A cinco meses o quizás seis, después de que se anunciara el secreto a voces de la existencia de una pandemia causada por el nuevo coronavirus, SARS CoV-19, toca, cual trama policíaca, escudriñar los hechos y preguntar cómo se llegó hasta un nivel global de infecciones, a la expansión de un virus que en ocasiones triplica la tasa diaria de casos notificados, con abismal curso exponencial y con un rastro triste cargado de miles de cadáveres en los cinco continentes.
En la medida en que crece la expansión del novel coronavirus, se hace cada vez más difícil determinar el grado de responsabilidad compartida entre los principales actores en la escena global. Aupar teorías de dudosa fuente y baja credibilidad, que establecen un origen artificial al virus, sea en Beijing o Washington, cuando existe un demostrado historial de epidemias y brotes de infecciones por coronavirus que son zoonosis. En este caso, animales de uso alimenticio y cosmogónico en la cultura asiática como el pangolín, si bien su designación como fuente original no es definitiva, podrían intervenir en la dispersión de virus de gran semejanza con este novel agente infeccioso.
En este artículo, se busca elaborar un pequeño análisis de cómo ha sido el comportamiento de uno de los actores que, sea cual sea el país, está siempre presente en las fotos, en lo que podría ser una especie de “escena del crimen”. Hablo de la Organización Mundial de la Salud (OMS o WHO por sus siglas en español o inglés, respectivamente).
Este organismo, es parte de la estructura de las Naciones Unidas y, teóricamente, encargado de coordinar esfuerzos a nivel internacional para mitigar el riesgo en salud y evitar desastres como la presente pandemia, presentándose como un organismo técnico cuyas decisiones están motivadas por el bien común, con la mejor combinación de coordinación internacional y conocimiento.
Sin embargo, al hacer un seguimiento de los hechos de estos últimos meses, la imagen de objetividad que hubiésemos esperado de la mencionada organización, no calza con la realidad de algunas de sus posturas, sobre todo en lo que implica reconocer las responsabilidades de países como China en la propagación del virus y desconocer los importantes aportes que estados como Taiwán, no aceptado por muchos como tal, podrían haber dado en el intento por mitigar la actual pandemia.
Resulta cuando menos contradictorio, la constante coordinación entre las declaraciones del jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en apoyo a las medidas del gobierno chino, siempre acompañadas por su característico autoritarismo, mientras que, a la vez, criticaba medidas como la prohibición de tráfico aéreo, realizadas por Estados Unidos o Europa, por considerarlas innecesarias.
Paralelamente, mientras China era enaltecida por la OMS, se desconocía y aislaba a Taiwán de los grupos de trabajo, a pesar de que este país logró aplanar la curva de contagio rápidamente y gozaba de amplia experiencia tras haber pasado por la crisis causada por el SARS-CoV en 2003. Tal aislamiento, no se limitó simplemente a la no convocatoria de Taiwán a las reuniones, o a su exclusión en las citas de los informes oficiales, sino que incluso se llegó al punto en el cual no se podía hablar abiertamente de él, como quedó demostrado, en la ya indigna entrevista realizada por un medio de Hong Kong al representante de la OMS, Bruce Aylward, en la cual, éste se negó a responder preguntas relacionadas con los efectos del coronavirus en Taiwán.
Sumémosle a eso el aval por parte de la OMS, a la medicina tradicional China como una opción de tratamiento, aún cuando esta práctica con muy buena parte de empirismo, ha mostrado en muchos casos dudosa eficacia, y utiliza para esto los productos originados en el tráfico de partes de animales en peligro de extinción y creencias científicamente discutibles, como, por ejemplo, que un tratamiento en los meridianos puede curar el cáncer y aumentar la capacidad sexual.
Más aún ¿hay diferencias entre planteamientos de la medicina tradicional asiática como el uso de derivados del cuerno de rinoceronte en la cura del cáncer y las temerarias afirmaciones de que derivados del cloro pudiesen reducir sistémicamente al coronavirus?
Cabe preguntar, ¿por qué la OMS subestimó la participación de científicos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), de Atlanta, en enero, para conocer el caso índice (aún desconocido), pudiendo con ello reconducir las políticas de control de la pandemia?; ¿no es connivente ello con el historial de censura en China en este tipo de situaciones, censura ésta, que ha puesto y siguen poniendo en riesgo la salud mundial como ya fue indicado con anterioridad en Mirador Salud?
Resulta claro que, de una forma u otra, toca devolver el carácter técnico y científico a las políticas que fundamentan la cooperación internacional en materia médica, sobre todo, cuando en la actual crisis, se avisora un futuro de nuevas pandemias para la humanidad. En lo que respecta a la OMS, un primer aspecto a considerar es si se podría retomar el carácter técnico de dicha organización.
La situación actual, después del distanciamiento de USA del sistema de Naciones Unidas, impulsado especialmente por la actual administración Trump, ha dejado a China en una posición muy cómoda para influenciar sobre la OMS; como ha sido demostrado en lo que yo he mencionado en cuanto a la segregación de Taiwán y a las “efectividad” de la medicina China. El escenario quizás más ideal implicaría una presión conjunta a nivel internacional, que reivindique y devuelva el carácter técnico e imparcial a esta organización; lo que hasta ahora se ha diferido, dada las continuas dificultades que enfrentan los países para coordinar entre sí medidas consensuadas mundialmente que permitan lidiar con el coronavirus.
Podríamos plantearnos que sean instituciones regionales las que asuman el reto de aproximarse a las pandemias desde un punto de vista no político y actúen como la voz de la razón técnico-científica y social, indicando las mejores prácticas para combatir las epidemias y pandemias, que, con seguridad, tendremos en un futuro no muy lejano. El problema resulta en que estas organizaciones, como por ejemplo la Organización Panamericana de la Salud (OPS o PAHO en sus siglas en español e inglés, respectivamente) son subsidiarias de la OMS, y pueden verse coartadas por los intereses políticos de ésta, o bien por su poco desarrollo y dependencia de la frágil cooperación entre los estados; un ejemplo de esto, es el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés).
No obstante, quizás la mejor opción para todos nosotros, es que sean los ciudadanos que trabajan en el ámbito de la investigación científica y clínica, en el área asistencial y las sociedades científicas, los que conformando un frente de batalla no-político y que tenga acción transnacional, sirvan como guías dentro de este panorama incierto. Quizás debamos por una vez dejar de esperar por una respuesta de políticos centrados en mantener sus empleos y empezar a escuchar a los hombres y mujeres de ciencia, los cuales pueden llegar a comprender, en profundidad, el problema y determinar el camino correcto para solucionarlo.
Víctor Hugo Matos Herrera
Nota sobre el autor:
Licenciado en Estudios Internacionales de la UCV, articulista del Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI). Agente de redes sociales de Majorel (Berlín) para el estudio de tendencias en política, seguridad, grupos humanos, mercado petrolero, gustos ciudadanos y globalización. Formación en ciberseguridad, negociación internacional y resolución de conflictos.
Nota: Este es un artículo de opinión donde solo el autor es responsable de su contenido
5 Comentarios
Omar arias
Excelente artículo y análisis. Sin desperdicio!!!!!
Juan
Excelente artículo y buena propuesta, lamentablemente los representantes de la ciencia han demostrado que también son manipulados y/o manipuladores por intereses políticos, como sucede, de manera evidente, en muchos países como España
Anita Figa
Como siempre, muy interesante la Revista Mirador Salud, siempre nos deja pensando y en esta oportunidad decidí escribir estas líneas.
Como «los tiempos pasados ya no volverán», me llama profundamente la atención el artículo de la veracidad de la OMS en el cumplimiento de sus funciones, no podría estar más de acuerdo por lo expresado por su autor, pero no solo cuestiono el papel de la OMS. ¿Qué pasa con la UNESCO, que deja a los países árabes en su directorio y saca a Israel de sus filas? ¿Qué pasa con la ONU y su mesa de derechos humanos? ¿Qué pasa con la FAO que permitió la destrucción de miles de toneladas de distintos tipos de alimentos y no los distribuyó en países con grandes hambrunas como África Central y/o Venezuela? ¿Qué pasa con la OEA o la corte penal internacional?
Creo que todos estos organismos, al igual que todas las empresas deben reinventarse. Borrón y cuenta nueva. Si algo nos ha dejado esta pandemia es reconocer la cantidad de errores que hemos cometido y tratar de construir una sociedad mejor. Obviamente, siempre habrán ricos y pobres, no me refiero al estilo Robin Hood, sino a identificar las fallas y solventarlas. Para mí, todos, todos, toditos los organismos internacionales son burocráticos. Cumplieron una función en el siglo XX, pero están muy penetrados en el siglo XXI. Hay que mejorarlos.
Mirador Salud
Gracias Anita
Gracias por tu comentario
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que los organismos internacionales deben ser reinventados, porque han sido
tomados por la política.
No respondo en nombre del autor, el lo hará proximamente.
Saludos
Irene
Mirador Salud
Muchas gracias. En general, ese es el dilema de las organizaciones internacionales adscritas al sistema de Naciones Unidas, que al buscar ser un foro que abarque la mayor cantidad de países posibles, terminan dándole voz a elementos poco democráticos en el contexto internacional. Esto no reduce el aporte de dichas organizaciones a nivel internacional y su impacto positivo, como el impulso de la OMS en la vacunación global.
Además, también está el hecho de que miembros de Staff de estas organizaciones han caído en actos de corrupción, como le pasó al personal de la OMS en 2017 (Referencia: https://apnews.com/cfe5c87d36934376805b5590be8b1e23/AP-Exclusive:-UN-health-agency-slammed-for-high-travel-costs)
De aquí veo dos potenciales vías:
1) Una presión de parte de los países democráticos que obligue a estas instituciones a rendir cuentas y justificar negligencias de su parte. Lo cual ha sucedido recientemente (Referencia: https://www.abc.es/internacional/abci-aprueba-investigacion-pandemia-medio-amenazas-eeuu-202005200210_noticia.html)
El problema aquí es la constante intervención del juego politíco dentro de los acuerdos internacionales.
2) Reconducir la financiación de ciertas áreas críticas como la de las pandemias a organismos regionales (UE) o no gubernamentales que puedan operar de forma independiente.
El problema aquí es que la falta de recursos y estructuras de intercambio de información pueda reducir la utilidad de estos mecanismos. En este punto es donde yo veo como idea que sean instituciones de tipo académico (Universidades o Sociedades cientificas) las que establezcan marcos de cooperación basados en el intercambio de datos y recursos, que permitan crear modelos libres de la usual manipulación gubernamental o que al menos sean mas faciles de revisar y auditar.
Víctor Hugo Matos Herrera