Muchos conocemos niños que a los 4 años no comen frutas u hortalizas, o huevos. Los rechazan, y por el contrario parecen subsistir con nuggets, salchichas, espaguetis y hasta sólo dietas blandas. Alerta. Esto, por el hecho de ser común y que se piensa que se superará más adelante, no puede ser visto como normal.
Un nuevo estudio publicado en Pediatrics realizado por expertos de la Universidad de Duke (EE.UU.) sugiere que tal capricho para comer no es la norma, y que incluso en casos extremos, puede ser un indicador de futuros problemas de salud mental. De acuerdo a los resultados, los niños cuyas conductas alimentarias de “selectividad para comer” (SC) fueron clasificadas en niveles moderados o severos de auto-restricción, se correlacionaron con síntomas psicopatológicos como ansiedad, depresión, trastorno de déficit de atención/hiperactividad, tanto de manera concurrente como prospectiva.
Ya este equipo de investigación había descubierto previamente que los adultos con SC tienen mayores tasas de trastornos psicológicos que el público en general. Y algunos estudios sugieren que hay muchos más adultos con SC de los que uno piensa, pero debido a que tienen más control que los niños sobre lo que sirven en sus platos, pueden ocultar sus gustos, repulsiones y manías alimentarias.
En este estudio, los investigadores examinaron la potencial importancia clínica de la alimentación selectiva de los niños -sea moderada o grave- como un posible factor de riesgo para la aparición de los síntomas psiquiátricos posteriores. Todo esto como parte de un gran estudio epidemiológico sobre la ansiedad en edad pre-escolar.
El estudio siguió a un amplio espectro de los niños que habían ido a la Universidad de Duke para atención pediátrica rutinaria. A la mayoría de los niños no les gusta algunos alimentos (por ejemplo, el brócoli), pero los investigadores lograron clasificar a un niño como un comensal seriamente exigente, si sus opciones de comida eran tan limitados que hacían muy traumáticas las comidas en el hogar, ocasionando conflictos internos, y haciendo casi imposible el comer fuera de casa.
Esos casos extremos fueron raros, sólo el 3 por ciento de todos los niños. Pero, como grupo, eran dos veces más propensos que los niños sin restricciones alimentarias, de tener un diagnóstico de depresión, y siete veces más probabilidades de ser diagnosticados con ansiedad social.
Para el estudio, de un total de 4520 niños se pre-seleccionaron 3.433 de los cuales 917 pasaron a la fase siguiente de evaluación en el hogar. En ambas etapas se usaron cuestionarios estructurados de diagnóstico (Preschool Age Psychiatric Assessment: PAPA), que fueron respondidos por los pediatras y por los padres. La evaluación se repitió por segunda vez, 24,7 meses después de la evaluación inicial.
La información recabada en ambas etapas permitió obtener datos importantes de la alimentación del niño, de su capacidad de autorregulación, síntomas psiquiátricos, el funcionamiento y variables del entorno del hogar, para clasificarlos finalmente como a) no restrictivos en sus hábitos alimentarios, b) moderadamente restrictivos y c) severamente restrictivos. Los investigadores excluyeron de las preguntas a alimentos como las hortalizas crucíferas tales como las coles, pues prácticamente todos los niños las rechazan de manera natural.
Se encontró igualmente que la gravedad de los síntomas psicopatológicos empeoraba en la medida en que la SC se hacía más severa. Se detectó el deterioro en el funcionamiento familiar tanto a ambos niveles de SC, lo mismo que la sensibilidad sensorial y la aversión a la comida.
Los resultados sugieren que los pediatras deben intervenir incluso a niveles moderados de SE. La SE asociada en niveles medios y altos debería ser diagnosticadas como un potencial trastorno alimentario de rechazo/restricción de la ingesta de alimentos. Por lo tanto, para los padres de niños muy melindrosos con la comida les puede ser de gran utilidad buscar ayuda profesional porque los niños no pueden superar el trastorno por su propia cuenta y con padres estresados. Y aunque finalmente lo hacen, la experiencia puede ser tan traumática s que afecta por igual a los niños y a sus padres, resultando en alteraciones del funcionamiento familiar.
Una gran pregunta es qué hacer con los casos no tan extremos que constituían el 17 por ciento de todos los niños en el estudio de Duke. Estos niños tienen una lista de alimentos a los que son reacios. Los investigadores dicen que son niños más sensibles a degustar, oler, a la textura de los alimentos, a pistas visuales como la luz. Ellos también tienen propensión a niveles altos de síntomas de ansiedad y síntomas depresivos, pero esos síntomas no cruzan la línea en un diagnóstico formal.
Las sensibilidades de estos niños a la alimentación significan que tienen una experiencia de vida más viva y potencialmente más rica, pero que podría ser una vulnerabilidad si se cruza un umbral donde empiezan a ser un problema.
El que los niños acepten una diversidad de alimentos puede ser una experiencia muy frustrante para muchos padres. La actitud hacia la comida no se trata sólo de los niños, se trata de una relación más amplia de toda sociedad con los alimentos. Por eso es muy importante exponerlos a una amplia gama de sabores, aromas, texturas, desde pequeños. En otras palabras, que haya mucha variedad, lo cual no es común en los menús infantiles. Hay por ejemplo una aversión natural a los alimentos amargos, la cual puede vencerse.
La mayoría de las personas se hacen más receptivas a probar nuevos alimentos a medida que crecen y el proceso de aceptar nuevos alimentos se hace más fácil. Los adultos pueden necesitar probar nuevos alimentos una o dos veces, antes de decidir si les gustan o no. Por el contrario, los niños típicamente pueden necesitar diez y seis exposiciones, y los más caprichosos pueden requerir 52 o más presentaciones de un alimento antes de que venzan la neofobia.
Esto puede ser una aventura complicada, pero vale la pena. Los expertos recomiendan que “las nuevas aventuras de alimentación” se hagan en las meriendas, por ejemplo, de manera de no romper la armonía familiar del momento de la comida y convertirla en una ocasión horrible.
Debemos recordar que la mayoría de los niños eventualmente desarrollan “un paladar” mucho más amplio, pero debemos ayudarlos y darles a probar una gran variedad de sabores, aromas y texturas. Resulta que muchas veces el “paladar” de los padres puede ser muy limitado.
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María Soledad Tapia
Maria.tapia@5aldia.org.ve
9 Comentarios
Coromoto Tomei
Hola Marisol
Felicitaciones por esta nueva publicación de Mirador Salud
Una vez mas te molesto para ver si podrías enviarme in extenso el artículo de la Universidad de Duke y otros relacionados
Estoy preparando una publicación de la SVPP para padres
Un abrazo
Coromoto de Tomei
Mirador Salud
Gracias Coromoto.
Si haces click en los links en azúl en el texto del artículo de MS, se te dirige a los artículos in extenso en caso de estar disponibles, o en su defecto, a los abstracts. En este caso particular tenemos la suerte que el artículo de Pediatrics, «Psychological and Psychosocial Impairment in Preschoolers With Selective Eating», está en » Full Text (PDF) Free. Así que adelante. Puede resultar muy útil igualmente, el Preschool Age Psychiatric Assessment: PAPA, que está igualmente disponible.
Espero que te sea de utilidad. Nuevamente, gracias en nombre de MiradorSalud.
María Cristina Di Prisco
Muy interesante este articulo Marisol.
Cual sería el mejor método para que el niño que rechaza un determinado alimento comience a comerlo. Quizás no forzarlo es lo mejor y a medida que se haga mayor y vea a los padres comerlo, el solo querrá probarlo más adelante..
Cual es tu opinión
Saludos
Maria Cristina Di Prisco
Mirador Salud
Gracias María Cristina.
En efecto, esa es la estrategia. No forzarlos, pero NO dejar de presentarles el alimento para que puedan vencer la neofobia. Tampoco rendirse por las muecas de desagrado que hagan. Lo ideal es que prueben mientras estén pequeños, pues después es mucho más difícil. Los padres son fundamentales en esto. Se recomienda ofrecer el alimento en cuestión de 18 a más de ¡50 veces! Está comprobado que las preferencias alimentarias aumentan con exposiciones repetidas a los alimentos.
Sin embargo, la cosa puede ser mucho más seria y requiere ayuda profesional.
Saludos
Marisol
Silvana Campagnaro
Gracias Marisol por el articulo, me es de mucha ayuda personal. Especialmente interesante la relacion con la variable psicopatologica. Este tema debe ser estudiado mas a fondo por los pedriatas porque generalmente subestiman la situacion.
Por otro lado la frustacion de los adultos puede ser generadora de ansiedad cuando se relaciona con el nino durante la comida.
Me encanta que hayas tocado el tema.
Un abrazo
Silvana Campagnaro
Mirador Salud
Gracias Silvana. A mi este tema me parece super importante. En efecto, la variable psicopatológica es para ser tomada en cuenta por por los pediatras. Sucede que hasta el tema de la formación de los hábitos alimentarios adecuados y variados en la infancia suele ser sub-estimado, desaprovechándose la etapa ideal para que aprendan a comer de todo, y hasta a auto-controlarse. Eso puede determinar la salud del niño, su sobrepeso u obesidad con sus consecuencias, su aceptación social, su salud mental y hasta su comportamiento social posterior como ciudadano adulto.
Tema fascinante.
Carlos
Hay que hacer un estudio minucioso al respecto porque muchas veces dentro de una simple «manía» para comer puede ocultarse un trastorno del espectro autista. Estos niños son muy selectivos con sus alimentos pudiendo continuar aun en la edad adulta y esto ocasiona problemas si se desconoce o niega la existencia de TEA.
Odaliz
Estoy desesperada, mi hija de dos años no le gusta tomar leche y para comer definitivamente no le gusta, hay días que no come nada más que yogurt, no sé que hacer y está muy flaquita, el pediatra siempre me dice que siga insistiendo ?
Mirador Salud
Creo que debe llevarla a un nutricionista especialista en niños.