Continuando con la necesidad informar sobre la importancia de cambiar de manera de pensar, como ya se publicó en el artículo “¿Por qué es tan difícil cambiar?” de MiradorSalud, les ofrezco este artículo dedicado a la proactividad como un hábito que debe ser incorporado en nuestra estructura pensamental, para organizar, coherente y adecuadamente, nuestras ideas, así como también, la selección de las palabras que las describirán. Todo ello, con el fin de lograr la liberación interna que deseamos.
A partir de la evolución y creación del lenguaje articulado, la mente y la palabra forman un binomio inseparable. Es decir, que no existe nada que primeramente no haya sido pensado, nombrado y creado. Tal postulado tiene sus bases sobre un principio universal llamado mentalismo el cual sostiene que todo lo que nos rodea, tanto dentro como fuera de nosotros (epigenética), tuvo su origen en la mente. … “y el verbo se hiso carne” (Juan 1:14). Este pasaje bíblico resume el inconmensurable poder que la palabra encierra.
Cuando una persona habla, si somos buenos observadores, podemos conocer de ella más de lo que pueda decir de sí misma. Al expresarnos, ponemos de manifiesto nuestras creencias, valores, experiencias, paradigmas, en resumen, se expone toda nuestra cosmovisión de mundo obtenida a lo largo de nuestro desarrollo biopsicosocial en un determinado entorno. El poder de la palabra es tal, que debemos ser cuidadosos en la escogencia de ellas palabras en el momento de comunicar nuestros sentimientos, emociones, visión de vida, pues de ellas va depender el pensamiento sobre el cual nos edificaremos o no. En resumen, todo va a depender de las palabras empleadas para elaborar el pensamiento. Si usamos palabras cuyo mensaje es positivo, de esa misma manera pensaremos, actuaremos, sentiremos y crearemos nuestro “yo”. SOY LO QUE PIENSO – SOY LO QUE DIGO. Ver video.
Hoy día, el mundo en general y Venezuela en lo particular, está atravesando por un proceso de grandes transformaciones en todo el entramado que conforma la compleja y dinámica estructura de un país y, por ende, en su población. En consecuencia, se hace imperioso cambiar de manera de pensar y así, sustituir viejos esquemas, mapas mentales, valores creencias y paradigmas que ya no son acordes con los nuevos tiempos, por otros conceptos innovadores propios, no impuestos, y en concordancia con el momento histórico. La época actual, está llena de incertidumbre, pandemia e infodemia, entre otras, situación que obliga a buscar la manera de tener pensamientos sanos que nos impulsen a continuar viviendo, pero haciéndonos líderes garantes de nuestras vidas. Es necesario hacer un alto y mirar dentro de nosotros para conocernos más y comenzar a transformarnos con alas de libertad.
El mayor de los crímenes que se le pueda hacer a un país es el de castrar la capacidad de pensar de sus habitantes a través de narrativas cargadas de violencia, distopías y disruptivas intenciones para beneficio de unos pocos. Todo logrado con la palabra empleada para doblegar, subyugar y esclavizar al SER. La guerra es psicológica. Quien domina la mente de otros es dueño de su vida en el más amplio sentido del término. Sin embargo, si aprendemos a pensar a nuestro favor apoyados sobre herramientas liberadoras como las que ofrece la epigenética, la proactividad y la asertividad, para enumerar algunas, podemos cambiar ese panorama descrito, en una realidad llena de posibilidades para nuestro crecimiento personal y colectivo. Usando un verbo adecuado se consigue lo buscado.
Los hábitos contribuyen al logro de la libertad de pensamiento. En tal sentido, tanto la asertividad como la proactividad son de gran valor aprenderlos a incorporar en nuestra mente para poder convertirnos en personas autocríticas, reflexivas y observadoras de sí mismas y de nuestro entorno, capaces de pensar y de elaborar conceptos propios de vida basados en los valores universales de respeto y valoración hacia la existencia de los demás.
Aristóteles decía que “somos lo que hacemos todos los días”. Es decir, que nuestro carácter o manera de ser va a estar condicionada también por los hábitos que desarrollemos a lo largo de nuestra vida. En consecuencia, si incorporamos buenos y saludables hábitos así será el resultado de nuestras acciones. La proactividad es uno de ellos.
¿Qué es la proactividad?
Para entenderla comencemos primero por definirla u obtener un concepto propio.
Etimológicamente es una palabra de origen grecolatina y significa actuar o moverse a favor de sí mismo, hacer que las “cosas” sucedan adelantándonos a los hechos en aquellos eventos que sean beneficiosos para el logro de nuestros propósitos. También es asumir la responsabilidad de las resoluciones tomadas. Es preciso tener presente que toda decisión acarrea resultados de los cuales, nos agraden o no, somos los únicos responsables y nadie más. Todos de una manera u otra, somos responsables de la realidad que estamos viviendo, aunque le echemos la culpa a terceros. Por lo tanto, la responsabilidad recae en cada uno de nosotros, debido a nuestra manera de pensar y actuar automáticamente. Es decir, sin reflexionar ni medir las consecuencias del resultado de nuestras actuaciones.
Según la manera de pensar, hablar y actuar, ante las diferentes situaciones que constantemente nos ofrece la vida, se puede obtener una serie de características que permiten identificar a las personas reactivas y a las proactivas.
Características de las personas proactivas:
Este grupo de personas, por lo general, reconocen la responsabilidad que tienen al elegir las respuestas ante la toma de cualquier decisión. No dicen que su conducta es la consecuencia de las condiciones externas o de las circunstancias. En otras palabras, se hacen responsables de los resultados de sus acciones. Su conducta es producto de una decisión consciente. Además, está basada en valores y no en sentimientos. Las personas proactivas se consideran parte del problema y de su solución, actúan sin esperar que otros se hagan cargo de sus obligaciones. No buscan culpables. Dedican su mayor energía en aquello en lo que puedan influir y no en lo que está fuera de su control.
Características de las personas reactivas:
Las personas reactivas dejan al entorno el control de su SER. Aquí en Venezuela tenemos un claro ejemplo de ello cuando los ciudadanos, envueltos en narrativas populistas impregnadas de falsas promesas, han dejado que el régimen les maneje sus vidas como marionetas. Estas personas interactúan, consigo mismas y con el medio ambiente, guiados por las circunstancias sin prever, ni adelantarse a los hechos. Además, actúan en función de la conducta de otros debido a que no reflexionan antes de actuar. Es decir, proceden en automático. Siempre andan buscando uno o varios culpables, debido a que no se hacen cargo del resultado de sus actuaciones. En Venezuela es común escuchar que la culpa de la inflación, pobreza, hambre y demás males es del imperio. En lo particular, responsabilizan a la pareja, a los hijos, al entorno, al clima, al jefe, entre otros factores. Por lo general, no analizan las causas de las situaciones adversas, se quedan en el efecto por no sentirse ni parte del problema y menos de la solución.
Lenguaje reactivo y proactivo:
Como ya se explicitó, en líneas anteriores, la manera de hablar de las personas es su mejor y más completa carta de presentación, debido a que muestra muchos aspectos de su manera de concebir el mundo tanto en lo interno como en lo externo. Debido a esto, tanto a las personas reactivas como las proactivas se les identifican por el uso frecuente de ciertas expresiones. A continuación, podrán leer algunas de ellas.
En el vocabulario de los reactivos escuchamos expresiones como: no puedo hacer nada, es que yo soy así y no puedo cambiar, es que soy igual a mi abuelo, me saca la piedra, yo no tengo la culpa, tengo que hacer eso, no puedo. En resumen, reaccionan visceralmente, no piensan y andan en automático haciendo lo que los demás hacen, sin pensar en las consecuencias de sus actos.
A las personas proactivas se les oye decir lo siguiente: examinemos nuestras alternativas, es importante escuchar la opinión y conocer las experiencias de otros, puedo optar por un enfoque distinto, soy el responsable porque la decisión fue mía, nadie me obligó a hacer lo que hice, sé controlar mis sentimientos, debo esperar ver la situación con mayor claridad, elijo caminos alternos o diferentes, sí puedo. Para concluir, podemos afirmar que somos lo que somos como consecuencia de las decisiones tomadas en el “ayer”.
Si esperamos que otros actúen o cambien para luego nosotros hacerlo, estaremos viviendo sin transcendencia alguna. En consecuencia, nuestra mente seguirá encarcelada y nosotros dentro de ella.
Lirio Valero Castellano
Nota sobre la autora:
Lirio Valero Castellano es Licenciada en Letras con mención en Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana (ULA, Mérida, Venezuela) y Master en Ciencias de la Educación Superior: Andragogía (INSTIA – UNELLEZ). Profesora Titular, Jubilada, de la Universidad Experimental de los LLanos Occidentales (Barinas – Venezuela), Vicerrectorado de Planificación y Desarrollo Social. Durante 25 años de docencia se dedicó a la enseñanza instrumental de la lengua materna, desarrolló la línea de investigación sobre el Grado de Elaboración Lingüística y Rendimiento Académico y se encargó del entrenamiento a docentes recién ingresados. Trabajó como Profesora invitada por la Universidad de las Américas (UDLA, Puebla, México) encargada de los Laboratorios de Español y de las asignaturas Redacción I, II y III. Se desempeñó como Secretaria Ejecutiva de la Comisión para la Reforma del Estado Barinas (COPREBA) en los procesos de descentralización y transferencia de competencias. Actualmente se dedica a la asesoría en la escritura en diferentes temáticas.