Las explosiones de ira pueden aumentar hasta cinco veces el riesgo de desarrollar infarto de miocardio, además de triplicar las probabilidades de presentar un accidente cerebrovascular, en las siguientes dos horas de padecer el ataque de rabia.
Así lo señala un estudio realizado por un equipo de investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard y del Beth Israel Deaconess Medical Center, en EE.UU., publicado en la revista European Heart Journal, el 3 de marzo de 2014.
Mientras que el estrés crónico y los trastornos de ansiedad se han asociado, en estudios previos, al aumento de las probabilidades de desarrollar síndrome coronario agudo e infarto de miocardio, el riesgo a corto plazo (entre 2 y 3 horas) de presentar eventos cardiovasculares ocasionados por emociones extremas como los arrebatos de ira, no había sido sistemáticamente evaluado.
Por ese motivo, los autores decidieron realizar una revisión de nueve estudios publicados entre 1966 y 2013, con el objetivo de analizar si los ataques de ira se asociaban, a corto plazo, al riesgo de desarrollar infarto de miocardio, accidente cerebrovascular (ictus) y arritmias ventriculares.
Los investigadores encontraron que el riesgo relativo de desarrollar infarto de miocardio (IM) o síndrome coronario agudo (SCA) aumentó casi cinco veces (4,74%), el riesgo de accidente cerebro vascular (ictus) se incrementó más de tres veces (3,62%), y el riesgo de arritmia ventricular también se elevó, en las siguientes dos horas de presentar el ataque de ira, en comparación con otros momentos en los que los participantes no estaban enojados.
Los investigadores observaron que el riesgo absoluto de eventos cardiovasculares desencadenados por los ataques de ira aumentaba significativamente si los participantes tenían factores de riesgo subyacentes como hipertensión arterial, cifras elevadas de colesterol en sangre, diabetes o una historia previa de síndrome coronario agudo, infarto de miocardio o accidente cerebrovascular. Si además, estas personas presentaban episodios frecuentes de ira, el riesgo podía incrementarse progresivamente a lo largo del tiempo.
Por otra parte, las probabilidades de sufrir un infarto de miocardio (IM), o un accidente cerebrovascular (ACV) debido a una explosión aislada de ira son bajas en personas sin muchos factores de riesgo cardiovascular, sin embargo, si estos individuos presentan episodios intensos y frecuentes de rabia, pueden aumentar su riesgo de padecer estas afecciones.
Cuando se toma en cuenta la evaluación del riesgo de infarto de miocardio o de morir por enfermedad de las arterias coronarias en los próximos 10 años en la población general (no solo entre los participantes del estudio), se observa que los ataques de ira frecuentes afectan definitivamente la salud pública.
• Un episodio de ira al mes podría causar un evento cardiovascular (síndrome coronario agudo o infarto de miocardio) adicional por cada 10.000 personas al año entre los individuos de bajo riesgo cardiovascular.
• Un episodio de ira al mes podría causar cuatro eventos cardiovasculares adicionales por cada 10.000 personas al año ente los sujetos de alto riesgo cardiovascular.
• Cinco episodios de ira al día podrían causar 158 eventos cardiovasculares adicionales por cada 10.000 personas al año entre los individuos de bajo riesgo cardiovascular.
• Cinco episodios de ira al día podrían causar 657 eventos cardiovasculares adicionales por cada 10.000 personas al año entre los sujetos de alto riesgo cardiovascular.
En otras palabras, en la medida en que aumentan la frecuencia de los ataques de ira y el riesgo cardiovascular de las personas, se incrementa la incidencia de eventos como el síndrome coronario agudo y el infarto de miocardio.
¿Cuál es la conexión entre los arrebatos de ira y los eventos cardiovasculares?
Las emociones extremas como los ataque de ira desencadenan la respuesta de “lucha o huida”. El hipotálamo, una pequeña estructura situada en la base del cerebro, pone en marcha el sistema de alarma. De esta forma se activa el eje hipotálamo-pituitaria-adrenal, un complejo proceso que involucra el sistema nervioso y endocrino. A través de una serie de señales integradas por ambos sistemas, las glándulas suprarrenales, unas pequeñas estructuras situadas encima de los riñones, reciben los estímulos apropiados y liberan las hormonas del estrés: la adrenalina y el cortisol.
La respuesta de “lucha o huida” es extremadamente útil en situaciones de emergencia, pero puede causar daño cuando se activa con frecuencia.
Por ejemplo, las cantidades excesivas y sostenidas de las hormonas del estrés pueden acelerar el proceso de la ateroesclerosis, y la formación de la placa de ateroma que obstruye las arterias.
Durante un ataque agudo de ira la adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo cual produce cambios del flujo sanguíneo como turbulencias. Estas alteraciones hemodinámicas, por ejemplo, pueden ocasionar la ruptura de una placa de ateroma que estaba obstruyendo parcialmente una arteria coronaria, lo cual estimula los procesos de inflamación, coagulación y la formación de un coágulo (trombosis).
El coágulo que se produce por la ruptura de la placa de ateroma puede llegar a obstruir parcial o totalmente el flujo de sangre. Si la obstrucción de la arteria es severa parte del músculo cardíaco muere, en otras palabras, se produce un infarto de miocardio. La necrosis o muerte del tejido afectado por el infarto puede aumentar el riesgo de presentar arritmias ventriculares (alteración del ritmo cardíaco), que suelen ser sumamente graves y con frecuencia fatales, si no son tratadas a tiempo.
Los investigadores señalan “que los resultados del estudio revelan que los ataques de ira se asocian a un aumento del riesgo de eventos cardiovasculares, mas no indican necesariamente una relación causa-efecto, ya que los estudios analizados fueron de observación”.
¿Cómo reducir la hostilidad que aqueja el corazón de las personas iracundas?
Es muy importante que los médicos logren crear una adecuada relación con sus pacientes, que les permita indagar acerca del modo cómo estos manejan su enojo.
Si las explosiones de ira son frecuentes, sobre todo en las personas que tienen aumento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o antecedentes de haber presentado angina de pecho, infarto de miocardio o accidente cerebrovascular, los profesionales de la salud tendrían que informar a sus pacientes sobre los efectos deletéreos de los ataque de ira y considerar intervenciones psicosociales, psicoterapia, terapia cognitivo conductual, de grupo o tratamientos farmacológicos.
Igualmente, el ejercicio físico programado, la práctica del yoga, las técnicas de relajación y meditación pueden contribuir notablemente con la reducción de los niveles de hostilidad que aquejan el corazón de esos pacientes.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian
2 Comentarios
EDGAR MARCHAN
Editor(es) Mirador de Salud
Aprovecho esta oportunidad para felicitarlos por la extraordinariamente acertada selección de todos los artículos que conforman cada una de sus entregas. Totalmente oportunos, utiles y sobre todo con rigor científico. Sencillamente de nuevo los felicito…
Mirador Salud
Estimado Edgar Marchan,
Mil gracias por su comentario.
Saludos.
MiradorSalud