La cuenca del mediterráneo fue la cuna del nacimiento y el desarrollo de la civilización occidental. A lo largo de milenios las artes y las ciencias florecieron y se enriquecieron con el legado que aportaron las culturas grecorromana, judeocristiana e islámica que se desarrollaron en esta región.
La cultura mediterránea también nos ha ilustrado sobre el arte y el disfrute del buen vivir y del buen comer. Tan es así, que la dieta mediterránea fue declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el 16 de noviembre de 2010.
El historiador Ferdinand Brodel en su obra Mediterráneo, el espacio y la historia en respuesta a la pregunta ¿qué es el mediterráneo? señala: «Mil cosas a la vez. No es un paisaje, sino muchísimos paisajes; no es un mar, sino una sucesión de mares; no es una civilización, sino civilizaciones amontonadas unas sobre las otras».
La dieta mediterránea aprueba el estándar de oro de la investigación
La dieta mediterránea tradicional incluye frutas, vegetales, frijoles (judías), cereales no refinados, aceite de oliva, frutos secos de cáscara como las nueces, almendras y avellanas, pescado y una ingesta moderada de carnes de aves y productos lácteos. El consumo de carnes rojas es bajo y el vino en moderada cantidad suele acompañar las comidas.
Un estudio muy riguroso y de grandes dimensiones publicado en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine, el 4 de abril de 2013, demostró que los participantes que consumieron una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra o frutos secos como las nueces redujeron 30% su riesgo de desarrollar eventos como accidentes- cerebrovasculares, infarto de miocardio y muerte por enfermedades cardiovasculares, en comparación con aquellos individuos que siguieron una dieta baja en grasas.
Esta investigación forma parte del proyecto PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea) un ensayo multicéntrico que fue realizado en distintas regiones de España, desde el año 2003 hasta 2011, con la finalidad de estudiar los efectos de la dieta mediterránea en la prevención primaria de las enfermedades cardiovasculares. MiradorSalud publicó en agosto de 2012 las características metodológicas de este ambicioso proyecto de grandes dimensiones.
El estudio fue coordinado por el Dr. Ramón Estruch médico del Hospital Clinic de Barcelona, España, y por el Dr. Miguel Angel Martinez-Gonzales del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra en Pamplona, España.
Los autores del estudio PREDIMED reclutaron 7.447 personas mayores de 55 años, sin antecedentes de eventos como infarto o accidente cerebrovascular. Sin embargo, todos los participantes presentaban factores de riesgo de enfermedad cardiovascular como diabetes tipo 2, hipertensión arterial, hábito de fumar, LDL elevado (colesterol malo), HDL bajo (colesterol bueno), sobrepeso, obesidad o historia familiar de muertes prematuras por enfermedad cardiovascular.
Los integrantes del estudio fueron divididos de modo aleatorio (al azar) en tres grupos de intervención dietética.
• Dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra.
• Dieta mediterránea suplementada con frutos secos de cáscara (nueces, almendras, avellanas).
• Dieta baja en grasas tanto de origen animal como vegetal (grupo control).
Durante el período que duro el estudio los participantes asistieron a sesiones grupales de formación dietética y recibieron, cada 3 meses, atención individual con una nutricionista.
Los integrantes de todos los grupos aceptaron reemplazar las carnes rojas por carnes blancas como la del pollo y comer tres o más raciones de pescado a la semana, además de 5 porciones de frutas y hortalizas.
Los participantes que siguieron la dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra (cuatro cucharadas diarias) recibieron gratuitamente 1 litro del suplemento semanalmente, para mantener la adhesión a la dieta.
El grupo que seguía la dieta mediterránea suplementada con 30 g al día de frutos secos de cáscara (15 g de nueces, 7,5 g de almendras y 7,5 g de avellanas) recibió, igualmente, el complemento sin costo.
El grupo control (dieta baja en grasa) sólo podía consumir dos cucharadas de aceite vegetal diariamente, incluyendo el aceite de oliva.
A ninguno de los tres grupos se le impuso dietas con restricción calórica ni actividad física programada.
El grupo que consumió la dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra y el grupo que recibió suplementos de frutos secos presentaron una reducción de 30% del riesgo de desarrollar infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o muerte por enfermedad cardiovascular, en comparación con el grupo control.
Sin embargo, cuando los autores analizaron por separado la incidencia de cada uno de los eventos observaron que la disminución del riesgo de desarrollar accidente cerebrovascular fue más significativa que la reducción de la incidencia de infarto de miocardio, probablemente debida a la disminución de la presión arterial.
Los autores tomaron en cuenta para el análisis estadístico varios factores de confusión que podían afectar los resultados como el consumo total de calorías, la actividad física y el consumo de medicamentos. Incluso, después de estos ajustes los resultados del estudio fueron muy significativos.
Una de las limitaciones de este ensayo clínico, que los autores reconocen, fue la moderada reducción del consumo de grasas totales del grupo control, a pesar de que los participantes recibieron consejos dietéticos. Este aspecto del estudio ha sido criticado por los defensores del consumo de dietas muy bajas en grasas en la prevención primaria y secundaria de las enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, los resultados de este estudio han sido muy importantes, ya que provienen de un ensayo controlado aleatorio, considerado como el estándar de oro de la investigación médica.
“Si se toma en cuenta cualquier tratamiento, incluso la terapia farmacológica, la magnitud de este beneficio es impresionante; para una intervención dietética estos resultados son notables”, así lo señala el editorial que acompaña al estudio.
Estudios pioneros
Investigaciones previas habían asociado a la dieta mediterránea con una menor incidencia de enfermedades cardiovasculares y muertes asociadas, sin embargo, la mayor parte de esos trabajos habían sido estudios de observación que carecían de la fortaleza metodológica del ensayo controlado aleatorio.
Las primeras referencias científicas sobre la dieta mediterránea se remontan al año 1948 cuando la Fundación Rockefeller, con la colaboración del gobierno griego, realizó un estudio sobre las características sociodemográficas, económicas, sanitarias y dietéticas de 128 familias de la isla de Creta.
Los aspectos relacionados con la nutrición fueron analizados, en 1953, por el epidemiólogo Leland Allbaug, quien consideró relevante realizar un estudio comparativo entre los hábitos alimentarios de los pobladores de la isla de Creta, en Grecia, y los patrones nutricionales de los habitantes de los Estados Unidos, donde la enfermedad cardiovascular había comenzado a presentar un incremento preocupante, a finales de la década de los cuarenta, mientras que entre los griegos la incidencia de esta afección permanecía baja.
Igualmente, un equipo de investigadores de la Universidad de Minnesota, liderado por el Dr. Ancel Keys inició, en 1958, un trabajo epidemiológico de grandes dimensiones que duró varias décadas, conocido como el Estudio de los Siete Países.
Los autores de esta ambiciosa investigación analizaron los datos de 12.000 hombres saludables de 40 a 59 años que vivían en Yugoslavia, Grecia, Italia, Holanda, Finlandia, EE.UU. y Japón.
Los resultados revelaron que la dieta que consumían los habitantes de Grecia, Italia y Yugoslavia era un factor de protección en contra del desarrollo de la enfermedad cardiovascular.
Japón presentó la segunda tasa más baja de incidencia de enfermedad cardiovascular. Los habitantes de este país consumían, durante el período en el que se realizó el estudio, una dieta baja en grasas saturadas, rica en vegetales, arroz y pescado.
Sin embargo, en Finlandia y los Estados Unidos, donde el consumo de grasas saturadas era elevado, la incidencia de enfermedad cardiovascular fue 10 veces más elevada, en comparación con los habitantes de los países mediterráneos.
Estos ensayos pioneros al igual que el estudio que nos ocupa forman parte de un cuerpo de evidencias cada vez más significativo que sugiere que la dieta mediterránea puede jugar un papel muy importante en la prevención de las enfermedades cardiovasculares.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdisian