Los antibióticos han revolucionado positivamente la salud de la humanidad y, a la vez, la práctica de la medicina; no obstante, ahora su eficacia ha disminuido porque se está generando una epidemia global de muertes y alargamiento de infecciones, muy difíciles de tratar a causa del advenimiento de la multirresistencia bacteriana, hecho que también representa una amenaza para la seguridad alimentaria y el desarrollo de los países. Esta epidemia generalizada, ya que puede afectar a cualquiera sin importar la edad ni el país, ha sido difícil de cuantificar debido a la escasez de información en muchas regiones del mundo. Me referiré solo en este artículo a la bacteriana, aunque existe también resistencia en hongos y parásitos.
Este fenómeno consiste en cambios ocurridos por modificaciones genéticas que sufren las bacterias ante la exposición a antibióticos, factor que las convierten en organismos resistentes al tratamiento y difíciles o imposibles de ser eliminadas, persistiendo así la infección en el organismo por más tiempo del usual. Por otro lado, están apareciendo nuevos mecanismos de resistencia que se han propagado globalmente. La transmisión de estos mecanismos puede suceder entre personas, entre animales y personas y mediante el consumo de alimentos de origen animal o contaminados.
Magnitud de la resistencia
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la resistencia a los fármacos de tipo carbapenémicos de la Klebsiella psneumoniae, que causa infecciones nosocomiales como neumonía, sepsis, infecciones en recién nacidos, se ha propagado por el mundo. Al mismo tiempo, la Escherichia coli resistente a las fluroquinolonas, identificada en infecciones urinarias, está muy extendida, así como la resistencia del Staphylococcus aureus.
Una cifra alarmante que retrata este problema es la aparición anual de 480.000 personas que presentan multirresistencia al tratamiento de la tuberculosis. Otras infecciones como neumonía, gonorrea y salmonelosis son difíciles de curar en el presente.
El descubrimiento muy reciente de trazas de 131 genes diferentes que codifican la resistencia bacteriana y responsables de la diseminación de superbacterias, en un archipiélago de Noruega, cerca del Polo Norte, muestra el desafío global al cual se enfrenta el planeta.
Los científicos del estudio creen que el gen (blaNDM-1), uno de los identificados en las muestras y registrado anteriormente en una localidad poco habitada de India, puede haber llegado allí en las heces de aves migratorias, animales salvajes o incluso seres humanos. El lugar de estudio fue elegido porque es una isla muy remota, casi deshabitada, donde no existe ni agricultura, ni industria y el clima ayuda a la preservación del ADN; de esta manera, el estudio de estos ecosistemas, presuntamente prístinos, podría funcionar como plataforma para caracterizar la resistencia no adquirida en eras pre-antibióticas, señaló David Graham, de la Universidad de Newcastle en el Reino Unido y uno de los autores del trabajo. Se sabe que la resistencia antimicrobiana existe desde siglos atrás adquirida de forma natural por mecanismos específicos de las bacterias.
Factores que la causan y posibles soluciones
El ascenso acelerado de la resistencia bacteriana ha sido provocado, según un estudio publicado en JAMA en 2016, por factores como la prescripción médica y venta inapropiada de antibióticos, su administración indiscriminada fuera de los establecimientos de salud y a factores intrínsecos de las bacterias (mutaciones). Esta amenaza se ha exacerbado a causa de la ausencia de estrategias en su aplicación por parte de las autoridades de salud, a la contaminación fecal del ambiente, así como el declive del desarrollo de nuevos antibióticos, entre otras variables. Al mismo tiempo, el factor humano, mediante el mal uso de los mismos, favorece la selección y aparición de bacterias multirresistentes. Por ejemplo, se ha estimado que la utilización de estos fármacos en el alimento para estimular el engorde de animales sanos es del 80% del consumo total de los mismos en EE.UU., aun en circunstancias en las cuales estos sean fundamentales para el tratamiento de enfermedades en seres humanos. En Europa está prohibido el uso de antibióticos en animales sanos, no así en EE.UU., aunque si está regulado.
La prescripción de un antibiótico inadecuado o innecesario para una determinada enfermedad sería otro caso que, aunque pareciera trivial, es bastante usual; para muestra se tiene que el 30% de los récipes facilitados en las consultas ambulatorias son inapropiados en EE.UU. Se pueden imaginar cómo sería esta inadmisible conducta en aquellos países donde son precarias las regulaciones para la utilización de los antibióticos. Por otro lado, las ventas directas al consumidor representan el 20% de su consumo total en el mundo con excepción de EE.UU. y Europa.
La optimización de la administración de antibióticos en hospitales es una vía de control porque evita la presión selectiva sobre las bacterias y reduce la aparición de multirresistencia bacteriana. En los hospitales, las autoridades deben estar capacitadas para implementar planes de administración de antimicrobianos que deben contemplar auditoría y restricción de los récipes médicos, así como normas para su aplicación de acuerdo a los datos de la vigilancia de la resistencia en instancias hospitalarias. En este sentido, la OMS ofrece asistencia técnica para el desarrollo de planes de acción nacional y reforzamiento de los sistemas de salud y de la vigilancia de la resistencia para prevenir que ésta suceda. Sin embargo, una publicación de 2019 señala las dificultades que enfrenta este proceso entre las cuales está su dependencia de factores culturales y contextuales que deben ser tomados en cuenta en el diseño de estos planes.
El número de antibióticos nuevos ha disminuido dramáticamente, por ejemplo, entre 1983 y 1987, la Food and Drug Administration (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó 16 antibióticos, cifra que se redujo a 2 en el período 2008-2012. Entre los factores asociados a este declive se encuentran: precios relativamente bajos en contraste a la velocidad de aparición del fenómeno de la resistencia, el desafío que representa su investigación, la dificultad para encontrar candidatos para los estudios clínicos que no hayan sido expuestos a antibióticos, así como las características propias de las bacterias, en especial las gran-negativas, que comprometen el éxito de la investigación y la escasa existencia fármacos con actividad para este tipo de patógenos.
Unas de las vías que podrían ofrecer una estrategia para el control de esta amenaza, cuyo marco teórico y práctico está descrito en esta revisión, es la combinación de antibióticos o con potenciadores de los mismo para aumentar su capacidad de acción. Otras tecnologías serían la producción de nuevas moléculas como anticuerpos o fagos diseñados por ingeniería genética, conjugados de sideróforos, antibióticos foto-conmutables y, de igual forma, la incorporación de la informática y microingeniería en la innovación de materiales antimicrobianos.
En resumen, la resistencia bacteriana conduce a mayor tiempo de hospitalización, mayores costos médicos y aumento de la mortalidad. La magnitud y variedad de organismos resistentes es en sí un problema urgente de salud pública, que debe ser abordado inminentemente.
¿Cómo podemos contribuir a controlar esta amenaza?
Según la OMS, individualmente podemos intervenir en el sobreuso y mal uso de los antibióticos y en la disminución de las infecciones de la siguiente manera:
- Solamente utilizar los antibióticos con recetas prescriptas por médicos o profesionales de la salud acreditados
- Nunca usar antibióticos si los profesionales de la salud indican que no se necesitan
- Siempre seguir las indicaciones médicas
- Nunca compartir o dejar a la mano un antibiótico
- Prevenir las infecciones de forma regular con el lavado de las manos, preparación de los alimentos higiénicamente, evitar contacto cercano con personas enfermas, practicar el sexo saludable, y mantener al día las vacunas
- La preparación de los alimentos en forma higiénica comprende: mantener limpio y separado los utensilios para preparar alimentos crudos, mantener la comida a la temperatura adecuada, utilizar agua potable y materiales crudos en buen estado y seleccionar aquellos alimentos en cuya producción no se hayan utilizados los antibióticos.
Esta es la vía que el ciudadano o individuo debe practicar para contribuir a solucionar el gran problema de la resistencia microbiana.
Irene Pérez Schael