La desnutrición infantil es un problema global que se manifiesta en un déficit ponderal patológico, también conocido como emaciación, y retraso en el crecimiento, acompañado de disfunción inmunológica y metabólica y de alteraciones en el sistema nerviosos central (SNC), entre otras patologías. Dicha condición, en el mundo y marcadamente en Venezuela, se ha acentuado patéticamente en el último año debido a los efectos de la pandemia en la situación socioeconómica, hecho que tiene inconmensurables consecuencias en el desarrollo y progreso de los países. Se ha estimado que la pandemia de coronavirus 2019 aumentará la mortalidad infantil en un 20% debido a desnutrición. Por esta razón, es indispensable y urgente investigar en este campo que representa un gran desafío mundial.
En una anterior publicación de MiradorSalud, se demostró que una microbiota inmadura y alterada por la desnutrición afectaba negativamente la recuperación nutricional de niños sometidos a un tratamiento y dieta para recuperar su estado nutricional. En estos estudios, los niños severamente desnutridos alimentados con una dieta prototipo, especialmente diseñada para su recuperación, no lograron llegar a la categoría desnutrición leve y mucho menos a la recuperación total, en cambio, se quedaron estancados en una desnutrición moderada, amén de que su microbiota no maduró, sino que permaneció alterada. Este hecho demostró que no hay que alimentar solamente al niño desnutrido, sino que también hay que darle alimentos que promuevan una flora intestinal o microbiota más saludables.
En el estudio, después de haber evaluado la flora intestinal en un ecosistema sano de niños sanos de 0 a 4 años, identificaron un patrón agrupado en una red de 15 taxones de enterobacterias emparentadas (ecogrupo) que son útiles para diferenciar una microbiota saludable de un niño sano de una alterada en un mismo hábitat – Bangladesh – y así las designaron como biomarcadores de una población bacteriana sana. Estas enterobacterias aumentan los niveles de aminoácidos esenciales y los factores mediadores de crecimiento que inciden positivamente en los indicadores antropométricos y metabólicos.
En esa investigación, los alimentos asociados con una flora normal sana durante el destete fueron los garbanzos, harina de maní, soya y cambur; mientras que el arroz, lentejas rojas, leche en polvo, papas, espinacas, harina de trigo y los muy utilizados huevos en la recuperación nutricional, no se asociaron con una flora intestinal sana.
En el estudio que ahora nos ocupa, los investigadores, donde algunos de ellos participaron en los estudios anteriores como el Dr. Jeffrey Gordon de la Universidad de Washington en St. Louis-USA, compararon el efecto en la clínica de un prototipo de alimento muy utilizado en los programas de recuperación nutricional llamado RUSF (Alimentos complementarios listos para usar) con una fórmula suplementaria denominada MDCF-2 (Alimentos complementarios dirigidos a la microbiota), diseñada para efectuar cambios en la composición de la flora intestinal de niños con desnutrición moderada y aguda. Esta fórmula fue seleccionada en una prueba realizada en niños, donde se compararon tres fórmulas de este tipo de alimentos complementarios dirigidos a cambiar la microbiota también en Bangladesh. De las tres fórmulas, la MDFC-2, además de cambiar la composición de la microbiota, mejoró los niveles de proteínas plasmáticas indicadoras de un mejor estado de salud. El alimento MDFC-2 contiene una mezcla de harina y aceite de garbanzo, plátano, soya y maní, alimentos que fueron asociados a una flora intestinal sana en investigaciones anteriores, como ya se mencionó.
Luego, en un grupo de 118 niños (59 en cada grupo) con desnutrición aguda moderada y edades entre 12 a 18 meses, quienes vivían en barrios marginales de Bangladesh, se comparó el beneficio en el crecimiento y las proteínas plasmática de dos alimentos: RUSF (247 kcal/50g por dosis) versus MDCF-2 (204 kcal/50g por dosis).
Dos veces por día, los niños recibieron aleatoriamente uno de los dos tipos de alimentos durante 3 meses y, adicionalmente, fueron seguidos por 1 mes. Entre el inicio y los 3 y 4 meses se evaluó la tasa de cambio en los parámetros seleccionados (medidas antropométricas, proteínas sanguíneas y bacteria en heces). En total, se cuantificaron los niveles de 4.977 proteínas en el plasma y 209 taxones bacterianos en las muestras fecales al inicio del estudio, al mes y a los 3 meses.
Al final del estudio, los niños que recibieron el alimento MDCF-2, en general, tuvieron mejores resultados en dos de las medidas antropométricas evaluadas, lo que sugieren una tasa de crecimiento más rápida, que los niños suplementados con el alimento RUSF.
Los efectos de estos alimentos en las proteínas en sangre – proteoma plasmático – mostraron cambios entre en sus niveles iniciales y al final de la intervención, en relación al peso para la talla y en 75 proteínas que presentaron una correlación significativa, positiva o negativa. Las proteínas que se correlacionaron positivamente, lo hicieron con las medidas del crecimiento óseo y la osificación y, también se correlacionaron con el desarrollo del SNC. Aquellas proteínas que presentaron una correlación negativa con el peso se relacionaron con la activación del sistema inmunológico.
Se observaron, a los 3 meses del estudio, que 714 proteínas aumentaron o disminuyeron sus niveles en el grupo suplementado con MDCF-2, en contraste con 82 proteínas que mostraron cambios en el grupo que recibió el RUSF. Las 70 proteínas que aumentaron en el grupo MDCF-2 se relacionaron positivamente con el peso para la talla, mientras que no hubo correlación con las proteínas que aumentaron en el grupo RUSF. Es decir, que los aumentos de niveles de proteínas en el grupo MDCF-2 se asociaron significativamente con los cambios antropométricos. Por otro lado, al comienzo del estudio en los niños más desnutridos se observó que tenían niveles altos de proteínas proinflamatorias, las cuales disminuyeron en los que fueron suplementados con MDCF-2.
En fin, estos estudios mostraron que el alimento MDCF-2 promueve el crecimiento, a pesar de tener 20% menos de densidad calórica que el alimento RUSF. Además, se observaron mayores cambios positivos en los mediadores de las proteínas plasmáticas del crecimiento óseo, del desarrollo del SNC y de la inflamación, además de una reparación más completa de la microbiota intestinal en el grupo suplementado con MDCF-2 en comparación con los niños que recibieron RUSF.
En otras palabras, se necesitan más alimentos suplementarios que reparen y maduren la flora intestinal por los beneficios demostrados en este trabajo ya que los alimentos que existen no intervienen ni cambian la microbiota del intestino.
Igualmente, se necesita que este alimento se perfeccione para lograr una fórmula simple de obtener, de almacenar y de usar. En este punto, deben intervenir las industrias de alimentos terapéuticos y suplementarios que, hasta ahora, solo producen los alimentos terapéuticos ya conocidos, de manera de tratar de producir alimentos complementarios dirigidos a la microbiota (MDCF) para realmente recuperar a los niños desnutridos.
Concluyen los autores que se necesitan estudios que contemplen períodos más largos de tiempo para determinar la correlación entre los niveles plasmáticos de proteínas asociadas al desarrollo del SNC y cambios en el cerebro, así como evaluar si la mejoría clínica se asocia con el rendimiento cognitivo. Factor a ser especialmente considerado para un desarrollo integral del niño desnutrido que constituye una esperanza para los niños del mundo.
Irene Pérez Schael
Un Comentario
Yulimar Burgos
Mi niña Sarihannys Colmenares Burgo tiene 17 meses y está con desnutrición waschorkos y flora bacteriana aumentada y piodermitis bacteriana mixta