A un joven especial que desea ser libre…
Los cambios de paradigma en los tiempos que corren se suceden a velocidad extraordinaria. Sin embargo, no los aprovechamos, ni analizamos, ni concientizamos, ni nos damos cuenta, porque, a la vez, el tren de la vida se desplaza a una rapidez inaudita sin detenerse en las paradas que le corresponde. La capacidad de conocer lo que acontece en el mundo al instante, gracias a las redes sociales, es una vía para desestabilizar la mente y someternos a un estrés crónico.
Me pregunto, ¿hemos reflexionado sobre el cambio en la vida cotidiana que ha causado la pandemia por covid-19? o ¿cómo ha afectado la pandemia nuestra salud emocional esta nueva vida?; ¿sabían que la prevalencia de ansiedad ha aumentado 4 veces con respecto a la registrada antes de la pandemia, pasando de 3.6% a 15.5%?; ¿Sabían que nuestro cerebro ha cambiado como consecuencia del confinamiento?
Otras preguntas más interesantes que debemos hacernos: ¿hemos concientizado que nuestro autoconocimiento nos proporciona herramientas para mejorar la salud emocional y fortalecer el Yo? ¿Conocemos los avances en neurociencias que nos dan poder para cambiar nuestra mente, palabras y pensamientos? Las respuestas a estas preguntas salieron a la luz desde los tiempos de los griegos. Sócrates (470-469 AC), él dijo: “Para encontrarte a ti mismo, piensa por ti mismo”.
Por lo demás, el galardonado con el Premio Nobel en 1906 Santiago Ramón y Cajal fue el padre de la neurociencia con sus trabajos en la morfología del sistema nervioso, hasta entonces desconocido. Él descubrió los mecanismos y procesos conectivos de las células nerviosas y la diferenciación de las neuronas como células individuales e independientes que se comunicaban entre sí, recibiendo y enviado información, y formaban entramados y conexiones; todo lo cual constituye la base de la neurociencia. Descubrió las neuronas y las describió así: «células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental«. Imágenes poéticas que se han hecho realidad.
“Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro” con este pensamiento él se anticipó a la neurociencia y a las terapias de estimulación cognitiva. Él creía en la plasticidad sináptica y la describió en uno de sus trabajos con un lenguaje lírico: “…la corteza cerebral semeja un jardín poblado de innumerables árboles, las células piramidales, que gracias a un cultivo inteligente pueden multiplicar sus ramas, hundir más lejos sus raíces y producir flores y frutos cada día más exquisitos”. Ver su Teoría Neuronal.
Entonces, a través de la neurociencia, arribamos al mandato: nuestro cerebro aprende y cambia toda la vida. Y aquí abordaremos esas posibilidades que nos ayudarán a desear y lograr vencer una enfermedad física o mental, la ansiedad, el dolor, el estrés, la tristeza y, no menos importante, “aprender a pensar” para gestionar la emocionalidad y ser más flexible ante las vicisitudes de la vida, dándole poder al Yo puedo, el encargado en nuestra mente de decidir entre el Yo deseo y el Yo debo, a partir de la percepción de la realidad con el fin de tomar las mejores y más convenientes decisiones.
Danzando de la poesía a la ciencia, vamos a recordar y expresar de forma somera cómo procesa el cerebro la información que viene del ambiente, interno o externo, y sus consecuencias en el comportamiento. Describiremos la relación mente-comportamiento.
Por un lado, tenemos una mente emocional e inconsciente que gestiona la información en el sistema límbico, principalmente en la amígdala, y controla la respuesta ante la señal del entorno, estimulando y activando las redes neuronales relacionadas con lo conocido, llámense experiencias, creencias, cultura, valores familiares y culturales, entre otros. Cuando la información pasa de una neurona a otra, o de una mariposa a otra, se liberan neuroquímicos – neurotransmisores, hormonas y otras sustancias químicas – que van al torrente sanguíneo y son los responsables de producir la emoción y actuar en consecuencia. Este proceso es automático, no requiere de una gran intervención cognitiva y ocurre sin pensar. A la par, como está vinculado a lo conocido, la respuesta es rápida, lo que ocasiona una conducta es automática y repetitiva. Ejemplos son las actividades rutinarias como caminar, comer, manejar, limpiar, bañarse. Este proceso ocurre durante el aprendizaje y comprende el “sentir y actuar”.
Algunos tipos de neurotransmisores y su función son: la serotonina, llamada el neurotransmisor del placer o el humor, mejora la capacidad de decidir y sus bajos niveles se asocian con la depresión y ansiedad: el cortisol, llamada la hormona del estrés, es liberado por la glándula suprarrenal en forma circadiana – vigilia/sueño – y afecta el metabolismo, por ejemplo, sus niveles elevados ocasionados por el estrés aumentan la presión arterial y alteran el sueño, aún peor es que su cronicidad deprime el sistema inmunológico deprimiéndolo en estrés crónico, sus niveles disminuyen con la relajación; la adrenalina o epinefrina actúa en situaciones de peligro o excitación e influye en el bienestar del organismo, al estimular funciones del organismo que lo ayudan a enfrentar el peligro – lucha/huida -; las endorfinas alivian el dolor, se liberan con el ejercicio físico, el enamoramiento, la actividad sexual, el comer chocolate y el reírse; la dopamina está asociada con la motivación y recompensa, la atención, y sensaciones agradables y de bienestar, pero también está asociada a la adicción; la oxitocina actúa como un refuerzo positivo e incrementa el placer, la complicidad, el afecto y la confianza. Los neuroquímicos de pueden dividir en los que tienen una función negativa y los que tienen una función positiva como la oxitocina, dopamina, serotonina y endorfina.
¡Somos seres fundamentalmente emocionales!
La otra forma de digerir la información del ambiente, interno o externo, ocurre a través de la mente racional o cognitiva, ubicada en la corteza pre-frontal del cerebro, la cual está capacitada para realizar funciones cognitivas y ejecutivas para que la conducta se pueda adaptar a situaciones complejas. Esta función mental es consciente, enfocada en el pensar, es más compleja porque involucra procesos cognitivos por lo cual es más lenta, lógica, reflexiva y razona de acuerdo a experiencias pasadas y a la información guardada en la memoria. Al enfocar la atención o al “pensar” se pueden tomar decisiones más acertadas con la participación del Yo puedo después de haber analizado y comprendido la realidad asociada al estímulo, externo o interno. Y es aquí donde nuestras palabras y pensamientos pueden ser un factor de cambio porque al no ser automáticos sino producto de haber enfocado la mente estimulamos el camino más beneficioso para el bienestar emocional. Existen ejemplos de comunidades que no utilizan palabras negativas y tienen menor mortalidad cuando se comparan con comunidades que usan con frecuencia vocablos agresivos o negativos.
Recapitulando, la mente está formada por una parte automática e inconsciente, relacionada con las emociones, la cual solo podemos sentir, más no ver, y, la otra parte es consciente, la cual analiza, piensa, transforma nuestro cerebro y la podemos ver.
El vivir es un constante elegir, es un constante cambio que puede conducirnos a una vida saludable.
Y ¿cómo podemos cambiar? – ¿cómo podemos estimular el pensar?
El cerebro tiene la habilidad de cambiar principalmente por medio de dos mecanismos: la neurogénesis o capacidad de generar nuevas neuronas que pueden ser entrenadas y la neuroplasticidad o la facultad para moldearse y adaptarse a los cambios ambientales y frente a los estímulos externos o internos. Estos mecanismos, descubiertos en las últimas décadas, pueden mejorar el cerebro de varias maneras y lo mejor es que están a nuestro alcance cambiando el estilo de vida.
La neurogénesis aumenta con el aprendizaje, el enriquecimiento del entorno, el ejercicio y disminuye con el estrés. La neuroplasticidad influye en la plasticidad sináptica aumentando las redes y conexiones neuronales, mejora la memoria, atención, inteligencia, intuición, en general, mejora la capacidad cognitiva que afecta la toma de decisiones. Cuando experimentamos cosas nuevas se expanden las conexiones y redes y progresa la neuroplasticidad.
Los estudiosos de este tema, en general, señalan que el reto, la dificultad y la perseverancia son indispensables para germinar y desarrollar la neuroplasticidad y neurogénesis. MiradorSalud ha publicado sobre la neuroplasticidad y el pensar.
Algunas estrategias comprenden:
.- Emprender retos intelectuales, cambiar la rutina cotidiana, socializar con distintos amigos, leer, escuchar música, aprender nuevas cosas.
.- El ejercicio físico y el deporte influye en la liberación de neurotransmisores positivos amén de estimular el factor de crecimiento (BDNF) que aumenta las conexiones.
.- La práctica de la meditación (mindfulness) ayuda a enfocar la mente, disminuye el estrés y el cortisol.
.- El tipo de alimentación y el sueño son esenciales para el mantenimiento del cerebro. Durante el sueño el cerebro procesa la nueva información y es vital para mantener las capacidades cognitivas. Por otro lado, el consumo de ácidos grasos esenciales y de proteínas que contienen nutrientes esenciales son necesarios para el buen funcionamiento del cerebro.
.- Cambiar con frecuencia la perspectiva de nuestra orientación visual, como sería sentarse a comer en distintos lugares de la mesa o cambiar los muebles de la casa, por ejemplo, influye en la plasticidad ya que de acuerdo a la orientación visual se estimulan distintas partes del cerebro, lo que aumenta la flexibilidad y muestra nuevas perspectivas para ver la realidad.
.- Utilizar la imaginación para mejorar el sistema inmune. La psiconeuroinmunología nos conduce por este camino. Ver audio de imaginación guiada por la Dra. Marianela Castés.
.- Tomar nuevos caminos para dirigirse hacia los lugares habituales.
.- Escribir a mano estimula el cerebro, cosa que no ocurre cuando se escribe en la computadora o tableta.
.- Aprender a gestionar las emociones y no dejarse dominar por ellas y a dejar pasar los pensamientos negativos y concentrarnos en los positivos.
.- Controlar el estrés y las emociones negativas.
.- Ser agradecido y tener empatía.
.- Para finalizar, y no por ello menos importante, practicar el amor.
Por otro lado, se pueden realizar actividades que estimulen la liberación de los neuroquímicos positivos porque ellos favorecen la ruta hacia el cerebro racional. En la siguiente figura se muestran las correlaciones entre neurotransmisores y salud emocional y se indican las prácticas que pueden incrementar su liberación, algunas de las cuales fueron mencionadas. Se refrenda que los neurotransmisores asociados a emociones positivas mejoran la actividad de la mente racional.
No obstante, lo primordial es conocerse a uno mismo tratando de enfocar la atención en lo que nos pasa, en nuestras respuestas al diario acontecer, en la reflexión en soledad con el fin de entender nuestras emociones y lo que las provocó. Es llegar a integrar el pensar y el decir. Ver “Soy lo que pienso – Soy lo que digo”.
Dado que, al repetir la tarea durante el aprendizaje y la práctica de lo asimilado, las redes sensibilizadas se multiplican y mejora la conducta relacionada con ese aprendizaje. Aprendemos con la experiencia, la cual aumenta nuestros circuitos neuronales. Esta práctica se debe convertir en hábitos de un nuevo estilo de vida que debemos interiorizar en nuestra mente para luego comportarnos en consonancia con las nuevas habilidades. Este es un proceso epigenético que garantiza la durabilidad del hábito siempre y cuando aspiremos a conservarlo. Este nuevo estilo de vida requiere de voluntad, disciplina y querer hacerlo.
Terminamos con este pensamiento de Platón (428-427 AC) que con inusitada maestría nos resume todo este pensar: «El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos«.
Irene Pérez Schael