La desnutrición o déficit nutricional es un grave problema de salud pública mundial ya que ella contribuye con la muerte de 2,6 millones de niños cada año. Se estima que existen 165 millones de niños afectados por un retraso en su crecimiento y 101 millones tienen bajo peso para su edad.
El tema del crecimiento económico en términos de Producto Interno Bruto (PIB) per cápita y su efecto positivo en la diminución de la desnutrición, el hambre y la pobreza tiene varias vertientes, es complejo y, a la fecha, no existe una relación lineal entre PIB y, por ejemplo, desnutrición. Es más bien una interacción entre ambos factores que se condicionan uno al otro.
Al respecto, el fondo “Save the Children” en su documento “Nutrition in the First 1,000 Days”(2012) concluye que el crecimiento económico no es suficiente para luchar contra la desnutrición, al abordar el problema de una manera general. El documento señala que mientras existen países que lo están haciendo muy bien, sin embargo, existen otros que disponen de suficientes ingresos pero no lo hacen nada bien como India, país que ha experimentado un notable progreso económico en las últimas décadas pero presenta niveles de desnutrición mayores a los de ciertas regiones de África. Igualmente, los resultados por países no muestran las desigualdades internas. La diferencia entre los países que han mejorado su nivel nutricional y los que no lo han hecho radica en el tipo de políticas públicas aplicadas y del buen gobierno, entre otros factores.
Para profundizar en el tema, un grupo de investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard, la Universidad de Gottingen (Suiza) y del Instituto de Tecnología Gandhinagar (India) analizaron el efecto de los cambios del PIB en la desnutrición. Ellos quisieron evaluar si el crecimiento económico disminuía automáticamente la desnutrición en el tiempo, mediante la utilización de modelos estadísticos novedosos aplicados a una población bastante extensa: 1.407.544 niños desnutridos menores de 3 años de 36 países de bajos y medios ingresos.
El artículo publicado en The Lancet no mostró ninguna o muy poca asociación entre en PIB y la prevalencia de desnutrición por país y tampoco se observó asociación en los niños más pobres. Este poco o inexistente efecto que tiene el crecimiento económico en la desnutrición es atribuido por los autores a la distribución desigual del PIB dentro del país, o a la ineficiente distribución del ingreso familiar entre las distintas necesidades al no privilegiar las necesidades nutricionales o a la poca inversión del ingreso nacional en políticas públicas destinadas a mejorar la salud y nutrición de la población como las inmunizaciones, el saneamiento ambiental, agua potable y proveer cuidado pre y post-natal durante los dos primeros años de vida, críticos para evitar la desnutrición. Es decir que un alto PIB no necesariamente implicaría una inversión en políticas públicas enfocadas a mejorar la nutrición en la niñez.
Los autores concluyen que para luchar contra la desnutrición a corto y mediano plazo no se deben implementar únicamente políticas para incrementar el crecimiento económico e insisten en que la inversión directa en políticas públicas es necesaria con el objeto de mejorar la situación nutricional de los más pobres. Hecho que ratifica la importancia de las políticas públicas en el desempeño de los gobiernos.
Una inversión inteligente en políticas y programas de salud pública puede, además de mejorar la salud de la población, incidir positivamente en el crecimiento económico, aún en aquellos países con problemas de pobreza. Y esto ha sido el gran éxito de las intervenciones internacionales en salud durante las últimas décadas.
La carta anual de 2014 de Bill Gates fue motivo de discusión en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) en enero de este año, porque siendo siempre muy optimista, Gates aseguró que para el año 2035 no quedará ningún país pobre en el mundo. Es decir no habrá pobreza extrema en el mundo, factor intrínseco de la desnutrición. Esto puede ser posible ya que la pobreza ha disminuido 23% en los últimos 14 años (1990-2013), según el Banco Mundial. ¿Será ésta la meta de Gates para los próximos años?
En su carta, Gates resalta que el mundo ha experimentado grandes progresos, por ejemplo, la curva de los ingresos en el mundo se parece ahora más a una curva normal debido a que más de 1.000 millones de personas han logrado salir de la pobreza.
Para Bill Gates invertir en salud es invertir en desarrollo. Existen estudios que muestran que el aumento de un año en la esperanza de vida al nacer, un indicador de desarrollo, repercute en el incremento de 1% del PIB. Esto avala el concepto de que el desarrollo económico y la desnutrición se retroalimentan entre sí. Así mismo, la ayuda en materia de salud es una gran inversión para el filántropo, ya que salvar vidas repercute en la economía.
Uno de los aspectos claves de su carta es su análisis sobre la ayuda internacional y su impacto. Para que ésta beneficie a los más pobres debe cumplir la función de una inversión más no la de un subsidio. En las últimas décadas, las ayudas internacionales de organizaciones como GAVI Alliance, el Fondo Mundial y la Iniciativa Global para la Erradicación del Polio han permitido reducir el polio a solo 3 países, se ha dado tratamiento para la tuberculosis a 11, 2 millones de casos y se han vacunado más de 400 millones de niños, todo esto acompañado del fortalecimiento de los servicios de salud en los países que se han beneficiados de estos programas. Otros ejemplos de estos éxitos son: una campaña de inmunización en Sudáfrica acabó con las muertes por sarampión, la iniciativa internacional eliminó la viruela en África y el polio en las Américas, el programa contra la tuberculosis en China redujo los casos en 40%. La Fundación de Bill y Melinda Gates está comprometida en la lucha por la salud de los más necesitados.
Por otro lado, Gates hace una distinción entre la ayuda enviada a los gobiernos y la ayuda destinada a programas de investigación en nuevas herramientas como vacunas. Además, él afirma que cuando la economía mejora en el país ayudado se elimina la necesidad de la ayuda.
La conclusión del trabajo de The Lancet podría conducirnos a que la inversión en políticas de salud es un requisito indispensable para que el crecimiento económico pueda impactar a los más pobres; lo que apoya y abre las puertas a las iniciativas internacionales, así como también es una vía para exigirle a los gobiernos que le den prioridad a este tipo de políticas que tienen un efecto doblemente positivo: inciden en la salud y en el desarrollo de un país.
Irene Pérez Schael