Si buscamos la palabra «disciplina» en Google obtenemos más de 30 millones de resultados en 0.40 de segundo. Es uno de los términos más populares en libros y blogs de autoayuda, unidos a recetas para lograr autodisciplina, constancia o perseverancia. Estas recomendaciones pretenden poder ayudarnos a alcanzar cualquier meta, desde incorporar rutinas de ejercicio y dejar de comer lo que no debemos, hasta realizar el sueño de convertirnos en atletas de competencia o músicos solistas.
En lo personal, tengo una relación contradictoria con la disciplina. La asocio primeramente con la inducción externa y forzada de algo contrario a mi naturaleza o mis deseos. Siento el peso de su connotación negativa como represión o castigo. Tratándose de autodisciplina la entiendo como un esfuerzo contra corriente de hábitos establecidos, aunque quisiéramos cambiarlos. Ante este tipo de retos, me siento como Ulises pidiendo que me aten al mástil del barco para no sucumbir al canto de las sirenas.
Por otra parte, estoy profundamente convencida de los beneficios de la autodisciplina o de sus parientes, la constancia y la perseverancia, para lograr los cambios que deseamos en nuestra vida. Son contundentes los argumentos de psicólogos, educadores y neurocientíficos coincidentes con los de místicos de distintos tiempos y culturas. Aunque la psicología y la neurociencia todavía no hayan hermanado sus lenguajes y teorías para desentrañar la dinámica mente-cerebro, están contribuyendo a su avance, entre otros, con la imagenología y la optogenética. Por ejemplo, podemos visualizar en tiempo real los trillones de posibilidades de conexiones neuronales que nuestro cerebro es capaz de hacer y sus relaciones con nuestras funciones corporales. Estas se pueden traducir tanto en conductas y hábitos provechosos para nuestra existencia como en creencias y estrategias poco convenientes.
También se ha demostrado que la capacidad de adaptarnos producto de esa maravillosa plasticidad cerebral requiere de la constancia de un entrenamiento repetidor. Solo así podemos fortalecer nuevos circuitos neuronales – como rutas preferenciales de nuestro cerebro – e incorporar nuevas conductas a nuestras rutinas.
Lo que no funciona
Las miles de recomendaciones para desarrollar nuevos hábitos en libros o artículos bien intencionados (gran parte de los resultados de nuestra búsqueda inicial en Google) suponen que la persona tiene ya la suficiente motivación, habilidades y determinación para lograrlos. Desafortunadamente, no pareciera ser esta la situación de quienes aspiran lograr cambios fortaleciendo su autodisciplina a través de estas sugerencias. Según Heifetz, estas intervenciones serían soluciones técnicas no sostenibles en el tiempo. Se empiezan a incorporar nuevas conductas pero antes de que se conviertan en hábitos, se retrocede al inicio quedando las personas desilucionadas y desmoralizadas.
Algunos investigadores interesados en abordar esta dificultad coinciden en señalar que se requieren otras condiciones además de la autodisciplina para establecer nuevos hábitos. En un artículo anterior reportamos sobre la Inmunidad contra el Cambio, enfoque que plantea la existencia de un sistema inmune psicológico personal que se activa ante la perspectiva de cambios particulares. Ello sucede porque nuestra mente, en base a experiencias pasadas, asume que la conducta que deseamos cambiar nos está protegiendo de amenazas a nuestra integridad personal y, por lo tanto, boicotea nuestros esfuerzos por modificar nuestro comportamiento.
Energía para nutrir nuestra perseverancia
Otro enfoque desarrollado por expertos en psicología para el máximo desempeño se basa en el diestro manejo de la energía personal. A partir de sus experiencias con atletas de alta competencia, Jim Loehr y Tony Schwartz sintetizaron sus principios en un modelo que aplicaron a ejecutivos del mundo empresarial. En su reconocido y popular libro «El poder del pleno compromiso» [The Dynamics of Full Engagement] describen este modelo, incluyendo además la propuesta de un nuevo paradigma contrapuesto a prácticas establecidas dentro del mundo empresarial y profesional. Por su importancia y aporte, en próximos artículos ampliaremos las implicaciones cada una de estas oposiciones:
Viejo paradigma vs. Nuevo paradigma
1. Gestionar el tiempo vs. Gestionar la energía.
2. Evitar el estrés vs. Buscar el estrés.
3. Asumir la vida como un maratón vs. Asumir la vida como una serie de carreras cortas.
4. El tiempo de inactividad es tiempo perdido vs. El tiempo de inactividad es tiempo productivo.
5. Las recompensas activan el rendimiento vs. El propósito activa el rendimiento.
6. La autodisciplina manda vs. Los rituales mandan.
7. El poder del pensamiento positivo vs. El poder del pleno compromiso.
Cuando compararon a sus anteriores clientes -atletas- con ejecutivos, Loehr y Schwartz se sorprendieron al comprobar que los ejecutivos enfrentaban retos mayores. Para un óptimo desempeño durante el 10% del tiempo, los atletas entrenan el restante 90% de su tiempo, su motivación es muy alta y a nivel práctico construyen rutinas precisas de cuido, disfrutando tiempos de descanso entre temporadas comparativamente mayores. Por el contrario, profesionales y ejecutivos, quienes dedican un tiempo mínimo, o ninguno, a entrenarse en los distintos ámbitos energéticos, se espera que rindan lo máximo posible en jornadas de ocho hasta doce horas al día. Sus vacaciones se reducen a unas pocas semanas al año que seguramente interrumpirán de tanto en tanto para mantenerse al tanto de lo que sucede en sus trabajos.
Este modelo parte de la premisa que la energía personal proviene de cuatro fuentes distintas interrelacionadas: física, emocional, mental y espiritual y su utilización óptima nos permite generar la capacidad para vivir una vida más balanceada, productiva y comprometida. Consideran también que para un pleno compromiso se requiere disponer de fortaleza, resistencia, flexibilidad y resiliencia en cada uno de estos ámbitos energéticos.
Tres pasos para lograr cambios a partir del manejo de nuestra energía
El proceso de hacer cambios sostenibles en el tiempo sugerido por Loehr y Schwartz comprende tres pasos interrelacionados: propósito-verdad-acción.
1. Definir tu propósito. Para iniciar cualquier proceso de cambio, es importante detenernos y preguntarnos ¿cómo puedo emplear mi energía de forma congruente con mis valores más profundos? Esto sonará como una pregunta extraña, ya que solemos reaccionar ante lo que nos sucede, sin la certeza de que estamos ocupándonos o contribuyendo a lo que más nos importa. Tener presente la visión estimuladora de lo mejor de nosotros no solo nos brindará la energía necesaria para iniciar el cambio, sino que también actuará como una brújula orientadora para ayudarnos a capear las dificultades que inevitablemente encontraremos.
2. Enfrenta tu verdad. Generalmente cuesta reconocer las actividades o acciones que disminuyen nuestra energía y de las cuales somos responsables. Se nos hace más fácil escudarnos en excusas para justificar lo que intuimos que nos impacta negativamente en cuanto a cantidad, calidad, fuerza y foco de nuestra energía. Si les interesa empezar a aplicar este método, pueden contestar este sencillo cuestionario sin costo alguno. Hacerlo les evidenciará lo que deban atender dentro de las distintas fuentes de energía.
3. Pasar a la acción. Ahora es el momento de empezar a cerrar la brecha entre quién eres y quién quieres ser o entre cómo manejas la energía ahora y cómo quisieras manejarla para lograr la meta que deseas. Para ello, los autores recomiendan construir un plan de desarrollo personal apoyado en rituales relacionados estrechamente con nuestros propósitos. Algunos hábitos actuales pueden servirnos, pero seguramente tenemos otros que nos permiten salir adelante en nuestra vida diaria pero que están afectando nuestro rendimiento, salud y felicidad a largo plazo. Al contrario, los hábitos o rutinas positivas son revitalizadoras. Los rituales son una forma de auto disciplinarnos desde el interior de nuestro ser. Al buscar hacer lo que nos llena de sentido ganamos la motivación y perseverancia para lograr cambios duraderos. En este caso, la autodisciplina que sostiene los rituales proviene de una convicción interna y no de una imposición externa y es por ello que funciona.
La aplicación de estos pasos a algún aspecto muy concreto, nos permitirá iniciar una dinámica positiva de cambio que expandirá sus beneficios a otras áreas. Nunca es tarde para empezar a utilizar en forma óptima nuestro potencial energético.
Jeannette Díaz
Nota sobre la autora:
Jeannette Díaz es Doctora en Educación de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Profesora Titular Jubilada de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela. Durante sus 28 años como docente, Coordinadora Académica y Coordinadora de Investigación disfrutó siendo mentora y coach de estudiantes y profesores apoyándolos en el desarrollo de sus habilidades creativas y progreso en sus carreras docentes. Formalizó esta área de interés cursando estudios y obteniendo la Certificación como Integral Master Coach® de Integral Coaching Canadá. Es miembro de la Federación Internacional de Coaches. Actualmente trabaja como coach, ayudando a sus clientes en el logro de transiciones exitosas en el ámbito personal o profesional. Página web de Jeannette Díaz
Un Comentario
joae luis quintero
Excelente! un punto de vista no usual. Gracias por escribirlo y publicarlo.