A María de las Nieves García Casal. La obesidad es un estado en el cual se da una sobre-acumulación de tejido adiposo subcutáneo y/o abdominal. Antes se consideraba que este tejido adiposo era un tejido inerte compuesto por células dedicadas al almacenamiento de energía en forma de grasa. Es probable que esa sea la idea que usted tiene de los “cauchitos” y de la grasa que se acumula en diversas partes del cuerpo.
Pues está equivocado.
Hoy se reconoce que el tejido adiposo no es un tejido simple, es un tejido heterogéneo compuesto de diversos tipos de células activas: adipocitos maduros, pre-adipocitos, fibroblastos, células endoteliales, mastocitos, granulocitos, linfocitos y macrófagos.
El tejido adiposo es un tejido muy activo que participa en la regulación de procesos fisiológicos y lamentablemente patológicos, entre los que están la inmunidad y la inflamación.
¿Sabía usted que en la actualidad, la obesidad es considerada una enfermedad inflamatoria crónica, de intensidad leve, que produce activación del sistema inmune y puede detectarse por elevados niveles en sangre de citoquinas proinflamatorias?
Todos estos interesantísimos aspectos se discuten en un artículo reciente de investigadores surcoreanos, publicado en Pediatric Gastroenterology, Hepatology & Nutrition.
La obesidad es un desorden complejo con una etiología multifactorial que involucra la genética, hormonas, la dieta, y el entorno. Con respecto a estos últimos aspectos, de acuerdo a los autores, el principal factor que ha contribuido a un aumento dramático en los índices de obesidad de los surcoreanos se pueden atribuir a cambios sustanciales y rápidos en la dieta: un aumento del consumo de alimentos de origen animal (de 7,7 g%, en 1970 vs. 20,3 g%, en 2010), acompañado por un crecimiento económico sustancial y la adopción de estilos de vida occidentales.
Y es que hoy en día está muy claro que existen factores dietarios que afectan la inflamación relacionada con la obesidad.
Como sabemos, la inflamación es un proceso útil y eficiente en condiciones normales. Es parte de la respuesta inmune de nuestro organismo que permite el retorno a la “normalidad” u homeostasis, luego de un daño producido por un agente infeccioso, daño físico o estrés metabólico. Al no resolverse completamente la inflamación o por la persistencia del estímulo que dispara el proceso, el proceso inflamatorio puede hacerse crónico.
Cuando engordamos, los adipocitos aumentan en número (hiperplasia), y en tamaño (hipertrofia), y segregan una serie de moléculas (citoquinas) que contribuyen a un proceso inflamatorio que no se resuelve, y se hace crónico.
La inflamación del tejido adiposo, sistémica, crónica, de bajo grado, se convierte entonces, en un factor de riesgo para síndrome metabólico, que contribuye a la patogénesis de enfermedades crónicas como la diabetes mellitus tipo 2 y la enfermedad cardiovascular.
En estas enfermedades, moléculas como los ácidos grasos saturados, lipoproteínas y agregados proteicos, disparan la respuesta inmunitaria y producen inflamación, que al no poder ser eliminados fácilmente, perpetúan la respuesta y contribuyen con la persistencia de la enfermedad
Las alteraciones que se dan en el tejido adiposo en expansión son muy similares a las de una inflamación aguda clásica, involucrando modificaciones del endotelio local que permiten el paso selectivo de neutrófilos, macrófagos, y linfocitos.
Sin embargo, se desconoce aún qué lo dispara. Existen varias hipótesis: que la sobre carga de nutrientes y de grasa en los adipocitos induce estrés intracelular, se aumenta la infiltración de macrófagos , en la medida que el tejido adiposo aumenta se hace hipóxico. Todos resultan en una cascada inflamatoria.
Algo muy importante es que la activación del sistema inmune no se da solamente en el tejido adiposo, sino que es identificable a nivel circulatorio y en los diferentes órganos relacionados con el metabolismo de sustratos (hígado, páncreas y músculo). Es decir, la obesidad condiciona un estado inflamatorio a nivel sistémico, que se manifiesta al medir los niveles de marcadores de inflamación en la sangre, como con las proteínas de fase aguda interleuquina (IL) 6 y la proteína C reactiva (PCR).
Los niveles plasmáticos de los marcadores o mediadores de inflamación están asociados positivamente con la magnitud de los depósitos adiposos (índice de masa corporal, porcentaje de grasa corporal, circunferencia abdominal), así como las consecuencias metabólicas de la obesidad (insulino-resistencia, dislipidemia, presión arterial), tanto en población pediátrica como adulta.
El tipo de dieta es un importante factor regulatorio que ejerce un efecto sobre la respuesta inmune. Así, hay considerable evidencia que sugiere que la desnutrición conduce a inmunosupresión debida a una susceptibilidad a la infección. Por otro lado, la sobre-nutrición, conduce a inmunoactivación debida también a una susceptibilidad hacia una condición inflamatoria. Por ello, se requiere de una nutrición óptima para que tengamos un balance inmunológico adecuado y saludable.
La dieta o los patrones dietarios juegan un papel decisivo en la obesidad y otras condiciones patofisiológicas. Una dieta saludable y algunos nutrientes se consideran benéficos, sin embargo, algunos componentes dietarios se consideran controversiales
Todos estos son temas muy importantes que vienen siendo revisados con regularidad pues existen muchos antecedentes que permiten plantear que tanto la génesis como la evolución de las enfermedades crónicas asociadas a la obesidad tienen un componente inflamatorio y por ende, mediado por la respuesta inmune.
Una revisión exhaustiva realizada recientemente en Venezuela, hace énfasis en el concepto de inflamación sistémica, crónica, de bajo grado como factor de riesgo para síndrome metabólico o para diabetes tipo 2, sobre la base de observaciones de elevados niveles de marcadores de inflamación en la sangre de personas con estas patologías.
Ambas revisiones coinciden en que entre los componentes de una dieta saludable el consumo de cereales integrales, pescado, frutas y hortalizas se asocian con menor inflamación. La vitamina C, E y los carotenoides disminuyen la concentración de marcadores de inflamación, mientras otros nutrientes tienen un efecto opuesto: los ácidos grasos saturados y los trans-monosaturados son proinflamatorios, mientras que los ácidos grasos poliinsaturados, especialmente los de cadena larga, son antiinflamatorios.
Igualmente, una baja ingesta de magnesio y el consumo regular de una dieta con alta carga glicémica, se asocia con concentraciones altas de PCR.
Entonces, debemos dejar de considerar al tejido adiposo como simples e inertes “cauchitos”, y mirar con cuidado junto a nuestros niveles de triglicéridos, colesterol, y azúcar en sangre, nuestros valores de marcadores de inflamación como PCR, por ejemplo.
María Soledad Tapia
Maria.tapia@5aldia.org.ve
3 Comentarios
erick fromm
Es un artìculo muy bueno, porque te obliga a plantear este trastorno, la obesidad, como padecimiento dinàmico y por lo tanto multididsciplinarios para su tratamiento.
Mirador Salud
Muchas gracias.
Mirador Salud
Son dos virus que pertenecen a distintas familia, Caliciviridae y Reoviridae respectivamente, y presentan diferencias epidemiológicas. El rotavirus infecta primordialmente a niños y ancianos porque al infectar induce inmunidad, aunque ésta disminuye en los ancianos. En MiradorSalud puede escribir las dos palabras en buscar y encontrará mucha información sobre estos dos virus. Saludos y gracias por escribir