La lactancia materna favorece una interacción dinámica entre el sistema inmunitario del infante y el de la madre, a través de la leche materna, que conforman el sistema inmunitario de la leche humana, cuya existencia ha sido develada en numerosas investigaciones efectuadas a partir de la segunda mitad del siglo XX, las cuales dan soporte al concepto según el cual la lactancia materna produce beneficios protectores al infante en el corto y largo plazo.
El recién nacido está relativamente limitado para responder a antígenos infecciosos y ambientales, especialmente en las superficies de las mucosas. Esta relativa inmadurez de la respuesta inmunitaria del neonato es contrarrestada con la leche materna porque provee factores protectores únicos, de naturaleza humoral y celular, y de características específicas e inespecíficas, los cuales contribuyen al desarrollo de la homeostasis inmune y al equilibrio de la flora comensal en el neonato.
El efecto protector que la leche humana ejerce se atribuye, de manera general, al aporte de nutrientes y calorías, pero, en la actualidad y más específicamente, a las acciones que cumplen sus componentes bioactivos, clasificados funcionalmente en: anticuerpos secretores, prebióticos y agentes multifuncionales. Estos componentes sirven de soporte exógeno en una etapa de alta vulnerabilidad del ser humano, ya que esas moléculas ejercen efectos antimicrobianos y anti-inflamatorios, estimulan el desarrollo del sistema inmune (SI) del lactante y modulan sus funciones, favorecen el crecimiento y desarrollo de los tejidos del infante y modulan la composición y colonización del intestino por flora saprofita o comensal. Este último aspecto es de suma importancia pues se relaciona tanto con el desarrollo de la mucosa como barrera como con la maduración del SI local y sistémico.
La mayoría de los factores bioactivos de la leche humana son multifuncionales, están presentes en diversas cantidades y en diferentes etapas de la lactancia, y deben interactuar con otras sustancias presentes en la leche y con los componentes del SI para ejercer sus efectos en el neonato. Entre los factores bioactivos se identifican: proteínas como las inmunoglobulinas, lactoferrina, lisozima, ? lactalbúmina y caseína; carbohidratos complejos del tipo de oligosacáridos (prebióticos); lípidos incluyendo triglicéridos, ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, monoglicéridos y productos de la digestión de los triglicéridos; vitaminas A, C y E; nucleótidos, nucleósidos y ácidos nucleícos; factores inmunomoduladores como las citoquinas, hormonas y factores de crecimiento como la insulina, factor de crecimiento epidérmico, factor de crecimiento neural y factor de crecimiento parecido a la insulina. Todos ellos conforman un sistema muy complejo con el fin de proteger al niño y al futuro adulto.
Por otro lado, una apropiada colonización por la flora intestinal es producto de la concurrencia de múltiples factores como el tipo de nacimiento (parto o cesárea), las condiciones sanitarias, la distribución geográfica de las especies bacterianas y el tipo de alimentación del neonato (lactancia materna o fórmula). En los niños que nacen por vía vaginal la colonización del intestino procede de la microbiota fecal de la madre, en los casos de cesárea las bacterias pueden provenir de otras personas y del ambiente, retrasándose la adquisición de bacterias beneficiosas como la Escherichia coli, bacteriodes y bifidobacterias. Las bacterias beneficiosas que forman parte de la microbiota no solo son toleradas sino que más bien son requeridas por el bebé para un mejor desarrollo y funcionamiento de su sistema inmunitario.
Al mismo tiempo, en la leche humana existen factores (prebióticos) que inducen selectivamente el desarrollo y la actividad de las bifidobacterias y lactobacilos (probióticos), componentes fundamentales de la microbiota, mientras que los bacteriodes y patógenos enterales están presentes en grandes cantidades en los niños alimentados con fórmula.
La actividad prebiótica de la leche humana se atribuye fundamentalmente a los oligosacáridos, componentes funcionales únicos, no digeribles, no nutrientes, que se encuentran en elevadas concentraciones, hasta 20 gr/L en el calostro y 7-12 gr/L en la leche madura. Son sintetizados exclusivamente en el epitelio de la glándula mamaria a partir de la lactosa, componente central o núcleo de las moléculas de oligosacáridos, y solamente durante la lactancia. Cabe destacar que en la leche de vaca se encuentran solo en trazas.
Se ha planteado que el “efecto bifidogénico” de la leche humana no depende solo de los oligosacáridos sino de una compleja interacción donde participan, además de estas sustancias, la baja concentración de proteínas y fósforo, la caseína, la ? lactalbúmina, la lactoferrina y los nucleótidos. La leche humana es el mejor ejemplo de dieta inductora de probióticos en el individuo.
El valioso efecto que la lactancia materna ejerce en el neonato e infante en la defensa contra infecciones y el impulso al desarrollo del SI local y sistémico, y de otros órganos y tejidos, es ampliamente reconocido. En los últimos años, la investigación básica y clínica y los estudios de meta análisis sugieren una fuerte asociación entre la lactancia materna y la reducción , durante la vida adulta, del riesgo de enfermedad atópica, autoinmunidad, hipertensión arterial, obesidad y desórdenes metabólicos relacionados.
Sioly Mora de Orta y Mercedes Ramírez de Materán
Nota sobre los autores:
Sioly Mora de Orta es médico cirujano egresada de la Universidad de los Andes, Mérida,Venezuela y MSc. en Inmunología por la Universidad de Londres. Profesora Titular del Dpto. de Ciencias Fisiológicas de la Facultad de Ciencias de la Salud (FCS) de la Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. Coordinadora de la Unidad de Investigación en Inmunología (Univenin) de la Facultad de Ciencias de la Salud. Autora y coautora de más de 30 trabajos de investigación e investigadora en una línea de trabajo sobre la leche humana.
Mercedes Ramírez de Materán es médico cirujano, egresada de la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela y MSc. en Pediatría por la Universidad Central de Venezuela. Profesora Titular de la Universidad de Carabobo, Valencia Venezuela. Autora y coautora de más de 40 trabajos de investigación e investigadora en una línea de trabajo sobre la leche humana y en enfermedades diarreicas.