Un interesante y completo artículo publicado en MiradorSalud recientemente refería como en lo que va de siglo XXI se han dado focos zoonóticos de coronavirus, que se han ido manifestando desde enzootias a epidemias, siendo el SARS-CoV-2 el último de ellos. Esta partícula viral puso en jaque los paradigmas de salud y economía mundial.
En este contexto se puede afirmar que con frecuencia, microbios y macrobios se adaptan a nuevos hospedadores, siendo el hombre, el más reciente de ellos.
Cuando estos agentes infecciosos pasan a los humanos y lo colonizan con mayor frecuencia, hablamos de zoonosis, las cuales son responsables del 60% de las enfermedades infecciosas en humanos, 75% de ellas calificadas como emergentes.
El hombre, antropocéntrico y reduccionista, se siente soberano sobre la naturaleza, ejerciendo la extracción de los recursos naturales en forma insostenible, explotando hasta el infinito, sin control y masivamente, los recursos agropecuarios, fomentando una industrialización poco responsable, usando indiscriminadamente químicos, fertilizantes, plaguicidas, fármacos y otras drogas.
Basta conocer las noticias que relatan cómo grandes países usan a los más pequeños para depósito de residuos inmanejables, cómo mares y océanos están terriblemente contaminados, cómo los procesos urbanísticos son cada vez más anárquicos e incompatibles ecológica y socialmente. A ello se une el comercio global legal o ilegal (este último ligado a otras rutas de crimen organizado) de todo tipo de seres vivos y de sus partes o fluidos. ¿En qué se traduce todo esto? Pues en pobreza y migraciones humanas forzadas, lo cual aumenta el riesgo de enfermedades, ya que, inexorablemente, el hombre se mueve con sus animales y con los microorganismos, que van dentro y fuera de él.
En la década de los 70, David Hopcraft, catedrático de la Universidad de Cornell, destacó que la desertificación a nivel global ocurre en áreas donde el hombre, con sus actividades, ha afectado fuertemente a los suelos y ha sustituido, irremediablemente, a la fauna silvestre por doméstica o pecuaria.
El virus de la rabia, los virus originarios del sarampión y viruela, el síndrome pulmonar por hantavirus, la viruela del simio, los virus causantes de SARS, el virus de inmunodeficiencia animal (el precursor del VIH), los agentes de la toxoplasmosis, la enfermedad de Chagas, la Leishmaniasis y algunas helmintiasis, entre otros, han circulado en la fauna silvestre y sinantrópica, en algunos casos en más de un centenar de años, en forma silente, siendo que por el manejo antrópico, transitan de otros animales al hombre y viceversa.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha discutido sobre la gestión de fauna silvestre. Incluso se ha señalado que el consumo de fauna silvestre, sería una alternativa a la condición de hambre mundial que se avizora para el 2030. Esta consideración podría ir más allá de las aseveraciones demagogas de gobernantes que pretenden imponer este consumo, para omitir la debacle en sus gobiernos en cuanto a alimentación y salud, por lo que el debate queda servido para el análisis de actores académicos y políticos.
Las propuestas institucionales y organizacionales sobre conservación de fauna silvestre, no siempre son compatibles con las normas comunitarias, debido a la variopinta concepción y apropiación de la naturaleza. A este paradigma de complejidad, sumamos lo que plantea la etnozoología, acerca de que “toda la fauna encontrada en una región, directa o indirectamente, entra en la vida y pensamiento de cada grupo humano”.
El Códice De la Cruz Badiano (1552) en México, documentó aspectos de la medicina tradicional prehispánica acerca del uso de los animales, sus fluidos y elementos, para la cura de enfermedades, con gran afiliación cultural, a tal punto que muchos descendientes de precolombinos aún la practican.
Las tierras comunales indígenas en América, reclaman la desaparición de mamíferos como el venado cola blanca, los monos aulladores y araña, las dantas o tapir, el jaguar y el pecarí, que hasta hace unas décadas jugaban un papel importante en la alimentación y ritos dedicados a deidades, por la acción de culturas diferentes a las de ellos.
Un ejemplo claro del uso de esta fauna, es el que se le hace al oso americano u oso de anteojos, de valor entre sagrado y demoníaco por raptar a las mujeres bellas para unirse a ellas (unión sexual oso-mujer, representada en varias cerámicas Moche). Esto ha derivado en el uso de sus huesos, piel, carne, sangre, grasa corporal y excrementos tanto para consumo humano como de la ganadería a fin de “adquirir fuerza y virilidad” de este animal.
Quizás han escuchado que la sangre de rabipelados y armadillos (excelentes reservorios naturales y experimentales de bacterias como las de la lepra, hongos causantes de histoplasmosis y parásitos como el del Mal de Chagas o la leishmaniosis) es considerado un buen remedio para frenar el asma infantil, en nuestras comunidades rurales y/o amerindias.
Sabemos que muchos invertebrados, entre los que podemos contar los múltiples insectos que se usan en la gastronomía, portan en su interior bacterias que potencian la virulencia de virus y parásitos que se encuentran presentes. Es decir, ese micro mundo o microbioma (a veces no tan micro) nos contextualiza como organismos vivos “para bien y para mal”.
En este lado del hemisferio hay condiciones en mercados artesanales que no distan en mucho al famoso mercado de la ahora más cosmopolita y comercial Wuhan, depositario de animales vivos y muertos para consumo humano, en el que aun sin evidencias concluyentes se lanza la hipótesis de que el SARS CoV2, circuló desde murciélagos al hombre ¿y viceversa?
El reto que tenemos por delante, los científicos, académicos, educadores, gerentes, políticos y finalmente, todos, es ejercer la ciudadanía, para armonizar las concepciones etnozoológicas con las prácticas de conservación, manejo y uso adecuado de la fauna silvestre, doméstica y sinantrópica, respetando y reforzando las conductas de menos riesgo que retardarían, o en mejor fortuna frenarían, la emergencia y reemergencia de enfermedades, capaces de derivar en futuras epidemias o pandemias, es decir, fomentar un otro ejercicio de la biocultura.
Leidi Herrera Cabrera
Sobre la autora:
Profesora Investigadora Titular del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Facultad de Ciencias de la UCV. Doctora en Biología Parasitaria de la Fiocruz-Brasil. Presidenta de la Sociedad Parasitológica Venezolana. Miembro del Postgrado Nacional de Parasitología y del Postgrado de Zoología de la UCV. Publicaciones en el Boletín de Mariología y Saneamiento Ambiental-Venezuela, Acta Biologica Venezuelica, Internacional Journal for Parasitology, Journal of Vector Borne Diseases, Experimental Parasitology, Transactions of the Royal Society of Tropical Medicine & Hygiene , Memorias del Instituto Oswaldo Cruz, entre otras.
9 Comentarios
Martín Sánchez
Excelente análisis Dra. Leidi Herrera. Es responsabilidad de todos el manejo responsable de la fauna sislvestre. No solo por sus posibles consecuencias en la transmisión de las zoonosis, sino que en países como el nuestro, con la falta de regulación y la escasez de alimentos, cada vez son más las especies en peligro de extinción por la caza indiscriminada.
Mirador Salud
Mil gracias por los comentarios, Martín. La idea es abrir escenarios de equilibrio que permitan el manejo adecuado con mínimos posibles de riesgos.
Paola Bernal
Excelente!!!
Mirador Salud
Muchas gracias verdaderamente.
Carlos Matos
Interesante, vincula al ser humano con su entorno y realidades, para bien o para mal como dice la autora.
Mirador Salud
Así es. La autora lo plantea de forma muy clara. Muchas gracias.
Iván Benavides Céspedes
Buenas noches, quede completamente entretenido e informado con el escrito, profesora Leidi, un abrazo.
Mirador Salud
Le respondemos de parte de MiradorSalud: Muchas gracias. Nosotros también estamos muy satisfechos con ese artículo de la Dra. Herrera, que ilustra y orienta de una manera seria y con sólidos fundamentos.
Edgar Marchan M
Extraordinaria la sencillez con la cual la Dra Leidi Herrera presenta una compleja relación del «último» en la escala evolutiva y su entorno natural. La alteración exacerbada en décadas recientes de la Biosfera, reflejo de lo maníaco-antropocéntrico de «civilizados» humanos, sin lugar a dudas han conducido a este desequilibrio, cual boomerang, no se ha hecho esperar, manifiesto en pandemias, ecocidios, generador de desechos no degradables, calentamiento global, incremento de la frecuencia de catastrofes naaturales y pare de contar, los cuales exigen ineludiblemente, en resguardo de toda la Biodiversidad del planeta, la Institucionalidad Oficial de la BIOCULTURA.