MiradorSalud se suma a la campaña de sensibilización sobre el cáncer de mama durante el mes de octubre, con el objetivo de divulgar el sorprendente impacto que tienen las medidas de prevención cuando estas se inician en etapas tempranas de la vida.
Un creciente número de evidencias científicas señalan que el estilo de vida durante la niñez y la adolescencia incide significativamente en el riesgo de desarrollar cáncer de mama. La composición de la dieta, el nivel de actividad física y la ingesta de alcohol durante esta etapa de la vida hasta los 30 años inciden claramente en el riesgo que tiene una mujer, de por vida, de presentar esta afección oncológica.
Por lo tanto, los efectos de la prevención temprana no solo se limitan a reducir la incidencia del cáncer de mama antes de la menopausia, algunos de los beneficios también se extienden a lo largo de la vida.
Detección temprana no es lo mismo que prevención
La importancia de divulgar este mensaje se fundamenta en el hecho de que 22% de los cánceres de mama se diagnostican en mujeres premenopáusicas (20% antes de los 50 años y más de 4% antes de los 40 años), sin embargo, la mayor parte de la discusión acerca de la prevención del cáncer de mama se enfoca en la detección temprana, que usualmente comienza a la edad de 40 o 45 años.
La mayoría de las personas no consideran seriamente la importancia de las medidas de prevención hasta que llegan a la edad mediana, cuando la posibilidad de desarrollar enfermedades crónicas, como el cáncer de mama, comienza a sentirse más amenazante y real. Aun cuando los beneficios de las medidas de prevención en las mujeres adultas son notables, la ampliación de estos esfuerzos, para incluir a las mujeres jóvenes en los estudios de investigación y en los programas de prevención, disminuiría aún más la incidencia de esta enfermedad.
Factores de riesgo no modificables de cáncer de mama
El cáncer de mama afecta a una de cada ocho mujeres durante sus vidas, lo cual equivale a cerca de 12% de las féminas de la población general.
Edad: la probabilidad de presentar cáncer de mama aumenta a medida que la mujer envejece.
Genes: las mutaciones dañinas de los genes BRCA1, BRCA2 aumentan el riesgo de cáncer de cáncer de mama. Entre 55 y 65% de las mujeres que heredan una mutación dañina del gen BRCA1 y 45% de las que heredan una mutación dañina del gen BRCA2 presentarán un diagnóstico de cáncer de mama, cuando hayan alcanzado los 70 años de edad. Estas alteraciones genéticas son raras y solo explican de 5 a 10% de los casos de esta enfermedad.
Factores de riesgo relacionados con la vida reproductiva
La importancia del período previo a la adultez sobre el riesgo posterior de cáncer de mama se demuestra por el efecto de algunos factores, que la mujer no puede controlar, como la menarquia precoz (antes de los 12 años), la cual aumenta la exposición a los estrógenos endógenos e incrementa el riesgo de esta enfermedad durante la premenopausia y la postmenopausia.
Por otra parte, el intervalo entre la menarquia y el primer embarazo representa una ventana de tiempo en la que el tejido mamario es particularmente vulnerable a los estímulos cancerígenos, ya que sus células no han completado los procesos de diferenciación y maduración. Esta etapa se caracteriza por una rápida proliferación celular, que se produce por el efecto fisiológico de las hormonas femeninas. Por lo tanto, en la medida en que aumente este período, mayor será el riesgo de desarrollar cáncer de mama.
La menopausia tardía (después de los 55 años) es otro de los factores reproductivos no modificables que aumenta el riesgo de cáncer de mama en la etapa de la postmenopausia, debido igualmente a la exposición prolongada a los estrógenos endógenos.
Otros factores reproductivos que aumentan el riego de cáncer de mama incluyen: primer parto después de los 35 años, no tener hijos (nulípara), uso de anticonceptivos, la terapia de sustitución hormonal durante la menopausia y tener mamas densas.
Un estudio reciente publicado en la revista Annals of Oncology, el 26 de octubre de 2015, reportó que la lactancia materna redujo el riesgo en un 20% de un tipo de cáncer de mama muy agresivo y de mal pronóstico, el cual es negativo para receptores de estrógeno (ER-), progesterona (PR-) y para HER2 (HER2-), conocido como triple negativo. Este tipo de cáncer de mama usualmente se diagnostica en etapas avanzadas y no responde bien a los tratamientos actuales. Una razón más para estimular la lactancia materna.
En resumen, aproximadamente 30% del riesgo de desarrollar cáncer de mama depende de los factores de riesgo antes mencionados.
Un creciente número de evidencias señala que aproximadamente 70% de los cánceres de mama podrían prevenirse mediante la implementación de un estilo de vida saludable a partir de la niñez, mientras que un 50% de esta enfermedad podría evitarse si las medidas de prevención comenzaran en la edad mediana (véase el gráfico).
El ejercicio físico reduce el riesgo de desarrollar cáncer de mama
La actividad física que se realiza durante la adolescencia reduce el riesgo de cáncer de mama tanto en la etapa de la premenopausia como en la postmenopausia, sin embargo, es muy importante mantener esta actividad durante la adultez, para obtener esos beneficios. En el Nurses Health Study II, por ejemplo, los hallazgos reportaron una reducción de 30% del riesgo de cáncer de mama antes de la menopausia en mujeres que realizaban ejercicio físico de gran intensidad tanto durante la juventud (entre12 y 22 años) como en la edad adulta, en comparación con las mujeres que reportaban actividad física de leve intensidad.
Por otra parte, un estudio publicado en la revista Cancer Epidemiology, Biomarkers, and Prevention demostró que las mujeres posmenopáusicas que realizaban ejercicio de moderada intensidad como caminar, al menos, 7 horas a la semana presentaban una reducción del riesgo de desarrollar cáncer de mama de 14% y aquellas que caminaban durante 10 horas reducían el riesgo en 25%, en comparación con aquellas participantes que caminaban 3 horas semanales o menos.
Otro de los hallazgos importantes fue la reducción del riesgo tanto de los tumores mamarios con receptores positivos como negativos para estrógenos.
En el cáncer de mama con receptores de estrógenos (RE-positivos), la hormona femenina promueve el crecimiento tumoral.
El cáncer de mama negativo al receptor de estrógeno (RE-negativo) es a menudo difícil de tratar debido a que no responde a la terapia hormonal (tamoxifeno, raloxifeno). Por lo tanto, el hecho de que el ejercicio físico reduce el riesgo de desarrollar cáncer de mama RE-negativo es un hallazgo de gran relevancia.
En resumen, la asociación entre el ejercicio físico y la reducción del riesgo de cáncer de mama es consistente con los efectos biológicos bien conocidos que tiene la actividad física en los niveles de estrógenos endógenos, la reducción de la grasa corporal, en particular la visceral, el control de peso, el metabolismo de la glucosa, la sensibilidad a la insulina y los factores de inflamación.
Ingesta de alcohol entre la menarquia y el primer embarazo
Un número creciente de evidencias señalan que el consumo de alcohol incrementa significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de mama en mujeres adultas, pero poco se ha investigado sobre el efecto de su ingesta en adolescentes y mujeres jóvenes.
Un estudio publicado en la revista Journal of the National Cancer Institute reveló que el consumo de alcohol antes del primer embarazo se asociaba, con un patrón dosis-dependiente, a un aumento del riesgo de desarrollar enfermedad proliferativa benigna de mama y cáncer de mama invasivo en mujeres premenopáusicas.
El aumento del riesgo fue más pronunciado entre las mujeres con un intervalo más largo entre la menarquia y el primer embarazo, en consonancia con los modelos de riesgo de cáncer de mama, ya que el tejido mamario es particularmente susceptible al efecto de los carcinógenos durante esa etapa del desarrollo.
Es importante resaltar que el consumo de alcohol aumenta los niveles de estrógenos, incluso cuando se consume en concentraciones bajas.
Un estudio reciente publicado en la revista International Journal of Cancer, el 15 de octubre de 2015, reveló que la ingesta de dos bebidas de vino o cerveza diarias incrementa en 4% el riesgo promedio de cáncer de mama.
La Sociedad Estadounidense del Cáncer recomienda limitar el consumo de alcohol a una bebida diaria, en el caso de las mujeres sanas.
En aquellas que presenten factores de riesgo para cáncer de mama como antecedentes familiares, lo más indicado es evitar, en lo posible, la ingesta de alcohol o consumirlo muy ocasionalmente.
Exceso de grasa corporal en mujeres aumenta niveles de estrógenos
Las mujeres que presentan sobrepeso y obesidad después de la menopausia aumentan su riesgo de desarrollar cáncer de mama, probablemente como resultado de un aumento de los niveles de estrógenos circulantes, debido a la conversión de los andrógenos (hormonas masculinas) en estrógenos. Este proceso ocurre en el tejido adiposo, por lo tanto, el exceso de grasa corporal es un factor de riesgo muy importante de cáncer de mama en las mujeres postmenopáusicas. Se estima que aproximadamente un 32% de los cánceres de mama podrían prevenirse, si se evitara el aumento de peso.
La pérdida de peso mediante una dieta saludable y el ejercicio físico reducen los niveles de estrógenos en las mujeres postmenopáusicas y, por lo tanto, el riesgo de cáncer de mama, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Journal of Clinical Oncology.
Por otra parte, la obesidad es un factor de riesgo de diabetes tipo 2 y, a su vez, este trastorno metabólico aumenta la incidencia de cáncer de mama.
Un estudio europeo reportó que la elevada ganancia de peso en la edad mediana aumenta el riesgo de cáncer de mama antes y después de los 50 años.
Es importante resaltar que el cáncer de mama que se desarrolla en la premenopausia suele ser menos sensible al tratamiento, por lo tanto, la prevención de la obesidad es muy importante.
Comer saludable es un hábito que debería comenzar en la infancia
La calidad de la dieta que las niñas y adolescentes consumen puede influir en la salud, a largo plazo, de de sus glándulas mamarias.
Es recomendable consumir una dieta saludable, rica en alimentos naturales y mínimamente procesados.
Las siguientes son algunas de las recomendaciones:
Elegir principalmente alimentos ricos en fibra como los granos enteros (arroz integral, trigo partido, quinoa, avena de grano entero), frijoles, lentejas, garbanzos, frutos secos de cáscara como las nueces y almendras, semillas, vegetales fibrosos y frutas. La fibra dietética ayuda a disminuir la exposición a niveles altos de estrógeno, lo cual, a su vez, reduce el riesgo de cáncer de mama en etapas posteriores de la vida.
Limitar el consumo de pan blanco, arroz blanco y alimentos ricos en almidón como la papa, ya que tienen un índice glicémico alto y su ingesta frecuente dificultaría el control del peso. Optar por el pan integral de grano entero con alto contenido de fibra y el arroz integral.
Consumir grasas de origen vegetal como el aceite virgen de oliva, de canola y alimentos ricos en grasas saludables como el aguacate (palta) y las nueces.
Un estudio reciente publicado en la revista JAMA Internal Medicine reveló que la dieta Mediterránea suplementada con aceite virgen de oliva reducía significativamente el riesgo de cáncer de mama en mujeres mayores.
Evitar las grasas trans.
Reducir el consumo de leche y productos lácteos.
Limitar la ingesta de carne roja y evitar las carnes procesadas, consumir pollo y pescados como el salmón, atún y sardinas ricos en ácidos grasos omega-3. Se recomienda, en general, evitar el consumo excesivo de proteínas de origen animal. Comer carnes rojas con frecuencia durante la juventud podría aumentar el riesgo de cáncer de mama.
Incluir en la dieta proteínas de origen vegetal como frijoles, lentejas y garbanzos, de tal modo que sustituyan a las proteínas de origen animal, al menos, tres veces por semana.
Evitar las bebidas azucaradas y alimentos que contengan azúcar añadida.
Consumir cinco raciones al día de frutas y hortalizas. En particular se recomienda el consumo de crucíferas como el brócoli, coles de Bruselas, repollo, coliflor, col rizada, nabo, rábano, rúcula y berro. Estos vegetales contienen compuestos fitoquímicos como los indoles y los isotiocianatos, entre los que destacan los sulforafanos. Estas sustancias tienen un efecto protector en contra el cáncer de mama.
En resumen, los factores beneficiosos que la mujer podría incorporar en las diferentes etapas de su vida, con la finalidad de reducir el riesgo de desarrollar cáncer de mama incluyen: la actividad física, evitar el sobrepeso y la obesidad, restringir el consumo de alcohol, la lactancia materna, una dieta saludable y el uso de medicamentos que bloquean los receptores de estrógenos como el tamoxifeno, en las mujeres que presentan un riesgo elevado de cáncer de mama.
Dra. Berdjouhi Tsouroukdissian