En busca de respuesta a preguntas como: ¿cuál es la relación entre la mente y el cerebro?, ¿tiene la mente una realidad material? ¿cómo aprendemos y recordamos?, ¿está la mente relacionada con las emociones?, ¿puede pensar una computadora? o ¿es la mente únicamente un procesador de información?
Introducción filosófica
Hablar sobre la mente es algo absolutamente complejo porque tiene muchos vértices; entre ellos se encuentran la filosofía, el vértice cognitivo, la neurobiología, la psicología, la lingüística, la informática, la religión o la inteligencia artificial, meramente para mencionar algunos de los campos del saber que nutren a la mente. En paralelo, se intercambian el concepto de mente con la consciencia, amén de comúnmente unirla con el alma y el espíritu, a lo que no nos referiremos.
Uno de los ámbitos considerados más problemáticos es el vínculo cerebro-mente, el cual nos permite – mediante su organicidad sumado al laberinto neurológico – pensar, tener consciencia del sí mismo y del entorno, saber lo que conocemos o sabemos. Este problema filosófico está aún por resolver, aunque existen varias teorías neurobiológicas que abren caminos en este sentido.
La relación mente-cerebro nace desde tiempos inmemorables. En la época de los filósofos griegos, Platón defiende el dualismo mente/cuerpo basándose en la sobrevivencia del alma después de la muerte que indica que son entes separados. En cambio, Aristóteles postula como principio de vida un cuerpo habitado por un alma o espíritu que no se contraponen. Luego, siguen en la edad media los escolásticos cuya filosofía reconoce a Dios a partir de la razón pura donde la religión ocupa un lugar importante. Con René Descartes y su famoso “pienso, luego existo”, comenzó la historia moderna del pensamiento, se arraiga el dualismo entre el pensamiento y el alma y, además, se implanta el racionalismo occidental que aún existe hoy.
Este dualismo filosófico, observado en cuerpo/alma, materia/espíritu, objeto/sujeto, causalidad/intencionalidad, objetividad/subjetividad…, es interesante porque refleja la necesidad del hombre de ubicar la mente en algún lugar del cerebro y preguntarse cómo se relaciona con la consciencia, lo espiritual, lo cognitivo, entre otros conceptos subjetivos como lo doloroso del dolor, el aroma de una rosa o la rojez del rojo…
Aunque el dualismo sigue sin ser definitivamente resuelto, con los progresos en el área de las neuroimágenes y computación, no solo podemos visualizar, asociado a una tarea, la conformación del cerebro en conjunto, sino que puede ser estudiado por partes o fracciones.
Es así que, desde el punto de vista de la naturaleza biológica y fisiológica de la mente existen investigaciones que solo mencionaremos rápidamente, que intentan unir en un todo la relación mente-cerebro. Entre estas se encuentran las investigaciones del mundo de los fractales que son patrones geométricos cuya estructura básica, fragmentada o aparentemente irregular, se repite a diferentes escalas como copias de sí misma, como es la verdura brócoli, cuyas ramas son versiones similares desde la flor completa hasta sus ramas más pequeñas. Aplicando esta teoría se ha estudiado la organización en fractales de las redes neuronales cuando ocurren pensamientos muy complejos; por ejemplo, cuando nos llegan ideas muy complicadas que se pueden unir en conceptos, contextos y experiencias globales se producen patrones de interacciones cerebrales que se reflejan simultáneamente en distintas escalas en un “todo” que se repite; o sea no hay separación entre cerebro y mente.
Otro caso es el de la física cuántica que trata de explicar la naturaleza de la mente mediante la búsqueda de sus correlatos neuronales con sus fundamentos. Los conceptos cerebro cuántico, mente cuántica y consciencia cuántica han ganado mucho terreno en la neurobiología del cerebro. Se está profundizando en varios aspectos como son si la física cuántica opera o no en las estructuras biológicas y, entre otros, la psicopatología cuántica que estudia las patologías como la depresión, ansiedad, demencia, esquizofrenia o alucinaciones en el marco de una teoría del cerebro cuántico. No obstante, no profundizaremos en estos mundos tan complejos. La idea es saber que existen y trabajan en el camino para resolver la dualidad mente-cerebro.
Finalmente, el cerebro humano es demasiado competente y calificado si consideramos cuánto es la porción de datos que tenemos en nuestra cabeza, partiendo de que nuestro cerebro tiene entre 85 y 100.000 millones de neuronas que se comunican entre sí por medio de 150.000.000 millones de sinapsis en un laberinto neuronal que almacena e intercambia información. ¿Podríamos tener una vaga idea de la inmensa magnitud, complejidad y funcionabilidad de nuestro cerebro y de nuestra mente? El video que aparece en un artículo sobre la comunicación entre las neuronas a través de la sinapsis se puede observar la maravilla de la tamaña complejidad de nuestras neuronas.
Si bien, los saberes sobre el cerebro y la mente son muy extensos, aquí nos dedicaremos, sin más, a la mente y a su relación con la consciencia, percepción, emoción y sentimiento.
Mente, consciencia y percepción
La mente es parte indisoluble del cuerpo. En nuestro cerebro existe una increíble representación de nuestro organismo debido a que la mente trabaja con la información que llega a nuestro sistema nervioso procedente de los sentidos que son parte de nuestra anatomía. Al mismo tiempo, por medio de su función cognitiva, entonces, la mente convierte esa información sensorial, sea el caso de un sonido, de una visión o de una palabra en pensamientos complejos con el fin de comprender la totalidad del fenómeno sucedido; así que, según lo que acontece a cada instante, nuestro cuerpo recibe información sensorial, la trasmite a nuestro cerebro donde es procesada y se producen pensamientos que surgen de patrones coordinados de interacciones entre las redes neuronales, de manera que la información es integrada, evaluada y resuelta. Es importante saber que estos patrones cambian a medida que suceden nuevas experiencias; así pues, nuestra mente no es estática y veremos el por qué.
Por otro lado, la consciencia no es lo mismo que la mente, aunque algunos las confunden. La mente es el proceso de un conjunto de información que proviene sensorialmente del entorno ya sea externo o interno; por el contrario, la consciencia es un estado, más no es un proceso, que nos permite darnos cuenta de nuestra propia existencia, de la de los otros y de las cosas que pasan en el mundo en que vivimos.
A la naturaleza de la mente-consciencia debemos agregarle la percepción, la cual es la forma en la que el cerebro interpreta las sensaciones que recibe a través de los sentidos para formarse una impresión inconsciente o consciente de la realidad física de su entorno. Es un proceso constructivo por medio del cual organizamos las sensaciones con la idea de captar conjuntos o formas dotadas de sentido.
En otras palabras, la recepción de la información es moldeada a partir de nuestra percepción y del conocimiento adquirido a través de las experiencias unido a nuestras características subjetivas como creencias y valores. La integración de nuestras experiencias o nuestro pasado con la información sensorial nos permite valorar el mundo. Es así que todo este conocimiento que modela mi percepción es producto de mi historia, creencias, experiencia y de mi aprendizaje por lo que es único, pero a la vez universal, como ocurre con los fractales.
En concreto, nuestra mente tiene la capacidad para asimilar y procesar los datos que nos llegan por diferentes vías (percepción, experiencias, creencias…) con la función de convertirlos en conocimiento mediante procesos cognitivos como atención, aprendizaje, memoria, lenguaje, razonamiento, toma de decisiones que luego se traducen en comportamiento.
A lo expuesto es importantísimo señalar que sin nuestro cuerpo como almacenador y receptor del mundo sensorial (externo e interno), no podríamos ser conscientes, ni pensar. Cuando nos sumergimos en el mundo complejo de la mente no la podemos separar tampoco del cuerpo.
En el artículo “¿Cómo funciona la mente”? publicado en MiradorSalud en enero de 2020 describimos de una manera simplificada y esquemática el funcionamiento de la mente a través de dos mecanismos: 1. automático (estímulo externo/ambiente /experiencia à sentir àconducta automática/impulsiva) y 2. El pensar como así lo denominamos (estímulo externo/ambiente/experiencia à pensar àsentir à decidir àconducta racional). Todo esto sucede gracias a la neurogénesis y neuroplasticidad de la mente.
Antonio Damasio: emoción y sentimiento
Antonio Damasio es un distinguido neurocientífico portugués-estadounidense, profesor de neurociencia, filosofía y psicología en la Universidad del Sur de California y en el Instituto Salk y es el director del Brain and Creativity Institute. Su área de investigación es la neurobiología, estudia los sistemas que subyacen a la emoción, memoria, sentimientos, consciencia, lenguaje y toma de decisiones y ha trabajado intensamente en los correlatos neuronales con las emociones y sentimientos. Desde la neurobiología, profundizó y estudió lo que pasaba en nuestro cerebro y mente con la emoción y el sentimiento. Ahora, él nos aclara que no todo está exclusivamente relacionado con el conocimiento y razonamiento; hay algo más… y es ese algo más tiene que ver con las emociones y los sentimientos.
La emoción y el sentimiento, para Damasio, están vinculados, pero son distintos. En su libro “En busca de Spinoza”, explicado muy bien por Gustavo Faigenbaun, destaca la importancia de diferenciar la emoción del sentimiento, conceptos comúnmente confundidos para otros la diferencia solamente reside en el tiempo que transcurre al experimentar uno u otro; en el caso de la emoción todo sucede muy rápido y no dura mucho por el contrario el sentimiento es más prolongado y no desaparece.
Él creó un nuevo paradigma donde la emoción y el sentimiento juegan un papel importante en la mente. Formuló la hipótesis de la huella somática, un mecanismo mediante el cual las emociones guían (o sesgan) el comportamiento y la toma de decisiones porque la percepción influye en las emociones y, además, postuló que la racionalidad requiere de un aporte emocional.
La emoción es la reacción integral que tiene el cuerpo frente a un estímulo determinado. Ante el peligro sentimos miedo, una emoción, que se manifiesta en la aceleración del corazón, sudoración, se eriza la piel, hay secreción de cortisol, es decir las emociones son acciones, movimientos que se manifiestan externamente; en cambio, los sentimientos son eventos internos, invisibles y que no se pueden medir como el cortisol. Por ejemplo, cuando se habla de la tristeza, una emoción, se debe relacionar con un sentir como sería el no estar motivado o maldecir la vida la vida que le tocó vivir, los cuales son pensamientos asociados a la mente y al sentir por lo que no son una emoción sino un sentimiento.
A la vez, para que las imágenes visuales, táctiles o auditivas se hagan conscientes en la mente tienen que estar conectadas con los sentidos; por ejemplo, nos encontramos en un lugar con alta temperaturas y sentimos mucho calor, luego, cuando estamos conscientes de las altas temperaturas decidimos hacer algo al respecto y entonces actuamos
Así pues, las emociones se encuentran en el cuerpo y consisten en un complejo de respuestas químicas, neuronales y de comportamiento mientras que los sentimientos se encuentran en la mente y ambos cumplen un rol adaptativo para mantener la homeóstasis corporal y así sobrevivir.
A la par, a raíz de un sentimiento, producto de una reacción emocional, se forman en la mente o el cerebro lo que Damasio ha denominado mapas mentales y neuronales que representan las partes del cuerpo que en conjunto operan de cierta manera unidas al sentir y al sentimiento. Las emociones provocan sentimientos, aunque también existen sentimientos que provienen del interior del cuerpo como el sentir hambre o frío que no son emociones.
Damasio señala: “Los sentimientos constituyen un componente crucial de los mecanismos de regulación de la vida, desde simples hasta complejos. Sus sustratos neurales se pueden encontrar en todos los niveles del sistema nervioso, desde neuronas individuales hasta núcleos subcorticales y regiones corticales”.
Para él tanto la consciencia como los sentimientos son el resultado de interacciones de un sistema nervioso con un cuerpo humano que los contiene por lo que la consciencia y los sentimientos caminan juntos al cuerpo y al sistema nerviosos. No hay una separación entre las funciones del cuerpo y el cerebro relativo a lo mental.
Agrega el investigador en una entrevista: la consciencia es un fenómeno físico que brotó del sentir que ha evolucionado en el tiempo a través de los sentidos. Los sentires de nuestros remotos ancestros estaban relacionados a necesidades básicas y primarias, necesarias para la sobrevivencia, fenómenos que también enfrentamos con las circunstancias actuales que vivimos vinculas a las redes sociales o la pandemia.
En fin, el origen del sentimiento es un cuerpo reaccionando a un estímulo que provoca una emoción en la siguiente secuencia de eventos: 1. estímulo, 2. selección del programa emocional, 3. emoción, 4. mapeo neuronal y 5. sentimiento (estado mental). Al mismo tiempo, el tener sentimientos, mente, consciencia, atención tiene su origen en esos mapas mentales por lo que el sentimiento es la base de la vida mental y está sujeto al Yo. Para él, el YO es una consecuencia del sentimiento.
Las emociones son elementos que afectan e influyen en el proceso de aprendizaje; consecuentemente, influyen en el proceso de toma de decisiones. De hecho, somos esencialmente “creadores de soluciones” para nuestra vida. Algunas veces somos creadores no-conscientes y otras veces sí pensamos (de una forma semi-automática o plenamente consciente) como mencionamos anteriormente. En cualquier caso, a la hora de aportar las soluciones, necesitamos de ese elemento que es parte de todo el proceso y que tiene que ver con la emoción y el sentimiento. Muy importante repetir que el sentir no depende solo de la realidad sino de la organización biológica del organismo.
Según mi interpretación, los sentimientos son percepciones o imágenes mentales que provienen o son influenciados por los mapas mentales del cerebro. El cerebro se mapea a sí mismo. Lo que quiere decir que nuestra percepción, ya sea esta auditiva, visual, olfativa, táctil, gustativa, de dolor o hambre, es el resultado de la interpretación estos mapas mentales construidos a partir de nuestro aprendizaje, creencias y experiencias. De aquí que la realidad no existe sino en nuestra mente, o dicho de otra manera: lo que sentimos no depende solamente de la realidad sino de la organización biológica del organismo que la puede transformar porque cada quién la percibe según quién es o cómo es.
Aquí llegamos al derrumbe de la idea de Descartes “pienso, luego existo” que Antonio Damasio expresó en su libro “El error de Descartes: emoción, razón y cerebro humano”, muy sencillamente explicado en este video, y que lo transformó en “existo, luego pienso” o “somos y después pensamos”.
Para finalizar con un constructo sobre el cuerpo, la mente, emociones y sentimientos que pueda ser transformado por uno mismo agregaremos lo que pensó Spinoza sobre la felicidad.
Según él, el estado mental de felicidad o alegría es una transición hacia una significativa perfección que, a su vez, implica mayor armonía funcional ya que aumenta la libertad para elegir y actuar. El sentir tristeza, más bien, conlleva a una menor transición a la perfección por lo que disminuye el poder y la libertad para actuar. La tendencia de estos estados mentales contribuye o no con la autoconservación.
La capacidad de nuestra mente de sentir armonía y sentimientos positivos nos dará mayor libertad de acción, mayor participación de un Yo equilibrado y nos enrumbará hacia una inteligencia emocional. Por el contrario, la falta de armonía o la existencia de una discordia interna disminuirá esa libertad de “ser”. Al igual, cuando hay alegría las imágenes en nuestra mente pasan velozmente y las asociadas a la tristeza pasan muy lentamente.
Para darle más peso a este constructo que impulsa el logro de esta libertad y poder actuar, lejos del pasado y viviendo más el presente, es interesante señalar que en las últimas décadas ha habido un auge en investigaciones que han tratado de comprender y predecir el impacto de los procesos afectivos (emociones, sentimientos, motivaciones, estados de ánimo, entre otros) en cómo pensamos y nos comportamos, así cómo se vinculan con nuestro bienestar y le dan forma al actuar. Si bien también es importante la función cognitiva.
La conveniente y buena noticia es que nosotros podemos intervenir en nuestro bienestar. ¿Cómo?: viviendo el presente, meditando, dándole importancia a la palabra, alimentándonos con una dieta saludable, experimentando nuevos aprendizajes, frecuentando a los amigos, durmiendo bien, practicando ejercicios físicos y para la mente, la bondad, la gratitud, la empatía, el amor y todas aquellas actividades que produzcan emociones positivas, entre otras. Se ha demostrado que cada una de estas prácticas influyen en nuestro bienestar emocional y nos acercan a nuestro Yo y Ser.
Finalizamos recordando frases de dos personajes famosos: José Ortega y Gasset – “Yo soy yo y mis circunstancias” y de Santiago Ramón y Cajal, el padre de la neurociencia – “Todo hombre puede ser, si se lo propone escultor de su propio cerebro”.
Irene Pérez Schael