La neurobiología es una disciplina que se nutre de la neurociencia y la biología. Comprende el estudio de las células del sistema nervioso y de su organización en los circuitos funcionales que procesan la información y median el comportamiento. Abarca temas como la neurogénesis – multiplicación de neuronas -, canales iónicos, plasticidad sináptica, neurotransmisores, entre muchos otros.
Cuando se hace una revisión sobre neurobiología en PubMed, Centro Nacional de Información Biomédica del NIH – Institutos Nacionales de Salud – se encontrarán artículos sobre neurobiología asociada a la adicción, estrés, depresión, trastornos bipolares, miedo y fobias y hasta al amor, relacionado con experiencias muy gratificantes, pues el amor está vinculado a la perpetuación de la especie y de aquí la importancia de su participación en la función biológica del organismo.
La neurobiología estudia el desarrollo neuronal, su función y potencial de acción iónica, la estructura, formación y plasticidad de la sinapsis, los neurotransmisores, sus receptores y mecanismos de señalización y los sistemas sensoriales que permiten al organismo captar la información en forma de señales del ambiente externo que comprenden los 5 órganos clásicos (vista, oído, olfato, gusto y tacto), a los que ahora se han añadido 4 sistemas sensoriales internos puesto que los seres vivos necesitan información del funcionamiento de sus órganos para alcanzar un equilibro deseable. Estos son el sistema inmunológico que se comunica con todos los otros sentidos, el sistema interoceptivo que mide la homeostasis (ejemplo el nivel de glucosa) y el pensamiento y las emociones que también son sentidos porque se percatan del peligro, pero, al mismo tiempo, con ambos sentidos podemos imaginar y lo imaginado también produce efectos en el organismo debido a que el cerebro no diferencia entre la realidad y la imaginación. Recurso que ha sido utilizado por distintas disciplinas como la psiconeuroinmunología.
Al mismo tiempo, los avances en el estudio de las emociones y la mente en la última década han sido sorprendentes. Un punto de interés es la interacción entre las emociones y lo cognitivo/racional. Por ejemplo, se ha demostrado que el estrés y la ansiedad influyen en la atención selectiva, o lo que hemos llamado “pensar” en artículos anteriores, la memoria de trabajo, memoria a corto plazo pero un poco más elaborada/manipulada y en el control cognitivo, influencia que puede no ser transitoria y persistir más allá de la duración de las emociones, pero, a su vez, estos circuitos involucrados en lo cognitivo pueden contribuir con la regulación de la emoción; hecho que conlleva a una zona de indefinición entre la separación funcional del cerebro emocional y el cognitivo. En esta revisión, los autores concluyen que la distinción entre el cerebro emocional y el cognitivo es algo confusa y depende del contexto.
En artículos anteriores publicados en MiradorSalud señalábamos que la conducta podía ser una sola consecuencia del sentir que involucra emociones o una consecuencia del “pensar” que involucra enfocar la atención, generar emociones que se traducen luego en conducta. No nos referimos a la neurobiología, en estos 3 artículos (¿Cómo funciona la mente?, Mente-emociones-comportamiento y Conversando sobre la mente y la epigenética), lo que intentaremos hacer en este texto, cuya información, a la vez, la relacionaremos con nuestros escritos mencionados. Aunque, siempre se debe tener en cuenta que el cerebro es muy complejo. Por ejemplo, un dato curioso serían las estimaciones del tamaño de las redes neuronales que formando un todo entre sus conexione, podrían alcanzar una extensión de 180.000 Km, longitud con la cual se podría darle 10 veces la vuelta a la tierra.
De esta revisión muy compleja, extrajimos algunos puntos fundamentales para entender un poquito mejor qué diferencias o similitudes comparten estos dos tipos de cerebro. Los autores revisaron los avances en los estudios sobre la interacción entre los procesos emocionales y cognitivos y cómo se integran en el cerebro, aunque reafirmaron que su comprensión sobre el tema estaba muy lejos de ser completa.
Comenzaron por reafirmar que existen evidencias de que la percepción de los estímulos emocionales muy elevados como la presencia serpientes, arañas o caras molestas influyen en la atención (cognición) o el “pensar”, sin tomar en cuenta el entorno, es decir que disminuyen la capacidad de “pensar” porque estas intensas emociones no permiten enfocar la atención. Igualmente, la experiencia de los estados emocionales, los estímulos endógenos, como reglas, estados de ánimo (ansiedad) y motivación pueden alterar la cognición. En otras palabras, los estados de ánimo y motivación negativos interfieren negativamente en la cognición, mientras que los positivos promueven una conducta positiva más racional. Además, especifican que las señales muy cargadas emocionalmente atraen más la atención que las señales neutras, sean estas positivas o negativas. Por ejemplo, los individuos ansiosos tienden a prestar una excesiva atención a las amenazas, lo que puede ser útil en determinadas circunstancias.
El órgano encargado de valorar esta orquestación es la amígdala, la cual forma parte del sistema límbico, encargado de regular las respuestas fisiológicas e involuntarias, y está interconectada con el resto del cerebro, funcionando como un “centro de mando”, el cual, al estar asociado a la conducta emocional más primitiva o instintos, garantiza la supervivencia del organismo. Por otra parte, ella es partícipe de una red extendida que abarca los circuitos sensoriales y de atención y emoción, lo que le facilita la detección rápida de información emocionalmente significativa que permiten a la amígdala asumir transitoriamente un mayor control en la atención y comportamiento en situaciones que favorezcan más la respuesta inmediata por ser, por ejemplo, una amenaza, en lugar de tomar el camino de un razonamiento más lento, deliberado y pensado.
Por otra parte, las emociones también pueden afectar el comportamiento de una forma persistente, a causa de alteraciones en la conexión amígdala-hipocampo, como ocurre después de un estrés social intenso. Quiere decir que emociones intensas inciden en la velocidad de recuperación emocional, la cual, a su vez, puede predecir rasgos de personalidad. Cuando la velocidad es lenta a causa de experimentar fuertes emociones negativas pueden aparecer rasgos neuróticos o una mayor sensibilidad al estrés crónico.
Otro aspecto interesante es que la atención endógena, como la asociada a pensamientos o cierto tipo de información, está estrechamente relacionada con la memoria de trabajo. La presencia de metas y tareas en esta memoria facilita la atención dirigida y alejan de la conducta las posibles distracciones.
Aunque, clásicamente se ha considerado a la emoción opuesta al “pensar”, una condición cognitiva o racional, se podría considerar que no es completamente así porque los estados de ánimo o emocionales son responsables tanto de la participación o no del “pensar”. Estados de ánimo positivos inducen un comportamiento cognitivo adecuado y los negativos o distractores emocionales inactivan la participación de lo racional-cognitivo, potenciando así la conducta emocional involuntaria. El proceso de degradación que ocurre a partir de los distractores emocionales, se señala en la revisión, se explica por dos niveles: 1.- una mayor participación de regiones involucradas en el proceso de información socioemocional y la orquestación de expresiones emocionales como lo es la amígdala y 2.- una reducción o retraso en la actividad de la corteza frontoparietal.
La emoción, igualmente puede ser adaptativa o no, ya que existe más cooperación que lucha entre los cognitivo y la emoción. En particular, la ansiedad puede mejorar la vigilancia, pero interrumpe la memoria de trabajo. El estrés influye en la producción de catecolaminas, dopamina y norepinefrina, y en los niveles de glucocorticoides en la corteza prefrontal que tienen una función opuesta a la de las catecolaminas disminuyen el transporte de glucosa las células cerebrales. El estrógeno exacerba el impacto del estrés en la función prefrontal y las hormonas. En general, modulan la generación y regulación de las emociones o un estado de ánimo de depresión o agotamiento, lo que no facilita sentir alegría, por ejemplo. La regulación de las emociones puede ser implícitas o inconscientes porque no son intencionales o involuntarias y ocurren sin esfuerzo e inconscientemente. Igualmente, pueden ser explícitas, voluntarias y conscientes por lo que exigen cierto grado de control cognitivo. Cambiar el foco de atención o el “pensar” ayuda a disminuir una emoción negativa o fortalecer una emoción positiva, este proceso se denomina regulación cognitiva.
La emoción fortalece algunos procesos cognitivos mientras debilita a otros, dependiendo del tipo y circunstancias de la emoción, amén de que las emociones y los estados emocionales se potencian entre sí. En fin, existen dos tipos de sistemas cerebrales, los emocionales centrados en la amígdala y programados por nuestra historia, como ejemplo sería el miedo asociado al peligro o la alegría y gratificación provocada por los dulces y las grasas y los sistemas cognitivos o racionales, como son los involucrados en la red frontoparietal, los cuales están gobernados por nuestra historia ontogénica y por el conocimiento explícito o pensado como sería elegir una naranja en lugar de un caramelo o entre lo saludable y lo no saludable.
Es oportuno finalizar con el concepto del bienestar emocional, el cual está correlacionado con la capacidad de tomar decisiones propias, la flexibilidad o capacidad de responder de manera fluida ante los eventos que ocurran y con las reservas neuroafectivas de la persona formadas por la experiencia emocional flexible, la capacidad de decidir y la resistencia a no tomar decisiones. Yo agregaría el predominio de las emociones positivas sobre las negativas, ya definidas en el artículo: “Mente – Emociones – Comportamiento”.
Irene Pérez Schael
2 Comentarios
Geyna Rivas
Excelente artículo, cada vez que leo lo que escribes aprendí más de las emociones, gracias
Mirador Salud
Gracias Geyna, tú siempre tan consecuente.
Cariños
Irene