Este año el premio Nobel de la Paz fue otorgado al Programa Mundial de Alimentos (PMA. WFP, por sus siglas en inglés) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como reconocimiento a la importante labor que durante años ha venido haciendo, combatiendo el hambre en el mundo.
El PMA es referencia a nivel mundial en la lucha contra el hambre, generando condiciones de paz en zonas en guerra o conflicto. En muchas ocasiones ha estado al frente de las mayores crisis globales atendiendo con rapidez, eficiencia y eficacia a las personas más vulnerables. Este programa nace en el año de 1961 como ente auxiliar de la FAO para la asistencia alimentaria.
Las labores del PMA no se centran únicamente en llevar suministros de alimentos para la población de las áreas afectadas, si no que cuenta con toda una logística de recurso humano, flota de helicópteros, aviones y barcos para movilizar personas y suministros a zonas remotas, además lidera acciones para garantizar el derecho a la alimentación en áreas de desastre o catástrofes y a las poblaciones menos favorecidas. También, apoyan a programas de nutrición, a los agricultores y mercados locales. Trabaja en acciones para disminuir el cambio climático, favorecer una alimentación sostenible y es copatrocinador de ONUSIDA siendo el responsable de entregar alimentos a las personas que padecen de VIH/SIDA o tuberculosis.
El reconocimiento es bien merecido y representa un estímulo por el arduo trabajo que desempeña día a día todo el personal, exponiendo sus vidas para llevar los alimentos en zonas de alto riesgo.
Algunas de las ayudas que ha realizado el PMA en el mundo son los apoyos a los países del continente africano, como por ejemplo la asistencia a millones de personas en Zimbabue que sufren de hambre por la sequía y la crisis económica. El apoyo a la población de Mozambique que sufrieron las inundaciones, teniendo que desplazarse de sus hogares. Así mismo, millones de desplazados producto de la violencia e inseguridad en Nigeria, han recibido asistencia alimentaria. En América Latina, el apoyo a El Salvador, en especial a los agricultores que han visto la pérdida de sus cosechas por la intensa sequía.
Este año el PMA ha tenido un rol fundamental en la ayuda humanitaria a países severamente afectados por la COVID-19. La situación de inseguridad alimentaria y hambre en algunos países era grave antes de la pandemia, producto del cambio climático y los conflictos, ahora con la COVID-19, esta situación se incrementó e intensificó, afectando a más familias y sumando comunidades a situación de vulnerabilidad alimentaria. De acuerdo con estimaciones del propio PMA, el número de personas con hambre aguda en el mundo podría aumentar en más de 100 millones este año. Lo más lamentable de esta situación, es que se produce suficiente alimento en el mundo para satisfacer el hambre de todas las personas, sin embargo la desigualdad limita el acceso a los alimentos saludables.
En este sentido, el PMA se apega a los Objetivos de Desarrollo Sostenible contribuyendo para alcanzar el “hambre cero” el cual este año se ha convertido en todo un desafío, abriéndose más la brecha entre las personas que padecen de hambre y el cumplimiento del objetivo, este hecho se debe a los efectos de la pandemia y a la poca implementación en los países de sistemas alimentarios sostenibles y saludables.
Por otro lado, Venezuela no es la excepción, nuestra realidad es que la situación de inseguridad alimentaria se asemeja a los países más pobres y vulnerables. Venezuela para Enero de 2020 ya se encontraba en medio de una crisis humanitaria compleja afectando a toda la población, especialmente a los grupos más deprimidos. La seguridad alimentaria se encuentra debilitada en cada uno de sus componentes: disponibilidad, acceso, consumo de alimentos y aprovechamiento de nutrientes. Adicionalmente, la mayoría de las comunidades presentan hogares que sufren los embates del hambre y niños con desnutrición. A esta triste situación se le suma la pandemia por COVID-19 en Marzo del 2020, la cual llega sin estar preparados y acentúa nuestro problema de base.
Ante esta realidad, ONGs y actores sociales humanitarios alzan su voz para tratar de informar a la comunidad internacional la magnitud del daño que estamos sufriendo los venezolanos y que requerimos con carácter de extrema urgencia el apoyo de organismos humanitarios internacionales. Debido a las múltiples peticiones, el PMA vino a Venezuela en el 2019 para evaluar la seguridad alimentaria. Los datos se recogieron entre julio y septiembre del año pasado, arrojando que el 32,3% de la población venezolana sufre de inseguridad alimentaria y de estos, el 7,9% se encuentra en inseguridad alimentaria severa. Los estados más comprometidos son Zulia, Falcón, Amazonas, Bolívar y Delta Amacuro. Sin embargo, llama la atención la discrepancia entre las cifras de inseguridad alimentaria reportadas por el PMA y el ENCOVI 2019-20, este último encontró niveles de inseguridad del 94%, en cualquiera de sus grados, mientras que 33% se encontró en inseguridad alimentaria severa. Cabe preguntarse ¿esta diferencia tan importante responde al uso de diferentes metodología o a otros factores?
Lo cierto es que resulta innegable la triste situación de hambre que estamos viviendo los venezolanos y que a causa de esto nuestros niños, el futuro de Venezuela, están teniendo un retraso en su crecimiento y desarrollo irreparable y en el peor de los casos el daño es tan grave que fallecen. Es realmente alarmante que se esté registrando un alza de las muertes de niños por desnutrición en estos últimos meses debido a la agudización de la crisis producto de la pandemia, y lo peor es que la respuesta de los entes oficiales es muy baja para mitigar los efectos desbastadores del hambre en nuestra población. Por lo cual existe la obligación de hacer un llamado urgente a los organismos humanitarios internacionales, en especial al PMA para ayudar a combatir esta crisis alimentaria.
Recientemente, el PMA publicó “el costo de un plato de alimento 2020” Los países que pagan más caro por una comida sencilla como una sopa o un guiso pertenecen, en su mayoría, a África. Es lamentable que Venezuela no esté dentro de este reporte, cuando para un venezolano hacer una comida sencilla como lo es la tradicional arepa con queso, es prácticamente imposible, ya que el costo de 1 kilo de harina de maíz precocida sobrepasa el salario mínimo mensual.
Por estas razones, diversas organizaciones se han pronunciado y han elaborado documentos para hacer un llamado al estado sobre la situación alimentaria que afronta el país. El Foro Interreligioso Social, instancia entre comunidades e instituciones religiosas y organizaciones basadas en la fe, ha elaborado un comunicado exhortando a las autoridades a que permitan el ingreso del PMA. Así mismo, decenas de personas y organizaciones firmaron otro comunicado donde se apegan a la solicitud de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, instando al estado venezolano a permitir el ingreso del PMA, con el objetivo de dar asistencia a los millones de venezolanos que se encuentran actualmente en inseguridad alimentaria.
El grito y clamor de hambre de un pueblo debe estar por encima de cualquier creencia o distinción política. Es inadmisible que un país tan rico en recursos naturales como Venezuela tenga a su población en inseguridad alimentaria. Por ello, la comunidad internacional y las organizaciones humanitarias deben voltear la mirada a Venezuela e insistir con su apoyo para evitar el colapso total del país.
Sabemos que el PMA es un ejemplo de mística, amor y pasión por el trabajo, caridad y sentido humano, felicitamos al Programa Mundial de Alimentos por su reconocimiento tan merecido, especialmente, por su desempeño ante esta pandemia. Sin embargo, los venezolanos necesitamos urgentemente al premio Nobel de la paz 2020, ejerciendo, en el país, sus acciones de apoyo alimentario. Nuestros niños no pueden esperar un día más. El ingreso a Venezuela el PMA tiene que ser hoy, mañana puede ser muy tarde.
Pablo Hernández
Sobre el autor: El Profesor Pablo Hernández es Licenciado en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USV), Especialista en Análisis de Datos en Ciencias Sociales. Profesor de Nutrición Humana en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Profesor del Diplomado de Educación en Diabetes Terapéutica (UCV). Editor Asociado de la “Revista Digital de Postgrado” de la Facultad de Medicina de la UCV. Miembro del Observatorio Venezolano de Salud (OVS), de la Fundación “5 al día” Venezuela, de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición, y de la Fundación Bengoa para la Alimentación y la Nutrición.
Claret Mata
Sobre el autor: La Profesora Claret Mata es Licenciada en Nutrición y Dietética de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Magister en Nutrición (USB). Profesora de Evaluación Nutricional en la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV y Profesora invitada del postgrado de Nutrición Clínica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV. Miembro de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición y miembro institucional de la Fundación Celíaca de Venezuela.