El pasado 13 de agosto, las profesoras Pfefferbaum y North, de las Universidades de Oklahoma y Texas, respectivamente, comienzan su artículo “Salud mental y la pandemia de COVID-19”, publicado en el New England Journal of Medicine, con el siguiente texto: “Los pronósticos inciertos, la grave escasez de recursos que se avecina para las pruebas y el tratamiento y para proteger a los socorristas y proveedores de atención médica de la infección, la imposición de medidas de salud pública desconocidas que infringen las libertades personales, las grandes y crecientes pérdidas financieras y los mensajes contradictorios de las autoridades se encuentran entre los principales factores estresantes que sin duda contribuirán con la angustia emocional generalizada y el aumento del riesgo de enfermedad psiquiátrica asociada a COVID-19”.
Esta situación descrita con tanta nitidez, nos augura un futuro muy difícil y problemático que hay que atender desde ya. Y es que no es raro qué dada la incertidumbre, el aislamiento social y el miedo a enfermarse o a tener fallecidos en el entorno familiar, sumado al impacto económico de la cuarentena, se produzcan en la población episodios emocionales de angustia, estrés, ansiedad, depresión, insomnio, ira, frustración, aburrimiento, suicidios y el estigma asociado al contagio, entre otros, como ha sido observado en distintas investigaciones.
Entre los factores desencadenantes de estos perjudiciales estados emocionales se encuentra la guerra de narrativas que existen entre las autoridades gubernamentales, los sistemas de salud pública, los organismos internacionales, los científicos, las farmacéuticas, las noticias falsas y las distintas interpretaciones de los hechos que transmiten los medios de comunicación. Esta compleja situación denominada infodemia, donde sobresale la casuística diaria de casos y fallecidos, a la cual como nunca prestamos diariamente atención desde que comenzó esta crisis sanitaria, crea un ambiente de miedo y de la saturación de noticias amén de múltiples recomendaciones, hecho que impide a la persona tomar la correcta decisión en medio de un ambiente desfavorable en términos emocionales. Por lo demás, el alarmante impacto de la pandemia en la salud emocional, ya sea individual o colectiva, está influyendo negativamente en el apropiado funcionamiento social y en el control de la pandemia. De esta situación no escapan muchos países, ya sean ricos o pobres.
Peor aún, la abundancia de posiciones dicotómicas como, por ejemplo, estoy a favor o no de las vacunas, debo escoger entre “cuarentena o muerte”, entre “salud y economía”, o entre «ciencia y política«, entre otras visiones binarias, dificultan la toma de decisiones, individuales o colectivas, así como acarrean mucho estrés o paralización. Igualmente, contribuyen a esta situación la proliferación de noticias falsas o la desinformación como aquellas que aparecieron en los primeros meses de la pandemia relacionadas con el efecto negativo del ibuprofeno en la infección, el uso del clorito de sodio (HClO2) que ha causado intoxicaciones y muertes en Argentina y Bolivia, así como la promoción de conductas irracionales como fue la adquisición de papel higiénico en forma exagerada hasta el punto de agotarse en algunos lugares.
En fin, el notorio exceso de información dicotómica y la desinformación imposibilita el alcance de la deseada estabilidad emocional que se requiere para salir airoso, como sociedad o nación, de esta aterradora y nunca vista crisis de salud mundial que ha conducido a la casi total paralización del globo terráqueo. Algo inédito en los últimos siglos.
Datos de trastornos mentales
Según un reporte de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) del 14 de agosto de 2020, las comunidades en Estados Unidos han enfrentado desafíos para la salud mental relacionados con la morbilidad, mortalidad y las medidas para mitigar la diseminación de COVID-19 como el aislamiento o el distanciamiento social. De una población de 5.470 entrevistados durante la última semana de junio, un 41% informó padecer de al menos un trastorno mental o de una conducta contraproducente. De los entrevistados, el 26% reportó ansiedad, 24% depresión, 31% ansiedad o depresión, 26% tenían diagnóstico de desorden postraumático, estrés agudo u otros, el 13% aumentó el consumo o inició, en forma repentina, el consumo de sustancias para hacerle frente al estrés o emociones asociadas a la pandemia y, por último, un 11% reportó haber considerado el suicidio en los últimos 30 días frente a un 4% observado en 2018. La mayoría de los que presentaron algunos de estos síntomas eran adultos jóvenes, minorías raciales/étnicas, trabajadores esenciales y cuidadores de adultos sin tener una remuneración. Igualmente, la ansiedad y depresión aumentaron considerablemente durante abril a junio de 2020 comparado con el mismo período de 2019. Y es que cuanto más miedo tengo más actúo emocionalmente.
Otro estudio realizado en Italia, en 402 pacientes recuperados del coronavirus, a los cuales se les hizo un seguimiento, mostró que, al mes de los pacientes haber egresado del hospital, el 55% tenían por lo menos un trastorno psiquiátrico. Entre ellos se observó 28% de trastornos postraumáticos, 31% de depresión, 40% de insomnio, 42% de ansiedad y un 20% presentó trastornos del tipo obsesivo-compulsivo, lo que ha sido atribuido a efectos del virus en el sistema nervioso central, como ha ocurrido con otros coronavirus. Es decir, que la COVID-19 produce efectos en la salud mental a largo plazo que pueden ser crónicos, señalaron en el estudio.
Por otro lado, la tasa de suicidio asociada a la pandemia ha sido documentada en Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Alemania, Bangladesh e India en una reciente revisión sobre este tema. En este artículo, calificaron a la incertidumbre, el aislamiento social y los problemas económicos como los factores que más incidían en el suicidio en una población vulnerable a causa de desórdenes psiquiátricos preexistentes, residir en lugares de alta prevalencia del virus, tener un familiar o amigo fallecido por COVID-19 o poseer una resiliencia disminuida. De acuerdo a los autores, es imperativo reducir el estrés, la ansiedad, el miedo, y la soledad en la población en general mediante campañas para promover la salud en estos tiempos, entre otras estrategias descritas en el artículo para disminuir este riesgo.
A la par, es preciso hacer hincapié en el diseño de programas para contrarrestar la sobreabundancia de información o infodemia con el fin de reducir el miedo y las emociones negativas que hacen más vulnerables a la población. Igualmente, aumentar la inversión en salud mental y en servicios para la prevención del suicidio, así como en políticas para activar el empleo – entre otras recetas – podrían aliviar o prevenir los efectos negativos en salud mental de esta pandemia.
Infodemia
El término de infodemia viene de las palabras “información y epidemia” y se refiere al aumento descomunal y repentino de información relacionada a un tema específico que se vuelve exponencial en un corto tiempo. Y esto es precisamente lo que está ocurriendo con la pandemia de COVID-19.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que la pandemia por COVID-19 ha sido objeto de infodemia, en algunos casos correcta y en otros no, lo que dificulta la comprensión del problema y el acceso a fuentes confiables. Algunos se refieren a la palabra “infodemia” como el exceso de “noticias falsas” o de “teorías conspirativas”, como sería el caso de la asociación de la vacuna con la inserción de un microchip, por grupos malintencionados con la idea intencionada de engañar y confundir al público. Existen muchos ejemplos de este tipo de información que se llaman bulos.
Las siguientes cifras para el caso de COVID-19 evidencian la infodemia: en un lapso de 30 días se subieron o cargaron 361 millones de videos en youtube en las categorías COVID-19 y COVID 19 y se realizaron 550 millones de tuiteos con alguno de los términos de coronavirus, corona virus, covid-19, covid_19 y pandemia. Asimismo, desde que comenzó la pandemia a la fecha de 05/09/2020, se han publicado 34.494 artículos sobre este tema en Pubmed, buscado por coronavirus covid-19.
Pero, esto no es el único elemento del grave problema que tenemos, sino que también se debe incluir el exceso de distintas informaciones provenientes de investigadores y la mala interpretación de un periodista poco entrenado frente a un público ignorante. En este sentido, es importante considerar la visión que tiene el público de la ciencia y mostrarle que la ciencia no es estática y que muchas veces avanza, pero en otros momentos retrocede y que, lo más seguro, es que nuestras certezas de hoy podrán ser rebatidas o cambiadas en el futuro porque así avanza el conocimiento. En este sentido, la investigación de este virus desconocido, denominado SARS-CoV-2, ha sido muy acelerada y productiva en relación a la complejidad biológica del virus, su diagnóstico y tratamiento y a la prevención de la enfermedad. En medio de este complejísimo contexto, la definición de políticas de salud pública y la agilización de intervenciones y acciones médico-sanitarias ha sido complicada y sujeta a errores, por lo que se necesitan pocos voceros y muy bien seleccionados.
En fin, infodemia corresponde al exceso de información, correcta o no, cuando el público no tiene ni el tiempo ni las herramientas para discriminar o seleccionar la información correcta. La situación caótica de esta pandemia fue enriquecida por los avances en las comunicaciones digitales y la utilización de las redes sociales, lo que ha viralizado la toxicidad de esta infodemia.
En general, la incertidumbre, el miedo y la paranoia pueden desencadenar la infodemia y, a la vez, ésta genera emociones negativas como ansiedad, depresión, agobio, entre otras, conformando un círculo vicioso hasta llegar a estados muy graves de salud mental. Pienso que debemos abordar una zona de grises para crear un ambiente donde se pueda decidir por acciones balanceadas de acuerdo a la situación de la pandemia y las condiciones sociales y económicas de cada lugar para tomar decisiones adaptadas a una población específica.
Modelos exitosos contra COVID-19
Uruguay es uno de estos modelos. Ese país ha alcanzado la normalidad prematuramente comparado con otros países de Latinoamérica. El número de nuevos contagios diarios se ha mantenido en un dígito desde mayo y el retorno a clases comenzó el 29 de junio; es decir en dos meses los uruguayos recorrieron las 4 etapas. Estos resultados exitosos son consecuencia de haber actuado con rapidez, escuchar a los científicos, una detección temprana y una extrema vigilancia según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ellos tienen a su favor una educación enfocada en el seguimiento de normas que conspirado a contribuir generosamente con el control de la pandemia.
En realidad, Uruguay está cosechando los frutos de una democracia de larga data, evidenciada en una institucionalización democrática fortalecida y un énfasis en la cohesión social y la libertad, pero con responsabilidad. Se toman la vida en serio y en consecuencia se tomaron la pandemia en serio.
Otro modelo, entre muchos otros, son los japoneses que desde mayo flexibilizaron sus medidas y han contenido la pandemia a pesar de haber ido contracorriente con una estrategia que no incluyó el confinamiento obligatorio ni las pruebas masivas. Algunos lo atribuyen al uso generalizado de mascarillas, a la higiene extrema de las manos y al escaso contacto físico entre personas, llamados las 3M por mascarillas, manos y metro de distancia, mientras que otros señalan evitar los espacios cerrados y mal ventilados, los conglomerados o muchedumbres y las conversaciones a poca distancia entre personas medidas llamadas las 3C por cerrado, conglomerados y conversaciones. Otros lo atribuyen al sistema de salud descentralizado que ha permitido tomar decisiones de acuerdo a cada situación. Sin embargo, un gran peso para frenar al virus ha sido la consciencia ciudadana.
Lo interesante del caso de Japón, además de haber ido contracorriente, es que en agosto los casos repuntaron moderadamente llegando a 8.126 casos durante el mes, pero ya a finales del mismo las nuevas infecciones se habían reducido a los niveles de a principios de mes, tendencia mantenida durante los tres primeros días de septiembre. Volvieron a la normalidad relativamente rápido y por eso decretaron: “tenemos que aprender a vivir con este nuevo coronavirus”.
Creo que esta pandemia agarró por sorpresa a todos y mostró muchas debilidades en los seres humanos – por llamarlos de alguna manera – como es el caso de los chinos que ocultaron y retrasaron la información con severas consecuencias, o de la OMS que no comprendió a tiempo la magnitud de la pandemia aunque ahora lucha por el acceso a fuentes confiables, o de las autoridades nacionales de muchos países que no intervinieron rápido ni a tiempo y permitieron la desinformaron, o los planteamientos dicotómicos que se dan entre gobierno y oposición como son los malos ejemplos de los Estados Unidos y España, o aquellos gobiernos que han extremado las medidas de mitigación por intereses políticos como Venezuela, país que sufre dos pandemias, coronavirus y la política. Por último, se debe incluir a la comunidad científica acostumbrada a funcionar dentro de tiempos determinados que ha tenido que acelerar su trabajo y la publicación de sus resultados, hecho que ha impedido que se cumplan todos los requisitos, entre ellos la evaluación de los artículos por sus pares y a tiempo, y que a veces no mandan mensajes coherentes.
Ahora ante este ambiente tan tóxico se debe actuar con transparencia, evaluar la posibilidad de los grises en la toma de decisiones por parte de las autoridades para evitar los pensamientos dicotómicos, adaptar al propio entorno aquellas estrategias que han sido exitosas en otros países y convertir en una prioridad el educar a la población en múltiples niveles y alcances. El éxito de los dos modelos señalados, Uruguay y Japón, radica en la educación y responsabilidad de sus habitantes y en este contexto se debe estimular a la población en “el pensar antes de sentir y actuar” para evitar el pensamiento binario de escoger entre dos cuando ya estamos en la era cuántica en donde existen más opciones que dos.
Al final, creo que tendremos que aprender a vivir de otra manera para cohabitar con el SARS-CoV-2.
Irene Pérez Schael
Nota: La información sobre la infodemia fue, en parte, tomada del II Foro Argentino y IV Latinoamericano. Comunicación responsable en ciencia y salud. Caso COVID-19: Análisis de una infodemia, 28/08/2020.
6 Comentarios
Maritza Briceño
Es tan completo y exaustivo que no me permite hacer ningún comentario,el único que puedo dejar es releerlo varias veces y poder ayudarnos con un criterio propio que nos indique la mejor manera de superar tan difíciles momentos que pueden convertirse en mucho tiempo
Mirador Salud
Gracias Maritza, sí, como dices es complejo y cuando uno lo aborda por primera vez es complicado.
No eres la única a la que le ha pasado. Te invito a leerlo varias veces.
Saludos y gracias
Irene
Carolina Pérez
Muy bueno e interesante . Y muy cierto está pandemia nos dejara mucho que pensar y cambiar en la vida y en el mundo
Mirador Salud
Gracias Carola y ahora te invito a que enfoques el artículo desde un vértice político para
imaginar cómo cambiar el mundo.
Saludos
Irene
Rafael
Muy interesante. Gracias por mantenernos informados durante está pandemia.
Lirio Valero
Extraordinario estudio acerca de lo qué es la infodemia . Lo que se nombra se materializa y cobra vida . La infodemia es uña enfermedad propia de estos convulsionados tiempos . La misma dinámica de la vida hace que nazcan nuevas palabras . De allí , el poder creador de los fonemas articulados . Es conveniente recordar que las palabras crean los pensamientos y éstos van a determinar nuestra conducta . La realidad puede ser modificada si cambiamos nuestra interacción con ella de manera responsable . El virus existe solo cambiará la manera de enfrentarlo .