Un estudio publicado en mayo de 2016 analizó el consumo de frutas y hortalizas (F&H) en adolescentes y mujeres adultas jóvenes, encontrando que una mayor ingesta de F&H se relaciona con un menor riesgo de cáncer de mama. Incluso se cuantificó: el consumo de 2,9 porciones de F&H por día durante la adolescencia se asoció con una reducción en 25% del riesgo de cáncer de mama, en comparación con el consumo de 0,5 porciones de fruta al día. Esto apuntala la evidencia científica que se ha venido acumulando acerca de la importancia de la calidad de la dieta de los jóvenes.
Otra importante publicación vinculó el consumo de fibra con la reducción de riesgo de cáncer de mama: mujeres que consumen altos niveles de fibra durante la adolescencia tenían 24% menos riesgo de desarrollar cáncer de mama antes de la menopausia, en comparación con aquellas que consumían niveles bajos de fibra. Igualmente, el riesgo a lo largo de toda la vida de desarrollar cáncer de mama se redujo en un 16% en el grupo de alto contenido de fibra. Esto sugiere la importancia del consumo de alimentos ricos en fibra durante la adolescencia y adultez temprana.
Ambos estudios investigaron estas relaciones en una enorme y muy valiosa base de datos: el Estudio de Salud de Enfermeras II (Nurses ‘Health Study II), de los Estados Unidos.
Así, el análisis que nos ocupa refleja los datos de 90.476 mujeres premenopáusicas entre 27 a 44 años que completaron un cuestionario sobre la dieta que consumían en 1991. Adicionalmente, 44.223 estas mujeres completaron un cuestionario en 1998 sobre su dieta durante la adolescencia. Los investigadores examinaron el consumo total de F&H durante la adolescencia y la adultez temprana, y también observaron específicamente el consumo de F&H ricas en α-caroteno en la muestra. Además de la incidencia de cáncer de mama en la población de estudio, los investigadores también consideraron los receptores hormonales del tumor y el estado menopáusico el momento del diagnóstico.
En total, 3.235 mujeres desarrollaron cáncer de mama invasivo en el transcurso de los 22 años de seguimiento, incluyendo 1.347 mujeres para las cuales se disponía de información sobre la dieta que seguían en la adolescencia. Los investigadores evaluaron la ingesta de F&H, y se encontró la relación mencionada, concluyendo que, si esta aparente reducción del riesgo a lo largo de esos años se aplicase al riesgo de cáncer de mama a lo largo de todo el período de la vida, el número absoluto de los cánceres de mama que se podrían evitar con un mayor consumo de F&H sería sustancial.
Se hizo también el análisis por tipo de fruta y hortaliza: un mayor consumo de aquellas ricas en α-caroteno durante la edad adulta temprana se asoció específicamente con menor riesgo. Las asociaciones con cáncer de mama difirieron significativamente entre las F&H individuales: un mayor consumo de manzana, banana y uvas durante la adolescencia, así como de naranjas y col rizada (kale) en la edad adulta temprana, se asoció significativamente con un riesgo reducido
En cuanto a la asociación entre el consumo de frutas y tipo de tumor, los investigadores observaron que la asociación entre el consumo de F&H durante la adolescencia y un menor riesgo de cáncer de mama fue más fuerte para los tipos de cáncer de estrógeno y progesterona-receptor-negativo, en comparación con los dos tipos de cáncer de estrógeno y progesterona-receptores positivos, y los cánceres de receptor de estrógeno positivo y receptores de progesterona negativos.
Los tipos de cáncer, que no responden a estrógenos, tienden a ser más agresivos, con una peor prognosis y menores opciones de prevención y de tratamiento. Una calificación positiva para receptores de estrógeno (ER+) significa que el estrógeno afecta el crecimiento del tumor (lo hace crecer), y que el cáncer debería responder bien a tratamientos de supresión de hormonas. Por el contrario, si se califica como (ER-), entonces el tumor no está afectado por estrógenos
MiradorSalud ya había comentado sobre un estudio publicado en el año 2012 en el Journal of the National Cancer Institute que sugiere que mujeres que tengan un nivel alto de carotenoides circulantes en sangre -lo cual se logra con una dieta rica en F&H- tienen un riesgo menor de desarrollar cáncer de mama. Los autores se refieren específicamente a alfa y beta-caroteno, luteína+zeaxantina, licopeno y carotenoides totales.
En este estudio, en los casos con diagnostico se trabajó también con datos de estatus de receptores de hormonas, diferenciación celular, tamaño del tumor y compromiso de ganglios. Los autores encontraron una asociación estadísticamente significativa entre los niveles más altos de carotenoides detectados en sangre (a excepción de beta-criptoxantina) y un riesgo reducido de cáncer de mama, especialmente en los cánceres calificados como negativos para receptores de estrógenos (ER-).
Aunque se necesita más evidencia para sacar conclusiones definitivas sobre si la ingesta de frutas y hortalizas por las adolescentes las protege contra el cáncer de mama, estos alimentos son conocidos por sus efectos beneficiosos sobre la salud, por lo tanto, son muy importantes todos los esfuerzos que se hagan para seguir aumentando su ingesta en todas las edades. Estos resultados están en línea con las recomendaciones de prevención del cáncer de consumir más frutas y hortalizas y apoyar la adopción de estos comportamientos en la vida temprana.
Interesante revisar el artículo publicado en el año 2015 en el contexto del proyecto Prevención con Dieta Mediterránea (PREDIMED), que sugiere que la dieta mediterránea caracterizada por abundantes F&H, pescado y aceite de oliva, aparte de su efecto protector contra enfermedad cardiovascular, podría también prevenir contra cáncer de mama.
La dieta, la dieta, la dieta. No lo olvidemos.
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María Soledad Tapia
Maria.tapia@5aldia.org.ve