El Dr. Albert Z. Kapikian murió el lunes 24 de febrero a la edad de 83 años. Fue médico, pionero en el campo de la virología y creador de la primera vacuna de rotavirus comercializada (RotaShield®). Fue el jefe de la Sección de Epidemiología del Laboratorio de Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés) en los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) hasta su retiro en diciembre de 2012. Entró a trabajar en NIH en 1957 después de recibir el título de doctor en medicina de la Universidad de Cornell, New York, en 1956. Trabajó como investigador durante 55 años en esa institución.
En 1972, descubre el Virus Norwalk, ahora llamado norovirus, mediante la técnica de inmunoelectromicroscopía electrónica (IEM), con la cual, además participó en el descubrimiento del virus de la hepatitis A, junto a Feinstone y Purcell, en 1973. Los norovirus son actualmente los causantes de importantes epidemias de gastroenteritis en el mundo. La IEM permitió relacionar los virus con la enfermedad que causaban, muchos de los cuales eran huérfanos porque no estaban asociados a ninguna enfermedad infecciosa, como ocurrió con el virus de la hepatitis A.
Kapikian fue el primero en identificar el rotavirus por microscopía electrónica en los Estados Unidos, gracias a su experticia en esa área. También desarrolló con Robert Yolken la técnica de inmunoensayo enzimático (ELISA) para diagnosticar los rotavirus, una prueba sencilla de aplicar que facilitó la identificación de los mismos en el mundo.
Igualmente, participó en el desarrollo de un sistema genético de transferencia de genes de un rotavirus a otro rotavirus, lo que lo llevó a desarrollar la vacuna RotaShield®, la primera vacuna de rotavirus que fue aprobada por la Food and Drug Administration (FDA, por sus siglas en inglés) y la primera en ser comercializada en el mundo.
Entre sus muchos reconocimientos fue distinguido con el premio Pasteur otorgado por la organización Children’s Vaccine Initiative, el premio Maurice Hilleman de Merck y la Medalla de Oro Albert B. Sabin del Instituto Sabin de Vacunas. Este último le fue concedido por progresos logrados en el área de las vacunas, consideradas éstas un milagro en el campo de las ciencias médicas. En la presentación del premio Sabin, el Dr. Roger Glass, otro pilar en el campo de las vacunas para prevenir la gastroenteritis por rotavirus, le dijo: “Al, estás ingresando al increíble rango de líderes en este campo que previamente han recibido este maravilloso reconocimiento”, doce científicos para el momento (2005). Glass lo describió de la siguiente manera: “dedicación a la ciencia, integridad profesional, liderazgo, tenacidad, visión, humor, cálidas cualidades personales, compasión y quizás la mejor de todas, amor y pasión por mejorar la salud de los niños del mundo con la vacuna de rotavirus”. Glass finalizó su presentación con un poema sobre béisbol titulado “Albert al bate”, una adaptación de Ernest Lawrence Thayer (1888) por Roger Glass.
En el desarrollo de la vacuna RotaShield® tuve el privilegio de conocerle y trabajar con él durante 15 años. Esta historia la relato en el libro de mi autoría “Vacuna de Rotavirus: Una agenda global para su desarrollo y aplicación universal”.
Albert Kapikian, llamado Al en su círculo más cercano, era una persona con sorprendente calidad humana, brillante como científico pero de la misma manera humilde, se cohibía ante el halago y reconocimiento. Poseía el don de la empatía humana para relacionarse con los otros, fuera éste un técnico, un investigador o una madre de un niño que participaba en alguno de los estudios de campo con la vacuna. Era impecablemente honesto en el quehacer del día a día y muy minucioso con los datos de laboratorio o de los estudios clínicos, cualidad que de él aprendí. Era incansable en el desempeño de su trabajo; recuerdo que en varias ocasiones permanecimos en el laboratorio trabajando hasta altas horas de la madrugada. Era generoso al reconocer al otro y sobre todo lo era con su amistad. Amaba el béisbol y compartía conmigo las proezas de los jugadores venezolanos en las grandes ligas. En el prólogo del libro editado por él, “Viral Infections of the Gastrointestinal Tract”, comparó la carrera científica con la carrera de los profesionales del béisbol, en donde resaltó lo complicado que es llegar al “Salón de la Fama” para ambas profesiones. Kapikian ocupó un puesto en el “Salón de la Fama” de la ciencia médica.
Su más grande preocupación siempre fueron los niños. Cuando nos quedamos sin vacuna por el retiro de la vacuna RotaShield® del mercado, debido a su asociación con invaginación intestinal, Kapikian comentó: “La gran tragedia es que los niños mueren mientras hablamos […] Y nosotros continuaremos hablando por otros 5 años más, antes de que una nueva vacuna tenga la oportunidad de estar disponible”. Y no se equivocó, 6 años después, en 2006, dos vacunas de rotavirus fueron licenciadas y comercializadas para su utilización en niños a los 2 meses de edad que ahora están dando sus frutos a escala mundial.
Esta gran tragedia no lo desanimó y continuó trabajando hasta crear otra vacuna, cuya patente fue cedida a compañías en Brasil, China e India para que pudiera ser producida a costos muy bajos y ser utilizada donde más la necesiten. Este es un testimonio de su compromiso y amor por los niños y por la salud infantil.
Describió su carrera científica como un arcoíris en su conferencia, titulada “Una odisea privilegiada”, cuando recibió el premio Sabin. Comenzó ésta recordando a su mentor, el Dr. Bell, quien cuando entró a trabajar en NIH, le dijo: “en este trabajo nos pagan por practicar un hobby”.
Me llena de gran emoción releer esta conferencia que trae a la memoria gratos recuerdos compartidos con el extraordinario Dr. Kapikian. Celebro con inmenso privilegio el haberlo conocido como maestro y haber trabajado con él, una de las personas que más ha influenciado e inspirado mi carrera científica.
Al conocer su fallecimiento, sus colegas de NIH comentaron algunas de sus virtudes como ser humano y como científico: “Al Kapikian fue un gigante de la virología”; “Al fue mi héroe. Fue un hombre modesto que hizo notables descubrimientos en virología y salvó muchas vidas con su trabajo en las vacunas”; “Al fue un gran científico […] Fue un gran pensador, gentil, amable, entusiasta, promotor y extremadamente inteligente”.
Le sobreviven Cathy, su esposa, sus tres hijos (Albert, Tom y Gregg) y dos nietos, Alexandre Zareh y Zachary.
!Albert Kapikian, un modelo a seguir para las futuras generaciones!
Irene Pérez Schael
Nota: versión en inglés de este artículo
Un Comentario
Consuelo Lopez
Excelente como siempre. Un articulo lleno de recuerdos positivos y añoranzas por haber compartido momentos imborrables que han marcado tu evolución como científico.
Admirable persona y murió como los hombres justos, de repente.
Lamento esa perdida para el mundo pero queda su LEGADO vigente y que siempre será mejorado por otros que continúan con sus enseñanzas.
Que descanse en PAZ