deseamos.
.- La ira es una fuerza poderosa y saludable en nuestras vidas
Para que genere resultados positivos se debe canalizar apropiadamente. De allí que los ejercicios de «Mindfulness» o de Comunicación no Violenta entre otros para aprender a comunicarse con mayor eficiencia, canalizando la rabia.
.- Convertir la ira en una fuerza creadora.
a) Estimulando la curiosidad como medio para conocer la realidad y brindar cierto dominio de la situación.
b) Combatiendo el malhumor, para ello debemos podernos de acuerdo con nosotros mismos internamente.
.- Las críticas constructivas deben cumplir con estas 4 condiciones básicas:
a) Ser hechas desde un punto de vista estrictamente comprensivo y humano, es decir, tomando como pauta no un «deber ideal» sino una «posibilidad real».
b) Ser objetivas, esto es, basadas en hechos comprobados y comprobables.
c) Ser francas, es decir, dirigirse directamente al autor y sólo a él, pues con ello se le da la posibilidad de enmienda o defensa.
d) Ser constructivas, o sea, indicar los caminos de perfección a usar en cada caso.
.- La acción es el antídoto del miedo
Es importante destacar que las actuaciones iniciales se deben llevar a cabo dentro de sí. El miedo a la acción exterior surge si se carece de un plan previo y seguro de acción. Por tanto, debemos de empezar por reconocer en cada uno de nosotros los disfraces exteriores preferidos de su miedo y disponerse para la acción. En el caso de los pesimistas, el mejor remedio es ocuparse de la acción y no preocuparse del logro.
.- Al transformar la iracundia destructiva y anuladora en impulso constructivo y progresivo se logrará como señala Emilio Mira y López:
“…Entonces, el gesto hosco y el ademán agresivo se transformarán en movimiento firme y en un ceño atento. Y las manos no estrangularán, sino moldearán. Y las lenguas no calumniarán, ni insultarán, sino cantarán la alegría de ascender hacia los planos de la creación, pasando del fuego quemante al calor fecundante, y del golpe hiriente al contacto productivo o formador”.
Jeannette Díaz
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canada. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches en el nivel Profesional (PCC). Actualmente trabaja como coach, ayudando a profesionales creativos, arquitectos y emprendedores a cerrar la brecha entre sus expectativas y logros alcanzados. Página web de Jeannette Díaz