Psicólogos especialistas en el campo de la conducta y la motivación sugieren incluir en las campañas que promocionan el ejercicio la misma estrategia que utilizan los expertos en mercadeo para vender sus productos: presentar a la actividad física como una opción a elegir, que ofrece gratificación inmediata al mejorar la sensación de bienestar y felicidad.
Los mensajes que han enfatizado las bondades del ejercicio, hasta ahora, no han impactado como se esperaba en la mayoría de la población mundial.
Un estudio publicado en la revista The Lancet, en su edición del 18 de julio de 2012, reportó que 31,1 % de la población adulta evaluada (mayor de 15 años) de 122 países (89 % de la población mundial) eran sedentarios, en otras palabras, no cumplían con la recomendación mínima de realizar 150 minutos semanales de ejercicio de moderada intensidad.
Entre los adolescentes el problema es aún más grave. Aproximadamente, 80% de los jóvenes evaluados de 13 a 15 años, de 105 países, no realizaban los 60 minutos de actividad física de moderada a vigorosa intensidad recomendados para ese grupo etario.
Al parecer, los especialistas en salud pública, los médicos y los comunicadores sociales han utilizado tácticas poco eficaces para persuadir y motivar a las personas sedentarias a realizar los cambios de conducta necesarios para mantenerse físicamente activos a largo plazo.
La gente ha sido bombardeada durante décadas con mensajes, respaldados por múltiples investigaciones, que afirman que el ejercicio previene afecciones como la enfermedad cardiovascular, la hipertensión, la diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer, además de ser un factor importante para mantener el peso junto a una dieta saludable y adecuada.
Sin embargo, un porcentaje alto de la población mundial, a pesar de estar informada y consciente de las múltiples bondades que aporta la actividad física, ha fracasado en tragarse la “píldora del ejercicio”. Es evidente que ese conocimiento no ha sido lo suficientemente impactante para persuadirlos y motivarlos a llevar una vida físicamente activa.
Un estudio reciente publicado en la revista Journal of Obesity, que involucró 1.690 hombres y mujeres de mediana edad con sobrepeso y obesidad, reportó la gran relevancia que tiene en la promoción exitosa de los mensajes a favor de la actividad física regular la identificación de los objetivos y metas capaces de persuadir y generar actitudes positivas destinadas a fomentar un nivel de ejercicio óptimo y sostenible en el tiempo.
¿Cómo mercadear el ejercicio?
Los investigadores integraron a los participantes del estudio en tres grupos escogidos al azar con el objetivo de averiguar el efecto que tenía, en la motivación y conducta a favor del ejercicio, la lectura de tres tipos diferentes de estrategias de promoción: una centrada en mejorar la salud; la segunda, en perder peso; y la tercera, en aumentar el bienestar general.
Los resultados revelaron que la mayoría de las mujeres de mediana edad que participaron en el estudio se sintieron más motivadas a realizar ejercicio regular, después de leer los mensajes que estaban centrados en promocionar el bienestar general diario, en comparación con los mensajes que enfatizaban la pérdida de peso.
Los hombres, por el contrario, reportaron sentirse motivados por objetivos menos inmediatos y más distantes como disminuir el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas.
Sin embargo, los investigadores consideran que esa diferencia entre géneros podría deberse al hecho de que los hombres se sienten menos confortables al tener que tratar, abiertamente, temas relacionados con su bienestar emocional.
El experimento tuvo menos impacto entre las personas obesas que entre los individuos que presentaban sobrepeso.
Los autores consideran que los mensajes a favor del ejercicio que animan decisiones que los individuos interpretan como propias o auto-determinadas logran tener los mejores resultados.
Los mensajes orientados a resaltar objetivos como el bienestar general y emocional, la disminución del estrés crónico, la mejoría del estado de ánimo, del sueño y de las funciones cognitivas, a muy corto plazo, son internalizados por las personas de modo positivo.
Por el contrario, los mensajes que son percibidos por los individuos como imposiciones que provienen del exterior como, por ejemplo, la indicación por parte del médico de comenzar un programa de ejercicio porque la balanza arrojó una cifra que se sale del rango normal son interpretados como un castigo, una obligación impuesta desde afuera, aun cuando muchas veces desde el punto de vista consciente y racional la recomendación sea aceptada como correcta.
Los autores sugieren que los especialistas en salud pública, los médicos y los comunicadores sociales dejen de encasillar al ejercicio de moderada intensidad como una indicación médica que requiere 150 minutos de esfuerzo aeróbico a la semana. Más bien, proponen que las autoridades encargadas de promocionar la actividad física deberían identificar y resaltar los objetivos que actúan como “ganchos emocionales” y que hacen posible encajar el ejercicio en las ajetreadas vidas de la mayoría de la gente.
Los especialistas en mercadeo saben que la gratificación inmediata es más motivante que la recompensa que se obtiene a largo plazo. Sentirse feliz y menos estresado en el presente motiva más a la gente, que disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular o cáncer en el futuro.
Otras investigaciones han demostrado que los objetivos que inducen a iniciar un programa de actividad física dependen de diversos factores como la edad, el sexo y las circunstancias de vida. Para los jóvenes, por ejemplo, el atractivo físico encabeza la lista de prioridades, aun cuando lo que los mantiene ejercitándose a largo plazo parece ser el alivio del estrés crónico que el ejercicio regular aporta.
En el otro extremo, las personas de la tercera edad, generalmente, comienzan a hacer ejercicio debido a problemas de salud. Pero, con frecuencia, lo que los mantiene ejercitándose en el largo plazo es el bienestar y el sentido de camaradería y apoyo que se genera cuando estas personas escogen realizar actividades grupales como gimnasia, natación, caminatas, danza y rehabilitación cardíaca.
Otro estudio publicado en la revista British Journal of Sports Medicine investigó el efecto que tuvo un programa de 12 semanas de ejercicio aeróbico en 58 hombres y mujeres sedentarios con sobrepeso y obesidad. Los resultados arrojaron que la pérdida de peso fue mínima, sin embargo, la circunferencia abdominal, la presión arterial y la frecuencia cardíaca en reposo disminuyeron, además de mejorar la capacidad aeróbica y el estado de ánimo de los participantes.
Es importante recordar que el ejercicio, cuando no se acompaña con una dieta adecuada y balanceada, no contribuye mayormente con la pérdida de peso.
La decepción y la baja autoestima asociada a la deficiente pérdida de peso podrían conducir a una baja adherencia al ejercicio y una percepción general de que la actividad física es inútil y poco beneficiosa.
Desde el punto de vista de la salud pública, los autores de los estudios mencionados sugieren reducir el énfasis en la pérdida de peso y alentar otros objetivos relacionados con el bienestar general, que promuevan la adherencia al ejercicio a largo plazo, lo cual garantizaría las múltiples bondades que la actividad física le aporta a la salud.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian