En el marco del Mes Internacional del Cáncer de Mama, MiradorSalud ha dirigido su foco hacia el ejercicio físico como uno de los factores determinantes en la reducción del riesgo de desarrollar esta afección oncológica en las mujeres tanto en la etapa de la postmenopausia como en el período de la premenopausia.
La literatura médica ha acumulado, desde hace algún tiempo, una serie de evidencias que asocian a la actividad física con la reducción del riesgo de varios tipos de afecciones oncológicas, entre las cuales se encuentra el cáncer de mama.
Dos estudios recientemente publicados corroboran y actualizan los hallazgos reportados en investigaciones previas, y nos aportan una información más detallada de la cantidad y tipo de ejercicio que ofrece la protección más segura contra el cáncer de mama y el efecto que tiene la actividad física sobre el metabolismo de los estrógenos (hormonas femeninas) involucrados en desarrollo de tumores mamarios malignos.
El estudio más reciente realizado por un equipo de investigadores de La Sociedad Americana del Cáncer (“American Cancer Society”) fue publicado en la edición en línea de la revista Cancer Epidemiology, Biomarkers, and Prevention, el 4 de octubre de 2013.
Los investigadores analizaron el estatus de cáncer de mama y los niveles de ejercicio de 73.615 mujeres posmenopáusicas que participaron en la Cohorte Nutricional CPS-II, un estudio, a gran escala, que comenzó en 1992. Durante el período de seguimiento de 17 años, 4.760 mujeres fueron diagnosticadas con cáncer de mama.
47% del total de las participantes reportó que caminaban como única actividad física recreacional.
Los autores encontraron que las mujeres posmenopáusicas que realizaban ejercicio de moderada intensidad como caminar, al menos, 7 horas a la semana presentaban una reducción del riesgo de desarrollar cáncer de mama de 14%, en comparación con aquellas participantes que caminaban 3 horas semanales o menos.
Por otra parte, aquellas mujeres que realizaban ejercicio de mayor intensidad como caminar de modo vigoroso durante 10 horas a la semana presentaban una reducción del riesgo de cáncer de mama de 25%, en comparación con las participantes que se encontraban en el rango más bajo de actividad física.
Igualmente, los investigadores observaron que el ejercicio físico ayudaba a disminuir el riesgo de cáncer de mama tanto en las mujeres que tenían sobrepeso y obesidad como en aquellas que tenían un índice de masa corporal normal. Incluso, se observó disminución del riesgo de esta afección oncológica en aquellas participantes que aumentaron de peso durante el período que duró el estudio.
Además, la actividad física programada redujo el riesgo de cáncer de mama tanto en las mujeres que tomaban terapia de sustitución hormonal como en aquellas que no lo hacían.
Otro de los hallazgos importantes del estudio que nos ocupa fue la reducción del riesgo tanto de los tumores mamarios con receptores positivos como negativos para estrógenos.
En el cáncer de mama con receptores de estrógenos (RE-positivos), la hormona femenina promueve el crecimiento tumoral.
La terapia hormonal para el cáncer de mama mediante medicamentos como el tamoxifeno y el raloxifeno se utiliza con frecuencia para bloquear los receptores de estrógeno, lo cual impide la acción de la hormona femenina en las células tumorales del tejido mamario.
El cáncer de mama negativo al receptor de estrógeno (RE-negativo) es a menudo difícil de tratar debido a que no responde a la terapia hormonal. Por lo tanto, el hecho de que el ejercicio físico reduce el riesgo de desarrollar cáncer de mama RE-negativo es un hallazgo de gran relevancia.
El mecanismo de la llave y la cerradura
Para explicar cómo actúan los estrógenos en las células tumorales podríamos utilizar un ejemplo sencillo, pero muy ilustrativo: el mecanismo de la llave y la cerradura.
La llave, en este caso, es el estrógeno y la cerradura es el receptor, que está ubicado en la membrana de las células tumorales del tejido mamario. La consecuencia del acoplamiento entre el estrógeno y su receptor genera la activación de una serie de procesos que pueden estimular el crecimiento del tumor.
Uno de los factores de riesgo del cáncer de mama es la exposición prolongada del tejido mamario al efecto de los estrógenos endógenos que ocurre, por ejemplo, en los casos de menarquia precoz, menopausia tardía y cuando el primer parto se presenta a una edad madura.
Igualmente, el sobrepeso y obesidad aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de mama en mujeres postmenopáusicas. Estudios previos han demostrado que el tejido adiposo (grasa corporal) es la fuente más importante de producción de estrógenos durante la menopausia y estas hormonas contribuyen con el desarrollo y crecimiento de los tumores mamarios RE-positivos.
Los estrógenos provenientes de la terapia de sustitución hormonal, igualmente, representan un factor de riesgo de cáncer de mama.
Más evidencias corroboran los efectos beneficiosos del ejercicio
El otro estudio que nos ocupa publicado en la revista Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention, en mayo de 2013, nos ayuda a esclarecer cómo el ejercicio puede afectar el metabolismo de los estrógenos en mujeres premenopáusicas y reducir el riesgo de cáncer de mama.
El ensayo fue realizado por un equipo de investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Minnesota, quienes distribuyeron en dos grupos de estudio, al azar, varios cientos de mujeres premenopáusicas, sedentarias y sanas.
El grupo control permaneció sedentario, mientras que al otro se le indicó un programa de ejercicios aeróbicos de 30 minutos diarios, de moderada a vigorosa intensidad, 5 veces a la semana, por 4 meses.
Tanto al comienzo como al finalizar el estudio, los investigadores analizaron en la orina de las participantes los niveles de estrógenos y varios de sus metabolitos (sustancias que se forman cuando el estrógeno se descompone en el cuerpo).
Estudios previos han reportado que la proporción de estos metabolitos en la orina de las mujeres puede predecir el aumento o disminución del riesgo de cáncer de mama.
Las participantes que permanecieron sedentarias (grupo control) no mostraron cambios en las proporciones de los metabolitos de los estrógenos en la orina después de los cuatro meses de seguimiento.
Sin embargo, entre las mujeres que realizaron ejercicio (grupo de intervención), el nivel de uno de los metabolitos de los estrógenos se redujo, mientras el otro aumentó. Este cambio de proporciones, según los autores, se asoció a la reducción del riesgo de cáncer de mama en las participantes que se ejercitaron. Igualmente, estas mujeres perdieron grasa corporal y ganaron masa muscular.
Aun cuando esta investigación fue realizada en mujeres premenopáusicas, los autores consideran que los hallazgos obtenidos tienen serias implicaciones para las féminas de cualquier edad, ya que las mujeres postmenopáusicas aun cuando no sintetizan estrógenos en los ovarios, producen cantidades menores de estas hormonas en las células grasas.
En resumen, la asociación entre el ejercicio físico y la reducción del riesgo de cáncer de mama es consistente con los efectos biológicos, bien conocidos, que tiene la actividad física programada en los niveles de estrógenos endógenos, el control de peso, el metabolismo de la glucosa, la sensibilidad a la insulina y los factores de inflamación.
El ejercicio físico, como caminar vigorosamente, es una actividad tan simple y accesible para la mayoría de las personas, que ante los hallazgos tan contundentes de su efecto en la reducción del cáncer de mama es imperativo que los profesionales de la salud como ginecólogos, obstetras y médicos generales les expliquen a las mujeres las bondades de la actividad física recreacional de un modo sencillo y didáctico y receten el ejercicio físico con la misma convicción con que indican los medicamentos.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian